Thursday, February 20, 2014

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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Mi familia soy yo sola, porque mi familia está lejos. Yo las siento que me hacen
falta. Todo el mundo desparpajado. La nieta la mandé para Quito.
Mi familia también está lejos de acá y pues ella quieren llevarme, pero no me
quiero ir. Si me muero quiero estar con mi hijo [asesinado]. Yo les digo que no vengan.
Compartimos el pensamiento es con las amigas que han sido sufridas. Pero
nunca se nos va a olvidar. Con la muerte se les irá a olvidar. Nosotras las mujeres
tenemos que aguantar mucho. Si el presidente quisiera la paz en Colombia, él
debe empezar por nosotras que estamos de edad.
Otras mujeres han encontrado en el desplazamiento forzado una salida para no seguir
sufriendo los embates de la violencia. Para evitar la muerte de más hijos o prevenir el reclutamiento,
estas dos madres abandonaron Puerto Colón, la primera retornó y la segunda
no quiere regresar.
Qué puedo decir. Ya varias cosas me han pasado. Yo cuando mataron al hijo, o al
marido, o al yerno, me tocó irme de ahí, porque me iban a matar dos hijos más.
Imagínese. Me fui. Me llamaron. Dejé abandonada la finca. Yo me fui sola con los
dos pequeños. Allá estuve como cuatro años. Luego ya me llamaron que la finca
estaba remontada, pues me tocó venirme de nuevo, dije: “morir o vivir”.
Allá se quedó todo, toda la tierrita. Por eso digo allá esta todo. Nos vinimos con la
ropita disimuladamente, que no vieran que nos veníamos. Si regresamos nos van a
decir que por qué nos fuimos. Yo espero que en algo me ayuden, porque no quiero
regresar, porque esa gente me convence a los hijos.
Como se indicaba, las pérdidas materiales tuvieron efectos importantes no solo en la
economía de las mujeres y sus familias, sino también en sus proyectos de vida. No es
fácil rehacer una vida ante la destrucción violenta de unas casas o unos negocios o de
sus enseres domésticos. Los impactos psicológicos son obvios con este tipo de pérdidas:
Un golpe duro, porque con esfuerzo levantamos la casa y no la tumbaron. Hace
dos años otra vez levantamos casita y no lo tumbaron.
Me destruyeron la casa de mi hijo con una bomba y todo. Ahí está destruida. De
mi hijo que se perdió todo. Quedó botada la casa. Ya no hubo quien viva en la casa
de mi hijo. Con tanto luchar, con tanto sufrimiento que hizo su casa mi hijo para
que quede vuelta hueso…
A nosotros nos ha afectado mucho, por ejemplo, los negocios. El negocio quedó
sin techo. Las paredes partidas, los baños vueltos nada, acabados. La discoteca
también. Todo eso se partió. Volaron las puertas, las ventanas salieron de un lado
a otro. Con la poquita ayuda, sinceramente uno queda como a medias sin poder
empezar. El trabajo se ha puesto muy duro, porque uno quiere a trabajar pero
no hay medios para trabajar. Ahí nos quedamos con todo, llenos de agujeritos y
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tapándolo con ese icopor. Usted va a mi casa y esta llenita de puro icopor. De las
balas, de las balaceras, porque las pipas que tiran de esos cilindros eso cae y eso
queda todo huequeado. Toca taparlas porque no llegan ayudas.
En la toma del 2005 estábamos trayendo un maíz para unos pollos, cuando se
prendió la balacera. Me arrancaron la ventana de la casa. Se entró una piedra y
pasó como cerca de mi pierna. Mi hijo me dijo: “bajémonos para bajo el sótano
porque ahora si nos vamos a morir aquí”. Cuando salimos afuera para irnos
abajo al sótano, eso era como si me hubieran echado un frasco de ají en la cara,
que no mirábamos casi. Nos metimos al sótano y empezaron a atacar las casas
que había al pie de la mía. Eso era una cosa tan tremenda que soplaba un viento…
Mucho miedo, un temblor, que no podíamos. Cuando estábamos en otra casa, vimos
como las casas las arrancaron con los cilindros. Todo se dañó.
Además, las condiciones de vida en la comunidad cambiaron. La disminución de las
fuentes de empleo, la educación y en general las dinámicas sociales y los procesos comunitarios
de Puerto Colón resultaron totalmente afectados. Las mujeres refieren como el
clima de temor afecta a la vida cotidiana desde entonces.
La mayoría de gente se va. Por la fumigación, se acabó el cultivo de pancoger.
Antes la vida era buena, trabajábamos. Todo el mundo tenía plata. Cuando empezó
la violencia todo se acabó. Todo el mundo sale al Ecuador, porque acá no hay
trabajo, no hay estudio. El pueblo era calmado, pero tipo siete de la noche usted
no ve a nadie. No hay que vender ni que comprar.
Nadie sale ni por una gaseosa. Un domingo parece un lunes.
Apoyo mutuo y espacios de palabra
Las mujeres encuentran en el compartir una forma de darse apoyo mutuo. La unión entre
ellas les permite darse fuerza unas a otras, lo que les ayuda para asumir de manera más
compartida los golpes generados por el conflicto armado.
Ese apoyo consiste en darle ánimo a la otra cuando se siente agobiada, pues una
esperanza. Decirle “mire, salgamos adelante, esto nos afecta pero no nos puede
agobiar, tenemos que sacar fuerza de voluntad”. No dejar que la otra se derrumbe
sino que alce la cabeza. No dejarla sentar sino que adelante, que tenemos que ir
es para adelante porque así nos toca. No nos podemos detener por las cosas de la
vida sino seguir hasta donde la vida nos lleve.
Esta identificación con las otras, con los vecinos, como alguien que sufre los mismos hechos
o el mismo destino es una energía de contención del impacto y del apoyo a las otras.
A la vez, cuando la persona es la más afectada hay otras que hacen el mismo camino de
acercarse, ayudar, animar, compartir.
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Nosotras comenzamos como a ser más fuertes cuando un golpe llegaba y al otro
día era el del vecino. Entonces nosotras nos levantábamos y nos hacíamos duras
y acompañar al otro. Íbamos donde el otro, al otro día era el caso donde el otro.
Entonces nunca buscamos ayuda sino que era nosotras mismas a darnos apoyo.
Nosotras sufrimos lo mismo porque si dos días antes, estaba por ejemplo en mi
familia, al otro día estaba donde el otro vecino, que muerto, que el otro desaparecido.
Entonces nosotras mismas nos fuimos dando esa fuerza sin apoyo de nadie,
sino entre nosotras mismas colaborándonos.
Por otra parte, los procesos organizativos han sido una de las mejores posibilidades con
que han contado estas mujeres para enfrentar sus tristezas, miedos y necesidades. Estas
organizaciones les han brindado asesoría y apoyo en la búsqueda de auto-reconocerse y
valerse como mujeres, y les ha permitido construir otras vivencias desde la autonomía, la
participación y la organización política.
Ya como nueve diez años que llegó la Ruta Pacífica. Entonces ya nos comenzaron
a tratar gracias a la Ruta Pacífica. A muchas otras que llegaban y nos hablaban
sobre el tema de las tomas. Nos enseñaban como defendernos, como expresar
nuestros sentimientos. Antes nos los guardábamos, lo teníamos así adentro en el
cuerpo, ahogados. Es el problema en Puerto Colón.
Para muchas mujeres estos espacios colectivos de expresión y confianza a través de talleres
de apoyo psicosocial han permitido poder compartir y manejar sentimientos y vivencias
escondidas, que a pesar de ser tan generalizados muchas veces no encontraron
un espacio para poder ser compartidos. La necesaria contención cuando se viven hechos
traumáticos tan repetidos y el nivel de incertidumbre y amenaza, atenazó a las mujeres
durante mucho tiempo, y el trabajo psicosocial y de acompañamiento abrió las puertas a
nuevas formas de organización y apoyo mutuo.
La verdad es que si nos ponemos a recordar aquellas cosas, es que es demasiado
doloroso, pero gracias a dios que nos presentó la Ruta. Esa fue la primera salida
que encontramos porque empezaron a llevarnos psicólogos, charlas. Íbamos contando
lo que nos iba pasando. También como que íbamos sacando de adentro ese
dolor, y como que nos íbamos liberando e íbamos tomando como más fuerza. Hasta
que llegamos al punto en que nos dimos cuenta que si podíamos salir adelante,
que si teníamos una salida, que no nos podíamos dejar agobiar por la situación,
ni por la adversidad. Ya como que esos ataques y esos golpes, ya como que fueron
doliendo menos. Ya como que fuimos afrontando, que uno no debe guardarse esas
cosas sino sacarlas afuera y que debemos entre nosotras apoyarnos y compartir.
Esa unión entre todas, esa unión nos ayudaba a salir adelante. Ese apoyo de la
una con la otra nos ha ayudado a salir delante, porque allá tratamos de apoyarnos
todas, las unas con las otras.
Porque a medida que va pasando el tiempo y los talleres y todo esto que venimos
haciendo, nos ha ido sanado todo ese dolor, toda esa angustia que sentíamos. Ya
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nos sentimos más liberadas, y más autónomas de nosotras mismas. Podemos tomar
decisiones por sí mismas y hacer muchas cosas.
Incluso el empoderamiento ofrecido por organizaciones de mujeres les ha permitido conocer
las herramientas legales para la defensa de sus derechos. Y junto con esta defensa,
estas acciones conllevan una revalorización de su identidad como mujeres.
Nosotras aprendimos a ser mujeres, a aprender las leyes que no sabíamos, o sea
para poder llegar a alguna parte, a una oficina, con los derechos que tenemos los
colombianos. Antes no los teníamos, porque nos obligaban a callarnos. Porque
decían “si usted habla, o usted dice lo que vio tiene problemas. La matamos por
la noche a usted o su familia”. Entonces queríamos saber los derechos. Ahora
aprendimos eso ya porque entramos hace 10 años a la Casa de la Mujer y a la
Ruta. Aprendimos eso, entonces nos valoramos como mujeres.
En la Ruta hemos aprendido como hacer una reclamación para tutela. De eso no
sabíamos. Se nos ofrecía algo y teníamos que pagar. Ahorita ya tenemos nuestro
papel, no hacemos sino llenarlo y lo enviamos. Eso nunca lo sabíamos entonces
para mí eso es un aprendizaje de mucho valor. Ya sabemos por medio de la Ruta.
Antes andábamos rodando por ahí, no sabíamos nada. Ahorita ya sabemos y nos
sentimos igual a los demás. No nos sentimos inferiores.
Algunas de las estrategias que las mujeres construyen para sobrellevar los impactos causados
por la violencia política se basan en el afrontamiento religioso. La participación en
iglesias o cultos les permite identificar otras formas de concebir la vida y la posibilidad de
abrir otros espacios de socialización que les permitan afrontar sus emociones.
A mí me ha servido la religión. Yo soy ahora de la iglesia pentecostal. A mí me han
servido las oraciones. Me han calmado mucho. Eso me ha servido bastante para
el alma y también para el cuerpo. Porque es mucho también lo que uno puede orar
por las demás personas. Porque nosotras vivimos orando constantemente para
que la violencia no nos vuelva a atacar de esa forma que nos estaba atacando,
porque la verdad que en San Miguel vivimos fue un infierno.
Yo solo se lo dejo a Dios, que me arrodillo y le pido a Dios. Cuando yo voy al cementerio
yo le digo a la gente: “déjelo que llore”, a mí ya me pasó. Todo se lo dejo a Dios.
El apoyo psicológico también ha sido crucial para que algunas mujeres puedan enfrentar
con más herramientas los distintos impactos de violencia que se traducen en su cuerpo y
su vida.
Enfrentar los problemas, las psicólogas, porque yo a ellas les conté todo lo que le
había pasado. Ya uno como que descansa el pecho, porque uno mantiene con eso
ahí y he aprendido a enfrentarlos.
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Tenemos el apoyo de psicólogas, de abogadas. Nos han ayudado, nos han explicado
muchas cosas que en realidad nosotras no sabemos… Vamos teniendo cada
día más conocimiento y hemos tratado de ir como dejando el temor, el miedo. Nos
sentimos más seguras, con más fuerza para seguir adelante, para luchar invitando
a otras amigas que se unan.
Incluso se han dado otras formas más lúdicas y creativas de distracción que han arrojado
efectos positivos en la comunidad.
En Puerto Colón hicieron un evento que dio resultados. Todos los 28 sacaron un
juego que dura toda la noche. La gente nunca robó nada. Todo el mundo con las
puertas abiertas. A nadie le robaron, porque la gente estaba ocupada buscando el
premio gordo que era dinero en efectivo.
Sin embargo, el miedo y la ausencia de recursos o conocimientos para poder hacerlo
limitaron durante años las denuncias de los hechos sufridos. Los delitos, las violaciones
de derechos humanos e infracciones al derecho humanitario no fueron denunciados ante
las autoridades gubernamentales ni judiciales. Era tal el temor a los grupos armados que
las mujeres preferían callar. La ley del silencio era la fórmula para sobrevivir y no recibir
retaliaciones de los actores armados.
Nadie podía ir a quejarse a una autoridad porque iban las autodefensas y la
familia entera desaparecida. Lo amenazaban. El miedo. De eso nadie informaba
nada, nadie hacia nada. Si se perdía un hijo… era como perderse un animal. Eso
no se podía ni decir nada porque venían y lo levantaban de noche. Se lo llevaban
y quién daba razón.
Nosotras nunca nos atrevimos a buscar otro apoyo por fuera porque también me
daba terror. Usted sabe que lo tiraban. Nosotros no sabíamos a quién era que
íbamos a acudir porque también teníamos desconfianza. No era que tuviéramos
confianza a la ley porque no podíamos acudir donde ellos, porque también nos
daba miedo que ellos nos quisieran hacer más daño todavía, de lo que teníamos.
Ese era el problema que teníamos, que no confiábamos. Entonces no pedíamos
apoyo de ellos tampoco, porque nos obligaban a no hacer bulla.
En este proceso de afrontamiento las mujeres asumen una actitud positiva y decidida
de superar lo ocurrido, no obstante reconocer la existencia y persistencia del dolor y la
tristeza. Al recordar los hechos violentos de los cuales fueron víctimas, ellas expresan de
manera positiva nuevos sueños y proyectos, y los aprendizajes que sacan en su propia
capacidad de enfrentar los hechos..
Yo he aprendido de todo un poco, de todo lo que he escuchado. Que uno en la vida
tiene que ser fuerte, que uno no puede dejarse agobiar por todos los problemas
que vengan. Que siempre hay una luz allá adelante que uno no tiene que perder la
fe y la esperanza de salir adelante.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
He aprendido a luchar y a salir adelante con mi mamá… Apoyarnos en la familia.
Aprender a valorarnos, a ser más unidos. Pues salir adelante con los estudios
para ver si algún día puedo ser alguien en la vida.
Yo de mi parte, he aprendido a hablar… Quiero defenderme con mi hija que es la
única que está ahí en la casa… Esa es la esperanza de una mamá, sacarla adelante.
Darle estudio a un hijo porque eso nadie se lo quita.
Yo he aprendido como uno debe valorarse. Respetar las personas. Cómo uno debe
educar los hijos. Yo como soy sola yo me mando sola, me voy para donde me da la
gana de ir, no le hago caso a nadie. Participé y aprendí ya todo. Les enseñé a las
otras compañeras. He olvidado un poquito las penas que sentía.
La paz como parte de la reparación y del futuro
La paz y la no violencia son exigencias repetidas de las mujeres. La convivencia pacífica
entre la comunidad y la familia, como presupuesto indispensable para los demás proyectos.
Yo pediría que tengamos paz en el país, con nosotras mismas. Que seamos unidas
entre familias, respaldándonos entre nosotras mismas.
Yo sueño con salir adelante. Yo sueño con lo que sueñan todos aquí, soñamos con
la paz. Sueño ser una profesional. Que mi familia salga adelante. Sueño que la
población de Puerto Colón, más los jóvenes no sigan por el camino del mal como
lo están haciendo. Sueño que mi abuelita nunca se me vaya, en serio.
Mi sueño es que no destruyan más mi pueblo donde vivimos. Mis hijos sigan por
buen camino, y que no tengamos más violencia.
Las mujeres subrayan de manera especial la educación y el trabajo como necesidades
importantes de sus comunidades. La satisfacción de los derechos sociales, una obligación
básica del Estado, es requisito indispensable para recuperar lo quitado, para contar con lo
nunca otorgado, sobre todo para las nuevas generaciones.
Ver el pueblo realizado. Que nos ayuden con buenos proyectos para la juventud,
que es la que más necesitamos sacar adelante. Puestos de trabajo. Queremos
ayudas para tener trabajo. Las madres cabezas de familia, para que estudien,
realicen sus sueños, que no tengan tiempo para vicios por no tener qué hacer.
Ver realizada mi familia. Tengo tres hijos y quisiera que ellos terminaran de estudiar,
es un deseo como mamá. Que se acabe esa drogadicción, donde uno pasa ahí
venden. Las niñas de 12 años ya embarazadas. Algo para la juventud.
Educación necesitamos para labrar la tierra, enseñanzas y mejoras en el campo.
Trabajo para el campo.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La dicha más grande la tuve ayer, me dice “abuelita ya me gradué de doctora y
voy para la Hormiga Putumayo”. Qué buena alegría. Toda mi vida [mi sueño] fue
que una hija fuera doctora, pero no se cumplió. Tengo una que es periodista, otra
secretaria bilingüe pero la nieta me dio el gusto.
Acá faltan fuentes de empleo, falta una universidad en Puerto Colón… Desinvertir
en guerras o en otras cosas que no son necesarias. Por lo menos yo terminar
la universidad.
El sueño es que nuestras compañeras soñemos en nuestros hijos, en nuestro corregimiento…
Que haya un buen trabajo para nosotras las mujeres, para sacar
nuestros hijos adelante…
Si en Puerto Colón hubiera empleo las cosas cambiarían, porque todo el mundo se
dedicaría a trabajar. Lo que más pidiera yo es trabajo, con eso se consigue la paz.
El derecho a una vivienda digna y la restitución de las tierras perdidas, son otra demanda
de las mujeres. El contar con un techo y una parcela, son necesidades primordiales para
estas mujeres que lo perdieron casi todo.
Quiero rancho porque no tengo casita, se me cayó.
Una casita para mí y mi hijo. Porque estoy en la casa de mi mamá que no es mi casa.
Volver a mi finca, volver a sembrar, queda del río para arriba, es peligroso. Irme
a vivir a la finca porque me gusta la finca.
Es decir, las mujeres señalan las condiciones de lo que significa la paz para ellas. No
más destrucción ni enfrentamientos. No más pérdidas. La reconstrucción de las casas y
la restitución de lo perdido. El apoyo para enfrentar el impacto y los duelos. Y sobre todo
la restitución de un futuro que les ha sido robado desde hace tantos años convirtiendo el
corregimiento en escudo y objetivo militar, y a la gente como vidas que pueden ser truncadas
sin más. La reparación es para estas mujeres un trato con respeto que esperan de
todos para restituir una convivencia en paz.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Risaralda
Mujeres víctimas de la Operación Libertad
en Quinchía
Yo creí que me iba a morir, llegaron a las cinco de la mañana, requisaron la casa,
voltearon los colchones, pedían explicaciones… yo me quedé en un solo llanto, no
me daba cuenta de nada, yo andaba y era como por el viento. La primera vez que
fui a visitarla no me dejaron entrar porque no tenía permiso. Me quedé muy triste
y cuando se acabó la visita me dejaron solo saludarla. La segunda vez tampoco
me dejaron entrar y el permiso estaba allá. Por tres veces no me dejaron pasar. El
sufrimiento fue horrible, iba cada quince días con el niño porque si pasaba más
tiempo, el niño se desprendía de ella y al salir era un tormento porque el niño se
ponía muy mal, llegaba con mucho dolor de cabeza… cuando salió en libertad, casi
me muero de la alegría, tenía muchos nervios porque de pronto la asesinaban…
Contexto y antecedentes de los hechos
El municipio de Quinchía se ubica sobre la cordillera occidental de Colombia y es uno
de los catorce municipios que conforman el departamento de Risaralda. Su población,
para el año 2009 (DANE)46 era de 33.503 habitantes (17.235 hombres y 12.268 mujeres),
mostrando una baja significativa respecto al año 2001 en donde la población se calculó en
39.910 habitantes, los cuales se encuentran ubicados principalmente en zonas rurales.47
Buena parte de esta disminución se debe a la violencia que el municipio ha padecido desde
finales de la década de los 90. La extracción del oro es actualmente su principal fuente
laboral, ya que cerca del 60% de sus habitantes viven de la minería.
La historia de la violencia política en Quinchía ha estado relacionada con su tradición liberal
y con la economía basada en la producción del café, que ha llevado a la apropiación
de territorios y de medios de producción. El municipio no ha sido ajeno a las dinámicas
del conflicto armado, su ubicación geográfica facilitó que allí se diera la presencia de
diferentes actores armados. Durante la década de los 80 se asentó el Frente Oscar William
Calvo del EPL48 y durante la década de los noventa las AUC49, con el Bloque Central
Bolívar.
Para los 80 aparece en el municipio una facción del grupo guerrillero EPL…
dicho asentamiento se debió a la tradición liberal del municipio, el cual vigiló y
controló la zona desde los ochenta, hasta el año 2006, cuando los gobiernos muni-
46 Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas.
47 Alcaldía municipal de Quinchía, www.quinchia-risaralda.gov.co. En línea abril 2012.
48 Ejército Popular de Liberación.
49 Autodefensas Unidas de Colombia.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
cipal y nacional dieron de baja y capturaron a los cabecillas del grupo insurgente.
En la década del noventa, con la influencia de los grupos de narcotraficantes y
de los hacendados del Eje Cafetero, se crearon los grupos paramilitares, auto
reconocidos desde 1997 como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). A partir
de la aparición de estos grupos, empezó una época de guerras sangrientas entre
guerrilleros y paramilitares, lo cual terminó por victimizar aún más a los quinchieños.
La presencia de los paramilitares en Quinchía se evidenció en la época
de la detención masiva, debido al señalamiento público. (2009:18)50
La detención masiva
La madrugada del 28 de septiembre de 2003, un año largo después de haberse posesionado
como presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez y amparado en su política de Seguridad
Democrática,51 se dio inicio a la Operación Libertad en el municipio de Quinchía,
con el propósito de capturar guerrilleros y auxiliadores del frente Oscar William Calvo,
una disidencia del grupo armado EPL. La Policía, el Ejército y la Fiscalía General de la
Nación realizaron detenciones arbitrarias masivas de más de 110 personas del municipio
que fueron catalogadas como presuntos guerrilleros del referido grupo. Entre las personas
capturadas se encontraban funcionarios públicos de la Alcaldía Municipal, incluido el alcalde,
y población campesina, entre la que se encontraban cuatro mujeres. Dichas detenciones
se llevaron a cabo bajo los cargos de rebelión, secuestro, terrorismo y homicidio
con base en declaraciones de testigos anónimos. En la Operación Libertad participaron
mil uniformados de la Policía, el Gaula y el Ejército, 120 vehículos, tres helicópteros
Black Hawk y un avión fantasma. El ministerio de Defensa Nacional registró los hechos
en su página web como se recoge a continuación.
Desde la 1:00 de la madrugada, 800 uniformados de la Policía y cerca de 200
unidades de la Fiscalía se desplazaron desde Pereira hacia los mencionados municipios
con el fin de cumplir las órdenes de captura. Movilizados en helicópteros,
camiones, buses, camionetas blindadas, los efectivos de la Fuerza Pública dieron
los golpes en el casco urbano y 17 veredas de Quinchía, donde los presuntos subversivos
actuaban libremente.52.
50 Hernández, N y Mateus, A, “Operación sin libertad. Memorias de un pueblo encarcelado, Universidad
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 2009.
51 La Política de Defensa y Seguridad establece como objetivo “reforzar y garantizar
el Estado de Derecho en
todo el territorio, mediante el fortalecimiento de la autoridad democrática: del libre ejercicio de la autoridad
de las instituciones, del imperio de la ley […]”. “Si el Estado de Derecho rige plenamente, los derechos
y libertades del ciudadano estarán protegidos; y en la medida en que el ciudadano se sienta protegido, se
fortalecerá la participación
ciudadana y la seguridad” (Presidencia de la República
y Ministerio de Defensa
Nacional, 2003).
52 Ministerio de Defensa Nacional (29 de septiembre de 2003) “Policía captura [a] 90 presuntos milicianos
del EPL”, Bogotá en: www.mindefensa.gov.co/fuerza/polnotnal20030929operativo_libertad_eje_cafetero.
html, en línea marzo 17 de 2012.
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Las personas capturadas fueron trasladadas a diferentes cárceles del país, permaneciendo
privadas de su libertad hasta veintidós meses. Aunque estas capturas arbitrarias, masivas
y selectivas de Quinchía no fueron las únicas que se realizaron en el país en esa época,53
este municipio fue uno de los lugares donde mayor número de personas estuvieron privadas
de su libertad. Sus habitantes estuvieron expuestos a los paramilitares, quienes cometieron
ejecuciones extrajudiciales por considerar a sus pobladores como colaboradores de
los grupos guerrilleros. Dos años después de la detención masiva, se comprobó que 111
de los detenidos eran inocentes. Las acusaciones que sindicaron a las personas detenidas
estuvieron fundamentadas en testimonios de declarantes anónimos, quienes presentaron
argumentos falsos a cambio de prebendas ofrecidas por parte de la Fiscalía y el Ejército.
En ninguna casa encontraron ni papelería, ni armamento, ¡A ninguno!, para sacarlos
a las cuatro de la mañana de la casa. Si eran guerrilleros ¿Por qué estaban
durmiendo? Por ejemplo, a mi esposo lo cogieron en el parque y sale en el
periódico: “guerrillero cogido esta tarde, el lunes tal, a las cuatro de la tarde…”.
Yo me pregunto: “¿Un guerrillero va a estar tomándose un tinto y no tenía ni
siquiera una navaja en el bolsillo?”.
La Operación Libertad tuvo como principal propósito hacer efectivas sesenta órdenes
de captura, luego de que las autoridades adelantaran las indagaciones iniciales sobre un
ataque que había sufrido la Policía el 2 de mayo de 2003, en la vereda San José de Quinchía,
en el cual una patrulla de la Policía Nacional había sido emboscada por miembros
del frente Óscar William Calvo del EPL. En los hechos, tres agentes perdieron la vida y
cuatro más resultaron heridos. Según la Policía Nacional, la Unidad Nacional de Derechos
Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Fiscalía General de la Nación
adelantó averiguaciones durante seis meses, con el apoyo del CTI54 y la Policía Judicial
(Sijín) de Risaralda, profiriendo finalmente “medida de aseguramiento, consistente en
detención preventiva sin beneficio de excarcelación, contra 65 personas sindicadas de
concierto para delinquir, terrorismo y rebelión … Supuestamente, los sindicados son auxiliadores
del bloque Oscar William Calvo, del Grupo guerrillero EPL que opera en esa
región del país …”.55
El 2 de agosto de 2005 fueron dejadas en libertad 62 de las personas que habían sido capturadas
hacía veintidós meses. En el desarrollo del proceso penal se fueron desvirtuando
cada uno de los cargos y su libertad fue ordenada por un fiscal delegado ante el Tribunal
53 Según el Observatorio de DDHH y DIH, Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos, en su Resumen
Ejecutivo, “Libertad: rehén de la seguridad democrática”, “Entre el 7 de agosto de 2002 y el 6 de agosto de
2004, más de seis millares de personas fueron privadas de la libertad […] con base en la mera sospecha, […]
mediante la utilización de procedimientos ilegales; no fueron investigadas autónoma, independiente e imparcialmente;
y las garantías procesales a que tenían derecho fueron abiertamente desconocidas”. (2005:4).
54 Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía.
55 Fiscalía General de la Nación, “Asegurados por presunta rebelión en Quinchía, Risaralda”, Boletín de
prensa n.° 379, Bogotá, 31 de octubre de 2003, www.fiscalia.gov.co/pag/divulga/Bol2003/octubre/bol379.
htm, en línea abril 11 de 2012.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Superior de Bogotá, en decisión de segunda instancia, al demostrar que “El examen jurídico
estableció que la prueba tenida en cuenta para imponer la medida de aseguramiento
en contra de los procesados se debilitó ante el hallazgo de nuevos elementos. La acusación
se mantuvo para cuatro personas”.56
Entran a las 5:30 a.m. con abuso de autoridad tanto física como verbal. Hacen
detenciones sin orden de captura y no había pruebas… Requisan buscando armas:
chuzaban los colchones… rompen el piso… hubo golpes. Los sacaron amarrados y
después de detenido le preguntaron por el nombre y no era. Sin embargo se lo llevaron
pero el seguimiento, la persecución venía de mucho tiempo atrás… Yo digo
que hubo alguien que los señaló y que les pagaron trescientos mil pesos a cada
informante… Era inhumano e injusto que hubieran detenido al señor invidente…
Yo me acuerdo de ver los muchachos con la cara llenita de tierra y raspados porque
los tiraron al suelo, ¡Me fui a quitarles toda esa tierra de la cara! Veía todos
esos aparatos que volaban ahí encimita de nosotros y los camiones donde los iban
a llevar… Sin embargo, para la prensa los más importantes eran los políticos…
El anterior relato, que está construido con las distintas expresiones de las mujeres participantes
en el taller de reconstrucción de la memoria, evidencia cómo ocurrieron los hechos
y cómo los vivieron ellas. Además de las arbitrariedades cometidas en la detención ilegal,
se suma el dolor de las mujeres de prever que dichas violaciones de derechos humanos
no serían reportadas, documentadas ni investigadas con el rigor y objetividad necesarios
como serían los casos de las detenciones de los políticos de la región. Las mujeres fueron
violentadas verbal y físicamente por agentes del Estado, por el mero hecho de ser mujeres.
Estas experiencias disminuyen las posibilidades de denuncia y constituyen para ellas
una muestra de la falta de confianza del Estado y su falta de credibilidad en las posibilidades
de protección y salvaguarda para las mujeres.
Pues, en mi caso yo no tuve problemas con los de la guerrilla. ¿Que tuve problemas
con los del EPL? No. ¿Que tuve problema con los de las FARC? No. ¿Que
porque esta gente se forma en el campo yo tenga problemas con ellos? No. Allá,
los que fueron a atropellarme cuando yo estaba desnuda, porque ya me iba a
arreglar para venirme para el pueblo, cuando mi casa fue allanada, no fue la
guerrilla, sino por la policía, por gente del mismo gobierno. ¡El gobierno fue el
que nos hizo todo esto!
A pesar que la legislación colombiana establece que los informes de inteligencia y las
órdenes de operaciones no pueden obrar como pruebas válidas en un proceso penal, en
muchos casos, las autoridades judiciales han procesado y ordenado la captura de personas
argumentando como motivo válido y suficiente los datos contenidos en dichos informes.
Las detenciones arbitrarias llevadas a cabo en Quinchía se hicieron con base en señala-
56 Fiscalía General de la Nación, “Decisión por capturas de Quinchía, Risaralda”, Boletín de prensa n.° 190, Bogotá,
30 de julio de 2005, www.fiscalia.gov.co/pag/divulga/Bol2005/julio/bol190.htm, en línea abril 11 de 2012.
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mientos efectuados por “informantes”, “cooperantes” y “reinsertados”, según los cuales
los ciudadanos(as) detenidos tenían algún tipo de vínculo con distintos frentes de la guerrilla.
Lo que se lee entrelíneas es una culpabilización de las víctimas.
Estaba sorprendida sin saber qué pasaba en el pueblo. A nosotros nos acusaron
por muchas cosas, una sola persona podía tener diez, trece delitos…
Inmediatamente que los sacaron de allá los llevaron por guerrilleros, pero no
eran guerrilleros. Los sacaron de la cama. Al hermano mío, el más viejito que
ahora tiene 78 años, lo levantaron de la cama en pantaloncillos, ni le dieron tiempo
para que se pudiera quitar el pantalón. El otro hermano que vive ahí abajito,
que era el que estaba en Pereira, salió a cepillarse para vender panela aquí y ahí
mismo le dijeron que tenía que acompañarlos, y así, con los zapatos sin cordones,
y lo amarraron y así se lo trajeron, y la panelita que estaba lista para traerla la
sacaron y se la comieron, y allá fue a dar…
La falta de claridad sobre los procesos de judicialización y culpabilización de que fueron
objeto hace que las mujeres aún encuentren inexplicable las privaciones de la libertad,
porque nunca se conocieron las pruebas para llevar a cabo su detención. Los argumentos
usados por las autoridades, se sustentaron en el fortalecimiento de los grupos guerrilleros
pero en el proceso penal no se logró comprobar los nexos con éstas organizaciones.
Nos metían a varias familias en una pieza por hora y media. Los nombres y los
apellidos no concordaban y se lo llevaron. Luego de la libertad dijeron que fue
una equivocación… A él lo detuvieron por supuesto fortalecimiento a la guerrilla
por comida. Al salir hubo persecución por los paracos.
Yo estuve aquí por equivocación. Nos encerraron casi dos años. Nos soltaron y
nunca hubo condena porque nunca hubo pruebas. Me pregunto el porqué de la
detención.
Las privaciones de la libertad estuvieron acompañadas de la ausencia de información
básica a las mujeres detenidas y familiares de los detenidos. El cambio en los roles de
género fue un proceso inmediato, en medio de una enrme situación de crisis en el pueblo
y las familias, mediado por las circunstancias que impactaron las dinámicas cotidianas y
que causaron fracturas al interior de las familias y en su organización tradicional.
Cuando se llevaron a mi cuñado estuvimos muy tristes… Yo vivo acá en el pueblo,
salí a la calle y me sorprendí cuando vi todos esos helicópteros por encima. ¡Uno
no podía ni caminar porque ahí estaba todo ese GAULA!57 … cuando pregunté
qué pasaba me dijeron: “¡Cómo le parece que tienen a un poco detenidos!”, y yo:
“¿Cómo así?, ¿A quiénes?”, y disque: “Ah! de por allá de la Primavera, disque
57 Grupos de Acción Unificada por la Libertad Personal.
312
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
de la familia suya”. Yo: “¿Cómo así? ¿Por qué?”… que habían detenido a Lucy y
a mi cuñado… “¿Y a ellos por qué?”… si Lucy estaba estudiando y a mi cuñado
yo casi nunca lo veía… Yo me preguntaba por qué, si era un hombre que se mantiene
trabajando diario… Entonces me dijo: “Yo no sé, ¡Pero a ellos los tienen
allá!”. Entonces mi hermana quedó solita, ella no tenía quién le colaborara, a
quién pedirle plata para irlo a visitar, le tocaba trabajar…
Aunque muchas mujeres fueron víctimas directas de este operativo, en sus relatos se
percibe la vivencia y observación de los atropellos perpetrados contra sus familiares. Los
sucesos inesperados desatan un proceso largo de vivencia de injusticias y falsas implicaciones.
Ese día, el concuñado que yo le digo, no describía a Aldemar como él era, por eso
es que decía mi esposo: “Yo en ningún momento ni soy bajito, ni soy moreno, ni
gordo; todo lo contrario, alto, flaco y mono”. Muy diferente a como describían,
el señor decía que lo conocía y que lo había visto llevar comida a la guerrilla…
A él lo acusaron de terrorista porque él hacía pólvora, papeletas y chorizos y
todo eso para quemar en los 31… con eso se conseguía la comidita para darle a
los niños. Él no trabajaba, ese era el arte de él, ese fue el problema de él, que lo
acusaran de terrorista que porque él era el que fabricaba las bombas, el que hacía
esas cosas para la guerrilla y ¡nada que ver! Pues, él una semana en la casa, que
lo que trabaja es para la casa y cómo lo iba a ver uno en cosas, si es que él no le
gustaba salir, llegaba a las seis … Trabajador sí era, y a dormir y descansar, él no
era una persona que le daba pereza, era muy echado para adelante.
En el siguiente caso, las autoridades, al encontrar que a quien iban a capturar se encontraba
enfermo, deciden capturar a su hijo argumentado que es sólo una cuestión de rutina y
que no era el único que se estaban llevando del pueblo, como si se tratase de un trueque
o intercambio de culpables.
Se iban a llevar a mi esposo y al verlo tan enfermo se llevaron a mi hijo… dijeron:
“no pues, dejémoslo a él y nos llevamos el muchacho”. Entonces que “el
muchacho se va con nosotros”. Como él estaba en pantaloneta dijo: “¿Me van a
llevar así?”, y dijeron ellos: “No pues, que se vista”. Yo les decía: “Pero, ¿Para
dónde se lo van a llevar y por qué?”, y yo era llorando… Me dijeron: “Tranquila
madrecita, que a él no le va pasar nada, nada señora, esté tranquilita que a él no
le va pasar nada, quédese tranquila que a él no lo llevamos porque es cuestión
de rutina, va mucha gente de aquí”… pero ellos no mostraron nada allá. Es que
eso fueron unas cosas tan raras, porque en la casa tampoco mostraron papel de
ninguno, únicamente: “Nos lo llevamos”.
Incluso, las mujeres refirieron cómo hijos fueron detenidos por defender a sus padres,
extendiendo la sospecha a las actitudes de apoyo y protección hacia los familiares.
313
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
A mi hijo como lo defendió, entonces le dijeron: “¡Ah bueno!, ¿Es que usted también
es de estos? Y si es que usted quiere ir allá, ¡Listo, camine!” y ahí mismo lo
amarraron… Era que don Miguel estaba muy borracho entonces, lo amarraron y
él empezaba a hacerle fuerza a esas tiras que tenía en las manos y eso lo estaba
cortando… A él lo aporrearon muy feo, porque por encima del enchambranado lo
aventaron afuera, y como llevaba dos días de beba, entonces lo aventaron amarrado.
Mi hijo decía: “¿Por qué tienen que tratar tan mal a mi papá si él nada le
está haciendo?”, y entonces ahí mismo ya empezaron a aporrear al muchacho…
¿Por qué estuvo él detenido? A él le tocó pagar por el otro. ¿Cuánto estuvo él
detenido? Veintidós meses y el papá estuvo ocho meses.
Lo importante de esta operación era sumar detenidos, encontrar culpables a como diera
lugar. No sólo se detuvo irregularmente e indiscriminadamente a más de cien habitantes
de la región, sino que se realizaron ejecuciones extrajudiciales, como lo expone una
mujer que evidenció el asesinato de un vecino y cómo a su cuñada le tocó enfrentarse a
las autoridades para que no fueran a matar a su hijo, quien presentaba una discapacidad
auditiva.
Ahí, debajo de mi casa, mataron uno, y a un sobrinito mío que era sordomudo lo
iban a matar en el corredor, que porque no les decía dónde estaba el papá, sabiendo
que era sordomudo. ¡Qué iba a saber! La mamá fue la que le tocó decir que no
le hicieran daño a él, porque era sordomudo, el hijo del hermano mío. A ellos sí
los hicieron volar, ese mismo día que estaban buscando en la casa, que esa gente
estaba buscando en la casa. Yo no sé quiénes eran…
Violencias específicas contra las mujeres
Aunque la mayoría de los detenidos fueron hombres, entre los que se encontraban el
alcalde, candidatos a la alcaldía, campesinos, comerciantes, mineros y ancianos; sus esposas,
madres o hijas vivieron las consecuencias de la ausencia de sus familiares. Además,
cuatro mujeres de la comunidad fueron acusadas de ser guerrilleras y detenidas. En
el siguiente caso, la madre narra la detención de su hija sin haber sido informada de los
motivos de su captura:
Ella es única hija. Yo tuve tres hijos y al mayor me lo mataron. Cuando la detuvieron,
llegaron como a las cinco de la mañana, yo todavía no había prendido el fogón cuando
vi que llegaron las camionetas, le dije: “Mija, ¡Ahí viene la policía!”. De los nervios
fui por ella y le pregunté que qué había hecho. Cuando llegaron esos carros se
bajaron a requisar la casa, voltearon los colchones y la levantaron a ella. Se fueron
para la cocina para que les hiciera el desayuno… Mi hermano se levantó y les dijo:
“Pero vea, ella ¿Qué está haciendo? ¡Ella no está haciendo nada!”, pero le decían
que tenía que irse con ellos para Pereira… Yo ese día me quedé en mero llanto, yo decía:
“Me voy a morir, ¡me voy a morir!”. Ya como a las cuatro de la tarde me dijeron
314
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
que ella no se había ido sola, que se habían llevado como a ciento veinte personas de
Quinchía, que ahí iba otra muchacha de San José, que ahí iban otras mujeres.
Una de las mujeres, detenida por siete meses en la Penitenciaría la Badea (Dosquebradas),
relata el momento tan doloroso vivido por ella cuando fue detenida arbitrariamente.
Cómo ella y las otras mujeres fueron humilladas, sometidas al escarnio público y discriminadas
por el simple hecho ser mujeres.
Sí, a mí me entraron allá y ahí mismo se pusieron a tomarme fotos y videos. Entonces,
los que fueron por mí a la casa dijeron: “No, ¡Es que ella no tiene orden de captura!”,
y fueron, me encerraron en una pieza por ahí 20 minutos. A los 20 minutos
llegó él con unos papeles y vi que era una orden de captura para mí. Entonces, yo
le pregunté: “¿Por qué si usted dijo que yo no tenía orden de captura?”. Me dijo:
“No, pero es que ya la mandaron de Bogotá”. Yo firmé y ¡Ahí firmé mi sentencia
de muerte!, porque de ahí para allá, fueron vueltas y todas esas cosas... A mí me
llevaron en un taxi y llegando a Anserma58 dijo uno de esos policías: “¡Ah!, pero nos
adelantamos muchísimo y atrás no vienen más, ¿Qué tal que los compañeros de ella
nos ataquen por acá?”. Entonces en Anserma pararon en el terminal, se bajaron y
abrieron esas cuatro puertas, ¡Y yo ahí esposada ya que chillaba! Todo el mundo se
amontó ahí a mirar, ¡Yo era así, agachada! Y ellos esperando que pasara el resto de
patrullas con los demás y se quedaron de últimos conmigo, el resto se fueron.
Esta otra mujer no encuentra ninguna otra justificación a su detención sino la de que un
joven del pueblo, que era informante de los paramilitares, con quien ella apenas había
logrado cruzar algunas palabras y que la señaló como de la guerrilla, quizá sólo por el
hecho de ser mujer.
La verdad no sé, fue así, porque el muchacho que declaró en contra mía me hablaba
en el colegio, él trabajaba en una casa haciendo de comer, me hablaba
en el colegio y siempre se sentaba conmigo… A él cada rato lo llamaban y yo le
preguntaba: “Nuvier a usted, ¿Por qué lo llaman tanto?”, y me decía: “Es que mi
mamá está muy enferma en Pereira”. Pero diario me preguntaba por la guerrilla,
que si los había visto. Cuando el día de la captura, el día del reconocimiento…
leí esa papelería y al final decía el nombre del muchacho. Luego él se retractó,
como a los dos meses. Él, primero juró ante las autoridades que sí, que yo era
guerrillera y que andaba armada, luego se retractó de eso, entonces, la verdad no
sé por qué, se enamoró de mí.
Otra de las estrategias de los victimarios es hacer sentir culpables a las mujeres de lo que
les pueda ocurrir, por atreverse a enfrentarlos y no permitir que violentaran a sus familiares.
Las mujeres, además de enfrentarse al dolor de las detenciones de sus esposos,
hermanos, hijos, se convierten en blanco de los victimarios bajo el argumento de que ellas
58 Municipio del departamento de Caldas.
315
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
se buscan que las golpeen, las maltraten sicológicamente y las culpabilicen de cualquier
acto que se cometa en contra ellas.
Entonces, con esa vara comenzaron a dañar el piso y luego tuvimos que volver
a tapar el hueco, porque reventaron el piso. Les dije: “¿Cierto que encontraron
muchas armas?”. Me trataron horrible y se fueron que porque yo era una boquisucia
por ponerme a alegar con ellos. Yo les dije: “¡Es que a mí me duele lo que
ustedes están haciendo!, porque ustedes deben hacer esto pero donde la gente las
deba, ¡Pero es que mire cómo me tienen la familia ahí tirada y vienen a voltearme
la casa como me la voltearon!”. En una de esas, llegó un señor de esos y me dijo:
“¿Me hace el favor y me presta una aguja que me rasgó el pantalón?”, y yo tenía
mucha ira, me fui a buscar la aguja y me dijo: “Pero, ¿A ver el hilo maldita vieja?
entonces, ¿Con qué voy a remendar esto?”. Yo con los nervios de punta buscando
eso, me decía: “¡Véala!, véala cómo está temblando, ¡Eso es porque está escondiendo
algo!”. Yo le decía: “Señor, es que ni porque uno fuera de piedra para no
tener nervios al verlos a ustedes con esas armas, ustedes tienen esas armas en las
manos y yo sé que eso mata”… Ya cuando me fui a llevarle el hilo, el señor de la
cocina me dijo: “Vea señora, mejor quédese callada que si usted sigue así, ¡La
salen aporreando!”. Le dije que yo tengo boca para defenderme y ¡estoy en mi
propia casa! pero sería de la ira y la tristeza que tenía que uno se pone así.
Cuando los detenidos fueron dejados en libertad, continuaron siendo víctimas de la violencia.
La salida de prisión no disminuyó la persecución en algunos casos, sino que aumentaron
las amenazas para su vida e integridad.
Uno está muy contento cuando ellos salían; pero, después vienen los peros. Después
viene el cuento de la persecución, que a ellos los van a matar. Con esa condición
es que salen de la cárcel… Comienza la persecución y los matan, que porque
allá no les encontraron nada, entonces había que hacerlo. Otros dicen que por las
demandas contra el Estado.
Miguel, el esposo mío, cuando él salió, me llamó y me dijo: “Oiga, yo ya estoy
libre”, y le dije yo: “¿Ya está libre?”. Me dijo: “Sí, ya me largaron, pero tengo
miedo de salir de la última puerta de la cárcel a pasarme allá, al pueblito”. Le
dije yo: “¿Por qué?”, “Porque el hombre que nos dio la libertad, que nos entregó
la carta de libertad, nos dijo que no nos podíamos demorar aquí, porque aquí nos
recibían los paramilitares y que no alcanzábamos a salir.
¡Eso es una alegría muy grande! Pero, después ¡Fueron los nervios más grandes! porque
la gente me decía: “Mande a esa muchacha para otra parte porque los “paracos”
la van matar. ¡Los paramilitares van a venir y se la van a matar!”. Yo veía cualquier
cosita por ahí, y no tenía vida. Ella me dijo: “Mami yo me voy para Pereira”, le dije:
“Bueno, ¡Váyase!”. Ya cuando yo la vi que estaba esperando el carro la llamé y le
dije: “No se me vaya, ¡Que yo no soy capaz de que usted me deje!, si la van a matar
que me la maten aquí, pero no se me vaya”. Gracias a Dios, pues estamos presentes.
316
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Las esperanzas de poder tener el compañero en libertad no garantizaron seguridad a la
familia. Más bien conllevó múltiples desplazamientos, amenazas y acosos constantes en
la vida de las mujeres. En al menos dos casos incluso la muerte.
Cuando oí los tiros afuera tampoco pensé… había pasado diciembre y como por
acá queman mucha pólvora, pensé que eran unas papeletas que habían sonado
por ahí. Entonces, imagínese, que yo salí al patio, no lo vi ahí sentado, yo lo
llamaba, ¡Y nada! Le dije a uno de los niños: “Mire a ver si su papá se fue para
donde el vecino”, se asomaron y me dijo: “Mami, por ahí no se ve nadie”. Esa
noche estaba haciendo una luna muy bonita, la luz de afuera estaba apagada, le
dije al niño que prendiera la luz, cuando salí, ¡Yo no vi nada! Cuando di la vuelta
él estaba ahí tirado y yo dije: “Y a este ¿Qué le pasó?”, pero nunca pensé que lo
habían matado, yo pensé que como a él le daba un dolor en el pecho, pensé que
era eso, pero no, él ya estaba muerto, ¡Ya vida no tenía!. Eso es algo muy duro.
Cuando eso pasó yo no estaba con él, porque yo ya no quería seguirlo, porque
donde estábamos llegaban amenazas. Ya cuando estábamos en Pereira estábamos
separados. Sin embargo… siempre nos comunicábamos, hablábamos. Él trabajaba
con mercancía. Me acuerdo que yo compré con él todo lo que iba a vender y al
otro día se vino de Pereira… Yo estaba en Pereira y cuando por la noche la noticia
que a él lo habían matado en el parque, a las siete de la noche.
Impactos en las vidas de las mujeres
La imposibilidad de enfrentar la situación y tras el shock de las detenciones y acusaciones,
las mujeres relataron la rabia e impotencia por la inevitabilidad de las detenciones
en su aparente legalidad, la confusión y humillaciones, así como una preocupación por el
futuro para las personas detenidas y sus familiares. Las mujeres detenidas se refieren a lo
que para ellas significó perder la libertad.
Morir en vida, más cuando uno tiene familia. Arrancarle a uno un pedazo con
dolor en vida.
Es un dolor tremendo. Aún sueño que me detienen.
Sentimientos de impotencia, de extremo dolor, deseos de morir y de no luchar más son
algunas de las expresiones más comunes de las mujeres.
Yo creí que me iba a morir, llegaron a las cinco de la mañana… Yo me quedé en
un solo llanto… no me daba cuenta de nada.
Salí a la calle y había helicópteros y GAULA, no podía caminar. Sentí dolor y
estaba sorprendida porque no sabía nada. Sentía tristeza porque no se podían
visitar por falta de dinero.
317
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Lloré todo el tiempo, sentía tristeza en mi corazón y en la cabeza.
Sufrí mucho por mi hijo de dos años, pensaba mucho en qué iba a pasar, me daba
mucha tristeza, mucho dolor y rabia por el trato que nos dieron. Al salir sentí
miedo… desconfianza y ansiedad.
La impotencia es un sentimiento humano que representa la imposibilidad de tener el control
y no poder hacer nada para enfrentar una situación difícil o un desafío. La vivencia de
“estar en la cárcel” sin motivo supone un sentimiento de profunda injusticia a la vez que
sufrimiento por sus familiares y especialmente sus hijos e hijas o padres mayores.
Yo estuve en la cárcel. ¡Sufrí muchísimo! más que todo por mi niño que tenía dos
añitos y por mi mamá también. Aquí escribí lo que sentí… pensamientos. Uno allá
piensa demasiado en qué le van a hacer, qué va a pasar en la cárcel, si lo van a
matar a uno. Entonces, pensamientos como tristeza, dolor, ansiedad, sufrimiento,
rabia por el trato allá, ¡muchísimo miedo! y más que todo, desconfianza.
Mi esposo y mi hijo fueron maltratados y para mí fue muy triste ver familiares desplazados.
Sentí tristeza, rabia, ¡no sabía qué hacer! Duré tres días que no me provocaba
comer por pensar en sostener a mi familia. Comencé a sufrir de la presión.
Las condiciones de justicia y la salida de prisión de las mujeres no han sido equitativas,
la arbitrariedad percibida en el distinto trato en el ritmo de las liberaciones se vivieron
con sentimientos de confusión y culpabilidad frente al destino que seguían teniendo otras
compañeras.
Cuando salimos a la puerta de la oficina los guardianes: “¿Se van, se van?”.
Nosotras que sí, y unos nos decían: “Ustedes esa cara que tienen de… sino de chillonas”.
Otros decían “¡Qué cara van a tener ustedes de guerrilleras!”… Cuando
salimos a una puerta grande, cuando todas: “¿Se van, se van, se quedan o qué?”.
Entonces la muchacha y yo nos miramos y dijimos: “Nos vamos”… mientras allá
en el fondo estaban las otras dos compañeras, entonces le digo yo: “Solángel,
¿Oralia y Liceth?”. Ellas estaban en el rincón del otro patio… lloraban y para
nosotras irles a decir, eso fue horrible… y nos decían que “nosotras por qué y que
ellas no”, que “ellas qué habían hecho”.
El miedo es uno de los sentimientos más presentes en una situación de violencia. El uso
de la fuerza por las partes en conflicto, incluyendo al Estado, se traduce en un temor
constante para quienes lo han soportado. El pánico que vivieron las mujeres no solo fue
una vivencia en los hechos mismos de la detención, sino que en algunos casos trascendió
para convertirse en una experiencia permanente.
Me dio miedo por ver a todo el Ejército y el GAULA.
Tenía miedo porque decían que los paramilitares la iban a matar.
318
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En estos días que están volviendo a asesinar personas me están volviendo a dar
nervios, miedo, pienso muchas cosas malas.
Ya cuando ellos salieron de la cárcel los paramilitares estuvieron por ahí… ¡Qué
miedo! Esa gente tan grosera. ¡Uno no podía ni hablar!, menos sonreír.
Durante el periodo de detención, las mujeres que tenían familiares en la cárcel sufrieron
la sospecha y en muchos casos un trato ofensivo. La culpabilización y criminalización a
través de las acusaciones indiscriminadas por parte de agentes del Estado, y la estigmatización
social del “por algo será”, se convierten en mecanismos de legitimación del hecho.
Por ejemplo, en mi vereda me preguntaban mucho: “¿Y esta guerrillera qué?”.
Eran muy ofensivos. Los soldados también nos trataban así. A mí me decían que
el esposo mío estaba allá porque era guerrillero, que era malo.
Los casos de las personas que alcanzaron la libertad y que fueron asesinadas, les generan
temores profundos a las otras personas que también fueron dejadas libres, afectando de
forma severa su salud y aumentando la incertidumbre y el miedo.
Mientras ella estuvo allá en la cárcel, yo me tranquilizaba un poquito… pero cuando
salió me decían que “despachara ese muchacha para otra parte que porque la iban
a matar”, que “tal cosa”. Yo no comía, yo no dormía. Pues ahora me está pasando
lo mismo que a ella, porque ella me dice cosas y a mí me van cogiendo los nervios.
Ya seguí con problemas de la presión porque a mí casi me mata eso. De tanto pensar
me dolía mucho la cabeza… ¡Eso es una vida muy dura! La noche era lo mismo
que el día. Cambia totalmente todo porque a los veintitrés meses lo soltaron a
él, y a los dieciocho meses llegó de trabajar como a las seis de la tarde y como a
las ocho de la noche lo mataron en el patio de la casa. ¡Eso es una vida muy dura!
Las condiciones de miedo, injusticia y encierro para quienes fueron detenidas generaron
en las mujeres problemas de salud mental, alterándoles los hábitos alimenticios y do
agravando enfermedades. El fuerte sentimiento de injusticia e impotencia suponen rabia
y alto estrés permanente en condiciones en las que no se puede hacer prácticamente nada,
lo que aumenta el malestar.
Sentíamos asco. Allá nos estábamos enfermando.
Yo no comía. Me enfermé de la presión y me dio mucho dolor de cabeza.
Allá había momentos que decía: “no haber hecho algo de lo que ellos dicen, para
saber que sí estoy pagando algo que sí hice”, pero no. Uno se llenaba de algo que
le enfermaba el corazón, ¡de odio!, por esa otra persona. Pero allá nos hacían
talleres, íbamos a misa, había grupos de oración.
319
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
¡A mí no me provocaba comer! Pensar que uno en la casa tenía una familia que
sacar adelante, en cómo les iba a dar la comida de ahí en adelante. Saber que el
tiempo que yo viví con él, durante veintinueve años. La vida no era sino trabajar
y del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Lo mismo mi hijo, él trabajaba por
ahí donde le resultara, era el que llevaba la comida. De ahí en adelante nos tocó
aguantar hambre porque uno queda como perturbado.
Impactos en la sexualidad y relaciones afectivas
Las condiciones de institución total que supone la cárcel conllevan el control de todos
los aspectos de la vida, incluyendo la sexualidad. En la cárcel la situación de la sexualidad
de las mujeres no es normal. Las imposibilidades de tener privacidad que deben ser
aseguradas por la dirección de la prisión en esos casos no se dieron según el relato de las
mujeres. Numerosas situaciones estigmatizantes fueron señaladas por las mujeres, tanto
las que iban de visita como las que la recibieron estando detenidas.
Sí, afecta, porque uno llega allá y todo el mundo mirando… porque saben a qué van.
En la Dorada era diferente a Pereira… En la Dorada, los sacan esposados a ellos
y si es visita conyugal todo el mundo lo miraba.
Uno entra al patio y están todos, entonces ahí mismo dicen: “fulano de tal – lo
llaman por nombres – tiene vista conyugal, y vengan ustedes por aquí y suban
por aquí”… A uno lo marcaban con un cosito, con ese bolsito, que tenía jabón e
implementos de aseo, el que no lo tenía no iba para eso. Le ponían a uno un sello,
un marrano o un avión… Ellos, entonces, decían que iban a comer marrano o que
iban a montar en avión… Yo nunca llegué a tener nada porque me daba pena.
Uno se siente presionado. Mi familia me censuraba por la visita conyugal. Como
mujer eso lo deja a uno marcado.
Sí, había privacidad, le daban a uno un tiempo… 20 minutos, media hora… nos
respetaban el tiempo pero cuando se acababa ese tiempo pasaba el guardia y
decía: “se acabó el tiempo” y no se siente uno bien porque todo el mundo sabe.
La presión de no gozar de la intimidad, debido al temor de tener relaciones sexuales en
un espacio que no es privado, evitaba que las mujeres pudieran disfrutarlo. El tiempo
limitado, y el “secreto a gritos” no permitieron que las mujeres vivieran una sexualidad
libre de obstáculos. En ello se conjugan tanto los estereotipos y prejuicios sociales sobre
la sexualidad como el nivel de control y falta de privacidad en la prisión.
De mi familia nadie fue… Mi hermana decía que yo salía por una película porno,
que nos grababan… Yo nunca le di importancia a eso. Yo normal, yo me sentía
bien. Lo que pasa es que eso es muy incómodo allá.… No falta la imprudente que
dice: “ustedes salen oliendo a límpido, que no sé qué”…
320
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Las experiencias sexuales de mujeres en lugares de reclusión son objeto de constantes vigilancias.
Dentro de las cárceles, el control de las relaciones sexuales se hacía no solo sin
la autorización de las mujeres sino de una manera denigrante que afectaba tanto la propia
libertad sexual como el deseo sexual, lo que repercute física y simbólicamente.
Allá nos daban alcanfor con soda para no sentir satisfacción… A mí me decían
y yo no creía. Una vez le pregunté a la muchacha que nos hacía de comer: “Una
pregunta, ¿Es cierto que ustedes en la comida nos echan alcanfor y soda?”. A ella
le dio mucha risa y me dijo: “¿Por qué?”, y yo: “Pues, eso es lo que se escucha
en los patios”. Entonces ella me miró y dijo: “¿Usted siente satisfacción por estar
con un hombre?”, y le dije yo: “Yo no siento nada”. Me dijo: “Ah! bueno, ahí está
el resultado”, entonces le dije yo: “¿Qué quiere decir con eso?”…
También se muestran las diferencias en el trato a en las cárceles de hombres de en los
lugares de reclusión de mujeres.
Por ejemplo, yo creo que es más difícil la visita de hombres para entrar a la visita
conyugal… No es igual… El día sábado allá las mujeres, a las 4:00 am, se
levantaban a maquillarse, a ponerse la mejor percha, porque iban los hombres.
Muchísimas allá resultaban con novio… Cuando van a tener las visitas conyugales
les dan el remedio [Refiriéndose al alcanfor] a las que sabían que iban a ir a
visitarlas… Allá cada pareja tiene la visita conyugal cada 15 días… Allá a las diez
de la mañana los hombres entraban igual y tocaban una campana y la que tenía
conyugal sabía que subía a las celdas. Allá era muy decente todo y subían a las
celdas y no dejaban subir.
La estigmatización al interior de las cárceles por los delitos imputados son resaltadas en
las narraciones de las mujeres, quienes evidencian el cambio de concepción social de
ellas mismas, en cómo se representan ante los demás como una forma de protegerse.
También se dio la situación, cuando iban dos mujeres a visitar una sola persona y
la una decía: “Yo soy la esposa” y la otra decía: “Yo también”.
Las cuatro nos manteníamos juntas, nos decían: “las cuatro guerrilleras de Quinchía”.
Las vivencias y experiencias fueron tan fuertes, que al regresar a la familia, configuró
nuevos retos y desafíos para ellas y sus seres queridos. En su ausencia cambiaron los
roles, los lugares y las percepciones de las otras personas. Estas experiencias traumáticas
no sólo transformaron la vida de las mujeres en el ámbito individual sino a su entorno familiar.
Era imposible continuar una vida como en el pasado haciendo de cuenta que nada
pasó. Estos impactos son muchas veces invisibles a los ojos del estado o la sociedad, pero
también de las propias víctimas centradas en la liberación y la alegría por recuperar sus
vidas. Los efectos psicológicos, la descohesión familiar o las rupturas afectivas pueden
hacer parte del nuevo proceso y son cuestiones de las que nadie se hace cargo.
321
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Un cambio total, uno no es la misma persona… También hubo casos que muchas
mujeres no resistieron y dañaron el hogar y muchos hombres quedaron sin mujer.
Cuando vinieron la mujer ya estaba con otro.
Me tocó la muerte de él, en la casa propiamente. Estas muchachas trabajaban,
ella tenía el niño muy enfermo y estaba en Pereira haciéndole unos exámenes,
y las otras trabajando y nosotros en la casa. La tierrita estaba muerta, todo se
había acabado.
Las consecuencias en la infancia
Estos impactos no afectaron solo a los adultos sino también que de manera especial
las niñas y los niños. La edad y el desarrollo cognitivo o psicomotor propio de
diferentes épocas y las propias necesidades de seguridad y afecto de niños y niñas,
refuerzan los efectos de estos hechos. Las consecuencias en la salud de los hijos en
cuando la madre es detenida son muy negativas.
El niño tenía 13 años, él ya no estudiaba, porque no le gustó estudiar, él ya estaba
trabajando con el papá… En el caso mío, mi hija era muy apegada al papá y hasta
ahora la niña no supera la crisis, la niña estuvo en el psicólogo.
De ahí en adelante el sufrimiento era irla a ver con ese niño tan chiquitico porque
yo no tenía dónde dejarlo… porque se ponía a llorar y me decía: “¿A mi mamá
por qué la tienen allá?, ¿mi mamá por qué no viene?… ¡A mí me hace mucha falta
mi mamá!”.
Además los niños y niñas tienen también necesidad de comprender con claridad qué
es lo que ocurre y porqué.
Por ejemplo, el niño de mi hija vivía enfermito, a ese niño yo no tenía cómo bajarle
la fiebre, yo me puse a hacerle bebidas y… A pesar de que estaba tan pequeñito él
era por ahí sentadito preguntando: “¿Cuándo viene pues mi mamá?”, ¿Por qué se
llevaron a mi mamá?”. Yo pensaba que ese niño se me iba a morir con esa fiebre.
Pues, la niña de la casa también estuvo muy mal porque no comía, se la pasaba
llorando, se acostaba y a veces cuando se quedaba dormida, en el sueño decía: “No
se me lleven a mi papito”… Ella estaba buenita cuando a él lo largaron, alegre y
cuando lo mataron la niña sufre un problema psicológico.
La continuación del estigma
En su torno social, tanto las mujeres que estuvieron en la cárcel como las compañeras de
los hombres detenidos, siguen siendo estigmatizadas y señaladas de pertenecer a un grupo
armado ilegal. Como no fueron resarcidos ni dignificados los nombres de las personas
322
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
detenidas arbitrariamente ante su comunidad, cargan todavía con una huella que llevan
en sus cuerpos e identidades.
Los quince años de mi hija le tocaron a él en la cárcel ¡Muy triste! La verdad,
hubo mucha discriminación. La gente le decía uno: “¡Esa es la mujer del guerrillero!”
y había mucho rechazo y en el colegio también.
Dicha estigmatización también la sienten los habitantes de Quinchía. La Operación Libertad
todavía los persigue. Es una historia que no ha sido enmendada.
Después de las detenciones, la gente prefirió sacar la cédula en otra parte, así
fueran nacidos acá, como en Pereira. Porque afecta que sean cedulados de acá.
Incluso para la policía.
En los trabajos eso afectó mucho, “La gente de éste pueblo es guerrillera”. Claro
que ahorita nos están dando otra, que es la minería. Ya somos un pueblo minero,
o sea que ya nos están levantando el ego un poquito.
Nosotros quedamos ya marcados en el pueblo, porque a mí me lo dijeron: “¡Por
bueno no matan a nadie!”, “¡Por bueno no fueron a la casa!”.
Cambios familiares y apoyo comunitario
El papel que se espera que cumplan las mujeres como cuidadoras de la familia puede hacer
que la pérdida de sus seres queridos o la destrucción de sus hogares las afecte de manera
particular, tanto en lo económico como en lo emocional. En las situaciones de conflicto armado,
muchas mujeres deben asumir papeles adicionales como únicas cabezas de familia y
proveedoras de sustento, además de enfrentar el dolor de la pérdida o las amenazas.
Las mujeres con familiares detenidos tuvieron que criar a sus hijos e hijas, suplir el papel
de los padres, hermanos o esposos al mismo tiempo que trataban de ganar un sustento en
circunstancias difíciles.
Él trabajaba era para todos, para los tres. Cuando se lo llevaron a él, quedé yo
sola. No podía trabajar porque tenía que cuidar la niña… en una guardería o
dejarla con mi mamá para poder trabajar… Yo lloraba mucho, él lloraba mucho.
Después ya me tocó trabajar a mí… Al principio, como yo le digo, la gente muy
solidaria y me ayudaban a cortar la caña y me la llevaban al molinero y yo me iba
a moler con el niño más grandecito. Esa era la labor de nosotros. Cuando ya me
dejaron sola, el niño y yo seguíamos con lo de la caña. Con la molida sacábamos
un poquito de panela y comprábamos lo poquito que podíamos.
Los sucesos violentos suscitaron cambios radicales en la familia. El afrontamiento en
estos casos, genera la modificación de roles de las mujeres, quienes también de manera
323
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
forzada han buscado espacios públicos para alcanzar cierta estabilidad económica de sus
familias. La unión familiar se fortaleció, según algunos testimonios, estableciendo una
red de apoyo para sostener a la persona encarcelada y a las mujeres que se hacían cargo
de sus familias.
Imagínese que yo tengo una tía que llegó a pedirle plata a los carniceros, choferes,
para ayudarle a mi mamá para los pasajes. ¡Diosito es muy grande!, porque
fueron siete meses… Mi tía estuvo conmigo los seis meses, cada ocho días iba,
solamente me faltó un domingo. Ese domingo que no entró desde afuera me dejó
la comida. El día miércoles me llevaba cosas de aseo personal, yo la llamaba y
ella: “Mija, ¿Qué necesita?”. Ella nunca me faltó, esa fue mi mamá allá.
Las compañeras sentimentales de los hombres víctimas de la Operación Libertad, además
de responder a las necesidades familiares, se convirtieron en la voz de aliento de los
hombres presos.
Él dice que cuando estuvo en la cárcel me valoró más, porque ningún familiar de
él fue a visitarlo, ni el papá, ni la mamá, ni los hermanos. Allá no fue nadie.
Nosotras estábamos encerradas allá pero teníamos la fe y la esperanza de que
íbamos a salir. Nuestras familias decían que de lo que nos acusaban era falso
todo. Entonces eso nos daba fuerzas para soportar y poder decir: “¡Vamos a salir
de esto algún día!”. Para mí, es como la expresión que uno puede decir, lo hace
por la familia y principalmente Dios porque uno se aferra mucho a él.
La violencia aunque fragmenta las dinámicas individuales, familiares, y sociales, también
hizo que las mujeres entretejieran experiencias y fortalecieran relaciones. En medio de las
necesidades emocionales y materiales, los lazos familiares y colectivos se consolidaron
en algunos casos.
Aprendimos a ser más solidarios. A valorar las personas que tenemos alrededor.
Uno aprende mucho sobre la convivencia. Siempre éramos cinco y seis las que
convivíamos, las que reíamos, las que llorábamos. Nos decíamos qué nos pasaba…
Había además mucha tolerancia.
¡Uno tiene que dejar la timidez! porque tiene que aprender a pedir de todo porque
cuando no mandaban la buseta para el viaje, ¡Nosotras quedábamos volando!
Entonces ya me tocaba ponerme en revolución, conseguía otros contactos, íbamos
en chiva ¡y ese viaje era muy duro!
En las dinámicas de sobrevivencia, frente a las consecuencias de la Operación Libertad,
las mujeres analizan las vivencias que tuvieron y lo mucho que aprendieron. También
las situaciones extremas ponen en tensión o muestran la fortaleza de los lazos, o incluso
ayudan a descubrir y establecer relaciones de solidaridad insospechadas y creativas.
324
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Yo aprendí a sacarle algún provecho a la timidez. Cuando me fui para Armenia, cuando
me tocó irme, fui y consulté un abogado. Estuve hablando con ese señor y él me
hizo una carta, un derecho de petición para yo saber en la Fiscalía de Bogotá cómo se
encontraba el proceso de mi hijo. Fue por esa señora que aprendí a ser menos tímida.
Porque yo nunca fui una mujer sobresaliente o avispada… y fue esta señora la que me
enseñó a comprender y a saber cómo se encontraba mi hijo en Bogotá.
Uno allá aprende, sabe quiénes son los amigos, quiénes son las personas de afuera,
que aunque no hayan ido, preguntaron o mandaron una notica, un saludo…
Allá se aprenden cosas buenas y malas. La experiencia es desagradable, pero a
la vez aprende.
El afrontamiento de las mujeres y sus familias también tuvo respaldo de la comunidad.
El apoyo de algunos vecinos, hicieron en ocasiones que la situación fuera más llevadera.
El niño de pronto se le acababa la leche y yo con la misma platica que a veces
recogía para llevarle a ella, pues, yo le compraba la leche al niño y para comprar
la comida… Por ejemplo, las personas me decían: “Vea, le regalo tanto para que
vaya juntando y vaya a verla”. Entonces yo iba juntando esa platica.
Los vecinos, familiares, amigos, decían: “¿Cuándo va ir a Pereira?”… Por ejemplo,
nosotros teníamos un amigo que me dio de a veinte mil pesos y me decía: “Tenga,
llévemele a la niña estos veinte”. Son personas que son muy bellas personas,
que le colaboraban a uno… Yo ahora no me explicó cómo hice para ir donde ella.
La vereda es muy unida, La Primavera… cuando mi mamá iba me llevaba cartas
de los vecinos, que preguntaban mucho, que me mandaban saludos, que me mandaban
plata. Otros me mandaban cosas de aseo personal.
Él tenía muchas amistades y cuando él estuvo en la cárcel, por esa parte a mí no me
fue mal porque a mí me coloraban mucho. Llegaba uno y decía: “Tenga esta librita
de arroz para que coma y le dé a esos niños”, y cositas para ellos. Me tocaba ir por
allá y me daban comida, el otro me daba diez mil. En ese sentido sí, porque él fue
una persona que la gente lo aclamaba, porque como decían era buena persona…
El apoyo comunitario y social de algunos habitantes del pueblo y de las veredas fueron
constantes. Durante el período de reclusión las mujeres expresaron el respaldo que sentían
por parte de sus conocidos, vecinos y familiares. En el momento que salieron de las cárceles,
la comunidad acompañó el suceso y se pronunció frente a la alegría de verlas en libertad.
La salida fue histórica y muy bonita, todo el mundo salió al parque a recibirlos.
Hubo compañerismo, solidaridad de la comunidad. Había gente que mandaba a
celebrar misas por la libertad de los detenidos.
También la llegada aquí fue histórica, eso fue muy bonito, de eso hay video, desde
que los llevaron hasta que los dejaron, todo eso está acá… todo la gente se volcó
al parque. Todo el mundo estaba feliz, todo el mundo estaba en el parque con ellos.
325
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Además del apoyo comunitario, las mujeres generaron una identificación con otras que
han sufrido agresiones similares. En las situaciones de cambios de roles de género asignados,
y las necesidades materiales y económicas que se presentan, las mujeres generaron
una búsqueda de estrategias organizativas para afrontar las dificultades. La identificación
mutua generó confianza en las organizaciones y estrategias de apoyo entre ellas. Las
formas positivas de enfrentar las duras experiencias vividas por las mujeres, como las
iniciativas de proyectos económicos, necesitan también acompañamiento para hacerlas
sostenibles y promover mejores condiciones para su desarrollo.
Cuando pasó lo de Quinchía empezó a llegar la Pastoral, comenzamos a hacer unos
algos, a hacer unos tamales, a tener la gente ocupada, haciendo un recuento de su
vida, de qué le ha pasado y así fue naciendo la sociedad en este pueblo. Entonces,
comenzaron a preguntar: “¿Cuántas personas están de acuerdo con que comience
la asociación? Vamos a hacer una asociación de harinas, otra de plátano y otra de
calzado”. Comenzamos seis, nos dejaron “crudas”, porque nos hicieron una capacitación
de cinco horas, pero ya, en este momento, nosotras vendemos un millón de
pesos al mes. Vendemos mucho, pero no sabemos manejarla, porque la verdad uno
no sabe administrar la plata y hay algo que nos está fallando. Lo que nos hace falta
a nosotras es que nos den una asesoría sobre ese tema y mercadeo para aprender a
manejar la plata. Por el momento, nosotras llevamos un año ahí.
Limpiar el nombre y asumir la responsabilidad
Existe una amplia gama de barreras que impiden el acceso a la justicia de las mujeres
víctimas de violencias en Colombia, obstáculos que van desde el desconocimiento de
sus derechos hasta prácticas de revictimización relacionadas con malos tratos, culpabilización
o exposición de la privacidad de las víctimas, entre otras. Algunas de las mujeres
refieren haber pasado por ese proceso como una experiencia de rechazo en lugar de un
lugar de respeto y apoyo.
Al mes, que voy a la Fiscalía, aparece… que el caso de mi esposo está cerrado
porque… a él lo mataron el diez de marzo y el once de abril está cerrado el caso
en Fiscalía... A mí me reciben papelería ahora en enero en Acción Social, porque
yo me presenté acá en Personería y nada… Aquí no hacen nada sino por el que
ellos quieren, al que no lo sacan, la papelería a la basura y, ¡ciao lo vimos!, porque
así pasa. La verdad, yo no he ido por allá por tiempo y por plata.
Aunque una mujer que fue detenida manifiesta que no fue maltratada por parte de las
autoridades carcelarias y judiciales, como sucedió con otras personas detenidas.
Estuve detenida siete meses en Pereira… A muchísimos los maltrataron, a las familias.
A mí, gracias a Dios no me trataron mal: “que esta hijo de tantas”, no. En
mi casa no me esposaron, me vinieron a esposar en el pueblo. Tampoco me tiraron
en los camiones como a ellos, a mí me llevaron en un taxi. Allá estuve detenida con
326
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
los concejales, los alcaldes de ese entonces. Como a ellos los visitaban mucho,
entonces no sufrimos en cuanto a las cosas de aseo personal, ni la comida y… me
llevaron a la cárcel y de ahí me volvieron a sacar cuando me dieron la libertad.
Porque… a muchos cada rato les tocaba ir a audiencias, que esposados.
Sin embargo, señala su inconformidad en la forma cómo fue notificada de su liberación
siete meses después de estar detenida. Cómo la noticia le tomó por sorpresa, generando
en ella profunda alegría pero a la vez sentimientos de impotencia al darse cuenta que sus
otras compañeras continuarían detenidas.
Cuando dijo que ordenaba la libertad para los señores. Cuando yo me paré y le
dije: “Señora, me hace el favor y me explica más”, y la señora me leyó y yo le
dije: “!Eso significa que quedamos en libertad!”, y me dice: “Por parte de la ley,
ustedes quedan en libertad”, o sea, yo dije: “¡Gracias a Dios!”. Yo me puse a
llorar… le digo yo: “¿No llegaron más libertades para acá?”. Me dijo: “¿Es que
por éste caso hay más mujeres acá?”, y le dije yo: “Sí, hay más por éste caso”, y
me dijo: “Pues, denle gracias a Dios que llegó la libertad para ustedes, porque
aquí no hay más libertades para nadie.
El hecho de que las personas detenidas hubiesen sido dejadas en libertad, no es suficiente
para resarcir a las víctimas y a sus familiares. Si bien la experiencia de la Operación
Libertad les permitió a las mujeres explorar otras formas de sobrevivencia y buscar estrategias
de relacionamiento, las condiciones laborales no fueron positivas. Las mujeres
consideran necesario para superar las situaciones de violencia y vulnerabilidad tener
oportunidades económicas que les brinden estabilidad financiera a ellas y sus familias.
Pues, para mí tener algo mejor que nos cambiara la vida. Yo pienso que algo
donde pueda conseguir la plata, poder sostener mis nietas… Se necesitaría tener
la forma de seguir adelante. Yo he pensado muchas veces en que tener la forma
de irme y que no me tocara trabajar tan duro, como me toca con el trabajo de la
tierra… Me gustaría peluquería, eso me hubiera gustado en la vida.
Yo por ejemplo, quisiera tener una tiendita, tenerla en la casa y poder uno sacarse
la comidita de ahí. Es algo que también me hubiera gustado, pero, como se dice:
“¡soñar no cuesta nada!”. Uno vuelve a la realidad.
Las responsabilidades familiares se reflejan en los deseos de apoyo a los proyectos económicos
no sólo para ellas mismas, sino también para sus familias. Las mujeres al cambiar
sus roles de género establecidos tradicionalmente y al alterar sus condiciones cotidianas,
planean para sus descendientes las posibilidades que ellas no alcanzaron y evitar la repetición
de violencia contra sus hijas e hijos:
Obviamente, uno vive de muchos sueños. Yo, por ejemplo, tengo una hija de quince
años y para empezar creo que uno debe tener ganas de salir adelante. ¿Qué
quiere uno?, no depender de nadie. También creo que a muchas nos gustaría tener
327
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
su propia casa. Que uno tenga su plata si necesita algo y no estar por ahí esperando
para comprar algo que uno quiere.
Otra cosa, es que en el campo, por ejemplo, los jóvenes debido a la pobreza comienzan
a robar y terminan metidos en los grupos.
Yo pienso que en los campos se necesita mucho trabajo psicológico para concientizar
a los jóvenes.
La estigmatización de ser víctima de la violencia en Colombia es un episodio que acompaña
las mujeres. El sentimiento de haber sido víctimas de abusos y maltratos y de ser
testigos de las violaciones perpetradas contra sus familiares, es una carga emocional y
social no fácil de superar. Una medida que podría satisfacer a las mujeres es hacer pública
su inocencia y el error del Estado colombiano.
Sinceramente, lo primero, es que se quite el nombre que Quinchía es guerrillero.
Pues, que la gente se dé cuenta que ¡No todos somos malos! Somos más los buenos
que los malos.
Que se aclare lo que pasó.
Que limpien el nombre de las personas diciendo la verdad.
No estar señalados como estamos todavía nosotros, ¡Marcados!
Que no haya persecución.
Los auxilios otorgados por del Estado no son suficientes para reparar el daño ocasionado a las
mujeres víctimas de la Operación Libertad, pero el daño es tan estructural, que las mujeres
consideran que una reparación económica del Estado podría mejorar sus condiciones de vida.
Si a nosotras nos llega una ayuda económica nos serviría mucho para cambiar lo
que estamos sintiendo porque todas tenemos las mismas necesidades. En el caso
de nosotros que solo teníamos un carro y una moto, ¡Todo eso se fue! Yo ahora
solo tengo una piecita donde trabajo, la cocina y ahí sobrevivo.
Hay un tema que no lo hemos tocado acá y es el tema de las platas. ¿Qué va a
hacer con esa plata? Porque donde eso llegue a ser verdad, ¡A uno se le viene la
gente encima! A mí me dijeron: “Se tiene que ir del pueblo porque ustedes van
a recibir esa plata”. Que cuando llegara la plata: “Por favor no lo comenten,
porque esto se da para muchos comentarios y a ustedes les puede pasar algo”.
La necesidad de vivir una vida libre de violencias es una necesidad imperiosa de las mujeres
que han sido víctimas del conflicto armado, pues aunque la violencia contra ellas se
puede encontrar en todas partes, la seguridad en las mujeres es fundamental para transformar
la subordinación y la victimización y para transformar éstos escenarios en proyectos
que ayuden a construir una auténtica reconciliación.
328
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Yo si espero tener algo para defenderme sola. Algo donde me pueda sentir importante,
donde nunca me pisoteen como me pisotean ahora. Un negocio que solo
sea mío porque siempre me dicen: “¡Usted no sirve para nada!”. Entonces, para
demostrarle que yo si puedo.
Así las cosas, y una vez más, las mujeres sobrevivientes de este conflicto armado colombiano
alzan sus voces para reclamar justicia, verdad, reparación y medidas de no
repetición.
329
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Santander
Mujeres afrodescendientes
en situación de desplazamiento en Bucaramanga
La violencia que lleva al desplazamiento
El desplazamiento forzado por razones del conflicto armado ha obligado a migrar a muchas
colombianas y colombianos a sitios muy distintos de sus lugares de origen. Colombia
es un país de regiones que ofrece entornos culturales, sociales, económicos y políticos
que no son idénticos de una zona a otra, lo cual implica una ruptura con su cultura, pasado
y raíces, su cosmovisión del mundo, su estilo de vida, y su proyección futuro. La persona
desplazada al llegar al lugar donde se va reubicar de manera temporal o definitiva le
toca vivir y readaptarse a esas diferencias. Aunque en ciertos contextos esas distinciones
pueden convertirse en nuevos aprendizajes, en otros contextos como en el caso de las
desplazadas forzadas suponen sobre todo nuevos impactos ya que por obligación se tiene
que rehacer una nueva vida en un escenario extraño donde se está porque no se quiere,
expulsada por la violencia y después de haberlo perdido todo.
Las siguientes páginas quieren exponer esta situación contrastando dos idiosincrasias bien
diversas, como es el caso de mujeres afrodescendientes provenientes de zonas rurales o de
municipios con poca población, que se ven abocadas por el desplazamiento forzado a vivir
en una ciudad capital de un departamento con valores culturales más cercanos a la tradición
española. Mujeres afrodescendientes provenientes sobre todo de las regiones Pacífico
y Caribe que fueron desplazadas por el conflicto armado y hoy viven en Bucaramanga.
Doris Lamus y Ximena Useche refieren en un análisis sobre las prácticas disciplinarias
vs. expresiones afectivas en Bucaramanga que:… [d]urante las décadas de los cincuenta y
sesenta la ciudad empieza a expandirse en varias direcciones. Surge una urbe en medio
del afán por la industrialización y de la violencia. Sin embargo, esta ciudad conserva una
fuerte tradición artesanal desarrollada y mantenida como sustrato de subsistencia de una
población euromestiza, que contrasta con el origen mixto de otras ciudades colombianas
que contaron con sectores significativos de población encomendada o esclava. En el caso
de Bucaramanga la ausencia de estos dos últimos grupos humanos da lugar a un artesanado
medio, fuertemente orientado hacia la herencia española, y que desarrolla un comercio
tradicional de productos agrícolas y manufacturas, del campo a la ciudad...59
De alguna manera lo que se quiere destacar es el choque entre una cultura ancestral que
tiene tradiciones muy propias como es la afrodescendiente, con otra cultura más de colonización
que tiene valores conservadores que favorecen la discriminación hacia las mujeres,
hacia las mujeres negras y hacia las mujeres negras desplazadas. Esta interseccionalidad de
su identidad y sus condiciones de vida marcan la experiencia colectiva de estas mujeres.
59 Ximena Useche, Doris Lamus, Maternidad y paternidad: tradición y cambio en Bucaramanga, Universidad
Nacional de Colombia, 2003, pág. 224.
330
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
He sido tres veces discriminada por ser mujer, por ser afro y desplazada. Somos
de un empuje que nos caracteriza como mujeres afro. Somos capaces de hacer
muchas cosas, porque no es fácil en una ciudad que es tan discriminante.
Esta triple situación de ser mujer desplazada afrodescendiente ha marcado la vida de estas
mujeres como una huella que es imposible borrar. El siguiente testimonio describe esta
marca. Señal que sobrecarga de manera significativa los cuerpos y las vidas de las mujeres,
de las familias y de estos colectivos. Un signo de exclusión como lo refiere esta mujer.
Yo me siento mal porque es uno como si estuviera marcado. En todo uno dice soy
desplazado y es como si uno estuviera marcado. Como si uno fuera malo o como
si uno fuera el peor. Yo me siento muy mal. A veces he estado donde hay cámaras y
más bien me escondo. Sí porque siempre “vea, aquí está la desplazada ¡mírela!”.
Entonces no, no me gusta… porque hay muchas miradas... Uno de los títulos creo
que más excluyentes que ha sacado el Estado, ha sido la palabra desplazados. Es
que en el momento que dicen desplazados es como los que están allá, los pobrecitos,
los malos, los que vienen… los que los sacaron porque eran chusmeros, eran
paracos, eran ladrones, eran… de todo ¡mejor dicho! Esa palabra nos marca mucho
porque esa palabra nos cierra muchas puertas. A muchas mujeres que saben
mucho arte, que son profesionales, se les ha cerrado las puertas por el sólo hecho
de decir que son desplazadas. Yo creo… que en verdad nosotros no nos debería de
caber la palabra desplazado. Es que somos víctimas de los que están allá y nos
están sacando a nosotros. Eso es una palabra que no debería ser para nosotros.
Una parte de la historia de estas mujeres es la que se narra en las siguientes páginas.
Contar algunos eventos vinculados con las causas del desplazamiento. Escuchar esos
impactos culturales ocasionados por la violencia política que impregnan la vida de estas
mujeres. Ilustrar las maneras en que ellas han intentado rehacer sus vidas en un contexto
tan diferente y señalar sus demandas en torno a los derechos a la verdad, a la justicia, a la
reparación y a las garantías de no repetición.
Muchos orígenes de una misma historia
Los desplazados forzados que se encuentran asentados en una ciudad pueden provenir
de muchos lugares. Las zonas de expulsión son muy diversas e incluso distantes y culturalmente
muy distintas a los lugares de recepción. En Bucaramanga hay poblaciones de
origen afrodescendiente que provienen de varias regiones del país. Las mujeres narran el
lugar de donde fueron expulsadas así como el motivo vinculado con el conflicto armado.
Yo estaba en el Chocó… no supimos porque los paracos lo mataron, porque de
pronto le pidieron algo y él no quiso. Por la muerte de él fue el desplazamiento y
porque él llevaba una foto mía y esa no apareció con los efectos personales. Por
temor a esto nos vinimos para acá. Tenía como 14 años.
331
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Yo vengo desplazada de Chacón, Antioquia. El motivo fue porque resulta que mi
mamá tenía un restaurante y como es un pueblo pequeño y pueblo de zona roja,
había paracos y guerrilleros. A mí me había tocado atender los clientes de uno y
otro lado. El papá de mis hijos era muy parrandero… Yo tenía 18 años… Una vez
se tomaron unas fotos y resulta que entre las fotos quedó él en el medio de unos
guerrilleros que también estaban allí. Entonces una vez que llegaron los paracos
al restaurante, tenían una lista, tenían una lista de las personas que iban a matar
y en esa lista estaba el papá de mis hijos… Mi mamá estaba en el restaurante, fue
uno de los paracos y le dijo que le vendiera comida, entonces, mi mamá le dijo que
a esa hora no había comida. Entonces supuestamente salió el paraco diciendo que
la iba a matar porque a él no le querían vender y a los demás sí… Se formó una
balacera porque se había metido la guerrilla y entonces a mi mamá le decían que
si no se iba del restaurante la iban a matar.
Yo vengo de San José de Antioquia, yo tenía 15 años cuando me desplazaron más
abajo de Rionegro… Yo fui desplazada con mis hijos de por allá por amenaza y
porque mataron un sobrino y… nos amenazaron a nosotros… Nos tocó que venirnos
y dejar todo por allá, porque trabajamos bastante para comprarla pero a la
hora nos tocó dejar eso botado por allá.
La violencia directa que han sufrido las familias, ya sea por las amenazas o por la muerte
de alguno de sus miembros, es la razón para que las personas huyan de sus lugares de residencia
como estrategia de supervivencia. En los tres primeros testimonios, la razón fue
la muerte del esposo lo que determinó el desplazamiento de estas mujeres y en el último,
fue el asesinato de un hijo.
Me desplacé por la muerte de mi esposo. Mi esposo subía a curar a la guerrilla y
los paracos me están buscando hoy en día. El alcalde dio la orden para que nos
sacaran en el carro...
A mi esposo lo mataron un 8 de diciembre del 2000. Los paracos lo mataron, se
robaron cosas. Nosotros estábamos en Magangué. Dejaron tirado el cuerpo en
el puerto. El cuerpo lo traje hasta Aguachica y de ahí a San Rafael, ahí vivía el
papá. De allí nos vinimos para acá. Mi hermana me llamó y me dijo que pusiera
la denuncia y me vine con mis dos hijas.
A él lo mataron un sábado y nos lo entregaron un domingo. Después del funeral cogí
mis corotos y me vine con los tres chinos, ella 4 años, el otro 5 años, la otra 3 años y
yo tenía 5 meses de trabajo. Llegamos donde la suegra que vivía en Bucaramanga,
llegamos a ser una carga para ella. Me ayudaron en el barrio, fui madre comunitaria.
En Medellín me mataron mi hijo. Lo que pasa es que en Medellín… en las comunas
hay unos grupos… Se metieron los milicianos diciendo que iban a hacer una
encuesta… Y la encuesta era mirando cuántos jóvenes había en el barrio para
integrarlos al grupo de ellos. Entonces el hijo mío no quiso meterse ahí. Seguimos
332
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
la vida normal cuando de pronto un día llegó un muchacho del barrio y lo convidó
que lo acompañara a hacer un mandado. Entonces yo le dije que “no, que él no se
iba a ir a ninguna parte” y se lo llevó. Me dijeron que murió… Eso fue en el 92.
La toma de los pueblos por parte de los grupos armados no estatales, en particular por
las organizaciones guerrilleras, es otra causa del desplazamiento forzado. Las personas
huyen por la presencia de las partes en conflicto en el lugar de su residencia. La llegada
de ellos es un motivo para huir.
En 2000… nos vinimos porque la guerrilla se metió al pueblo. Entonces comenzaron
una balacera y a dispararle a la gente porque decían que no estaban de
acuerdo con ellos. El marido mío estaba amenazado. Llegamos a Zaragoza, a un
pueblo que estaba como a 35 minutos.
La desaparición forzada de personas es otra de las causas del desplazamiento. En el siguiente
caso, esta mujer se desplazó porque un sobrino y el propietario de la finca donde
vivían fueron desaparecidos:
A mí me desplazaron por amenaza porque yo vivía en San José de los Chorros…
eso queda más debajo de San Rafael. Ellos llegaron una noche… Mi sobrino salió
a San Rafael a una fiesta y ahí lo cogieron… Los paramilitares, lo cogieron y lo
echaron en una camioneta y se lo llevaron, lo perdieron y no apareció… Nosotros
vivíamos en una finquita y nos dijeron si ustedes no se pierden les va a pasar lo de
su sobrino. Al dueño de la finca también lo desaparecieron y nunca lo encontraron.
Donde trabajaba y vivía mi hijo llegaban todas las noches y le dijeron que si
seguían averiguando les iba a ir mal. Mi hijo me lo dijo y entonces me vine para
Bucaramanga que estaba una hija.
El Estado también causa hechos de violencia contra la población civil y aunque ciertos
desplazamientos suceden por el enfrentamiento armado entre las partes en conflicto, algunas
mujeres identifican que la responsabilidad está en cabeza del Estado, como en el
siguiente caso donde se señala al ejército de la muerte del marido de la mujer.
En el 96 me mataron el marido. Nosotros vivíamos en esa vereda y nos tocaba
colaborarle a guerrilla, ejército, a lo que fuera tocaba colaborarle… Eso es en
medio de la Fortuna y Barranca. Llegaban guerrilleros: “bueno necesitamos que
usted nos haga de comer”… pero a él lo mató el ejército. ¿Por qué? Porque en la
finca donde nosotros estábamos él tenía una moto. La guerrilla venía y le decía
“bueno, hágame el favor y nos lleva a tal lado”. Él le tocaba coger la moto y
llevarlos. En un enfrentamiento que hubo… el ejército mató a un guerrillero que
él lo llevaba. Esa vez a él lo hirieron… También hubo otro enfrentamiento y ahí
sí lo mataron a él, el ejército lo mató… Nos amenazaron a nosotros… Cuando yo
me vine para acá, para Bucaramanga, yo tenía cinco meses de embarazo del niño
que tengo. A raíz de eso nosotros nos vinimos.
333
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Los acosos y las amenazas de los grupos armados no estatales causan temor y miedo y son
una de las modalidades más efectivas para causar desplazamientos forzados. Esos amedrentamientos
no solo tienen un efecto psicológico sino que en muchos casos los cumplen, es
decir, que se presentan víctimas mortales si los amenazados no cumplen la voluntad de los
actores armados. En los siguientes tres casos, fueron estas las causas del desplazamiento:
Por lo que me ha contado mi mamá, vivíamos en Lebrija, Cesar, tenía 6 años. Nos
desplazamos porque mi padrastro tenía una droguería y los paracos le pidieron
que le vendieran drogas y él dijo que no. Estuvimos un tiempo pero un día un
paraco me echó una moto encima, no pasó nada pero nos estaban acosando. Entonces
decidió mi mamá que nos debíamos ir.
Mi papá es afro y mi mamá es indígena, nosotros nos fuimos con mi mamá para
Valencia – Córdoba. Mi mamá hacia collares en guayú, hamacas y vivíamos muy
bien. Pasó que cuando llegaron los paramilitares al pueblo, empezaron a matar a
todos los que tenían en listas por nombre. Un día dijeron que estaban buscando a
la familia XX y le dijeron a mi mamá que nosotros participábamos llevando mercancía.
Eso fue en mayo en 2006 aproximadamente. Entonces mi mamá se fue. A
nosotros nos tocó volarnos porque un día el vecino nos avisó que ya venían por
nosotros. Fue toda la familia: mi madre, esposo, hermanos. Salimos solo con la
ropa puesta y nos fuimos para Planeta Rica y de ahí para Bucaramanga.
Vivía en Puerto Berrio, en una vereda, y yo les hacía comida a unos trabajadores.
Llegaron como 30 o 40, fue el 22 de octubre, y me pidieron que les hiciera la
comida gratis y yo les dije que no. Entonces nos amenazaron y me dijeron: “no
la quiero ver ahora más tarde, si venimos le hacemos algo a la niña”. Ese mismo
día nos fuimos. En Puerto Berrio nos llegó una nota diciendo “sabemos que están
cerca”. De ahí nos fuimos para Cartagena.
Algunas personas en situación de desplazamiento llegaron a Bucaramanga porque tenían
un familiar cercano pero asentarse de manera inmediata en un sólo sitio no fue posible.
Algunas han estado en muchos lugares, como en un permanente desplazamiento, ya que
encontrar un espacio definitivo donde residir no es fácil en una situación de permanente
vulnerabilidad.
Llegué a Bucaramanga y llegamos al barrio María Paz, allí vivía una hija mía. De
ahí vivimos en Esperanza Tercera Etapa. De allí nos echaron por ser desplazados.
Nos fuimos después a unos cambuches.
Yo llamé a una hermana de mi ex marido para que me buscara una habitación.
Llegué a un apartamentico, pero con los cuatro niños me cobraban más. A última
hora conseguí una habitación en el Rincón de la Paz.
Llegué a Nueva Colombia en el norte de Bucaramanga. Después se fue a una finca
en San Pablo Cachira de Norte de Santander, duré como 5 meses. Me regresé a la
334
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
invasión llamada Transición. Después a un lote en Rio Negro y luego me salió mi
casita en Claveriano.
Llegué a una pieza en Rincón de la Paz. De ahí he estado en cinco casas y la última
es un cambuche en el mismo barrio.
Las condiciones de vida en los primeros lugares de asentamiento son de mucha precariedad
para los desplazados. La insatisfacción de sus derechos se acrecienta por la mala
calidad de las viviendas y por la carencia de servicios públicos. Estas condiciones de
precariedad y hacinamiento se convierten en factores de riesgo especialmente para las
mujeres y las niñas, quienes quedan expuestas a violencias de género y especialmente
violencias sexuales.
Para dormir habían dos camas: en una era mi mamá y padrastro, y en la otra
mis hermanas y yo que éramos tres. No teníamos ningún servicio. Como vivíamos
cerca a mi nona nos bañábamos allí. La luz era con velas y se cocinaba en leña.
Nosotros la primera vez que llegamos a la invasión, yo vivía casi al costado de
la Nueva Colombia… ahí nos bañamos, en las pilas que habían de la Nueva Colombia…
Lo demás lo hacíamos a veces en el monte, mientras que conseguimos
un baño. Hicimos los baños ahí… Después nos sacaron de ahí y nos echaron más
arriba, en frente de la Nueva Colombia. Después nos echaron para la invasión
arriba, como es Sector I.
Vivimos muy regular. Salen culebritas, alacranes, el baño queda a dos cuadras.
Yo estoy muy contenta donde estoy. Yo riego cosas para espantar las culebras y
duermo con mi baldecito.
Nosotros los desplazados nunca habíamos vivido eso. Tener que hacer sus necesidades
en un balde, en una bolsa y esperar a botarlos en la noche. Vivir en un
cambuche es complicado.
Impactos de la violencia, desplazamiento y discriminación
Los efectos en el cuerpo y vida de las mujeres son múltiples, tanto por el impacto de los
hechos de violencia que ocasionaron la expulsión de sus lugares de residencia, como por
las diferentes cargas que ha significado para ellas el desplazarse y sobrellevar la condición
de mujeres víctimas afrodescendientes en un contexto cultural muy diferente. Las
mujeres en la búsqueda de encontrar respuestas a lo sucedido, viven con sentimientos de
culpa al pensar que no hicieron lo suficiente para evitar lo ocurrido y/o de rabia por no
encontrar a los responsables directos de los hechos.
Pensé que pude haber hecho algo por mi hermano. Decían que había tenido contacto
con la guerrilla y un día los paramilitares escucharon eso, pero él no era
guerrillero… Yo pude hablar con los paracos y decirles que no era guerrillero o
335
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
llevárselo a mi mamá. Yo creo que mi mamá me culpa por eso, porque yo me lo
llevé a vivir conmigo.
El día de ayer me hizo pensar que pude hacer algo para que no mataran a mi
marido, pues a él le dieron los tres avisos y uno sabe que al tercero lo matan.
Entonces tal vez no reaccioné o no reaccionamos, pues él decía: “váyase usted y
yo me quedo aquí”.
Yo le cogí rabia a mi padrastro porque pensaba que por culpa de él nos desplazaron.
El sentimiento de tristeza es permanente y algunas mujeres estiman que el olvido de lo
ocurrido les puede traer cierta tranquilidad. El recuerdo es doloroso, de ahí que muchas
mujeres eviten traer a su memoria los hechos o hablar de lo sucedido.
Estos son recuerdos que uno quiere olvidar. Eso fue muy duro, pues los paramilitares
que eran amigos de él fueron al funeral y ponían las armas encima de la
mesa. Eso es muy duro.
Ese dolor y tristeza se materializa en el cuerpo de las mujeres. No solo las afectaciones
son psicológicas sino que se traducen en la salud física de ellas. Las enfermedades y dolencias
producto de la violencia y el desplazamiento, son reconocidas por ellas.
A mí me dio un preinfarto. Cuando me dieron la noticia… quedé enferma… Con un
dolor acá, un desespero en el pecho… y ya quedé enferma de la tensión. Me hicieron
el electro y me dice el médico: “le sale una cicatriz en el corazón”… Me dijo: “¿por
qué te dio el infarto?” “por la muerte de mi hijo”. Entonces yo también a raíz de
eso quedé muy enferma, me dio un soplo en el corazón. Yo estuve muy enferma… ni
los médicos supieron qué era. Me hinché tantísimo a raíz de todo lo que nos sucedió.
Yo antes del desplazamiento no iba al médico. Ahora tengo dolor en una pierna.
Al principio de ser desplazada tenía que dormir casi sentada y se me olvida todo.
Como yo vi quien mató a mi marido y su muerte, sueño con el agresor y todavía
voy al psicólogo.
El miedo es un sentimiento que sigue persiguiendo a las mujeres, que las invade, ya que una
vez se vive una experiencia de violencia se queda con la sensación de que en cualquier momento
puede volver a repetirse. El temor no viene solo sino acompañado de la impotencia,
de la tristeza, del insomnio, sentimientos que modifican la vida de las personas.
Yo sentí mucho miedo. No podía ni dormir, pensando a qué hora podría aparecer
muerto. Después de esto muy poco salía.
Todavía me da miedo de salir, porque ellos en la calle lo buscaban a uno. A mi
afectó la muerte de mi sobrino, me la pasada llorando. Por la pérdida de la persona
la vida no tiene sentido.
336
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cuando mataron a mi esposo, yo dependía prácticamente de él. Tenía miedo cuando
alguien se me acercaba porque pensaba que me iban a matar. No dormía, sufrí
de depresión y no sabía qué hacer para sostener a la familia. También uno lo
extraña, a mi esposo.
Entonces a mi dijeron que no me ponga a investigar y yo dejé eso así porque me
dio miedo.
Esas vivencias de temor muestran el impacto subjetivo y la amenaza real, ya que las mujeres
no sólo fueron amedrentadas sino que siguen siendo amenazadas. La violencia las
sigue incluso hasta lugares bien apartados.
En Rincón de la Paz casi soy desplazada por segunda vez. Era amiga de un policía
y los paracos me veían como la sapa. Ya había rumores de que me iban a matar en
diciembre. En noviembre empezó la bola. El problema es que ellos matan a gente
inocentemente.
Volví a vivir amenazas, porque prácticamente eso fue una amenaza. Yo no me fui
porque me sentí con valor de enfrentar, porque… el que nada debe, nada teme.
Cuando uno dice eso es porque ha hecho las cosas de forma clara. Pero yo viví
mucha violencia de ver matar a las personas. Verse uno impotente que uno no
puede hacer nada, no puede averiguar y tampoco puede denunciar.
Las mujeres identifican el alto impacto que el desplazamiento forzado les ha generado en
su identidad no solo como mujeres, sino como mujeres afrocolombianas. La estigmatización
a la población desplazada también ayuda a configurar estos efectos y a generar identidades
construidas desde los otros hacia ellas, que se suman a los imaginarios presentes
frente a su condición étnica y cultural que aumentan el impacto vivenciado.
Me siento mal porque es como si estuviera marcado, si fuera mala, lo peor.…
Uno de los títulos más excluyentes ha sido la palabra desplazado. Esa palabra
nos marca mucho, nos cierra puertas al decir que somos desplazados… Uno se
siente discriminado hasta cuándo va a un centro de salud, pues los funcionarios lo
atienden de mala gana… He sentido pena, lo miran mal a uno. La gente no tiene
claro de qué se trata. Lo relacionan que uno es paraco.
Escuchamos que hay programas especiales para población desplazada y uno llega
para participar y le dicen que como es desplazada quieren que todo se lo regalen.
Asiste a instituciones públicas y los funcionarios y funcionarias son despectivos,
no tienen una atención efectiva, eficiente y respetuosa. Además debe trasladarse a
diferentes instituciones y dependencias y ninguna da respuesta.
Esos tratos diferenciados con las personas en situación de desplazamiento, son muy presentes
en los colegios, como lo señalan los testimonios de las mujeres adolescentes. El trato tiene
está atravesado en muchas ocasiones por los prejuicios que llevan a actos de discriminación.
337
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Al decir que uno es desplazada la discriminan a una y la ven mal. En el colegio
había unos compañeros que me molestaban por ser desplazada. Eran odiosos, a
veces ni me hablaban.
Yo solo la pasaba con un muchacho que también es desplazado. En el colegio una
profesora me la montó, pues cada vez que pasaba algo, a mi amigo y a mí nos
echaba la culpa. Los compañeros nos miraban raro, todo feo.
Tuve un inconveniente con un profesor de física, pues al principio yo la pasaba
sola, no me gustaba estar con los otros niños. El profesor de física me hizo perder
la materia por ser desplazada.
Además a la condición de desplazada, debe sumársele dos condiciones adicionales: una la
de ser mujeres y la otra de ser afrodescendientes. Como lo dice el primer testimonio que
aparece en este caso colectivo, estas personas son tres veces discriminadas, por ser mujeres,
afros y desplazadas, situación que la consideran más gravosa en un departamento
como el de Santander.
Es muy difícil, porque en Santander son racistas, muy humillativos. Es difícil
adaptarse cuando uno voltea y le dicen “negro”. Siempre la he vivido… Un ejemplo
es, dicen: “mire la negra, la negra cuscús debajo del bus”. Estas son cosas
difíciles y humillantes.
Son notables las diferencias culturales entre una región como la santandareana con otras
zonas tradicionalmente afrodescendientes. Los valores culturales son muy distintos y el
choque cultural es una fuente de estrés y de una diferencia marcada que no encuentra su
lugar para estas mujeres desplazadas.
Aquí en Santander si usted se va a comer un pescado no tiene el mismo sabor. A tomar
un borojó ya no está fresca la fruta. Aquí las casas son pequeñas, nuestras casas
son grandes. A nuestros muertos nos gusta cantarles, llevarlo a la casa. Aquí
es en una funeraria. En cuestiones de la música, no se escucha nuestra música.
La música de la cultura negra es diferente, reggaetón urbano pero de allá. Aquí
solo es vallenato, merengue. Cuando vivíamos en el barrio Caldas, los pelados lo
humillaban a uno. Más grandecita no lo he sentido.
Son precisamente algunas de esas diferencias culturales las que han traído dificultades en
la adaptación de estas mujeres, sumada a la situación de que Bucaramanga es un municipio
cercano al medio millón de habitantes, con dinámicas y dificultades propias de una
ciudad de esas características.
A pesar de vivir varios años aquí, no me he acomodado, no me he adaptado. En
mi tierra me siento más libre. Mi cultura es diferente, en el transporte, la alimentación,
la vivienda. Es diferente el ritmo de vida de esta ciudad a otras ciudades.
338
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En Medellín hay pandillas, pero aquí hay más inseguridades, lo apuñalan fácilmente.
Los arriendos son costosos.
Uno se resigna, pero es difícil de tener tantas amistades a estar ahora calladito.
El tema del transporte, donde yo vivo es difícil conseguir bus.
La ciudad ofrece otras facetas distintas de inseguridad y violencia. No solo el conflicto
armado ha penetrado muchas ciudades sino que otras formas de violencia, sumadas a la
drogadicción, son obstáculos reales que viven la población desplazada en ciertos sectores
de Bucaramanga.
Transición es un lugar tremendo. Hay muchos actores, hay pandillas, paracos,
guerrilla, delincuencia. Es una situación muy difícil, porque una viene con una
violencia pero aquí ve una violencia peor.
La drogadicción trae robo, esto me hizo mucho daño. Mi hijo es drogadicto. Él
nació en Rincón de la Paz, se crió conmigo y la abuelita. La de bienestar le preguntó
que porqué consumía si fue por la familia y él dijo que lo habían dañado
era los amigos.
A mí me da tristeza ver a los niños en eso [las drogas]. En Barranca si me dijo un
amigo que lo acompañara, que ganaba más de un millón de pesos, que acompañara
al que vendía. Entonces me regresé a Bucaramanga, porque ya la estaban
acosando mucho.
Las mujeres logran identificar impactos diferenciados sobre todo en el caso de sus hijas e
hijos. Reconocen las dificultades y problemas que han tenido tanto ellas como madres y
ellas como hijas en su condición de desplazados por el conflicto armado:
Eso me ocasionó una discordia con mi suegra, porque me echa la culpa de eso. A
mis hijos les afectó mucho. Mi hijo es muy rebelde. Le pega a las hermanas y esto
puede ser generado por la ausencia de su padre. En mi casa se tratan como perros y
gatos entre los hermanos… Mi hijo también decía que iba a matar a los del ejército.
El niño estaba pequeño pero decía que iba a matar a quien mató a su papá. Tuve
que llevarlo al psicólogo. Él tenía como 5 años y es un poco rebelde.
La situación fue muy difícil para ellos [hijos, hijas y sobrina]. Ellos eran muy allegados
a él. La mejor amiga de mi hija fue torturada y asesinada por los paracos.
Esta es una situación muy difícil. Después de este hecho me bloqueé, se me puso
en blanco la mente y todo esto fue a raíz de esto.
Este rol de muchas de las mujeres de ser madres y padres a la vez les ha significado una
sobrecarga no solo económica sino sobre todo emocional. Encarar la vida en esas condiciones
es muy duro para cualquier persona y cualquier mujer.
339
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Yo me veo como mujer que mis metas se acabaron, ya no tengo sueños. También
tuvimos que asumir una responsabilidad de padre y madre. Yo pensaba como le
voy a hacer si ya todo se había acabado.
Incluso esta situación de desplazamiento ha producido episodios de violencia intrafamiliar.
Las afectaciones se suman ya que evadiendo una violencia pública se sufre una
violencia privada, en muchos casos invisibilizada por las propias víctimas.
Yo veía a mi madre triste, a mi padrastro también. Cambió mucho con nosotros y especialmente
conmigo. Cuando le dio leucemia a mi hermanito cambió. Nos golpeaba.
Yo tengo un resentimiento con ella, pues ella era muy fuerte conmigo y mis hermanos.
Llegamos a donde mi nono y con la esposa de mi nono. Eso fue terrible porque
ella nos pegaba y yo no me dejaba. Ella a cada rato nos insultaba. A los dos años
mi mamá nos buscó.
La violencia, el desplazamiento, la adaptación a un nuevo entorno, la reconfiguración
de la familia luego de innumerables pérdidas, entre otras, son factores que inciden en la
sexualidad de las mujeres. Si bien para algunas de ellas se transformó, para otras se acabó.
Por lo demás, para las adolescentes y niñas el vivir en un cambuche se ha convertido en
una situación de vulnerabilidad frente a los eventuales abusos sexuales.
Yo conseguí una segunda pareja. Yo no me fui a vivir con el porque lo amaba. Lo
hice porque me podría ayudar a sacar adelante a mis hijos y me ayudara a criar
y sostener a los hijos, y apoyo para el sostenimiento de todos. Cuando tenía relaciones
con mi actual pareja, yo cerraba los ojos y pensaba en mi otro esposo. No
he sentido ningún orgasmo. Ya no hay tanto deseo.
Me secó los deseos, ya no siento deseo por una persona. En el mismo año del desplazamiento
se me fue la menstruación o sea sexualmente estoy muerta.
Claro, si hubo cambios en el sexo. Al principio la vida con él fue buena. Después
tomaba mucho. Ya no me pega, ni me insulta, ahora ya no toma. Él me va a buscar
y yo le digo no me joda, déjeme quieta, pero es más por una relación que tuvo hace
muchos años con el papá de su hijo mayor.
Cuando se tiene niñas se siente más vulnerable, porque en los cambuches hacen
violaciones.
También causa un impacto considerable, la llegada inicial al nuevo destino de residencia.
La inmediatez en la salida hace que las mujeres en situación de desplazamiento no estén
preparadas para asumir las cargas y retos de asentarse en un lugar ajeno a sus costumbres.
Así muchas de ellas hayan llegado donde familiares, los primeros días tienen un efecto
permanente sobre lo que significó salir adelante pese a las adversas condiciones.
340
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cuando llegué a Bucaramanga, llegué con una niña, un niño, mi esposo. Llegamos
donde mi suegra, con la ropa y ya. Después quedé embarazada. Estábamos
en un estado terrible. Él me miraba, yo lo miraba y nos poníamos a llorar. Yo decía
cómo vamos a tener esta niña. Yo en este estado sin podernos sostener. Hasta
me inyecté. El marido de mi suegra le dio un trabajo a mi esposo y le daban cuatro
mil pesos diarios.
Así sean familiares si usted no aporta da pena. Después ella estaba en embarazo.
A veces era muy humillante. Nosotros no entendíamos porqué nos había sucedido
a nosotros, porqué lo mataron. La gente nos desplaza. Siempre uno está señalado
hasta por la misma familia.
A lo anterior se le suman las pérdidas de los bienes materiales. Los desplazados dejaron
sus propiedades, sus enseres, sus animales y demás pertenencias. Aunque no pueden compararse
con la pérdida de un ser querido, si son perjuicios importantes para estas personas,
sobre todo cuando lo poco que tuvieron fue obtenido a costa de importantes sacrificios.
Perdí motores. Recuperé el equipo, tv y una cama, porque ellos revolcaron toda la
casa y para que uno iba a volver. Ni siquiera recuperamos la ropa. No soy apegada
a las cosas materiales pero esto lo afecta a uno, pues si uno tiene un capital,
con eso saca a sus hijos adelante. Uno queda desprotegido.
Yo siempre tenía mis animales. Yo no saqué nada, solo salí con una muda de ropa
en el bolso y con la que tenía puesta. Llega uno sin nada. Le da uno duro cuando
alguien le regala ropa de segunda o en un mal estado. El perder su tierra y saber
que no pueden recuperarla, porque todavía en el Chocó está bajo el control de un
grupo armado ilegal.
Significa mucho porque donde llega, llega sin nada y debe empezar desde cero.
Las cosas materiales se consiguen pero la vida no. Lo material con el tiempo se
puede recuperar.
Yo no perdí cosas materiales, pero si extraño el campo. Extraño vivir allí. En el
campo uno tiene todo a mano y en la ciudad se dificulta pues si uno no trabaja no
tiene dinero para comprar mercado, etc.
Algunas mujeres recuerdan con nostalgia los lugares de origen, las esperanzas de visitarlo
aún las acompaña. Sin embargo, en muchos sitios la situación de violencia no ha mejorado
y eso les genera temor, incluso hasta para hacer una visita temporal. Cada experiencia
es distinta pero existe mucha nostalgia de ellas por reencontrarse con sus seres queridos
y con sus espacios anteriores de vida.
Tengo ocho años que no he ido a mi tierra. Yo me entero por mi padre lo que sigue
pasando allá. Hace un año mataron a mi hermano. Papá y mamá le dicen que las
cosas allá siguen lo mismo, que lo que dice el noticiero no es verdad… Me hace
341
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
falta muchísimo abrazar a mis papás, hermanos. Estamos a tanta distancia que
solamente por teléfono se pueden comunicar.
A uno le dicen que no se debe apegar a lo material, pero uno nace con eso. Estar
lejos de la familia también duele. A veces uno no lo expresa. Se siente en el corazón
y a veces uno no lo expresa.
El año pasado fui a Medellín. Me contó una amiga, que los que mataron a mi
hijo ya no existen, que ahora está otro grupo. Regresar es volver a donde mi hijo
murió, ver a las amistades. Es una alegría.
Cuando pasé cerca, pues iba para Barranca, comencé a llorar. Le da uno tristeza,
nostalgia.
Sé que están las cosas calientes. Yo hablo con gente de allá… Esa gente no se ha
ido de allí. Si uno va al pueblo le da temor… Una vez fui a Magangué y estaba
asustada. Duré dos días y fueron terribles.
Fortalezas, identidad y organización de las mujeres
A pesar de estos impactos en el cuerpo y vida de las mujeres, ya sean individuales, familiares
y comunitarios, ellas han intentado salir delante de muy diversas maneras afrontando
la adversidad producida por el conflicto armado y por su condición de mujer desplazada
afrodescendiente. Algunas de estas mujeres tenían algún familiar en Bucaramanga
quienes se constituyeron en el primer eslabón de ayuda al recibirlos y orientarlos. La
familia es el soporte inicial para enfrentar una nueva realidad.
Mi mami se vino primero. Llegó donde una ex esposa del tío de ella, al barrio
Nueva Colombia. Colocó el denuncio, recibió las ayudas. Casi al mes llegué embarazada
con mi hija.
Yo llegué a donde mi hermana. Vivía en un cambuche en la Cumbre. Puse el denuncio
en Florida.
También los vecinos, las personas cercanas a sus familiares o las autoridades barriales les
dieron a las mujeres desplazadas desde el inicio un apoyo y sobre todo las aconsejaron
de qué hacer, a dónde dirigirse. La denuncia es el paso previo para obtener alguna tipo de
ayuda gubernamental.
Entonces una señora me dijo: “no es que las cosas a veces no son como Dios quiere
que sean”. Mi esposo decía: “pues no nos podemos echar a llorar, sobre algo
que ya pasó vamos a salir adelante”. Esa meta no la pusimos nosotros… No sabíamos
nada de eso de desplazados, ni nada de eso, sino que la señora de al lado
nos djo: “¡vayan y pongan el denuncio!, vayan a la Cruz Roja, vayan a esto”…
342
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Entonces nosotros pusimos el denuncio, fuimos a la Cruz Roja, nos explicaron
casi todo eso. Gracias a Dios nos colaboraron.
Nos dieron un lote por la 45 y tocaba bajar al barrio Rincón de la Paz y comprábamos
agua. Después la presidenta de la junta nos ayudó a gestionar y se empezó
a tener luz, baños comunitarios.
Las entidades del Estado encargadas de ejecutar programas de atención a la población
desplazada han sido un soporte importante para estas mujeres y sus familias. Esa ayuda a
veces se convertía en un aliciente para buscar una fuente de ingresos.
Pedimos las ayudas del gobierno. Me dije que no me iba a quedar haciendo nada.
Empecé a vender ayacos, después helados. Nunca me he quedado quieta. Después
de un tiempo mi suegra dijo que ya estaba cansada que buscáramos otra casa.
Cuando buscamos una pieza nos dijeron que con niños no. Encontramos un apartamentico
chiquito. Con la ayuda humanitaria de emergencia compré celulares
y vendí minutos. También logré que me apoyaran para crear una miscelánea.
Tenemos metas y las estamos tratando de alcanzar.
Me fui a Defensoría del Pueblo. Ahí mismo hablé en la Cruz Roja y me dieron las
primeras ayudas. Nos dieron alimentos para tres familias. Esto fue por un tiempo
de siete meses…
La UAO [Unidad de Atención y Orientación] también nos ayudaba. Nos daban
charlas, por cada charla daban un mercado. Acción Social en estos momentos nos
da ayuda humanitaria.
Además del Estado, las mujeres desplazadas mencionan otras organizaciones, sobre todo
organizaciones no gubernamentales pero también organismos intergubernamentales y
hasta personas naturales que les han ofrecido ayuda. Se resaltan las capacitaciones y las
asesorías. Los procesos organizativos ofrecen compañía y orientación a las mujeres para
enfrentar su condición de víctimas y su situación de desplazamiento.
Quien más me ha ayudado es la Fundación Mujer y Futuro. La Fundación
hacía era mitigar el dolor del desplazamiento. Son mejores las charlas en grupo
y no los psicólogos. Los talleres servían porque aprendimos a hacer cosas
manuales. También se creó una mesa para mujeres desplazadas. También me
ayudó la Cruz Roja, me dieron charlas, ayudas como mercados, colchonetas,
mercado, eso fue al principio cuando uno llegaba. También con Bienestar
Familiar. El ACNUR daba charlas. Con las comunidades afro, montaron un
proyecto para fortalecer el tema de la cultura de los afro, para que no nos
olvidáramos de eso.
Opción Vida. Nos capacitaron como un año para ayudarnos con un proyecto.
Minuto de Dios, en charlas. También me colaboró mucho Doña Mery, que era la
señora donde yo trabajaba.
343
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Unas de las estrategias que las mujeres buscan para afrontar sus dolores y tristezas es la
religión como forma de consuelo y de sentido. Ellas buscan en la oración y en la iglesia una
forma de encontrar una mayor tranquilidad interna que les permita continuar con sus vidas.
Por ejemplo en mi caso me aferré y me metí en el señor Jesucristo, en Dios. Eso
fue la fuerza que nos ayudó para seguir y avanzar.
Yo cuando llegué aquí busqué la iglesia. Comencé a ir a los cultos y eso me ha
ayudado mucho.
Yo también fui a la iglesia… evangélica, me gusta ir.
También creemos en Dios y nos mantenemos pidiéndole mucho. Lo mantengo yo
cansado de pedirle, pedirle, pedirle.
La violencia y el desplazamiento generan cambios en las dinámicas familiares y en la transformación
de los roles tradicionales. En muchos casos las mujeres comenzaron a tener el rol
de proveedora, lo que les hizo salir a los espacios públicos y buscar sociabilidades económicas
y laborales para proveer a la familia, al menos para las necesidades básicas.
A mí me tocó muy duro. Recién llegada trabajé donde un familiar. Yo llegué al
barrio y como me gustan los niños empecé a cuidar sin ser madre comunitaria.
Entonces una vecina me dijo: “métase como madre comunitaria para tener el
seguro”. Como yo tenía cinco meses de embarazo y fui al bienestar y me dieron el
hogar de bienestar. Esto fue bueno porque dije “cuido los niños y a la vez cuido
los míos”. Para mí este trabajo significó mucho, me sentía importante, que aportaba
en la comunidad.
Aprendí a hacer zapatos. Una vecina me enseñó y con ella siempre he trabajado.
Ese trabajo lo hago en la casa. El año pasado hice una pequeña fábrica en la
casa. Me dieron una ayuda en Comfenalco y compré un motor e insumos. Este año
no me ha ido también y pues eso que yo nunca he pagado arriendo.
Puesto que los niveles de ingreso mejoran en la medida que las mujeres están más cualificadas
para determinada actividad, muchas de ellas han buscado formarse y capacitarse
más. El aprendizaje a través de cursos es una herramienta que les permite sentirse mejor
como mujeres y como trabajadoras.
Hice un curso de zapatería en la Congregación Mariana y con esto conseguí un
trabajo. Duré como dos años. Esto fue una ayuda porque mi compañero estaba en
otra ciudad. En el curso me pagaban o me ayudan con el transporte. Con esa plata
yo pagaba guardería, comida, una señora que me recogiera los niños y pues en
ese entonces la plata rendía. De hecho tengo varios cursos de técnicas de ventas,
mercadeo, informática en el SENA, en Fundesan de trenzas y peinados.
344
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Estos cursos le sirven por el conocimiento. También la niña está haciendo bachiller.
Los niños le preguntan a uno y pues con los cursos uno aprende cosas y de eso
mismo le enseña a los hijos. Por ejemplo ahorita nos hicieron una capacitación
en cacao.
Sin embargo, algunas mujeres se muestran más indiferentes con los resultados de esas
capacitaciones. Señalan que no son garantía de un trabajo según su propia experiencia.
Son cursos y cursos, pero ahí uno no consigue trabajo. Entonces eso le puede
servir para aplicarlo en la casa.
Los cursos solo sirven para generar conocimiento y no para generar ingresos.
De todas formas, cualquier forma de ganarse la vida y que signifique el obtener unos
ingresos es bien recibido por las mujeres. Ellas describen esas actividades, que valoran
de manera positiva para salir adelante con sus familias aunque reconocen que algunos de
esos trabajos han tenido sus impactos iniciales en ellas.
Hago regañonas [buñuelos de maíz]… El rebusque. Todo lo que sea viable para
vender… Vendo en mi casa helados. Yo no los hago, los vendo a 200 pesos y los
clientes son los niños.
Para mí fue muy duro. Yo tenía antes muchacha y llegar a trabajar en una cosa
como muchacha de servicio. Le dije a la señora que me tuviera paciencia. Tenía en
la mañana el trabajo en el hogar comunitario y en la tarde en una casa de familia.
Lo más duro fue vender ayacos [tamales de maíz] en una esquina en Samanes.
Tenía que gritar. Se me aguaban los ojos porque tenía que gritar y entonces pasaban
los ricos y lo miran a uno como cosa extraña. El primer día lloré y un señor
me dio 5.000 pesos. La gente pensaría que uno estaba hambriento y eso me dio
duro. Yo quería vender los ayacos, pues no estoy pidiendo limosna. Ese día para
mí fue duro.
La violencia y el desplazamiento ha transformado a estas mujeres afrodescendientes y
la forma en que se han enfrentado a una nueva vida en Bucaramanga les ha permitido
aprender y desaprender muchas cosas, lo que ha transformado también sus identidades.
La revalorización de su identidad como mujeres afro es parte de ese proceso, y tiene un
efecto positivo tanto en su propia estima como en su capacidad de adaptación y defensa
de sus derechos en un contexto a veces negativo. La reevaluación de sus experiencias y la
capacidad de extraer aprendizajes está asociada a un crecimiento de las mujeres después
de tantos hechos traumáticos.
Nos ha dado dos lecciones que somos valiosas. Nos ha permitido saber que somos
valientes y fuertes, que servimos y que sabemos a hacer cosas.
345
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Aprende a hacer uno fuerte, aceptar las cosas así sean duras. Somos unas verracas.
Aprendí a defenderme. Como que uno se avispa más. Uno hace cursos, aprende
cosas que uno no sabía.
Aprendí a valorar así sea un granito de arroz, eso es algo que uno valora. A tener
doble cara, que así nos digan limosnero seguimos pidiendo porque son nuestros
derechos.
Restitución y oportunidades
Las necesidades económicas y las pérdidas de sus bienes han sido significativas tanto
para las mujeres como para sus familias por lo que ellas identifican como una medida de
reparación la restitución de lo perdido.
Reparar todo lo que nosotros teníamos. Que fuera con hechos. Debieran de reparar
primeramente a las mujeres. Que nos pagaran todo los que nosotras hemos perdido.
Algunas ven en el retorno a sus lugares de origen, donde fueron expulsadas como una
medida de restitución de uno de sus valores más preciados: la tierra, el territorio.
Yo me amaño en Bucaramanga, por lo tranquilo, pero estoy en una situación por
la hija mía, entonces quisiera irme. Yo fui a Acción Social para el plan retorno.
Mi hija está enredada con un tipo que no es de buena calaña, es drogadicto y una
vez le dio una puñalada.
Me gustaría regresar a vivir allá. Aquí en Bucaramanga hay mucho racismo y
egoísmo.
Sin embargo, a otras solo les gustaría ir de manera temporal a sus antiguos lugares de
residencia y vida, tanto porque todavía sienten temor como porque estiman que están
más adaptadas a la vida en Bucaramanga. Plantean un retorno temporal, para visitar a sus
familias y luego regresar.
Me gustaría volver para ver el pueblo, visitar a familiares, pero irme a vivir no
porque estamos acostumbrados acá.
Me gustaría porque me trae muchos recuerdos, tengo mis hermanos. Extraño mucho
el lugar. Pero de entrada por salida.
Yo quiero retornar y que de verdad me dieran garantías y no tuviera que volver a
desplazarme.
A otras les gustaría ir a un sitio diferente del lugar de expulsión, de forma que pudieran
mantener una relación indirecta con el territorio y mayor contacto con sus familias.
346
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Me gustaría meterme en el proyecto de tierras, pero donde yo quiera, no donde
el gobierno quiera, porque siempre los meten bien adentro… Estas tierras deben
tener garantías de seguridad.
Me gustaría retornar a Medellín, a Frontino directamente no. Estando en Medellín
estoy más cerca a mi familia. Aquí me ha tocado más duro. A Frontino me
gustaría ir pero entrada por salida.
Volvería a Montería donde están mis padres y no a Valencia, porque la mayoría de
las casas la quemaron ellos y ellos habitan ahí.
Otras más, no ven el retorno como una posibilidad reparadora dado que están aún muy
afectadas por el miedo y las amenazas en sus lugares de origen. Definitivamente son claras
en manifestar que no desean el retorno.
Uno sigue con el miedo que estando allá vuelva a pasar lo mismo, porque
siguen allí.
No me gustaría volver, me trae malos recuerdos y quisiera olvidarlo.
Las demandas de verdad y justicia también son expresadas por algunas mujeres. El derecho
a saber porqué ocurrieron los hechos como un prerrequisito para la reparación, y el
derecho a una reparación justa con garantías de no repetición:
Saber la verdad, porqué lo hicieron, cuáles intereses, porqué se metieron con la
población rural. Después de esto debe darse una justicia y después una reparación.
A un sobrino lo quemaron porque los ricos quieren tener la zona que se llama
cabecera del Chocó. Hasta que no se sepa de quien son realmente los intereses
la reparación va a ser inútil.
Que los victimarios no se los lleven para otro país, que paguen aquí. Porqué tienen
que mandarlos porque allá debían pero aquí también deben. Queremos que
ellos confiesen en la versión libre y que paguen aquí, y que el Estado no me pague
cuando uno esté viejito. Que nos repare como mujeres desplazadas afro, que sea
ahorita. Una reparación justa, que nos den garantía y con seguridad de que no
haya repetición, que ellos se comprometan a no delinquir.
También hay solicitudes en materia de rehabilitación psicosocial. Para la siguiente mujer
es una medida de reparación más importante que la indemnización.
El gobierno con el dinero no lo pone a uno bien. El dolor sigue, la plata se va. Le
deberían poner un psicólogo.
Sin embargo, las mujeres ven en la compensación económica una puerta para salir de su
precaria situación y muchas sueñan con tener un trabajo digno o un negocio propio. A
347
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
lo anterior se combinan demandas con la satisfacción de derechos sociales como son la
vivienda y la educación, y sobre todo la superación de la discriminación.
Que el gobierno genere empleo para los jóvenes, porque se vinculan en esto en
búsqueda de la plata… Una casa y dinero para un negocio… Un trabajo digno…
El dinero nos ayudaría para darle mejor calidad de vida. Con un dinero lo invertiría
en un negocio… Una casa pequeña donde estemos mi hijo, esposo y yo…
Una casita donde vivir. Teniendo el hogar donde vivir, poder poner un negocito.
Me gustaría que me dieran un buen trabajo, que no sea de limpiadora. Una también
como negra tiene derechos y puede estar en los cargos de los blancos.
Aunque es un deber del Estado satisfacer estos derechos sociales para toda la población,
la falta de garantía de los mismos refuerza el énfasis en que se considere una medida de
reparación para ellas.
El gobierno a la hora de verdad no da nada, no hace sino exigir papeles de aquí
de allá. A estas alturas ni me acuerdo cómo volver allá. A la gente de allá la han
ido matando. Yo pediría una oportunidad para estudiar, para ver si mi hija se
motiva. Tener una casa grande, que cuando fuera a abrir la puerta yo me perdiera
para ir abrirla. Eso es lo que yo quiero.
Cuando dan los subsidios de vivienda nos dan los peores barrios, y no me gustaría
que mis hijos vivieran allí. Ponen una cláusula en la que no pueden vender la casa
o arrendarla. No quisiera que crecieran allí porque son zonas perjudiciales para
mis hijos.
Es que deberían dar un subsidio en donde uno pudiera comprar una casa en un
buen barrio.
También como garantía de no repetición se exige el fin del conflicto armado, mediante
una negociación política con verdad y justicia y con participación de las víctimas.
Que se acabe la guerra, porque con la guerra va a ver desplazamiento… Que se
acaben las armas y el conflicto armado… Que haya una negociación entre el Estado,
grupos armados ilegales y la sociedad civil. Que haya verdad y justicia. Por
eso las víctimas también deben estar ahí en la negociación.
348
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Valle del Cauca
Mujeres familiares de los diputados de la
Asamblea Departamental del Valle del Cauca,
secuestrados y asesinados
Es como una enfermedad terminal, se sabe que va a tener un desenlace, porque la
libertad después de un secuestro también uno queda marcado, hay una pérdida del
ser de muchos años de vida, de muchas relaciones, de muchos sueños, el secuestro
acaba con todo. De verdad que no debería existir, no solo carcome a la persona,
sino también a la familia.
Un día cuando esta pesadilla empieza
El 11 de Abril de 2002 los medios de comunicación informaron del secuestro colectivo de
12 diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca, llevado a cabo por las
FARC en la ciudad de Cali. Fue un operativo realizado por un comando guerrillero que se
presentó como del Ejército Nacional y evacuó el edificio de la Asamblea Departamental
del Valle del Cauca, con el argumento de amenaza de bomba. Subieron a los diputados
a una buseta que supuestamente los llevaría a una unidad militar. El Ejército Nacional
señaló que lo ocurrido en la Asamblea Departamental era un falso operativo y que de lo
que se trataba era de un secuestro por parte de las FARC.
El primer día del secuestro, yo me entero porque estoy hablando con mi esposo,
cuando él me dice: “ya te llamo porque nos está desalojando el ejército porque
han puesto una bomba… nos llevan para la Brigada”. Hasta allí cortamos la
comunicación. Entonces yo llamo al motorista, al escolta y me doy cuenta que se
lo llevan. Empiezo a llamar y me doy cuenta veinte minutos después que no era
el ejército.
El secuestro de los 12 diputados, para sus familias, esposas, hermanas, hijos e hijas, se
convirtió en una situación difícil de aceptar sin saber el porqué de lo que estaban viviendo,
sumado a la soledad a que a diario se enfrentaron. Se comenzó a entremezclar el temor
de la pérdida de sus seres queridos con la esperanza de su liberación.
Allí empezamos a reunirnos [los familiares] y empezamos a ver qué vamos a hacer.
Estuvimos en mi casa y ellos empiezan a llamar… Empiezan a pasarnos a todos,
fui como la última y Juan Carlos [diputado secuestrado] me dice: “convoque a
una rueda de prensa que necesitamos hablar”. Entonces yo le abro línea con
Caracol y con Súper [emisoras de radio] y desde allá hay un comunicado que leen
de parte de todos y piden que paren, que los van a matar, se oían las bombas y las
ráfagas durísimo… pum pum, eso fue espantoso, espantoso. Al otro día convocamos
una reunión en la Asamblea que fuimos todas las familias de los diputados
349
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
actuales que no se llevaron y empezamos a organizar una gran movilización. La
organizamos como en un día, el miércoles fue el secuestro y el viernes fue la marcha.
Una marcha gigante pidiendo por la libertad de los secuestrados.
Durante cinco años, el secuestro de los 12 diputados estuvo centrado en las esporádicas
pruebas de supervivencia entregadas por las FARC en las que los diputados se dirigían
a sus familias. El 28 de junio de 2007, las FARC anunciaron que 11 de los 12 diputados
habían muerto al presentarse un enfrentamiento con un grupo no identificado. Con este
anuncio se comienzan los incansables esfuerzos por la recuperación de los cuerpos por
parte de las familias. El 9 de septiembre, el CICR anunció el rescate de los cadáveres y el
traslado de estos a Cali.60
Los diputados secuestrados fueron Rufino Varela, Carlos Barragán, Jairo Javier Hoyos
Salcedo – Primer Vicepresidente de la Asamblea – Alberto Quintero Herrera, Juan Carlos
Narváez, Edinson Pérez, Nacianceno Orozco, Carlos Charry, Francisco Giraldo, Ramiro
Echeverry, Héctor Arismendy y Sigifredo López, quien fue el único sobreviviente del supuesto
enfrentamiento. Hasta la fecha, las FARC no han aclarado exactamente qué fue lo
que ocurrió y cómo murieron los 11 diputados. Al parecer, la presencia de otros miembros
de las FARC cerca a la zona donde se encontraban retenidos los secuestrados, hizo que
sus captores asesinaran a los diputados.
El diputado sobreviviente, Sigifredo López fue liberado gracias a una operación humanitaria
gestionada por la cooperación ente el gobierno de Colombia y Brasil, el CIRC y
el Movimiento Colombianos y Colombianas por la Paz, el 5 de febrero del 2009.61 Tres
años después de su liberación, el 16 de mayo de 2012, el diputado Sigifredo López fue
detenido por la Fiscalía General de la Nación por su presunta participación en el secuestro
y asesinato de los once diputados que habían sido sus compañeros durante los cinco años
de cautiverio. Luego de tres meses de investigación en que se analizaron algunos videos y
se controvirtieron los testimonios de unos desmovilizados,62 el 14 de agosto de 2012, fue
dejado en libertad.63 El 18 de octubre de 2012, en un hecho sin antecedentes en la justicia
colombiana, el Fiscal General de la Nación y el director de la Policía Judicial, le pidieron
perdón a López y a su familia por la detención arbitraria en su contra.
En el contexto de conflicto armado en Colombia se generó toda una producción de hipótesis
frente al suceso, como la posibilidad de presionar al gobierno colombiano para un
acuerdo humanitario y tener las posibilidades de intercambiar militares, civiles y políticos,
secuestrados por guerrilleros presos, además de aumentar la presión para el despeje
militar de los municipios de Florida y Pradera.
60 Ver: http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/157055-cronologia-del-secuestro-y-asesinato-de-losdiputados-
del-valle
61 http://www.elespectador.com/articulo114755-cuando-empezaron-los-disparos-pense-era-un-rescate-lopez
62 http://www.semana.com/nacion/sigifredo-lopez-judas/177462-3.aspx
63 http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-348681-sigifredo-lopez-inocente
350
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
De la espera interminable al golpe final
Lo que vivieron las mujeres durante el secuestro fue una interminable espera y una permanente
desesperanza. A pesar que las mujeres y sus familias recibieron algunas pruebas
de supervivencia durante su cautiverio, que les alimentaban la esperanza al saber que sus
familiares se encontraban con vida, y que dichas pruebas alejaban de manera temporal la
extrema soledad en que se encontraban las familias, también evidenciaban el deterioro
físico y mental al que se enfrentaban los secuestrados con el paso del tiempo.
Ellos sentían allá que las familias estábamos solas, peleando pues contra todo
para que ellos pudieran regresar y no había eco. Aparecía el apoyo cuando unas
pruebas de supervivencia o cuando convocábamos, pero nos sentíamos muy solas.
En las pruebas de supervivencia… uno le ponía mucho cuidado porque ahí venían
palabras claves. Les cuento que Carlos se está despidiendo. Carlos como que no
va a volver, yo le decía a Fabiola. Me daba las directrices para que siguiera con
las cosas de la casa, con lo de las de las niñas, pero como si no fuera a volver. Yo
decía ¿será que está enfermo? está muy enfermo o ¿qué será? …
Las manifestaciones de esta carga emocional no tardaron en exteriorizarse en el cuerpo
de las mujeres, escenario erigido como símbolo de una discriminación histórica en lo
público y privado, y a su vez espacio sobre el que se dibujan las angustias y dolores. El
enorme nivel de angustia y estrés permanente vivido por las mujeres tuvo severas consecuencias
en su salud.
Me di cuenta pero empecé a somatizar una cantidad de enfermedades, se me empezó
a caer el pelo, no podía alzar los brazos, cambié de ropa, porque tenía que
ponerme algo en lo que podía abotonarse porque no podía levantar los brazos.
Entonces me dije: “¿qué pasa?”. Lo que dormía era poco, por lo del estrés, se me
cayeron las uñas de los pies por el estrés, por la situación cuando me vi calva, que
se me caían las uñas, que ya estaba calva, y me dije: “¿esto qué es?”
Nosotras nos envejecimos. Si usted me ve en una foto de hace seis años, yo me veo
más vieja que hoy. Eso me dice la gente, porque uno no duerme, uno llora todo el
tiempo. Yo dormía con mi celular prendido y entonces estos llamaban toda la noche:
“ya escuchaste las noticias”. Nos teníamos que levantar muy temprano y los fines de
semana trasnochar para poderles mandar mensajes. Es decir, es una zozobra. Yo recuerdo
mucho esa frase que el secuestro no te mata pero tampoco te deja vivir en paz.
La salud física de las mujeres fue afectada de manera particular con graves manifestaciones
psicosomáticas. Dolores en el cuerpo y cefaleas fueron las manifestaciones más
recurrentes, aspectos que demandaron tratamientos médicos y psiquiátricos.
A mí me llevaron varias veces a urgencias porque no podía enderezarme con ese
dolor acá del lumbago. Me tenían que atender porque no me podía parar. Es decir,
la parte física.
351
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Me empezó una migraña que me tocó ir a neurólogo. Me tenía que encerrar cuatro
días y a veces me tenían que llevar de urgencia con el dolor. Eso un dolor de
cabeza que no lo toleraba con nada, eso fue durante dos años. Recuerdo que yo vi
en una revista que había una conferencia de un psiquiatra sobre la depresión yo
dije: “voy a ir a ver que me está pasando”. Voy a la conferencia y veo mi reflejo
y dije: “yo veo que todo eso me pasa a mí”. Entonces pedí cita y empecé a tomar
medicamentos después de los dos años. Yo pensé que podía y no, tuve que pedir
acompañamiento de psiquiatra y tomar medicamentos para poder al menos tratar
de compartir y de ser sociable y ser más tolerable inclusive con los mismos hijos.
La afectación del secuestro se observa en el cuerpo de las mujeres y en sus proyectos
personales. La transformación de su físico y el abandono de sus sueños es producto de
la desazón que produce la espera de su ser querido. La suspensión del tiempo de vida de
las mujeres y la pérdida de control sobre sus propias vidas marcó la de cada una de ellas.
A mí me pasó en particular que… primero bajé de peso y luego empecé como a
subir. Cuando sucedió lo de la muerte de ellos, subí como nunca había subido de
peso, ni en los embarazos, cogí un peso de 100 kilos y más. Es impresionante, uno
trata de no comer pero es la ansiedad. Nada, no puedes controlar nada en tu vida.
Además no tienes proyecto de vida en esencia. No hay proyecto de vida ni como
persona, ni como mujer, ni como nada. Simplemente estás pendiente de un ser
querido que regrese…
En el caso de las esposas de los secuestrados, los impactos se evidencian sobre todo
desde la sobrecarga y cambio de roles en diferentes esferas de su vida emocional, nuevas
posturas, actitudes y funciones que se deben asumir, hasta las expresiones de dolor y
frustración que generalmente las acompañan.
Eso es un dolor todos los días. Yo veo a Sigifredo hoy, después de su liberación, y
a veces lloro a escondidas porque no me gusta que me vea. Yo quiero que me vea
fuerte, que me vea una mujer verraca, pero que no me vea chillando porque él me
dice hay que ser fuerte, porque cuando lo ve él a una así, él se deprime y tengo que
estar como al otro lado. He vuelto a retomar lo de antes, que yo era la fuerte en mi
casa y que me escondía para que mis hijos no me vieran llorar…
Una de las cosas es que yo nunca tuve celular, pero el papá sí les compró a ellas,
tenían celular, les mantenía lo máximo en minutos. Después de esa situación, ya
no se podía, yo trabajaba, pero no sabía cuánto se pagaba de agua, cuánto se pagaba
de servicios, cómo se pagaba con una tarjeta amparada, yo no sabía cuánto
se pagaba, no sabía cuánto era el colegio, yo no me preocupaba por nada. Mi
sueldo, era para ayudar a mi mamá, comprarme mis cosas. Luego, coger toda esa
obligación, no solo mi casa sino también la finca…
Una de las principales formas en que las mujeres manifestaron su tristeza y dolor fue a
través del llanto. Las mujeres refirieron un llanto permanente, frecuente, a escondidas,
352
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
buscando espacios para exteriorizar el dolor que trajo consecuencias tanto físicas como
psicológicas.
Pues fue tanto el sufrimiento que yo llegue a sufrir amnesia temporal. A los tres
años se me cayeron los parpados de tanto llorar día y noche.
En el caso mío particular lloré un año entero. Mis ojos se me acabaron. No podía
darle credibilidad a todo esto. Yo no creía que mi hermano estaba muerto, hasta
que dije: “no voy a llorar más”. Lo mismo mi madre, yo le decía: “no vamos a
llorar más”. Mi mamá se levantaba con los ojos chiquitos. Yo me enceraba en mi
cuarto para que mi mamá no se diera cuenta. Mis hermanos pues un poco más
fuertes, pero no hay tranquilidad. Hay traumas en la casa, en la familia. Hay discordias,
conflictos, consecuencias por el estrés, por el comportamiento moral. Mi
mamá se vuelve como una niña chiquita, regañona, de mal genio.
El nivel de exigencia emocional e incluso físico lleva a que en algunos casos se generen
manifestaciones de cólera frente al compañero ausente, aquel que desde la distancia busca
mantener su rol de protección y dirección en el hogar. Estos roles vividos en la distancia y la
ausencia, terminan siendo agotadores para las mujeres que asumen la función de padre-madre
y nuevas jefas de casa, en una situación de incertidumbre que se prolonga sin control.
Por medio de los mensajes nos íbamos comentando las cosas. Una de las cosas
que decía era “cuidado con las niñas”, él decía “esta tan fregada que es, como
les estará exigiendo a las niñas”, “esta las pone a sufrir esta con lo fregada que
es con esas muchachas”. En una de las pruebas [de supervivencia] me manda a
decir que “a las niñas se les facilite todo para que no sufran, un servicio de transporte,
es necesario que ellas tengan su portátil”… Yo le decía “estoy rendida”,
por la finca ya no podía, los empleados de la finca, la casa, mis hijas, y fuera de
eso yo me metí a estudiar una especialización…
Algunas se refugiaron tanto en sí mismas que se aislaron de su entorno familiar como
social. Este encierro fue un mecanismo de defensa que trajo un mayor impacto para ellas
y sus seres queridos.
Los hijos se iban a estudiar y yo me quedaba encerrada en mi cuarto. Sólo porque
me daba vergüenza de ellos, me paraba, me bañaba antecitos que ellos llegaran
para que no me vieran así… Yo no quería salir del cuarto. Entonces me daba como
pena con ellos y salía pero yo me encerraba en mi cuarto y lloraba y lloraba.
Ese momento es muy duro, se trabaja el duelo. Uno allí encerrado, callado. No
hay un despertar de la familia. Un encierro total. No nos importaba el trabajo, lo
económico, la vida social. Poco a poco se va creando una coraza para sobrevivir,
porque el despertar es muy duro.
La situación en torno al contexto de la liberación de los diputados también provocó cambios
y transformaciones en las maneras de relación entre las mujeres y los hijos e hijas.
353
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
La incertidumbre, la esperanza y la zozobra se reflejaban en las relaciones familiares, en
las que las mujeres debían asumir responsabilidades de la transmisión de la información
sobre sus compañeros a la familia.
Los hijos todos los días preguntando: “mamá pero decime si es cierto”, “no, me
estás diciendo mentiras”, “vos qué sabes de mi papá”, “pero decime la verdad”.
Una vez ya más grandecitos: “decime cómo está”, “vos qué sabes, qué te han
contado” “pero decime ¿no nos estas mintiendo?”. También esa ansiedad de que
uno tenía toda la verdad y que de pronto no la compartía con ellos por el riesgo
que corrían también.
Las transformaciones en la cotidianidad de las mujeres es otro elemento que cobra importancia
cuando se busca medir el impacto de un secuestro. ¿Cuáles son las implicaciones
cuando la vida familiar sale al escrutinio público? La dimensión de lo privado toma una
nueva mirada desde lo femenino, pues pasa de constituirse en el espacio de los no derechos
y el riesgo para las mujeres, al escenario que debe defenderse de los cuestionamientos
y críticas de una sociedad que se cree con el derecho de conocer todos los detalles que
se mueven en su interior.
Una vida monótona, harta. Sí, algo tan personal, ver al papá en una pantalla, es
la vida privada de uno, y siendo que es la vida privada de uno se convierte en una
agenda pública. Además la gente, cómo lo miraban a uno, “qué pesar, pobre niña,
esa niña”… Yo no veía la razón por qué me desmayaba, sentía que me desmayaba
siempre que veía las pruebas [de supervivencia]. Ver a mi papá, flaco, con barba,
sentía que me faltaba el aire…
Nuevos roles que incluso suman a los cuestionamientos de estas mujeres, situaciones que
podrían traer efectos para el futuro de su relación. Ganar en lo personal, podría implicar
perder en lo familiar.
Hay una situación muy especial entre nosotros y es que cuando él se va, los hijos
están todavía muy pequeños y entonces yo era igual dependiente económicamente
y mi rol era de mamá. Ahora que llegó, soy una mujer que tiene un rol distinto,
tiene un reconocimiento, trabaja, lidera unas cosas como profesional. Ya se ha
desempeñado como profesional que es distinto, ya no es la que está en la casa,
sino que es independiente y económicamente también tiene sus ingresos y aporta.
El insomnio era combatido con la escucha de los medios de comunicación, con la esperanza
de saber algo de sus compañeros o de cómo se desarrollaba el contexto político, ya
fuera favorable o desfavorable a la liberación.
Sobre todo el insomnio… Yo por ejemplo lo que hacía todos los días era dejar el
televisor prendido, porque yo necesitaba como oír, como sentir, como el acompañamiento.
Yo dejaba el televisor y el radiecito. Yo tenía un radiecito aquí pegado todo
el día. Uno era adicto al radio y a la noticia. Todo el tiempo escuchando las noticias.
354
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
No solo las esposas recibieron impactos físicos y psicológicos del secuestro de los diputados.
También las hijas e hijos, las madres y los padres, vivieron el dolor tanto de sus
padres secuestrados como de sus hijos secuestrados. En los dos primeros casos se hace
referencia a las hijas, en el tercero a un padre que falleció.
A ellas les tocó muy duro. Mis hijas eran muy prendidas de su papá. Como se sintieron
solas comenzó la rebeldía, casi no hablaban. Cada que llegaban las pruebas
de supervivencia, Laura se desmayaba. Yo oraba “que no llegaran”. Para mí
era que no llegaran porque la situación de ella era terrible. A la otra niña, a la
mayor le dio una depresión terrible. La tuve en salud mental. Esa niña no comía…
Fue terrible.
Lo que más me amargó la vida fue mis hijas, el dolor de mis hijas, cada vez que
llegaban [las pruebas de supervivencia] era terrible. Cuando mataron al gobernador
de Antioquia, la niña salió para su colegio y al regresar llegó en silla de
ruedas, no podía caminar, y me tocó llevarla donde el psiquiatra. Todo el proceso,
internarla y todo para que volviera a caminar.
Una de las cosas es que a mí papá tanto le afectó, que a los seis meses se murió. A
mi papá me lo mató el secuestro. Mi papá era una persona muy vital, una persona
súper social con un espíritu muy alegre. Él sufría de diabetes y la azúcar empezó
a subir y mi papá somatizó. A mi papá se le despertó un cáncer que no sabíamos.
Nunca se le había manifestado y entonces se nos murió. Mi papá fue una persona
que era mi brazo. Mis hijos no querían salir si no era con él. Era la figura paterna
de mi casa. Era una persona debilitada físicamente porque no nos decía nada y
sufría en silencio. Les decía a otras personas, a mis tías les decía. Mi papá siempre
era una sonrisa para que estuviéramos nosotras tranquilas. Eso lo mató y eso
lo afectó y mi papá se murió.
Estas mujeres recibieron muy poca solidaridad no solo incluso durante el cautiverio de los
diputados, sino incluso cuando se tuvo noticia de su muerte. Ni siquiera el asesinato generó
un suficiente rechazo social, lo que fue sentido por las mujeres cuando hicieron una
marcha después de la muerte de sus familiares. Las familias se vieron atrapadas por una
representación social del secuestro en el que su defensa de la vida se hacía ver como una
derrota frente a un chantaje. De esta manera muchas mujeres se sintieron solas viviendo
el secuestro y la ausencia, la pérdida incierta y el riesgo permanente.
Hicieron una manifestación de dos días y allí ya marcharon y con eso sintieron
que lavamos las culpas. Esa es la interpretación que hacemos. Allí salió mucha
gente que nunca había participado. La que nunca nos apoyó allí salió a darse golpes
de pecho, como si movilizándose pudiera subsanar la insolidaridad, la apatía
y la falta de apoyo a los secuestrados. Muchos sectores nos dejaron solos, fueron
insolidarios, se opusieron, nos veían no como víctimas sino como un problema
para el gobierno. Es que seguramente están con la guerrilla. Lo veían a uno más
como mil cosas, por el solo hecho de reclamar.
355
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
El único sobreviviente de esta masacre, el ex diputado Sigifredo López liberado en 2009,
continuaría al lado de su familia escribiendo un nuevo capítulo en la historia de los diputados
del Valle del Cauca, que encontraría su punto de quiebre el 16 de mayo del 2012,
fecha en que fue detenido por orden de la Fiscalía bajo el argumento de participar en 2002
en su propio secuestro y el de sus compañeros. Antes de este episodio, su esposa interpreta
así lo que significaba para ella el hecho de que hubiese quedado vivo.
La vida de nosotros no es felicidad. A Sigifredo se le han truncado sus posibilidades
políticas, desde antes de él llegar, desde el mismo día que quedó libre… El
hecho de que Sigifredo esté vivo representa como si él hubiera sido participe de la
muerte de sus compañeros cuando no es así.
Aunque Sigifredo López recupera su libertad el 5 de febrero de 2009, su esposa continúa
señalando lo que para ella y su familia ha representado que él no hubiese sido asesinado
por la guerrilla.
Esto es un karma que duele mucho, y para mí que los hijos escuchen eso, que
pregunten “porqué le quieren hacer daño a mi papá”. Ellos sufren también todos
los días, que su papá no haya podido salir adelante dentro de su proyecto
político por esos señalamientos. Esa es la otra parte del dolor que uno tiene
todos los días.
La esposa de este diputado reconoce como se fortaleció la fe religiosa con el caso de su
esposo. Califica como un milagro el hecho de que esté con vida.
Yo aprendí como persona a valorar más la vida. A aferrarnos más a la fe porque
en realidad el milagro que nos hizo fue muy grande al devolvérnoslo vivo. De
modo que me volví como más creyente, más aferrada a Dios.
Además de la incertidumbre, el dolor y la soledad vividos por las mujeres durante
el cautiverio de sus compañeros, se sumaron acciones emprendidas por la política de
Seguridad Democrática del presidente de entonces, Álvaro Uribe Vélez, que hicieron
que las mujeres y las familias se sintieran señaladas, abandonadas y desprotegidas por
parte del Estado.
A nosotras nos tocó además de sufrir un gobierno indolente. Estábamos en medio
de una guerrilla y un gobierno indolente. De los dos. No podemos decir que
tuvimos la solidaridad del gobierno, o el apoyo. Al contrario, el gobierno nos
convirtió a nosotros en victimarias, pasamos de ser víctimas a victimarios con
el gobierno de Uribe. Todo lo que decíamos lo ponían como si estuviéramos en
contra del gobierno, como si fuéramos de la oposición del gobierno, y eso es doloroso.
Un presidente lleno de rabia con nosotras porque reclamábamos nuestros
derechos, el derecho a tener una familia. De manera particular me sentí perseguida
por el gobierno.
356
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La exigencia de las FARC para la liberación de los diputados, de despejar los municipios
vallecaucanos de Pradera y Florida, no fue de recibo por los intereses económicos regionales
allí inscritos. Este conflicto es visibilizado por las mujeres en el escaso respaldo
gubernamental a esta propuesta.
Yo pensaba que [el gobierno] era indolente, que defendía más sus intereses. Por
ejemplo, nosotras sabemos que el sector que más se opuso fue el de la caña. Por el
tema de Pradera y Florida en donde quedan los ingenios, y entonces presionaban
mucho. Decían que si Florida y Pradera se convertían en una zona de encuentro
eso iba a afectar la producción de sus ingenios, sus exportaciones se iban a poner
en riesgo, se estigmatizarían más… Cuando el Estado había podido garantizar la
seguridad para esas comunidades, no hubo voluntad política.
Las confrontaciones no sólo fueron con el Estado sino con muchos otros ciudadanos.
Muchas personas desde fuera de la experiencia del secuestro, opinan, realizan suposiciones,
juzgan, cuestionando al final los sentires de las mujeres y las familias de las personas
secuestradas.
Todavía yo mensualmente mandaba a celebrar una misa el 11 de cada mes, por
la liberación de los secuestrados. Un día cualquiera el mismo sacerdote me dice
a mí: “hola pero ustedes los familiares de los secuestrados por qué se oponen al
operativo de rescate, si ellos ya están muertos en vida”. Un sacerdote con esas,
que ellos estaban muertos en vida y le dije yo: “pues padre, yo respeto su opinión
pero no la comparto”. Entonces cuando salgo me dice una señora, disque una
profesora: “ve y si después cuando ya habían fallecido los demás, si todo el mundo
sabe que el también murió y el cuerpo no lo entregaron para la guerrilla seguir
pidiendo el despeje de Florida y por eso fue que no entregaron el cuerpo. Mande
a celebrar misas por su eterno descanso”.
El secuestro constituye una privación ilegal de la libertad que es un delito según el código
penal colombiano, y si se presenta dentro del marco de un conflicto armado es una toma
de rehenes que es una infracción al derecho humanitario. Así es calificada esta expresión
por las mujeres, hablando de su propia experiencia.
El secuestro es lo más macabro, es quitarle la libertad a un ser humano. Todos
somos libres… quitarle la vida a alguien después de haber sufrido tanto tiempo
no se justifica. El secuestro es aterrador, no debería existir, es lo más terrorífico
que existe.
Pues como yo lo viví, es un escenario donde estamos incluidos sin querer, y al
estar incluido implica sufrimiento, como algo oscuro.
Secuestro es sufrimiento.
No debería existir. No solo carcome a la persona, sino también a la familia.
357
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Debe resaltarse en el caso del secuestro de los diputados del Valle del Cauca, a pesar de
los múltiples interrogantes que sigue generando el caso y las obvias afectaciones a sus
familias, para las mujeres no hay duda que se trató de un acto con fines políticos.
Esto fue un secuestro político, lo fuerte es “secuestremos a estos diputados, con el
objetivo de que ellos presionen un canje, para que liberen guerrilleros”.
Fue un secuestro institucional. Secuestrar la Asamblea es una burla que le hacen
a las fuerzas militares. La guerrilla nunca los enjuició políticamente, o que se los
hayan llevado por alguna cuenta de cobro.
La reacción gubernamental al asesinato de los diputados, en particular las declaraciones
del Presidente de la República, significó una revictimización a sus familias. Para las mujeres,
hasta de la muerte de los diputados el gobierno buscaba réditos políticos sin tener
en cuenta el dolor de las familias.
“A ustedes les tocaba poner la cuota de sacrificio”, fue lo que nos dijo el Presidente
de la República. Ni siquiera nos dio el pésame.
Imagínese hablar de que son una cuota de sacrificio para una segunda y tercera
generación, fueron las palabras. Me acuerdo que mi hijo levantó la mano y le preguntó
al presidente: “¿si mi papá es una cuota de sacrificio entonces ya no vuelve?”
El secuestro marcó de por vida a estas mujeres. La imposibilidad de olvidar o de no ser
sensibles ante hechos semejantes son huellas permanentes en ellas.
Es volver como a devolverse a ese espacio que vivimos cuando fallecieron los
diputados, cada vez que sucede un hecho cuando hay libertad o dehechos tan
lamentables es imposible de olvidarnos. Ese es un capítulo en la vida que nunca
se va a cerrar hasta ahora. La vida cambia totalmente y se convierte en ese
sentimiento de unidad de ser una familia en un dolor víctima de secuestro. Es
imposible ser indiferente a esto.
Afrontando el dolor y la incomprensión
Las mujeres asumen la responsabilidad de mantener el núcleo familiar a expensas de su
propio dolor y emociones. Callar, aguantar y mostrar fortaleza, son las estrategias que en
algunos casos parecerían ser indicadas para que no se desmoronara el núcleo familiar.
Las cargas de su rol femenino se exacerban y se suman de manera dolorosa funciones que
culturalmente podrían considerarse como masculinas. Incluso el llanto tan asociado a lo
femenino les resulta prohibido.
Entonces me dicen “prohibido llorar aquí, Juan Carlitos se nos muere y se nos
muere mi mamá”, y me tragué ese dolor. Todos a tragarse ese dolor. “Aquí está
358
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
prohibido llorar, como hacemos con mi mamá para que esto no sepa ella”… Se
estaban sucediendo dos casos: el secuestro de mi hermano y la prevención de la
muerte de mi madre. ¡Qué doloroso es tragarse todo!
El secuestro se constituye en una carga colectiva en lo familiar y en lo individual, y en esa
medida cada quien busca salidas desde cada uno de esos escenarios.
Las familias cargábamos con dolores tenaces, o sea se trabaja la ausencia de ellos
como sustituyendo las cosas que nos pasaban todas tan dolorosas. Como decía en
una parte del libro [refiriéndose al libro que publicó Sigifredo] “como si nosotros
estuviéramos durmiendo en un colchón de plumas, pero que nosotros estamos
sufriendo más que ellos”. Ellos eran conscientes en ese aspecto. Ellos sufrían
moralmente, maltratados físicamente, pero nosotros también fuimos secuestradas.
Algunos familiares asumieron conductas negacionistas ante el secuestro. Como lo cuenta
la siguiente madre, el no aceptar los hechos fue la manera inicial en que los hijos de este
secuestrado asumieron lo ocurrido.
Mis hijos al comienzo negaron totalmente lo del secuestro. Cuando daban los mensajes
se escondían detrás de las puertas, de las cortinas como si los estuvieran escuchando.
Era en voz baja como algo a escondidas, como para que nadie escuchara. Cuando
me escuchaban contarle a alguien que estaba secuestrado se enojaban y me decían:
“cómo te pones a contar que mi papá está secuestrado si eso es solo de nosotros,
nadie más tiene por qué darse cuenta”. Cuando llegaban los periodistas ellos decían:
“cómo así, porqué tenemos que contar a ellos, ¿qué les importa?”. Empezar a aceptar
que su papá estaba secuestrado fue un proceso de psicóloga y todo.
En vista que las diferentes propuestas para obtener la liberación de los secuestrados no
daban resultados, las mujeres y las familias optaron por organizarse para realizar diversas
actividades con el propósito de que su drama no fuera olvidado. Es importante resaltar
la capacidad de las mujeres esposas, hijas, madres y hermanas para hacer de su dolor un
instrumento de movilización política y escuela de formación ciudadana.
Teníamos que mantener el tema vivo, vigente, vigente es la palabra. Hacíamos
marchas, hacíamos actos simbólicos, citas, todo lo que hacíamos lo cacaraqueábamos.
Eso sí, teníamos jefe de prensa. Nos organizamos muy bien.
Empezamos a reunirnos y empezamos a ver qué vamos a hacer… Decidimos organizarnos
como una fundación que se llamó Fundación por la Vida. Armamos esa
fundación y empezamos a hacer eventos como fundación de familiares. Así como
estaba Asfamipaz nosotras nos organizamos. Tuvimos una comisión de relaciones,
tuvimos jefe de prensa, nos organizamos. Pedíamos citas todo el día, fuimos con
casi todos los embajadores, con la Cruz Roja Internacional, con el gobierno, con
la Iglesia católica, con todos, con todo el mundo, con todo el que podía. Nos reuníamos
a clamar por un solo interés de la libertad de los secuestrados.
359
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Las mujeres asumieron su nueva posición de sujetas políticas, mujeres que denuncian y
defienden una postura frente a temas importantes en el país. Defender el acuerdo humanitario,
la propuesta de canjear los secuestrados por guerrilleros de las FARC presos en las
cárceles colombianas, implicó para ellas sentarse en la orilla adversa al gobierno de turno.
Si a nosotras, el mismo Presidente nos dio esa calidad ante la sociedad civil. Dijo
que éramos como enemigos de la institucionalidad, eso fue, esa posición nos la
dio el presidente Uribe.
En ese camino de construcción política como mujeres, se enfrentaron con las difíciles
circunstancias de lo que significa un proceso colectivo que aun sin conseguir su objetivo,
empieza a fragmentarse como resultado de los intereses políticos.
Se abre la posibilidad de que Angelino [Garzón] aspire a la gobernación y arranca
con nosotros a recorrer el Valle por lo del acuerdo humanitario. Nosotras lo
hicimos pensando que si era gobernador pues iban a llegar más rápido porque
los diputados estaban por aquí cerca. Resulta que una vez se posesiona no nos
vuelve a salir nunca más, no vuelve a salir, ni acompañar a nada. Entonces nosotros
rompemos relaciones con él, porque nos sentimos utilizados y eso hizo que
las cosas ya no marcharan, porque además nos divide como familias. Nosotras le
habíamos pedido que solo era el tema del acuerdo humanitario y como él ve que
las familias estábamos inconformes, nombra a una de las víctimas como gestora
de paz. Entonces eso nos divide.
No solo las disputas fueron políticas sino también jurídicas. Así como exigían la libertad
de sus seres queridos, demandaron el respeto de una vida digna de ellas y los suyos ante
las instancias gubernamentales y judiciales. El reclamo de sus derechos se tradujo en
reclamos políticos y legales.
Nos comenzaron a pagar cuando el secuestro, pero después el argumento era
“¿cómo les vamos a pagar si ya no son los diputados?”. Entonces se vino la pelea
jurídica. Esto llevó hasta sacar una [decisión] desde la Corte Constitucional: “al
que lo secuestren y se demuestre que hay un vínculo entre el secuestro y el desempeño
del trabajo, sigue recibiendo su salario”.
Es evidente que uno de las formas de afrontamiento es la generación de lazos de solidaridad
y compromiso en torno a una causa común: la libertad para los secuestrados.
Nosotras logramos establecer un gran vínculo y lo hemos mantenido. Un vínculo
entre todas las familias de los secuestrados, no solo entre las de los diputados si
no todos los secuestrados políticos y militares.
Lazos que se fortalecieron en el plano familiar y hacen vislumbrar que en el dolor, siempre
existirán experiencias que edifican la humanidad y generan razones de peso para
permanecer firme en los sueños y convicciones.
360
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La familia es lo más importante, es lo que lo hace sentir, es la motivación y uno se
entrega tanto a hacer cosas por la familia pero termina descuidando la familia.
Yo ahora comparto más cosas con mi mamá, con hermanos. Yo con mi hermana
era “qui’ubo”, y no nos veíamos sino el domingo donde mi mamá y el secuestro
la hizo irse para mi casa y todavía vive conmigo. Nos unió. El secuestro nos unió,
nos permitió valorar más. A mí una cosa también particular es que aprendí a
pensar más en el hoy que en el mañana con el secuestro. ¿Por qué? porque la
vida es hoy.
Aunque las mujeres logran avanzar en los procesos de conformación de redes y estrategias
de apoyo para la acción política, con el fin de mantener vigente en la opinión pública
su caso, relegan a en un segundo plano los aspectos de su identidad como mujeres. Prima
y se privilegia en ellas la reconstrucción del entorno familiar cercano.
Yo he tomado decisiones en lo político, en lo familiar, pero en el tema como mujer
no he podido avanzar. Esa es la parte que yo no he podido. Yo no puedo decir que
no se me hayan acercado hombres, pero siempre que alguien se me acerca yo empiezo
a hablar tanto de Juan Carlos que hay mismo se aburren… Es que no me he
podido desprender del hombre que yo amé. Lo tengo como idealizado: ese hombre
inteligente, capaz, era mi asesor, era mi jefe, era mi marido, el papá, buenísimo
con mi familia, era con defectos como todos, no era un hombre perfecto, pero son
más las cosas buenas de él y lo que me gustaba como hombre, que esa es la parte
que yo no puedo avanzar…
En estos días se casó una de las esposas y yo decía: “qué rico”. Yo sentía envidia
pero sana, esa envidia sana de decir tan rico encontrar a alguien. Que uno se pueda
volver a enamorar porque uno hasta de pronto se va a vivir, pero tan bacano
uno volver a enamorar para casarse. Es algo que le permite volver a soñar con
otras cosas. No solo soñar con la política y los viajes. Tan rico añorar a alguien
que le haga falta a uno.
Para las mujeres de los diputados muertos, es evidente la necesidad de empezar a construir
un nuevo proyecto de vida, teniendo la certeza de que sus esposos ya no regresarán.
Aunque existe la tranquilidad de haber hecho todo lo posible y de haber cerrado una etapa
marcada por la zozobra por el paradero de sus compañeros, ahora la angustia se traslada
a la manera de empezar a escribir una nueva historia de sus vidas, sin los fantasmas de
aquellos que partieron y sin los hijos e hijas que ya han crecido.
Es una etapa dolorosa. Toda mujer que tiene su compañero o su esposo tiene la
esperanza de continuar con su esposo, envejecer con él. Es triste, porque uno se
siente vacío, uno se siente muy vacío y comienza a mirar que va a pasar conmigo,
que voy hacer yo, porque uno entiende que los hijos se van. Ahora ya la niña se va
para Bogotá, y va viendo uno que va quedando solo, ya ahora se va ella, Laura.
Es así que ya estuve año y medio sola. Me siento muy sola, muy sola.
361
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
El trabajo y el estudio se convierten en actividades que han ayudado a las mujeres a enfrentar
lo sucedido. En el primer caso, a una madre en el presente después de la muerte de
su esposo, y en el segundo, a una hija en el pasado en el momento del secuestro.
A mí una de las cosas que más me apoya y amortigua esa soledad es que yo trabajo.
Trabajo tiempo completo de ocho a cinco y fuera de eso me dedico a las cosas
que me gustan, mi finca, mis matas, por esos lados me voy llenando. Pero lo más
importante es mi trabajo. Me dediqué a estudiar, hice otra especialización. Afortunadamente
donde trabajo estoy rodeada de mucha gente, estudiantes de la universidad
del Valle. Tengo que tomar otras decisiones porque estoy pronta a jubilarme
y mi hija también de pronto se va para otro país y me quedo sola. Ya no va a ver el
acompañamiento de la universidad, entonces tengo que buscar otras alternativas,
El estudio, se enfocaron en esto su estudio… Cuando mi hija se graduó de abogada,
me dijo: “acompáñame al cementerio y voy a mostrarle el título a mi papá”
algo que me pareció muy lindo. Le dijo: “papá ya soy abogada”. Él en las pruebas
de supervivencia siempre les decía: “estudien, estudien. Salgan adelante.
Sean positivas”.
Una de las maneras de tratar de salvaguardar la integridad emocional en el plano individual y
familiar, es la evasión de la realidad frente a lo que sucedió. Con el tiempo muchas mujeres
han tratado de poner una distancia y cerrar en parte un ciclo de ese dolor que las ha lacerado
sin medida. La necesidad de no recordar para no sentir dolor, se enfrenta con las cosas que
lo recuerdan, y que más allá del sentido que puedan tener, también exponen a las personas a
respuestas sociales de escasa comprensión cuando no al propio dolor de la pérdida.
No me gusta, es algo muy duro y que no le interesa a nadie. Además, igual no se
pudo hacer nada, no me gusta que hablen del secuestro.
Cuando llegó Sigifredo, y saca su libro al aire y contaba todas estas cosas, yo no
quise ni verlo, y le decía a mi hermana: “no me contés, deja eso, el sufrimiento ya
pasó gracias a dios, prefiero que este en el cielo a que este allá”. En el colegio,
la gente no sabía que decirme, por las pruebas de supervivencia. “¡Ay! saliste
llorando en la televisión”… como que no había otras cosas que decirme, ni un
pésame. Esto lo que hacía era llevarme a otras dimensiones. Como que quería
aislarme de la realidad aunque uno no podía, lo que hacía era aislarme de la
realidad…
También las mujeres reconocen sus aprendizajes incluso en hechos de violencia. El crecimiento
personal y ciertos estados de madurez también se obtienen en situaciones límite.
Yo creo que una de las cosas que me tocó bastante fue aprender a conocerme. La
posibilidad de mirar que podía hacer. Yo nunca lo había confrontado, un enfrentamiento
duro a una realidad y que me maduró. Me maduró porque aprendí muchas
cosas. A conocer el lenguaje de la guerrilla, a conocer las herramientas que nos
362
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
daban, a mirar mi entorno familiar, a conocer mi familia. Fue un choque brusco,
supremamente brusco y que me cambió mi forma de pensar. Hizo de mí una persona
muy sensible y me hizo ser más persona.
Verdad y reconocimiento
Las mujeres señalan que un primer paso para resarcirlas es reconocer el hecho del secuestro
y que se les pida perdón. Admitir lo que hicieron y disculparse, es una medida
de satisfacción que puede ayudar a dejar atrás algo del dolor producido, que reivindica
la dignidad de las víctimas y la injusticia de su muerte violenta y del propio secuestro.
También un sentido de prevención más general para que esos hechos no se repitan.
¿Qué alivia en el caso mío? el reconocimiento de los victimarios del dolor tan
grande que hicieron, del daño. Porque no lo reconocen, ellos lo justifican que es
distinto, como parte de su lucha y de la guerra y eso no es así. Que reconozcan,
que se arrepientan y que pidan perdón. Hoy mismo cuando uno tiene un problema
con alguien y uno sigue hablando pero esa persona nunca le ha reconocido que se
equivocó, eso nunca se sana, pero cuando uno reconoce me equivoqué, uno le pide
perdón y uno se compromete a decir las cosas, la relación cambia en la pareja, en
la familia y con los amigos, en cualquier contexto. Entonces es el reconocimiento,
el pedir perdón y el comprometerse a no repetir, a no repetir esos hechos.
Para mí no tengo la tranquilidad hasta el día que “El Grillo” les pida perdón a
los huérfanos, a las viudas, a las mamás.
Además del reconocimiento de los hechos, las mujeres exigen saber la verdad sobre lo
ocurrido, pero una “verdad” cualquiera de las ya dichas, sino la que proviene de los autores,
de los victimarios. Una verdad que ayude a aclarar las dudas y los comentarios, que
clarifique los hechos porque eso contribuirá a salir de parte de la incertidumbre que sigue
nublando sus vidas. Y una verdad que venga del responsable señalado como principal.
La verdad solo la tiene el comandante que dio las órdenes de matarlos ¿Me entiendes?
Esa verdad. Esa es la verdad que yo reclamo. Por qué ese señor tomó la
decisión de dispararles. Esa es otra verdad. Cada vez más van apareciendo cosas.
Mire lo que dice este señor: “arrástrelos y llévelos”. Es decir, va a llegar un momento
en el que el tipo va a decir es que no se, así sea repetir lo que ha dicho. Pero
me lo tiene que decir “El Grillo” que fue él que disparó. Por eso para mí sería doloroso
que lo maten, porque es el único que tiene la verdad y que nos podrá pedir
perdón y reconocer lo que hizo. Esa es otra verdad en boca de él, porque yo tengo
mi verdad, tú tienes tu verdad, cada uno tiene una verdad, cada uno de los quince
o veinte guerrilleros tiene su propia verdad… cada uno tiene una verdad de lo
que pasó ese día… Conocer esa verdad no de una víctima sino de los victimarios.
Me aliviaría saber la verdad. Hasta ahora son puras suposiciones, comentarios.
La verdad. Lo de traer los cadáveres, enterrarlos. Es una parte pero no todo.
363
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
A uno todavía le parece que uno se pone a imaginar y una de mis fortalezas es
imaginar que está de viaje en otro país. Saber que pasó, porqué ellos los mataron,
saber cómo fue.
Yo quiero conocer la verdad.
También exigen que el Estado asuma su responsabilidad, por su falta en el deber de garantía
de impedir el secuestro y de tomar medidas de prevención, que si esos hechos vuelven
a ocurrir, los secuestrados puedan regresar con vida.
Son dos reparaciones la moral y la económica. El Estado también debe reconocer,
no la responsabilidad de la muerte, pero si la responsabilidad de no garantizar
la vida y la libertad que eso si no ha podido hacer el Estado. La responsabilidad
es cuidarnos a todos, darnos seguridad para que nosotras que si nos secuestran
podamos volver con vida.
El Estado… reconozca que no cumplió, que no dio seguridad, que fue incapaz, y
no pudo traer a los seres queridos vivos.… El gobierno… es un actor que tiene
que aceptar una responsabilidad de unos hechos que pasaron. Entonces tanto las
FARC como el gobierno tienen esas responsabilidades.
Además de un reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado, las mujeres reclaman
justicia por lo sucedido.
Que se haga justicia con los responsables.
Ese tipo que dio la orden de la muerte, que lo puedan coger y que se pueda hacer
justica con quien nos robó la felicidad a 12 familias y tantos sueños.
También las medidas de indemnización son reclamadas por las mujeres de los diputados.
Es una reparación que puede contribuir a rehacer sus vidas, enfrentar las consecuencias
económicas y la pérdida de sus proyectos de vida.
El tema de la reparación económica, mucha gente la ve como si fuera un negocio
de las víctimas y eso es una necesidad. La vida nos cambió económicamente. En mi
casa había dos ingresos y hoy hay uno, y eso afectó mucho la calidad de vida de las
víctimas. No hay plata que le devuelva a uno, que pague la vida de un ser querido
pero al menos le permite vivir con dignidad y eso es lo que reclamamos. Una vida
digna y solo a través de la reparación económica… La tranquilidad económica
para poder darle una vida digna a nuestros hijos. Conozco casos de familiares que
están en una situación que si comen en la mañana no comen en la noche.
Las familiares reconocen que se han adelantado medidas simbólicas para dignificar el
nombre de sus seres queridos pero exigen que sean objeto de mayor atención y respeto
por parte de las entidades encargadas de su mantenimiento. La creación de espacios o
364
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
medidas simbólicas debe tener en cuenta su mantenimiento y cuidado, así como ser parte
de una expresión colectiva que tenga sentido para las familias y la sociedad.
En el parque de los diputados se sembraron 11 arbolitos, uno por cada diputado.
Al día siguiente ya colocaron un busto con el rostro de cada uno de los diputados.
Luego a los tres años ya vi eso como una rastrojera. Me preocupó muchísimo y
fui a los medios de comunicación. Me puse en la tarea y escribí a la CVC [Corporación
Autónoma Regional del Valle] diciendo el abandono en que estaba el
lugar. En lugar de ser un sitio de paz y tranquilidad este parque se ha convertido
en zona de maleantes, expendio de drogas. Yo hasta les propuse que si iban hacer
una inversión de esas debían de haberle asignado algunos recursos para su mantenimiento,
porque es terrible el abandono en que se encuentra. Los diputados
estuvieron abandonados tanto tiempo por el Estado y murieron estigmatizados no
es justo que el sitio que recuerda su memoria esté lleno de maleantes.
Además las mujeres reconocen en el diálogo el camino para alcanzar la paz. Le hacen un
llamado al gobierno en ese sentido.
Si yo le pediría es que nunca puede renunciar a abrir espacios de diálogo y negociación.
No puede apostarle solamente a la confrontación. Tiene que abrir ese
espacio de diálogo que además es un derecho constitucional. Hay que dejar espacios
para el diálogo, para la concertación y para la solución política.
Estas mujeres como todas las que participaron en estas historias de vida colectivas, que
conocen el dolor como nadie, tienen un mensaje de valor y aprendizaje para toda la sociedad,
en el que la paz es parte de ese derecho que Colombia anhela.
Capítulo 3.
Las demandas de las mujeres
De la irreparabilidad a la reconstrucción

367
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
Medidas de reparación y percepciones de las mujeres víctimas 374
Relación de las medidas de reparación con hechos de violencia, 376
impactos y afrontamiento
Lo irreparable en la experiencia de las mujeres 379
La reparación como un camino hacia la igualdad en la diferencia 387
La prevención de la violencia contra las mujeres como reparación 389
La verdad como una medida de reparación 394
La búsqueda de las personas desaparecidas 397
Peticiones de perdón y el reconocimiento de los hechos 400
por parte de los perpetradores
Una justicia que merezca ese nombre 404
La expresión simbólica como reconocimiento y memoria colectiva 409
La atención psicosocial: del alivio al fortalecimiento 412
El dinero es compensación, no pago 416
El acceso y la restitución de tierras 421
Retorno y territorio 424
Derechos sociales como reconocimiento y transformación 428
Del impacto en la salud a la salud como derecho 431
La educación para otro futuro 433
Trabajo para las mujeres 435
La casa como espacio de reparación 438
¿Qué significa la reparación en la violencia sexual? 440
El Estado como garante de las medidas de reparación 444
Una vida libre de violencia 448
El derecho a vivir sin miedo 449
El desarme de las partes en el conflicto armado 452
La paz: proceso e inicio una nueva vida 454

369
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
La historia colombiana está construida a partir de los victimarios y de los dueños
del poder. Hasta que Colombia no conozca la verdad o la otra cara de las situaciones,
es decir, hasta que las víctimas no empiecen a contar sus historias, no
podrá haber una historia nacional completa. Creo que es indispensable que las
víctimas de todo el país empiecen a contar sus historias y que se les dé la importancia
que se merecen. Cada persona construye el país, entonces su historia es
importante para poder tener el gran tejido nacional. Para mí eso es fundamental,
que las víctimas puedan contar. Además porque para la víctima en sí, el contar,
a pesar de que sea doloroso, lo va sanando. Entonces, en esa catarsis que hace
la persona, las otras personas que escuchan van a entender su situación, pero
además de eso van a tener una perspectiva y una idea general de la otra historia.
La otra parte del país que me parece fundamental son los niños y las niñas que
también deben conocerla. En la medida en que esas generaciones que están ahora
pequeñas o las que vienen, sepan cuál es la historia real de su nación, van a
tener otro sentido de apropiación hacia ella, van a tener otra perspectiva. No van
a ver a los que la historia siempre ha tachado como buenos, porque ellos mismos
lo dicen, si no que van a tener las diferentes posiciones. Una historia colombiana
diferente, que les permita decidir a ellos realmente con base en la verdad y en las
diferentes historias lo que sucedió, y sobre eso tomar decisiones. Popayán, Cauca,
2006, P. 363.
No es fácil hacer una generalización de lo que las mujeres dicen y piden en relación
con el derecho a la reparación por las violaciones perpetradas contra ellas o sus seres
queridos. Sus demandas son muy diversas, no solo por su origen regional, sino por la
forma en cómo han afrontado el conflicto armado y sus consecuencias. Lo que piden las
declarantes está marcado por su origen, sus historias de vida, su personalidad y el tipo
de violencia que vivieron, entre otras cosas. Si bien hay aspectos comunes y puntos de
encuentro, como se evidencia a lo largo de este capítulo, esto no implica que las aspiraciones
sean siempre similares. Aunque algunas enuncien con frecuencia ciertas ideas, lo
que cada una entiende de ellas mismas depende de factores que acompañan la experiencia
vital de la mujer víctima.
Los conceptos y las medidas tradicionales en materia de reparación en el derecho internacional
de los derechos humanos no son de fácil comprensión, y mucho menos de rápida
apropiación por parte de las mujeres. Para algunas es un concepto incomprensible porque
en su experiencia es imposible tratar de reparar lo irreparable.
Lo irreparable son los proyectos de vida truncados, la pérdida de personas queridas, la
ruptura de vínculos, las experiencias de extremo dolor y sufrimiento que conllevaron un
quebranto personal. Las mujeres que dieron su testimonio sienten que nada las va a reparar.
Con esta afirmación ellas están diciendo, por una parte, que se trata de experiencias y de
pérdidas imborrables que jamás se van a olvidar; que los hechos de una biografía se acumulan,
no se puede deshacer lo vivido, ni volver a recuperar lo que se perdió; pero también que
no existe unidad de medida que permita compensar el quebranto de una persona, la ruptura
370
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
de una vida. No significa sin embargo que ellas se hayan quedado fijadas en el dolor o la
resignación. De hecho la mayoría de mujeres afrontaron las violaciones de derechos humanos
e intentaron rehacer la vida cubriendo necesidades materiales, afectivas y relacionales.
En este momento, ya pues las cosas pasaron, sucedieron. Ya en este momento me
gustaría volver a tener mi finca, a cultivar, volver a vivir esa vida que se perdió. Pero
ya no se puede volver todo este tiempo, ya no se puede volver a echar para atrás,
ya pasó, ya tengo mis años, ya no puedo decir: “voy a volver a vivir lo que no viví”.
Es muy difícil, la reparación para mí. Es más simbólica, es más de las denuncias…
porque económicamente no va suplir nada. Nada de lo que la gente, lo que desplazados
y desplazadas sufren, se va a reparar. Ese dolor que han sufrido, esa angustia,
esa desesperación, esa incertidumbre de saber qué va ser mañana de mí, no se lo
van a reparar, ni con dinero, ni con nada, eso es difícil Bogotá, D. C., 2003, P.100.
Algunas mujeres manifiestan que ese vocablo es confuso y que no expresa de manera
clara el tipo de medidas que deben tomarse en estos casos. En el primer testimonio, de
una mujer, prefiere hablar de restauración, y en el segundo, otra mujer opta por hablar de
restitución; sin embargo las mujeres tienen claro que requieren algo mucho más allá que
una compensación económica.
Hay mucha tela que cortar. Yo voy mucho más allá de la reparación, yo a voy a
restauración. Pues a esta mesa yo la puedo reparar, se le cayó esta pata y le pongo
otra. Es como que a mí me dan 20 o 30 millones, me los gasto en dos o tres días y
ya “me repararon”. Si vamos a la restauración ya es muy distinto. Si yo restauro
esta mesa, yo le tengo que hacer un estudio qué madera tenía, cómo era el color,
es una cosa más delicada. Yo no hablo de reparación si no de restauración y para
eso es un camino muy largo. Corregimiento Nutibara, Frontino y Tarazá, Antioquia,
1990, P.57.
No estamos hablando de reparación porque reparación suena como un objeto
dañado, como un carro. Nosotros decimos restitución, esa reparación nosotros la
estamos cambiando como la palabra restitución. Que esa restitución de pronto no
puede quedar tal cual estábamos, pero sí que haya un poco de compensación para
lo sufrido, tanto allá como acá. Buenos Aires, Cauca, 2001, P. 310.
Una de las afirmaciones constantes en los testimonios de las mujeres es la desconfianza
y escepticismo frente a la capacidad del Estado para diseñar y ejecutar medidas de resarcimiento
adecuadas, esto tiene consonancia con los graves impactos sufridos por las mujeres,
donde se sintieron y siguen sintiéndose a merced de los perpetradores, incluso del
Estado, sin que haya mediado apoyo, investigación y mucho menos sanción hacia estos.
En verdad yo no quiero al Estado. Por eso es que en mi vida nunca he votado, porque
nunca he creído en ningún gobierno. Hay plata para las armas y las violencias
y a los pobres nunca nos tienen en cuenta para nada… A mí esos cuentos de víctimas
me dan hasta rabias. Corregimiento Belén de Bajirá, Antioquia, 1992, P.19.
371
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
Esos son pañitos de agua tibia. Invierten millones de plata para que queden embolsillados.
El que quiere riqueza, el negocio de las armas es el negocio más
bueno del país. Manrique, Antioquia, 2002. P.16.
Sin embargo, son francas en señalar que el Estado es quien debe brindarles garantías y
respetar su condición de víctimas. Garantías de restablecer tanto los derechos conculcados
como eliminar las causas que generaron la violación, atacar la violencia y sus causas,
además de respetar la palabra empeñada con las víctimas.
Lo que yo más le exigiría al Estado, serían garantías de toda índole. Garantías
que me permitan a mí ejercer mi vida como profesional, que mi familia pueda
tener una vida tranquila, que mi hermano pueda hacer su trabajo, que podamos
vivir en tranquilidad en este país. Precisamente eso se une mucho a la reparación
moral de todos estos daños que han generado, pero serían garantías, desde lo más
mínimo como un desplazamiento, hasta finalizar con erradicar la situación. No es
solamente garantías en medio de la situación, sino también la garantía de que esa
situación va a acabarse y que voy a volver a estar en mi estado inicial. Popayán,
Cauca, 2006, P. 307.
Bueno para mí exigiría que nos respeten, que si en verdad somos víctimas de la
violencia que sean serios con nosotros. Respetar el dolor ajeno en el sentido de
que le prometen a uno cosas que no las ve sino promesas. El gobierno dice que nos
va a dar ayudas humanitarias, que nos va a reparar, que nos va a dar. Ya son once
años y no hemos recibido nada. Salaminita, Magdalena, 1990, P.262.
A mí me gustaría una exposición de artistas y la prevención de violencia hacia las
mujeres, juzgar a los responsables, que uno viera realmente… darse cuenta lo que
está pasando, que no quede impune como hasta ahora sucede. Natagaima, Tolima,
1978-2009, P. 159.
Un aspecto que llama la atención en relación con las medidas de reparación es la escasa información
que tienen las mujeres respecto a las políticas públicas y marcos legales relativos
a las víctimas del conflicto armado. La reparación es un concepto que aún no tiene una comprensión
general, las mujeres aun ven las acciones del Estado como un “dar”, asimilable
a un subsidio por lo que les pasó, no como un derecho que fue violado o vulnerado por la
acción u omisión del Estado y que debe ser reparado. Reclaman entonces su derecho a conocer
la normatividad y los aspectos prácticos de su atención y trámite: a dónde ir o qué se
debe hacer para solicitar las ayudas correspondientes o para acceder a los programas de reparaciones.
Estos son algunos de los interrogantes más frecuentes que se hacen las mujeres.
Yo quiero tener claro adonde me puedo dirigir para hacer mis vueltas, porque
tengo que hacerlas. Tener la forma de que alguien me diga: “esto lo hace así o
así” o “esto lo hace aquí o allá” para yo poder dirigirme a estas partes, para
que esto no se quede impune, sino que esto en algo me lo reparen. Zaragoza,
Antioquia, 1998, P. 65.
372
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La dificultad de los trámites y la falta de atención a las personas en los mismos son motivo
de indignación para las mujeres que reclaman un espacio en la historia del país y un
reconocimiento como víctimas, que también han estado involucradas en la historia del
conflicto armado. Ellas quieren no obstante transcender el papel de víctimas, quieren
ser dignificadas en el país con el reconocimiento de sus aportaciones y de su experiencia
vital. Además ser tratadas en igualdad de condiciones, más allá de las formalidades
jurídicas.
Yo por ejemplo no fui a la Red de Solidaridad Social, porque me parecía indigno,
una vez intenté acompañar a alguien, que para que les dieran el auxilio de vivienda
y de alimentación, y eso eran unas colas y unos trámites. Si yo por ejemplo que
he tenido, la posibilidad de estudiar, que soy profesional, que al menos entiendo
cómo funciona el Estado, y me parecía súper engorroso todo lo que había que hacer,
y veía casos de personas campesinas, en una manipulación de esa población
terrible, y yo no fui, finalmente no lo acepté, por eso, aunque duela. Tendría que
reconocerse a los desplazados como víctimas, y no para tenerles lastima, la lástima
indignifica a las personas. Piamonte, Antioquia, 1998, P. 219.
Denuncian la diferencia en el trato que se les otorga a sus casos respecto de otros en donde
hay involucrados personajes de la vida pública, y piden la superación de esta situación
como parte de las medidas que se pueden tomar para reparar el daño sufrido por causa
del conflicto armado.
Yo nací acá porque me tocó. No elegí la guerra, no elegí lo que mi papá hizo, ni
elegí ser hija de mi papá, ni nacer en esta ciudad, ni nada de eso. Sin embargo,
desde antes de nacer me pusieron en uno de los frentes de la guerra y me trataron
como a tal. Entonces ¿cuáles son los papeles de este país frente a todo lo que
se está construyendo de memorias, de víctimas y de victimarios, de derechos,
de todo eso? O sea yo quiero saber quién soy, porque yo oigo escuchar que los
hijos de las personas, por ejemplo de Galán o de los que mataron tienen todo el
derecho a la reparación y a todo. Entonces, ¿yo qué espacio de reivindicación
tengo? De dignificación de todo, porque yo no creo en la reparación. ¿Dónde
quepo yo en la historia de este país? ¿Dónde quedo yo en la construcción de
víctimas y victimarios? ¿En qué parte estoy? Esa es la pregunta que yo le quiero
poner al país y creo que ese es mi proyecto de vida. Belén Rincón, Antioquia,
2000, P.12.
Las mujeres sienten cómo la guerra ha afectado todo su entramado afectivo, social, económico
y cultural su vida, y sus costumbres. Piden garantías para recuperar sus procesos
socio-culturales vulnerados en la dinámica del conflicto armado. Las mujeres víctimas
dan cuenta de cómo han perdido sus prácticas cotidianas en lo que respecta a costumbres,
procesos de socialización, rituales, entre otras, y expresan su anhelo por recuperarlas.
Requieren del Estado acciones concretas para garantizarles su derecho a expresar su identidad
libremente y piden, cómo parte de su reparación, la reconstrucción de los procesos
culturales perdidos por causa de la guerra.
373
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
El control del territorio por algunos actores armados y las formas de explotación económica
asociadas a él, conllevan impactos culturales que incluyen cambios en la alimentación,
costumbres y prácticas de solidaridad, además de destrucción de la relación con la
naturaleza que forma parte de la identidad colectiva especialmente en las comunidades
afrodescendientes, indígenas y campesinas.
Que no nos vengan a importar y nos vengan a imponer comidas extranjeras, ni
otros cultivos, y otras cosas, como la palma africana y toda esa cosa. En vez de
ayudar, más bien nos acaba de perjudicar la seguridad alimentaria. Bogotá, D.
C., 2003, P.100.
También ven la imposibilidad de una reparación cuando hay situaciones de espera de sus
seres queridos desaparecidos donde no han podido elaborar sus duelos ni practicar sus
rituales, así como cuando sus familiares han sido asesinados. Como ya se señaló en el
análisis de los efectos de la violencia, las mujeres víctimas con familiares asesinados o
desaparecidos mostraban el mayor nivel de impacto en este estudio.
La reparación, es muy difícil, más que todo, para los desaparecidos y desaparecidas,
para los que han sido asesinados. Bogotá, D. C., 2003, P.100.
La libertad, en sus diferentes facetas, es una de las más claras manifestaciones de una
adecuada reparación. Ser libre en toda la extensión de la palabra contribuiría a una mejor
realización de todas y todos. Este sentido de libertad está asociado a las garantías de no
repetición, la seguridad y tranquilidad para movilizarse y rehacer su vida pero sobre todo
a la consecución de la paz que les daría las condiciones necesarias para reemprender sus
proyectos.
Libertad, me gustaría tener libertad, ser libre. Que yo pueda pasar por la calle sin
ninguna preocupación. Que mi hijo viva en un país sin temor a nada, sin temor
a que nosotros estemos aquí y nos toca mudarnos para otro lado porque estamos
amenazados. O sea quiero ser libre, quiero tener la libertad. Pamplona, Norte de
Santander, 2005, P. 168.
Pero también con la tranquilidad interior o el sosiego interno. Esta relación entre un ambiente
promotor positivo y las posibilidades de expresar y dar sentido a su experiencia en
un contexto de confianza, muestran el proceso dialéctico en el que muchas mujeres sitúan
ese ansia de libertad como sentido reparador.
Para mí también la reparación tendría que ser una manera donde se le dé a uno la
garantía de usted moverse para donde usted quiera Que nadie te señale, que nadie
te vigile, que nadie te haga la vida imposible. ¡Que usted sea libre! ¡Que usted
vuelva a reír! ¡Que vuelva a abrir los brazos como las alas de un águila para volar!
Que respire ese aire con alegría, que vuelva a tener esa paz interior que muchos no
tenemos. Muchos de nosotros sentimos que dentro de nosotros hay algo así, hay algo
apretado ahí ¡un nudo que usted no puede soltar! Y ese nudo que usted no puede
374
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
soltar es el nudo de que no hay ni paz, que no hay felicidad, que no hay tranquilidad,
que no hay libertad. El día que vuelva a haber libertad para nosotros, yo creo que
ese nudo suelta y vuela ¿cierto? San Vicente de Chucurí, Santander, 1990, P.745.
Las mujeres reivindican una reparación que toca tópicos diferentes y van desde la necesidad
urgente de resolución del conflicto armado hasta cambios profundos que repare a
las mujeres de modo estructural, como colectivo social afectado de forma especial en el
conflicto armado y de sus condiciones de vulnerabilidad frente a la guerra y la violencia.
Medidas de reparación y percepciones de las mujeres víctimas
En los testimonios recogidos de las más de 1000 mujeres víctimas se abordaron los aspectos
ligados a la prevención y a la reparación. Es decir, se trataba de conocer cuáles eran
las demandas de las mujeres respecto al Estado o de los perpetradores, y sus percepciones
sobre lo que habría que hacer para ayudar a las víctimas a enfrentar la violencia, las consecuencias
de la misma y reconocer sus derechos.
La mayor parte de las mujeres habló de la imposibilidad de reparar el daño causado, cuando
se le preguntó directamente por las medidas de reparación. Dicha sensación de irreparabilidad
da cuenta del profundo impacto de las violaciones y de que no se puede restituir, en
sentido estricto, nada de aquello que las violaciones de derechos humanos provocó en las
mujeres. Se trata de pérdidas y daños irreparables, de eventos cuyas consecuencias no cesan
de acontecer en el presente. Sin embargo, puesto que a su vez las mujeres rehacen continuamente
la vida, cuando se precisó con ellas las medidas que contribuirían a mejorar su
situación o restituir sus derechos, señalaron las siguientes medidas en orden de frecuencia.
Casi seis de cada diez mujeres (58.9%; n = 550) mencionaron compensaciones de tipo
económico para hacer frente a las pérdidas sufridas y el empeoramiento de sus condiciones
de vida y salud. Casi en igual medida las demandas más fuertes fueron respecto
a medidas educativas para ellas o sus hijos e hijas (55.1%; n = 515). Un porcentaje
similar (54.5%; n = 509) de las mujeres hizo referencia a medidas de salud y atención
psicosocial. Otra de las medidas que más apoyo concitan se refiere al apoyo laboral para
las mujeres (52.4%; n = 489). Es decir estas medidas tienen que ver sobre todo con la
reconstrucción de sus proyectos y condiciones de vida, así como a la atención a impactos
producidos por las violaciones.
Otro conjunto de medidas señaladas por las mujeres hacen referencia a las condiciones
políticas para la reparación. Así por ejemplo más de la mitad señalan como condición imprescindible
la desmilitarización del país (52.7%; n = 492) y del conflicto que se vive en la
actualidad. Casi cinco de cada diez (47.3%; n = 442) señalan medidas dirigidas a investigar
y conocer la verdad de lo ocurrido, así como medidas de justicia para establecer la responsabilidad
de los hechos. En una medida similar (45.2%; n = 422) las mujeres señalan la
necesidad de cambios en el Estado. Las mujeres víctimas entrevistadas tienen claridad sobre
la responsabilidad del Estado colombiano, tanto por acción de agentes al servicio del Estado
375
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
que han oficiado de perpetradores o han colaborado con los grupos paramilitares, como por
omisión de su deber de protección de la población civil. Dados los problemas de seguridad
y amenazas que siguen viviendo en diferentes regiones del país, más de cuatro de cada diez
mujeres (43,2%; n = 404) demandan medidas para proteger a las víctimas, y medidas de
protección contra la violencia (38.5%; n = 360), así como una de cada tres refiere la necesidad
de cambios legales e institucionales para la transformación del Estado (32.8%; n = 306).
Hay que tener en cuenta que todas estas frecuencias son en relato abierto de las mujeres,
es decir que no se les preguntó específicamente por cada una de las medidas, sino que
se recogieron las referidas espontáneamente por ellas. Por ello muestran el patrón más
saliente de la importancia de la reparación, haciendo énfasis en la importancia de los
cambios en el Estado para hacerla posible y transformar sus vidas. Las mujeres señalan
la relevancia no sólo de terminar con la violencia y hacer justicia a las víctimas, sino
también en la necesidad de superar la enorme inequidad existente que priva a las mujeres,
y también a la población más desfavorecida, de las posibilidades de mejorar su vida. Es
decir, hablan de la existencia de una violencia estructural que dificulta enormemente la
desaparición de la violencia directa y la construcción de un país en paz.
Las medidas de rehabilitación legal (27.2%; n = 254) respecto a la titularidad de las tierras
o documentación y arreglo de la situación legal, fueron citadas por una cuarta parte de la
población, así como la devolución de los bienes sustraídos (24.8%; n = 232) y la devolución
de las tierras apropiadas (16.7%; n = 156).
De igual manera, una de cada cuatro víctimas señala la importancia de la investigación
del paradero o destino de las víctimas desaparecidas o ejecutadas (23.4%; n = 219). Tanto
estas medidas de devolución de los bienes y tierras, como de la búsqueda de las personas
ejecutadas o desaparecidas son referidas específicamente por las víctimas directamente
afectadas por dichas violaciones.
Por lo que se refiere a otras medidas relacionadas con la memoria, el reconocimiento o el
perdón, se han agrupado las diferentes medidas relativas a la construcción de una memoria
colectiva de las víctimas por medio de publicaciones, lugares de recuerdo o ceremonias
públicas. Más de una de cada cuatro víctimas hizo referencia a estas medidas (26.8%; n =
251) como una forma de restitución de la memoria de las víctimas. Concretamente, este porcentaje
manifiesta acuerdo en realizar alguna exposición, edición de un libro o creación de
un monumento, y casi todas nombran todas estas formas de reconocimiento público como
necesarias. Finalmente, cerca de una de cada seis víctimas (15.4%; n = 144) hizo referencia
a la necesidad de peticiones de perdón por parte de los responsables de la violencia.
El conjunto de medidas citadas fue sometido a un análisis factorial64 que arrojó 5 factores
principales que agruparon las diferentes medidas de reparación señaladas por las
64 Análisis factorial con rotación VARIMAX que arrojó 5 factores que explicaron el 62.44 de la varianza. El
primero explicó el 40.74%, el segundo factor el 6.95. El tercer factor explica el 5.48%, el cuarto el 4.80%
y el quinto y último factor el 4.45% v. Ver tabla correspondiente en anexo.
376
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
mujeres víctimas. El primero reúne medidas de memoria y perdón, el cual es referido
por el 30.3% de las mujeres. El segundo factor incluye las medidas legales y de reformas
en el Estado y es referido por el 51.6% (n = 482) de las mujeres. El tercer factor
integra medidas basadas en el derecho a la verdad, la justicia y a la protección de las
víctimas y es citado por el 68.5% (n = 640) de las entrevistadas. El cuarto factor hace
referencia a medidas de tipo distributivo para su proyecto de vida y desmilitarización
del país y es citado por el 86.2% (n = 805). El quinto y último factor demanda la
devolución de la tierra y de los bienes, y es mencionado por el 32.3% (n = 302) de
las mujeres.
Medidas de reparación
Memoria
y perdón
Cambios en
el Estado y
medidas legales
Verdad, justicia
y protección
Medidas
distributivas y
desmilitarización
Devolución
de tierras
y bienes
Lugares de
memoria
Cambios
en el Estado
Investigar paradero
víctimas
Compensación
económica
Devolver
la tierra
Formas de
memoria
colectiva
Cambios legales Conocimiento
verdad
Medidas
educativas para
ella o sus hijos
Devolver
los bienes
Perdón
público
Medidas
rehabilitación
legal
Medidas de
prevención de la
violencia
Apoyo laboral
Protección a las
víctimas
Desmilitarización
Juzgar a los
responsables
Salud y atención
psicosocial
30,3% 51,6% 68,5% 86,2% 32,2%
Relación de las medidas de reparación con hechos de violencia,
impactos y afrontamiento
Si analizamos la relación de los tipos de reparación exigidos por las mujeres con las formas
de violencia descritas vemos que hay una asociación entre unas y otras en algunos
casos. Estas asociaciones suponen que hay una relación estadísticamente significativa. Es
decir que la presencia de una de las variables se relaciona en los testimonios con la presencia
de las otras con una correlación positiva. En la tabla a continuación se señalan con
un signo + o varios ++, la fuerza de dicha asociación; 0 significa que no hay asociación
estadísticamente significativa.
377
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
Relación entre medidas de impactos,
consecuencias y afrontamientocon medidas de reparación
Memoria
y perdón
Cambios en
el Estado
y medidas
legales
Verdad,
justicia y
protección
Medidas
distributivas y
desmilitarización
Devolución
de tierras
y bienes
Hostigamiento
y destrucción ++ +++ +++ ++ +++
Tortura física,
psicológica y
sexual
0 ++ ++ + ++
Violaciones a la
libertad personal 0 0 0 0 0
Desplazamiento
forzado 0 0 0 + ++
Violaciones al
derecho a la vida + ++ ++ ++ ++
Consecuencias
socio-afectivas y
proyecto de vida
++ +++ +++ +++ ++
Impactos
específicos
como mujer
+++ +++ +++ +++ ++
Consecuencias en
la salud y el cuerpo . ++ +++ +++ +++ ++
Apoyo en
organización de
mujeres
++ +++ +++ + 0
Cambio de rol
y sostenimiento
familiar
+++ ++ +++ +++ +++
Protección y
búsqueda de sentido ++ +++ ++ +++ +
Organización,
denuncia y apoyo
psicosocial
+++ +++ ++ ++ ++
378
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
De este modo, haber sufrido violencias como amenazas, seguimientos, atropellos o requisas
incide significativamente en todas las medidas de reparación citadas. Haber sido
víctima de tortura refuerza todas las reivindicaciones a excepción de las centradas en la
memoria o el perdón.
Haber sufrido algún tipo de desplazamiento, correlaciona de forma positiva tanto con
las medidas distributivas como con la desmilitarización o la devolución de tierras y bienes.
Finalmente, haber sufrido atentados contra el derecho a la vida como ejecuciones
extrajudiciales y desapariciones se relacionan de forma positiva con más demandas de
reparación en todos los niveles.
Analizando las consecuencias de la violencia y las necesidades de reparación, los datos
muestran una correlación positiva en el conjunto de los impactos. A más consecuencias
referidas, más demandas de reparación de todo tipo, de forma similar a lo que ocurre con
las estrategias de afrontamiento movilizadas.
También los diferentes tipos de afrontamiento para hacer frente a la violencia tienen una
relación positiva con la formulación de demandas de reparación. La única excepción es el
afrontamiento de organizarse en grupos de mujeres que no se relaciona con peticiones de
devolución de bienes o tierras donde no se encontró ningún tipo de asociación estadística.
Por otra parte, se analizó la asociación entre los diferentes tipos de medidas de reparación
exigidos y la etnia de las testimoniantes. De este modo, las medidas referidas a “Memoria
y perdón” (creación de lugares de memoria, peticiones públicas de perdón y otras formas
de memoria colectiva) se asocian significativamente a una demanda de las mujeres
afrodescendientes. Este mismo grupo es el que más consistentemente reclama “Cambios
en el Estado y medidas legales de rehabilitación”, así como medidas de “Verdad, justicia
y protección” 65. Para los factores restantes no se detecta asociación significativa con la
etnia, es decir muestran un patrón parecido.
Respecto de la asociación entre la región y el tipo de medidas de reparación, podemos observar
algunas asociaciones significativas. Las medidas de “Memoria y perdón” son más
reclamadas en Bogotá, Chocó y Putumayo. Las medidas referidas a “Cambios en el Estado
y medidas legales de rehabilitación” serían exigencias propias de las mismas regiones
que la anterior más la región de Valle. Respecto al factor “Verdad, justicia y protección”
el reclamo es generalizado en Antioquía, Bogotá, Cauca, Chocó, Putumayo y Valle. La
desmilitarización es una demanda sentida en las regiones de Cauca, Bogotá, Chocó, Putumayo
y Valle. Finalmente, la “Devolución de tierras y bienes” es una demanda más
visible en Bogotá, Bolívar, Chocó y Valle66. Estas diferencias tienen probablemente que
65 Las asociaciones correspondientes a los tres aspectos son de forma correlativa al texto (X2 (3) = 45.3; p =
.000; ϕ = .22), (X2 (3) = 44.43; p = .000; ϕ = .22) y (X2 (3) = 12.66; p = .005; ϕ = .12)
66 En “Memoria y perdón” (X2 (8) = 199.73; p = .000; ϕ = .46), “Cambio en el Estado y medidas legales” (X2 (8) =
168.43; p = .000; ϕ = .42), “Verdad, justicia y protección” (X2 (8) = 75.67; p = .000; ϕ = .28), “Desmilitarización”
(X2 (8) = 22.15; p = .005; ϕ = .15) y “Devolución de tierras y bienes” (X2 (8) = 165.34; p = .000; ϕ = .37).
379
Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción
ver con el diferente tipo de violaciones sufridas predominantemente en distintas regiones
y la dinámica del conflicto en cada una de ellas.
Lo irreparable en la experiencia de las mujeres
Ese daño tan grande no tiene reparación. Es un daño que está hecho y no tiene
nombre. Es algo tan duro y que no tiene precio. Yo por ningún oro del mundo
daría o volvería a vivir lo que me ha tocado. Una reparación administrativa nos
ayudaría mucho económicamente porque la necesitamos, pero no alivia el dolor,
ese daño. Sé que hasta la hora de la muerte ese daño se queda hecho. Ni con la
muerte ni con la plata se arreglaría. Ni con la muerte de los asesinos de mi hija se
pagaría. Vereda la Gallinera, Vegachí, Antioquia, 2009, P.24.
Eso que viví es algo que no se puede borrar, así sea que me forren en billete de
pies a cabeza. Eso es algo que no se me borra, porque es algo que ya a uno le
queda marcado como de por vida. Que por más de que uno quiera, si quiere de
pronto ignorar el momento lo puede hacer, pero es un recuerdo que uno lo va a
tener latente todo el tiempo. Robles, Valle del Cauca, 2002, P. 360.
Lo irreparable es quizá uno de los componentes que ilustran con mayor claridad las percepciones
de las mujeres sobre el derecho a la reparación. Es a la vez una conciencia de
la profunda pérdida sufrida y las enormes consecuencias negativas en sus vidas, pero
también una llamada de atención a la banalización del concepto de reparación o la minimización
de las consecuencias de la violencia.
Y tal vez el Estado, a lo mejor le da a uno tranquilidad en unas cosas pero en otras
no. El Estado le puede dar a uno una casa, le puede dar plata para que uno medio
se desahogue, pero la familia nadie se la vuelve a dar. ¿O no es así? San Carlos,
Antioquia, 2001, P.4.
En particular la afirmación repetida una y otra vez en los testimonios acerca de la imposibilidad
de reparar con dinero el daño sufrido, señala que éste no es la medida de todas las
cosas y mucho menos la medida del dolor que causan las pérdidas relacionadas con los
vínculos amorosos. La pérdida de seres queridos pertenece a un orden de experiencia que
no se acomoda a las compensaciones materiales. Tal vez por ello, como se observa en el testimonio
siguiente, la única reparación posible sería asegurar la no repetición de los hechos.
Yo pienso que más que una indemnización económica sería que el Estado se centrara
más en todos estos hechos que le pasan a las mujeres. Lo reparan económicamente
pero emocionalmente uno no queda reparado. Hay que hacer que estos hechos
no se volvieran a repetir. O sea que ninguna mujer más en la vida tenga que sufrir
un daño como este. Aparte de lo que yo sufrí ¡cuántas mujeres más han sufrido esto!
Con dos, tres, cuatro y cinco hijos desaparecidos incluso. Lo ideal es que esto no

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