Thursday, February 20, 2014

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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Quiero decir algo sobre el trauma que a nosotras nos quedó, la marca que nos
quedó. Eso a nosotras nunca se nos va a borrar. Nosotras siempre que hablemos
de eso, siempre nuestro corazón se lastima. Se lastima porque eso fue lo más terrible
que nos ha podido pasar y eso nunca se nos va a olvidar. Yo tengo ocho años
de andar tratando de cicatrizar y no he podido, sino que ya yo me he puesto un
poco fuerte pero a veces flaqueo. Cuando me tocan estos temas yo no me siento
bien, me da dolor de cabeza, me siento que las piernas, las rodillas me flaquean,
porque parece que hubiese pasado ayer. Eso no se va a curar por muchos psicólogos,
porque nosotras tenemos rato de estar tratándonos con psicólogos y muchas
compañeras están en esto y eso no se cura.
Individualmente el conflicto armado me ha impactado de manera mental, ya que
jamás podré olvidar todo lo que me ha tocado vivir. Por más esfuerzos que hago
para olvidar, el dolor y el temor de esa ocasión siempre me agobian.
Los residentes de San José del Playón fueron estigmatizados como guerrilleros por habitantes
de otros lugares. Esa situación se convirtió en una marca para las mujeres que
dificultaba la cotidianidad y las oportunidades de los moradores de ese corregimiento.
Muchas veces salía a María la Baja, cuando eso no estaban las motos así como
están ahora. Entonces cuando uno venía le decía a algún muchacho: “nene llévame
aquí a Playón”. Ellos decían: “¡qué! pa´Playón? yo pa’ el Caguán no voy”. Varias
veces nos decían así. A mí personalmente me lo decían. Hasta un día que no sé cómo
estaría yo, demasiado llena como decimos aquí, y les dije: “bueno, sí, ¿y tú que vas
a decir? Si yo vivo en el Caguán ustedes viven en Ralito – porque allá hay bastante
paraco – así que estamos iguales”. Total que él no me trajo, lo hizo otro muchacho.
Un muchacho que le dijo: “tú no tienes por qué decirle eso a ella porque la violencia
está en todas partes, así que si no la vas a llevar no la lleves y ya”. Cuando
uno decía que era de Playón decían ¡miércoles! Y eso a uno le llegaba demasiado.
Lo mismo era que uno iba a buscar empleo. Desde que decía que era de aquí de
San José de Playón, no lo cogían. Porque decían que aquí era donde estaba toda
la guerrilla y que uno era de la guerrilla. Tenía uno que llevar una persona que
fuera bien recomendada para que pudieran cogerlo a trabajar. Si no uno se cansaba
y busca y busca y no lo cogían.
También las personas perdieron sus bienes en razón de la presencia de los diferentes actores
armados. Lo material fue robado o destruido por la guerra.
Las FARC se nos llevaron 113 reses, 4 mulos de carga, una yegua que paría, y un
caballo de raza. Eso fue en el 97. Me cogieron al hijo y me lo amenazaron que si
los denunciaba o decía algo, de la familia no quedaba nadie.
Fue mucho lo que se perdió. Todo lo que habíamos conseguido con esfuerzo y trabajo.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La economía del corregimiento cambió por completo como consecuencia del conflicto
armado. Los dos siguientes testimonios ilustran esas alteraciones que han transformado
la forma de ganarse la vida de los habitantes de San José del Playón. La pérdida de recursos
económicos y las fuentes de trabajo incluyen la disminución drástica de la actividad
comercial y del transporte y producción agrícola.
Económicamente también nos afectaron mucho. Porque este era un pueblo muy
pujante, por aquí era por donde salía todo el producto. Desde que empezó la
guerra entonces dejaron de entrar los camiones a buscar el maíz, el ñame, los
aguacates, bueno hasta millo, también la yuca, el plátano. Todo eso por la guerra
se fue acabando. Los ganaderos de aquí se fueron porque a los que no secuestraban,
les estaban quitando vacunas. Así que tuvieron que irse. Vendían el ganado,
dejaron de trabajar muchas personas. Eso nos afectó económicamente. La ida de
las personas que tenían sus platas, porque nosotros siempre hemos sido pobres
pero vivíamos mejor. Había donde trabajar, los hombres salían a trabajar, pero
ahora si no es en la bendita palma, no es en ninguna parte. Nosotras decíamos,
ve a buscarme una mano de plátano donde fulano y ahora ya ni hay. La palma ha
echado a perder mucho las cosechas.
Esta violencia ha afectado a la comunidad económicamente demasiado. Playón era
un pueblo bastante pujante, había ganadería, había pesca. Aquí sembraban demasiado,
la agricultura era la fuente de trabajo más grande. En este momento en el pueblo
no tenemos ni un solo carro. En aquella época salían cuatro buses y un camión y
tenían que hacer dos viajes a Cartagena porque no alcanzaban. Mientras que ahora
hay un solo bus y salen una o dos veces a la semana, porque no hay casi que sacar.
La venta o el arriendo de las tierras han dejado sin fuentes de ingresos suficientes a los
campesinos del corregimiento. La subsistencia de las familias no es como antes ya que se
perdieron muchas fuentes de empleo y decreció la agricultura familiar y ahora dependen
de los cultivos agroindustriales de palma. Esta forma de cultivo intensivo y empobrecedor
de la tierra, genera además una ausencia de tierra para cultivos tradicionales de pancoger.
Ahora uno tiene que estar arrendando el pedacito de tierra pa’ poder trabajar.
Pasa la gente hambre, mucha hambre; porque si no cosecha, ¿cómo vende los
productos? No comen. En vista que los terratenientes que vivían acá se fueron por
la violencia que acabó con la ganadería, les tocó vender las tierras ¿y a quienes?,
a los palmeros. Ahora no tenemos tierras para cultivar porque están sembradas
de palma. Eran tierras de ganadería quedaron solas y los dueños ahora las han
sembrado de palmas. Entonces nos han quitado tierras para nosotros trabajar y
quedaron varadas las personas. Porque en una ganadería se necesitan muchas
más personas que en una siembra de palma, que lo que es sembrar y cortar cuando
ya está produciendo.
Hablando de los campesinos de acá, de estas veredas, se nos presenta un problema
porque ya nuestros hijos, nuestros maridos tienen poco acceso para cultivar.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Antes bueno, no la tenían propiamente de ellos pero el compañero de pronto le
daba un pedazo para que tu piques y ahí siembras tu ñame, siembras tu maíz,
siembras tu arroz. Ahora con la venta de las tierras a la gente de las palmas ya
prácticamente nadie tiene donde cultivar. Ahora hay que aprovechar el pedacito
de espacio que hay en el patio para sembrar una matica de plátano, un palito de
papaya, un palito de mango. Pero cada día en esta zona hay menos tierra para
cultivar. Tocará será comer corozo pero como no es de nosotros, no lo podremos
comer. No hay tierras, no tenemos tierras donde cultivar.
Otro de los impactos comunitarios ocasionados por el enfrentamiento armado, es la
actual fragilidad de infraestructura pública del Estado, como son los servicios de salud
y de transporte. Las consecuencias de estas pérdidas colectivas persisten hasta la actualidad.
Las necesidades de atención en salud se ven afectadas de forma grave por la
falta de acceso a cuidados médicos y la falta de medios para el transporte de enfermos.
Hasta este momento seguimos en la misma pobreza. Aquí cuando se enferma alguien
tenemos que correr hacia María la Baja, porque aquí viene un doctor una
vez cada dos meses. Hay un puesto de salud, pero se puede asistir al doctor cada
mes y medio. Se dice que una vez a la semana pero viene cada mes y medio. Antes
el doctor estaba permanentemente, venía todas las semanas, dos veces a la semana.
Vamos a María la Baja y nos dicen que acá viene un doctor. Tenemos que
esperar dos días para coger una cita. En dos días nos podemos morir.
Aquí estamos tan mal que si aquí cae un enfermo con un ataque o algo así, tenemos
que llevarlo en moto. Aquí por la guerra todo se acabó. Las mujeres que van
de parto también tienen que ir en moto. A mi mamá le dio un infarto y la saqué
en moto.
Las mujeres de San José del Playón señalan que el conflicto armado logro destruir los
lazos de identidad que los reconocía como colectividad. Incluso actividades en torno a la
religión que fomentaban encuentros entre ellas resultaron afectados por razones vinculadas
con el enfrentamiento armado.
También hemos perdido lo que es el sentido de pertenencia. Ya que la mayoría de
personas que vivían aquí se fueron y llegaron de otras veredas con costumbres
diferentes a las que nosotros teníamos aquí. Los que nos quedamos estamos aquí
ya hemos perdido ese sentido de pertenencia, que debemos tener a pesar de todo
lo que hemos pasado.
Todo esto espiritualmente también nos afecta mucho. Anteriormente la gente
recurría mucho a la iglesia. Ahora tres o cuatro personitas son las que van a la
iglesia. Ya nosotros no creemos ni en los curas. Porque aquí nos pasó que uno
de los curas era uno de los duros de la guerrilla. Eso nos decepcionó porque
veíamos que venía a decirnos la palabra y después cogía, se ponía la camisa
y se iba para el monte. ¿Eso qué es? Nosotros lo considerábamos que ese era
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
el mejor cura, pero a mí misma me tocó verlo en el monte y cuando lo veo me
sorprendo.
Afrontamiento y organización colectiva
Yo aprendí a criar a mis hijos en mi casa, salía pa’l monte, cocinar, lavar, planchar,
eso era lo que yo hacía. Después de todas las cosas quedé toda nerviosa,
porque usted sabe lo que es que lleguen a la casa haciendo disparos y acostándonos
a boca bajo en el suelo. Yo ahora cambié, soy otra, trabajo y hago mis
pedacitos de monte. Ya estoy mejor.
Las mujeres han realizado una serie de actividades que les han permitido salir adelante,
enfrentar los dolores y las pérdidas y seguir viviendo en San José del Playón. Se destacan
las reuniones con las familias incluyendo los jóvenes que en ese contexto tenían necesidad
de protección y de estar juntos.
Otra cosa que sucedió con la primera masacre, que mi casa siempre se ha llenado
de jóvenes. Ellos iban y se reunían en mi casa, iban hasta 15 o 16 jóvenes. Ellos
se sentían como respaldados porque como fuimos los únicos casi que quedamos
y se aguantaban hasta las 12 o una porque tenían miedo de irse para sus casas.
Nosotros cuando ya estábamos cansados que queríamos dormir le decíamos: “oigan,
¿ustedes no sienten un carro?”. Enseguida cada quien se paraba y se iba
corriendo para su casa.
Las mujeres que no se desplazaron, vivieron en condiciones bastante adversas donde la
solidaridad entre ellas fue capital para superar las dificultades. El acompañamiento de
unas con otras les daba más seguridad y el compartir incluso sus alimentos les permitió
soportar las duras condiciones de subsistencia. La decisión de permanecer juntas incluso
frente a amenazas o situaciones de máxima tensión las unió en una acción colectiva de
resistencia frente a la guerra y de medidas colectivas de autoprotección.
Mi gente me apoyó y dijo: “si sale uno nos vamos todos”. O sea, si salía uno
del callejón salíamos todos. Entonces no vamos a salir, vamos a quedarnos aquí.
Si vienen por alguien de nosotros tienen que venir hasta acá. Entonces la gente
apoyó la causa, no vamos a salir. Así fue que la calle Guinda Monos quedó sin
desplazarse. Quedaron unas personas de allá de las Flores. Quedaron unas cuantas
por acá por el Quejío.
Nosotras en mi calle hacíamos barra, nunca salíamos solas. Salíamos en compañía,
o sea, todo el grupo. Salíamos a pescar, porque no había forma de buscar por
ejemplo la liga [lo que acompaña el arroz]. Entonces salíamos de pesca, cortábamos
la leña, pero siempre en grupos, si nos pasaba algo era a todos. O sea, que en
ese momento Guinda Monos estaba unido. Si uno tenía en ese momento y el otro
no tenía, aquí hay cinco plátanos, bueno vamos a cocinarlos y así sea de medio lo
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
agarrábamos. Yo le doy al uno, este le da al otro y así todos comíamos de lo que
en grupo conseguíamos.
Estas prácticas de resistencia estaban basadas en la solidaridad, en la construcción de
relaciones de apoyo y una nueva forma de familia ampliada.
Cuando yo vivía donde vivía, se llama Bola Lucia, había un total de seis viviendas,
seis familias. Nosotros hacíamos la vaca. El uno ponía el café, el otro ponía el
poquito de azúcar. Nos citábamos en una de las familias a tomarnos ese café en la
noche para no acostarnos tan temprano, pero con la pendiente, nosotros prácticamente
no dejábamos dormir a los niñitos hasta que nosotros no nos acostábamos,
porque teníamos la zozobra de que a la hora de correr, si están despiertos uno lo
coge por la mano y corre. Los que más sufrieron fueron los peladitos porque a
veces tenían sueño y no nos atrevíamos a dejarlos dormir.
Entonces estábamos las dos solitas. ¿Qué vamos a cocinar? Yo le decía a ella “yo
tengo plátano, lo que no tengo es liga” y ella si tenía. Entonces nos compartíamos:
ella me daba liga y yo le daba el arroz y el plátano a ella. Así nos aguantamos
varios días. No podíamos salir a comprar nada de nada.
Las actividades recreativas como el deporte ofrecían el pretexto de olvidarse aunque fuera
de manera temporal de los problemas y era una oportunidad de compartir con otras
compañeras. El fútbol fue uno de los juegos predilectos de ellas.
Bueno las actividades eran en jugar fútbol. Cogíamos desde las dos de la tarde
hasta las cinco porque después de seis en adelante ya no podíamos estar en la
calle. Teníamos limitado hasta el tiempo. Era de dos a cinco porque como todas
éramos adultas y teníamos marido, teníamos que ir a atender la cocina.
Con las mujeres, tenía yo treinta y pico de años, con las mujeres adultas nos
organizamos y sacamos un equipo, de mujeres. Había más de 30 muchachas que
siempre quedaron aquí y todos los días jugábamos fútbol. Todas nos poníamos
a jugar fútbol para distraernos. Todas nos poníamos a jugar fútbol para irnos
olvidando de los problemas.
También hacían actividades lúdicas con sus hijos. La danza con los niños fue practicada
de manera frecuente como lo relata la siguiente mujer.
La danza más que todo era con los niños, sacamos un grupo y hacíamos evento con
los niños. Estas actividades las hicimos hasta el año pasado que ya los niños que
estaban con nosotros terminaron su bachillerato, unos se fueron, otros quedaron.
El estudio, sobre todo de la educación básica como de la primaria y el bachillerato, fue
uno de los alicientes que encontraron las mujeres para rehacer sus vidas. Una mejor formación
las hizo más conocedoras y activas como sujetas de derechos.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Yo personalmente, después que eso pasó, me capacité. Yo apenas llegué hasta la
primaria, terminé mi bachillerato. Me capacité como madre comunitaria y hasta el
momento estoy ejerciendo el cargo de madre comunitaria y me ha ayudado mucho.
También empezamos a estudiar. Validábamos bachillerato, ya eso fue en el 2003
para acá. Empezamos a estudiar los sábados. Al grupo del 2003 nos tocó en San
Pablo. Como cuarenta nos graduamos.
Otras mujeres y también hombres recibieron capacitaciones técnicas para desarrollar actividades
agrícolas. Lo que les permitía mejorar la situación alimentaria de sus familias y
aumentar sus fuentes de ingresos.
Ahí se capacitaron los hombres y también las mujeres, sobre cómo sembrar el
maíz, cómo sembrar el ñame diamante que fue la primera vez que aquí se sembró
ñame diamante, también con la semilla de yuca. La gente decía: “pero si nosotros
sabemos sembrar eso”, pero no tenían la técnica.
Por ejemplo, a nosotros nos llegaban 12 bultos de ñame para que la comunidad
la sembrara y daban el maíz híbrido y daban también para la siembra de la yuca.
Entonces cuando se sembraba, se debía devolver. Era como un banco de semillas.
Se tenía que devolver el ñame, el maíz y la yuca. El PMA [Programa Mundial de
Alimentos] nos apoyaba con alimentos, o sea, alimentos por capacitación. Nos
daban arroz, aceite, panela y granos por familia. Por medio de esas capacitaciones
fue que nos fueron motivando a que nosotras estudiáramos.
Además, las mujeres recibieron formación en otros ámbitos como en temas de gestión
y elaboración de proyectos lo que les permitió fundar algunas organizaciones para desarrollar
sus actividades en San José de Playón donde las mujeres han tenido un papel
fundamental.
Aquí las mujeres no nos quedamos quietas. Aquí siempre estamos haciendo proyectos,
tratando de trabajar. Tenemos asociaciones, estamos organizadas, tenemos
cámara de comercio, todo lo hemos hecho. Lo que pasa es que ajá a veces por
la falta de recursos uno no sale, no va afuera a buscar las cosas.
Eso fue en el 2003 y fue cuando constituimos la corporación San José de Playón,
la tenemos organizada. La fundamos diez personas… casi todas mujeres, no más
que tres hombres.
Las asociaciones eran sin ánimo de lucro para trabajar, buscar apoyo psicológico
y para la agricultura porque somos campesinos todos y esas personas vinieron
de varias veredas. Las asociaciones aún estamos activas, hay una que estamos
animando para que se reactive nuevamente.
Un ejemplo de este proceso organizativo ha sido la creación de asociaciones de desplazados
no solo para exigir el respeto y la garantía de sus derechos sino para ofrecer acompañamiento
psicosocial y formación en proyectos productivos.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Se conformaron cinco asociaciones de población desplazada, llamadas AsoCayeco,
AsoPalo altico, AsoMundo Nuevo, AsoTrinidad y AsoPlayón. Ese era el nombre
de las veredas. Aso Trinidad estaba conformada por tres comunidades: Santa
Fe de Icotea, Mesa y Camarón. Las asociaciones eran sin ánimo de lucro para
trabajar, buscar apoyo psicológico y para la agricultura porque somos campesinos
todos y esas personas vinieron de varias veredas. Las asociaciones aún estamos
activas. Hay una que estamos animando para que se reactive nuevamente.
La presencia de diversas organizaciones no gubernamentales y de la Iglesia católica fue
fundamental para el empoderamiento de los habitantes del corregimiento, sobre todo de
las mujeres. Rostros Felices, Tierra de Hombres, la Ruta Pacífica de las mujeres y la Pastoral
Social de la Iglesia católica, son reconocidas como las principales organizaciones
que les brindaron apoyo de muy diversa índole.
Ya no había la facilidad de antes para la alimentación de los niños. Cuando se
presentó Rostros Felices hicimos un proyecto para un comedor donde había 100
niños con problemas de desnutrición. Ese proyecto duró dos años. Pudimos recuperar
muchos niños con ese proyecto. A pesar que teníamos el inconveniente de
los paramilitares que estaban vigilando…
Después llegó Tierra de Hombres, tuvimos capacitaciones con psicólogos en el
2006… nos ayudó demasiado, porque capacitó a un grupo de personas que ayudaban
a los niños. En salud y en educación, este grupo de personas, después de
capacitada trabajó con los grupos de niños. Dictaban talleres lúdico-formativos
como para levantarles el ánimo a los niños.
En 2005, a nosotras las mujeres nos llegó la Ruta Pacífica de las Mujeres. Muy
importante porque fue cuando comenzamos a conocer los derechos que tenemos
nosotras como mujeres, qué leyes nos amparaban y a dónde acudir para defendernos.
Nosotras como mujeres estábamos con la autoestima bien bajita, éramos
las sumisas de la historia, nos sentíamos menos que los hombres. Aquí varias
compañeras tuvieron la oportunidad de ir a una movilización al Chocó.
En el 2006 apareció la Pastoral Social en las comunidades de Cayeco, Pueblo
Nuevo, Palo Altico. Esas comunidades fueron organizadas por la iglesia, la Pastoral
Social de María la Baja.
Algunas mujeres han superado el miedo y han denunciado los hechos de violencia ante las
autoridades competentes con el propósito que se investigue lo ocurrido y se sancionen a
los responsables. Los resultados no son positivos, dado que las mujeres no habían recibido
respuesta después de meses o años cuando se hizo la evaluación de su situación, pero ilustran
de alguna manera la exigencia del respeto y la garantía de sus derechos ante el Estado.
Hicimos la denuncia en María la Baja ante el personero pero no hizo nada. Me
puso a caminar de aquí a Crespo a la Fiscalía diciéndome que había mandado los
papeles para allá. Cuando fui me dijeron que no aparecía nada.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En mi caso tampoco pasó nada. Se hizo la denuncia en el personero y en Cartagena,
pero nada. Así una información legal que haya hecho algo, nada. Tuvimos
una pérdida de 17 reses.
Yo hice una denuncia ante la Fiscalía de 22 reses que se me llevaron y a la personería.
Me dijeron que llevara unos papeles, los llevé y nada de eso.
Bueno yo ya hice la denuncia en la Fiscalía, ya me hicieron todo. En noviembre
fue la última declaración que tuve y me dijeron que ya no necesitaba más nada
allá… Está en trámite, en trámite y nada me han resuelto.
Por último, las mujeres de San José del Playón destacan aprendizajes de lo ocurrido en su
corregimiento. La madurez personal y la capacidad de resistencia son formas de afrontamiento
valoradas por ellas. Este crecimiento personal después de los hechos traumáticos
muestra la resistencia individual y colectiva de las mujeres.
Hemos aprendido principalmente a valorar más a las personas. Uno aprende a
valorar la vida y a los demás y a valorarse a uno mismo. Entendí que tenía que
capacitarme para mejorar mi calidad de vida. No podía estancarme, debía seguir
estudiando y por eso hasta ahora, cualquier capacitación ahí estoy presente.
Yo vengo de un brazo de Playón, pero los dolores de Playón yo los siento. Por eso
le agradezco a mis compañeras que cada capacitación que venía estaba pendiente
que yo participara… Yo aprendí a querer a las personas y las admiro por tantas
cosas que hemos pasado. Yo vivía bajo drogas para tener mi vida tranquila. Esto
enseña a querer más a las personas, a sentir el dolor del otro y a valorar mucho
a las demás personas.
La verdad que he aprendido muchas cosas. A compartir con todos los demás no
solo las cosas, sino la amistad. He aprendido que si uno no se ama a uno mismo
no puede amar al compañero.
Reconstruir las condiciones a través de la reparación
Las mujeres exigen demandas vinculadas con el derecho a la verdad. Tanto para saber qué
fue lo que ocurrió como para encontrar a sus seres queridos que se encuentran desaparecidos.
Que a nivel de justicia se sepa la verdad, ya no estamos para esconder las cosas
sino que todo se sepa.
Que ayuden a las familias para que sepan dónde están sus muertos, porque de
pronto saben pero por seguridad no lo dicen. Que recuperen sus muertos y le den
cristiana sepultura.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
El cumplimiento de la ley por parte de las entidades del Estado es central para las mujeres
del corregimiento. Que los funcionarios públicos obedezcan con sus obligaciones, es el
mínimo para garantizar una mejor presencia del Estado.
Que el Estado obligue a las entidades públicas y a sus funcionarios a que cumplan
su función. A veces uno va a la personería y lo que llevas allí, ahí queda. Uno
piensa que se está gestionando algo y nada.
Si uno denuncia ante el personero, ante el corregidor, el problema le queda es a
uno. Lo bueno sería que las autoridades sean firmes con eso, si tu robaste se castiga
porque tu robaste. Si uno les dice, “mira tú me robaste la gallina” ellos en la
noche te levantan la casa a piedra.
También ofrecer una adecuada seguridad, dado que las mujeres víctimas se ven afectadas
por la inseguridad que siguen viviendo, y mayores garantías de tranquilidad para la
población. El sentimiento de abandono por parte del Estado permanece hasta hoy en día
entre las mujeres.
Necesitamos un puesto de policía o un puesto militar. La inseguridad que hay en
esta comunidad es tenaz, lo que pasa es que nos tienen abandonada, Playón no
existe para ellos.
Que el Estado esté más pendiente de nosotros, que sea garante de todos nuestros
derechos, porque sí se están formando nuevamente por ahí grupitos que ya
nos molestan. Estamos completamente abandonados y necesitamos que estén más
pendientes de nosotros que no fuimos culpables del desplazamiento.
En materia de medidas de restitución, sobre todo de la tierra y demás bienes perdidos.
Numerosos relatos en el grupo focal hacían referencia a la tierra o los animales perdidos
como consecuencia del robo, masacres y desplazamiento. También la satisfacción del derecho
a la salud, en condiciones dignas es una exigencia repetida. Mejorar las condiciones
del centro de salud, aumentar el suministro de medicamentos, atender de manera especial
a las mujeres embarazadas y contar con medios de transporte sanitarios adecuados, son
algunas de sus demandas. La accesibilidad geográfica y la ausencia de atención periódica
en la propia comunidad son parte de los problemas que refieren las mujeres.
Atención en salud. Estamos prácticamente sin nada en cuestión de salud. No vamos
a decir que un médico permanente, pero siquiera que viniera tres veces a la
semana pero que fuera puntual y no tres veces al mes. En el centro de salud, una
o dos promotoras más porque aquí hay personas que se cortan y tienen que ir a
curarse a María la Baja.
El trasporte de enfermos y especialmente de las mujeres embarazadas que van a dar a luz es
una demanda recurrente de las mujeres. Estas medidas básicas de salud comunitaria debe254
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
rían formar parte de un programa de salud para la zona que tenga en cuenta las consecuencias
de la violencia en las mujeres y la atención en salud como una medida de inclusión.
Un niño por la noche aquí se aprieta y tenemos que envolverlo y llevarlo en una
moto y esa brisa le hace más daño. Necesitamos implementos, dotación en el
puesto de salud, que incluya un medio de transporte que nosotras las mujeres no
estemos expuestas a parir en el camino.
Una mujer embarazada si se la coge aquí, pare aquí como sea, sino tiene que coger
una moto. Si hubiera un medio de transporte siquiera para transportar a las
mujeres embarazadas. Aquí la gente de Playón estamos demasiado abandonada.
Tenemos carné, aquí hay carné de Comparta, Comfamiliar, de todo lo que usted
quiera, pero, no sirven para nada.
Yo soy partera, comadrona. A veces me siento muy tensa porque hay partos difíciles
y aquí no tenemos recursos.
El derecho a la educación es otro de los derechos sociales para el cual se pide una atención
prioritaria. Desde el aumento de profesores, pasando por mejorar la calidad de la
infraestructura escolar, hasta el ofrecimiento de becas o facilidades para los estudios universitarios,
son peticiones de las mujeres del corregimiento. Como medidas de reparación
colectiva, la educación está orientada a la mejora de las oportunidades para sus hijos e
hijas, así como a unas mejores condiciones para llevarla a cabo.
En educación hay falta de maestros. La escuela no tiene salones disponibles, hay
unos salones pero no sirven. Los jóvenes tienen el calor ahí. El aire no entra por
la ventanita. En el bachillerato hay unos salones que cuando son las cinco tienen
que soltarlos o traérselos p’al quiosco porque ya no se ve nada ahí.
Becas para los estudiantes, porque no tenemos recursos para que ellos sigan adelante.
El ofrecer posibilidades de recreación sana y adecuada para las niñas, niños y adolescentes
debe ser parte de las políticas públicas que beneficien a los jóvenes. Los efectos de la
precariedad y la descohesión social empiezan a darse entre los adolescentes.
Los jóvenes, por falta de manera como ellos ocupar el tiempo los lleva a lo malo.
Aquí hay niños de nueve años que ya están consumiendo droga. Los grandes los
han vuelto jíbaros pequeños, no están en el colegio y desde que es temprano en
la mañana están por los lados del cementerio vendiendo y consumiendo drogas.
En fin, las mujeres señalan la importancia de que se impulsen un conjunto de medidas que
ayuden a transformar sus vidas, incluyendo la prevención y las garantías de no repetición.
El papel del estado en una población.
Queremos que nos vayan reparando lo que teníamos, porque aquí teníamos un
poquito de cada cosa. Entonces que el Estado nos vaya reparando y que nos den
garantía de no repetición.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Es decir, las mujeres de San José del Playón reivindican un cambio en su relación con el
Estado que se oriente a la promoción social y tenga en cuenta la dimensión colectiva del
daño sufrido. Reconstruir comunidades afectadas no es fácil ni es una vuelta al pasado
que fue. Muestra la necesidad de hacer un proceso de diálogo y compromiso colectivo
con la comunidad afectada, valorando las medidas a tener en cuenta de forma conjunta
y dándoles un sentido de reparación asociado al reconocimiento a la injusticia sufrida,
incluida el abandono que el Estado ha tenido frente a las mismas y las condiciones para
retomar su proyecto colectivo.
El trabajo con las mujeres como parte de esos proyectos colectivos en fundamental para
entender y poner las bases de la convivencia en un nuevo contexto que les permita que
la creatividad, la solidaridad y las maneras en cómo enfrentaron la violencia, reviertan
ahora en sus proyectos colectivos. La reparación debería ayudar a eso teniendo en cuenta
su proceso colectivo.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cauca Mujeres víctimas de la masacre del Naya
La vida en el Naya antes
El diverso panorama étnico presente en la zona del Naya en el departamento del Cauca
le imprime al territorio particularidades interculturales. La región del río Naya es un
territorio conformado por comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas que
arribaron a la zona en distintas épocas. A finales del XVII la comunidad afrodescendiente
llegó como mano de obra esclavizada junto con el establecimiento del distrito minero
de Barbacoas (Díaz, 1994:85; Mosquera & Aprile, 2001)41. A mediados del siglo XX se
asentaron en la parte alta de la región familias indígenas Nasa que huían de la violencia
en el departamento. Además, entre los años ochenta y noventa, las oportunidades económicas
derivadas del cultivo de la hoja de coca incentivaron la llegada de comunidades
campesinas.
Desde el año 1990, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) ingresa al territorio donde el control del mercado de la coca se disputó con la
llegada del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Desde el año 2000, las AUC tenían
presencia militar en la zona plana del norte del Cauca y controlaban el acceso terrestre
al Naya. Antes de la presencia de estas organizaciones armadas, la convivencia era muy
placentera.
En el Naya había un resguardo indígena y una JAC [Junta de Acción Comunal],
era una vida muy tranquila… Estaba la Junta de Acción Comunal, que era la que
impulsaba el proceso. La vida en el Naya, se podía vivir al lado de la familia, de
los amigos.
En dicha región, hace más de una década, se perpetró la masacre del Naya. Durante
los días 10 al 13 de abril del 2001, cerca de 500 hombres de las Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC) bloquearon el acceso a la zona y recorrieron el territorio, matando
no menos de 40 personas, incendiando las casas, amenazando y obligando a huir a sus
pobladores. Los hechos fueron realizados por paramilitares al mando de alias “HH”, comandante
del Bloque Calima de las AUC quien fue extraditado a los Estados Unidos42 y
sometido a la justicia de ese país con el resto de altos jefes paramilitares por narcotráfico.
La incursión paramilitar afectó por lo menos 15 poblados de la región, dejó más de tres
mil personas desplazadas y un número superior a 100 asesinatos. De esas víctimas asesinadas
solo se han encontrado cerca de 45 cuerpos. Sus víctimas han manifestado públi-
41 Mosquera, Gilma y Gniset, Jacques Aprile. 2001. “Hábitats y sociedades del Pacifico. Vol. 3: Aldeas de
la costa de Buenaventura”. Cali: Universidad del Valle. En: A los siete años de la masacre del Naya: la
perspectiva de las víctimas Myriam Jimeno, Ángela Castillo, Daniel Varela Universidad Nacional de
Colombia Centro de Estudios Sociales CES.
42 http://www.verdadabierta.com/nunca-mas/987-extraditado-ever-veloza-alias-hh
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
camente que la intervención paramilitar fue alentada por sectores interesados en abrir la
zona a la explotación minera.
Los desplazados huyeron hasta pueblos del norte del Cauca y la mayoría de las víctimas,
mujeres, niños y niñas, permanecieron meses hacinados en varios centros de acogida, pero
paulatinamente la mayoría de la población, en una decisión colectiva de resistencia decidió
retornar al Naya poco a poco. Actualmente la mayoría de las mujeres indígenas víctimas de
la Masacre del Naya se encuentran reasentadas en el resguardo de Kitek Kiwe, municipio de
Timbío. De esta masacre y arremetida paramilitar, sólo han sido reconocidas por el Estado
como víctimas a 42 personas, frente a las 100 que fueron denunciadas por la comunidad.
Hoy en día más de 50 personas de la región del Naya permanecen desaparecidas.
Las mujeres sobrevivientes a la masacre identifican que con la extradición de los comandantes
paramilitares se está perdiendo la verdad. Aunque el Consejo de Estado responsabilizó
por omisión y falla en el servicio a la Fuerza Pública por no evitar la incursión
paramilitar, ordenando al Estado reparar a las víctimas por daños morales y alteración
grave de las condiciones de existencia,43 la justicia penal no ha avanzado en las responsabilidades
de otros autores intelectuales y superiores, como políticos departamentales y
nacionales, militares y empresarios, pese a las declaraciones dadas por “HH” en el juicio
seguido contra el Bloque Calima44.
El desplazamiento forzado causado por la masacre fue masivo, la mayoría de sobrevivientes
de la masacre fueron mujeres que quedaron viudas, estuvieron desplazadas durante
tres años en la Plaza de Toros del municipio de Santander de Quilichao, en graves
condiciones de hacinamiento. La violencia contra los pueblos indígenas si bien ha sido un
proceso histórico que viene desde la Conquista de América, no ha cesado, y los territorios
que habitan actualmente aún siguen en disputa por la importancia geográfica y riqueza
natural y mineral que contienen.
Los hechos de violencia se iniciaron con los asesinatos y amenazas a los líderes y lideresas
de las comunidades. Durante el año 2000 el actor armado con mayor presencia y
control en el territorio era el ELN.
La presidenta de la JAC, en octubre del 2000 es retenida por la guerrilla. No la
dejaban salir de la zona. La guerrilla decía que como salía a Buenos Aires cada
15 o 20 días, que ella le daba información a las AUC. La sancionan y no la dejan
salir del territorio.
43 Sentencia proferida el 15 de agosto de 2007, por la Sala de lo Contencioso Administrativo, sección tercera del
Consejo de Estado, consejero ponente Mauricio Fajardo Gómez, Expediente No. 190012331000200300385-01.
44 Los vínculos entre paramilitares, Estado y empresarios en las diferentes incursiones paramilitares realizadas
por el Bloque Calima pueden evidenciarse en las entrevistas brindadas por Ever Veloza alias “H.H.”en medios
masivos hablados y escritos, tales como la entrevista realizada por Hollman Morris en el programa Contravía,
disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=wIYpGIHq9YQ&feature=grec_index Revisada septiembre
18 de 2012 y en la entrevista realizada en la Revista Semana (1 de agosto de 2008).
258
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Dos meses después, asesinaron al gobernador del cabildo y las mujeres y hombres líderes
fueron amenazados y obligados a salir del territorio.
El 12 de diciembre de 2000 matan al gobernador del cabildo, la guerrilla del
ELN. Como a eso de las nueve de la mañana más o menos, él estaba en un sitio
llamado La Mina desayunando. De ahí lo sacaron y lo bajaron como unos 300
metros y en una cañadita lo mataron y le colocaron el bastoncito en la mano
así pegado con una peña y un letrero que decía “eso le pasa a los sapos”. El
secretario alcanzó a volarse… Esa noche de la velación, la guerrilla fue a buscarla
a la casa [a la presidenta de la JAC] pero ella estaba donde un hermano,
le dijeron a la mamá que le daban un día para que se fuera. Tenían que sacar
a los líderes de la zona, caminaron toda la noche, en el Ceral la sacan en una
camioneta, la mandan para Silvia [Cauca] lejos de su familia.
Uno de los motivos de la incursión paramilitar fue para expulsar la presencia del ELN
en esta región del Cauca. En este orden de ideas, el sentimiento colectivo de una comunidad
como la del Naya que vive en una zona de disputa territorial y convive entre
el fuego cruzado sin la presencia efectiva del Estado, explica la necesidad de tomar
partido por alguno de los actores en contienda, como medida de protección frente al
contrario.
Cuando en el Naya la guerrilla nos quitó todo, ay ahí sí quise como volverme
loca y yo no me explicaba el por qué esa gente había tomado esa decisión. Así,
sin tener un argumento real de porqué nos quitaba las cosas… Como eso fue
antes de los paramilitares, como yo sabía que los paramilitares eran los que
seguían la guerrilla, ¿sabe qué decía yo en mi ignorancia?: “no, yo me voy a
meter a los paramilitares y les voy a decir dónde está la guerrilla en el Naya
para acabarlos”.
Incursión paramilitar, masacre y atrocidades
Otro de los motivos del ingreso de las autodefensas estaba relacionado con el valor de los
recursos naturales que existen en ese territorio. Las mujeres destacan la importancia de
la tierra por las riquezas que contiene y el interés de apropiación por parte de los grupos
armados al margen de la ley y por el propio Estado.
Entra un grupo de la Agustín Codazzi, para buscar unos sitios estratégicos, que
para hacer pistas de aterrizaje. Ellos quieren hacer una represa allá, por la riqueza
del territorio. Lo que es el agua, la fauna y la flora es muy rico en el Naya. El Naya,
en primer lugar es como un sitio estratégico para los grupos armados que están
allá, como es la guerrilla. También porque es una zona muy rica en minerales como
es el oro, el agua, la misma biodiversidad que tiene. Estratégica también… para la
explotación de la coca. Como de eso se lucran pues los grupos armados…
259
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
La masacre se efectuó porque el Naya es un sitio estratégico para los grupos
armados para el cultivo de coca, es muy rico en minerales, agua y oro. Nadie
tenía títulos de eso a pesar de que vivían 60 años allá, lo que querían era que el
territorio quedara desocupado, por eso no lo dejan.
También las mujeres identifican cómo el ejército y los paramilitares actuaron de manera
conjunta para producir el desplazamiento de la comunidad del Naya y conseguir que se
abandonara el territorio.
El ejército en busca de los secuestrados de la María entra a la escuela, empiezan
a preguntar que si sabían dónde estaba la guerrilla. Le decían que ella no quería
avisarles, que hacía parte de ellos: “atrás de nosotros vienen otros y a ellos sí
tienen que decirles”. Los retenían para preguntar cosas, les decían que algún día
tenían que desocupar el territorio…
… desde el tiempo que llevaron unos secuestrados al Naya, desde allí empezó
a complicarse la situación. Cuando entró el ejército a rescatarlos la cogieron a
que se dejara fotografiar, ella no se deja y le dicen que esperara que llegaran sus
primos. El ejército estaba cerca cuando entran los paramilitares.
Los habitantes de la región eran escépticos ante la llegada de los paramilitares, aunque
era un secreto a voces. El fantasma del miedo y la zozobra rondaba al Naya antes de
la incursión paramilitar, pero muchos pensaron que la presencia de los grupos guerrilleros
impediría el ingreso de las AUC. Ese fenómeno se dio también en otros lugares
del país en donde la falta de experiencia previa y el control de la zona a que estaban
acostumbrados impedían tener una evaluación más realista de la situación, y donde no
se imaginaban las actuaciones atroces contra la población civil por parte de los grupos
paramilitares.
Digamos desde el 2000 se escuchaba que las Autodefensas estaban en Timba.
Desde el 2000 se escuchaba. En el 2000 estaba el comentario que las Autodefensas
se iban a entrar pa’l Naya, que iban a entrar pa’l Naya.
Eso ya tenía unos meses que estaba advertido que iban a entrar, que iban a entrar.
Yo sí le decía a mi esposo “Dios mío, mire que esa gente va entrar”, “¿usted tiene
mucho miedo?”, “yo sí, tengo miedo”, le decía. Porque fuera que ellos entraran
y no le hicieran nada a uno, no lo mataran, mi marido me dijo: “pues de todas
maneras el decir de la guerrilla es desde que estuvieran ellos, no pasaba nada”.
Las mujeres identifican que ante las advertencias del ejército de la llegada de los paramilitares
ocurriría un desplazamiento forzado. Este se hizo efectivo cuando estos comenzaron
la incursión en el territorio, cometiendo asesinatos y realizando amenazas. Las mujeres y
sus familias se vieron obligadas a abandonar sus viviendas, enseres y animales, huyendo
para proteger sus vidas y las de sus seres queridos.
260
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cuando entró esa gente ella estaba lavando, llegó su hermano corriendo, ellos
vivían en la playa, vino a avisarles que entraba esa gente… Estaba asustada, no
tenía aliento para caminar, iba con los niños, jalándolos. Los hombres iban a estar
vigilando. La gente comenzó a salir, desplazándose por las fincas, día y noche
caminaba gente. Vio que salía la gente, le decía al esposo que se fueran. El comentario
era que estaban [los paramiliatres] por Pico de Loro que era el camino
más feo. Ella le dice que se vayan, casi no comía, pensaba que en la noche les iban
a llegar. Estuvieron 15 días así asustados, no se iban por falta de dinero. La gente
se estaba albergando en el Cabildo del Diamante. Todo estaba oscuro, había
barrialeros, se caían. Estuvo ocho días en el Diamante. Luego se va para Timba.
Tan pronto que empezaron los asesinatos, la orden de abandonar las viviendas era perentoria.
Uno de los propósitos más evidentes de la masacre era desplazar a la población para
copar y controlar el territorio.
Había ido a visitar a la hija que vivía en el Valle. Cuando se iban a regresar,
llegaban dos cargas de revuelto [alimentos]. Por el día miércoles entró las AUC.
En el Sereno, donde la hija, vio un muchacho que corría en pura carrera para
abajo, bajó agitado y dijo que venían las AUC. El comentario estaba antes pero
no creían. Cuando menos pensaron entraron las AUC. La hija había acabado
de tener un bebé. Luego escucharon los tiros. Empezaron a ver gente que salía.
Habían dicho que daban cinco horas para que salieran. Salieron a las siete de la
noche. Veían los muertos por el camino a Palo Solo. Estaba lloviendo. Llegan a
la Aguapanela y había más gente refugiada. Tenían mucho miedo. Decían que los
muertos estaban amontonados.
Dijeron que según ellos venían a acabar todo el Naya, que ellos iban a hacer una
limpieza grande en el Naya. Eso fue lo que contaron los muchachos que han visto
matar esa gente… Han dado apenas cinco horas para que nosotros desocupemos
este territorio y que los que no se van son porque son guerrilleros y los matan a todos.
La región del Naya fue cercada. La población no podía salir ni entrar al territorio, no
podían circular libremente. Antes de ordenar el desplazamiento forzado, los paramilitares
confinaron a los habitantes de la zona. Matar a los presuntos guerrilleros era más fácil
prohibiendo la movilización de las personas. Los testimonios de las mujeres expresan el
horror de la masacre y la constricción entre el desplazamiento y confinamiento.
Hace diez años, el 10 de abril entraron las AUC a masacrar la gente en el camino.
Por todo el Cauca mataron los campesinos. Los que iban saliendo los iban matando
y tirándolos al abismo. No entra ni sale gente del Naya. Pensaron que era la guerrilla.
Vivió con su esposo 26 años. Sintió que algo le iba a faltar en la vida. Llegó la
noche y no dejaban salir, ni entrar a nadie.
El desplazamiento forzado de la población civil en el Naya fue masivo. La manera permanente
y continua de asesinar a sus habitantes fue la forma más eficaz de sembrar el terror
261
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
y obligarles a abandonar su territorio. El desplazamiento se realizó a pie. La comunidad
caminaba por las trochas y los caminos, y durante la ruta estuvo acompañada de asesinatos
y de cadáveres durante el recorrido.
Desde el 2000 se escuchaban que las AUC estaban en Timba, que iban a entrar
para el Naya. No creían que fueran a entrar, la gente decía que no entraban. El
24 de diciembre del 2000 fue el desplazamiento del Ceral y el 11 de abril fue el
desplazamiento del Naya. Reunieron las comunidades y les dijeron que tenía unas
cuantas horas para irse, que las casas tenían que quedar abiertas. Cogieron los
niños como fuera, salieron, empiezan a salir y ven cadáveres al paso. Estuvieron
en medio del enfrentamiento. En Alto Sereno habían matado a otros vecinos. En
la Aguapanela, cogieron otra vez por la trocha con los niños en la mano. Más
muertos por el camino. En la radio escucharon que mataron a Daniel Suárez en
Patio Bonito. Caminaron dos días por la trocha, hasta llegar a un punto llamado
la Silvia en que los recogía la chiva [el bus]. Iban alrededor de 100-150 personas.
En el Ceral estaba el ejército y no los iban dejar pasar, no sacaron nada. Llegaron
a Santander donde unos amigos por ocho días. Los líderes hablaron con el alcalde
y les dieron albergue.
El relato de las mujeres sobre cómo sufrieron el desplazamiento, permite identificar la
desesperación de las familias y las mujeres por sus seres queridos. Los paramilitares parecían
estar en todas partes, pues la comunidad vivía constantes requisas y atropellos, que
eran casi imposibles de evadir. Algunas mujeres sobrevivieron a los consecutivos tratos
inhumanos y degradantes, otras fueron obligadas a presenciar la muerte de familiares y
otras más fueron asesinadas.
Vio a alguien corriendo, era una señora y le dice que “entró las AUC, que vienen
matando a todo lo que encuentre, adultos, ancianos, niños, todos”. Cuando sintió
la balacera para el río Mina, estaba con tres nietitas. A las 4 – 5 de la tarde
empezó a salir la gente del Playón, salieron por el mismo camino. Vio gente que
cogía por varios caminos. No sabía cómo hacer solita. Se encomendó a dios.
Decide quedarse, amanece sola con los niños, no le provocaba comer. Con niños
pequeños y enferma, el hermano le trae la mula, cargan la remesita y salen por un
filo. Donde una vecina amanecieron. Pensaba en la hija que salió cuando entró
las AUC. Se escuchaba de la gente que habían matado. A los dos días entró la hija
a buscarla con una amiga. Se albergaron con otras personas que salían. Salieron
unos 20, con niños y adultos. Con los nervios de encontrarlos, llegan a Campamento
a las siete. Era un lugar de paso. Al otro día cogen camino de nuevo, paran
en algunas partes, los niños cansados, llegan al Diamante. En el camino a esperar
la chiva que iba para Timba. Se quedan en la escuela en Timba. Allí se encuentra
con la hija. Cuando la hija salía, llegaron las AUC y pararon a investigar a las
personas, les requisaron las maletas, las dejaron ir. Corrieron a coger las maletas,
robaron a las personas. Cuando iban corriendo, otro grupo de AUC la llevaron
sola a un cuarto. Le movían la cabeza y le decían que ella era guerrillera. A lo
262
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
último la dejaron ir pero antes la golpearon y le dijeron “piérdete”, y ella salió
como tonta. Ella se va y allí cogieron el carro.
La brutalidad y barbarie que acompañaron la incursión paramilitar continúa siendo una
huella indeleble de dolor y frustración en la vida de las mujeres. Los relatos dan cuenta
de la crueldad y del mensaje de miedo que dejaban ante la comunidad. La forma en
cómo algunas mujeres fueron torturadas y asesinadas muestra el terror ejemplificante y
las crueldades de que fueron objeto. La mujer testiga de los hechos aún se encuentra con
una profunda afectación.
Ella venía con una sudaderita verde y botas y a ella se la dedicaron, que si era
guerrillera, que era guerrillera. A ella la golpeaban. Como ella tenía un cabello
largo hasta por aquí, le cogían unos manojos de cabello y se lo arrancaban y le
decían “ve gran hijuetantas, confesá que vos sos guerrillera”. Ella decía “no,
yo no soy guerrillera, yo trabajo en el Naya, yo trabajo en Corinto” y ella les
suplicaba, les decía “por favor no me vayan a matar”. Entonces le decía uno de
los paramilitares, le decía “no, si usted está muy fresca pa’ nosotros” y la cogían,
le tocaban los senos. Le dijeron que estirara el brazo así y la chuzaban como con
unos ganchos. La chuzaban y le arrancaban los pedacitos de piel y esa muchacha
lloraba y gritaba muchísimo. Hasta ahí fue la última vez que yo vi a la muchacha.
Si, ella apareció después. Le mocharon la cabeza, le cortaron los brazos. Si, ella
fue la que mataron en el Ceral. Le mocharon la cabeza y la cabecita se la metieron
en una estopa y la tiraron para la carretera así pa’ abajo. La encontraron en la
carretera.
Las acusaciones a la población de ser informantes y colaboradores de la guerrilla, fue uno
de los argumentos que utilizaron los paramilitares para asesinar a decenas de personas.
Algunas mujeres presenciaron las muertes de sus compañeros y de otros habitantes de
la comunidad. Sobrevivieron a episodios de violencia y tortura y crueldades extremas
perpetradas frente a ellas.
Guillermo estaba sentado en el barranquito… cuando él se iba a parar, ya los
teníamos ahí en la casa… y le pusieron el fusil acá atrás y le dijeron: “ya te ibas a
volar”. Lo trataron mal, lo patearon… A mí se me entraron a la cocina, me pusieron
el fusil aquí, aquí en el pecho me lo pusieron para que yo dijera dónde estaba
la guerrilla. A él lo tuvieron amarrado en el palo y lo patearon y todo eso… Entonces
ellos llegaron dos trabajadores a comprar una gaseosa ahí y… los cogieron a
los dos muchachos… y los amarraron juntos con Guillermo, con el esposo mío…
De ahí llegaron ellos y cogieron todo. Lo que no se comieron ellos lo tiraron al
suelo, lo dañaron. La ropita mía, los colchones los dañaron a ver si había armas
de guerrilla. Yo le dije: “señor, aquí no estamos enseñados ni acostumbrados a
guardarle armas a nadie”… Ahí mismo cogieron y desamarraron a Guillermo,
desamarraron a los otros muchachos y a mí me echaron para adelante. Entonces
dijo: “la señora no la deje adentro porque ella va y le avisa a la guerrilla”. Entonces
un moreno alto me sacó, dijo: “camine, vamos doña que aquí no hay que
263
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
dejar cabo suelto”. Entonces ahí fue cuando ya nos sacaron a todos y a mí, a mi
nietecita. La casa así abierta. Me llevaron a todo el filo para que viera matar a mi
esposo y a Wilson y a este otro muchacho. De ahí, para mí se me acabó la vida,
desde el 10 de abril para mí se me acabó la vida, se me acabó todo. El vivir con él.
Todo se me derrumbó. Después de que él se murió, todo se me fue al suelo… A él le
pegaron un tiro en la boca, y como él no podía morir, como él no moría, entonces
lo apuñalearon también. A los otros los hicieron con motosierra.
Las mujeres fueron obligadas a cubrir las necesidades de alimentación contra su voluntad
a grupos paramilitares. Algunas de ellas fueron obligadas a cocinarles a los paramilitares,
mientras eran acusadas de ser las cocineras de la guerrilla. Hechos a los que se les
sumaron actos de saqueo y pillaje, como dejarlas indocumentadas para arrebatarles el
reconocimiento de ciudadanas.
Les sacaron las cosas de la tienda y las pisoteraron… Les mandaron a hacer las
comidas a ella y a la hermana con las cosas de la tienda y se llevaron las cosas.
Cogieron las gallinas para cocinar… Les requisaron la casa, les picaron la ropa, la
cédula, les robaron dinero. Uno hacía preguntas y el otro hacía daños, y les dejaron
toda la comida. Ellas del miedo no iban a comer. Ellos decían “vámonos”. Se llevaron
una olla con comida. Les decían que se fuera con ellos para servir la comida.
La memoria de lo que ocurrió en el Naya no se agota en los hechos acontecidos entre el
10 y 13 de abril de 2001. Además de la masacre y el desplazamiento forzado, se suma
la disputa por los territorios ancestralmente ocupados por comunidades indígenas, afrodescendientes
y campesinas, ahora en disputa por la Universidad del Cauca y el Incoder.
“Mientras desde 1999, el Consejo Comunitario de la Cuenca del Río Naya, le solicitó al
extinto Incora la titulación colectiva de las tierras que ocupaban las comunidades de esta
región, solicitud que empezó a dar trámite esta entidad. A la par la Universidad reclamó
en 2003 su derecho a la propiedad privada, según documentos que así lo prueban y que
datan de 1827”.45
Después de la masacre nos vinimos a enterar que las tierras del Naya donde toda
la vida hemos vivido que supuestamente son de la Universidad del Cauca. Entonces
yo digo que de pronto la misma Universidad o el mismo gobierno se hicieron
ese complot para que los paramilitares entraran a desalojar la gente de allá,
porque eso era lo que ellos querían que el territorio quedara desocupado… Unos
casi dos o tres meses, el territorio casi quedó solo pero después de eso nosotros
dijimos “así nos toque morirnos, nosotros volvemos a la región, porque esa región
no la vamos a entregar, así como se dice, en bandeja de plata”. Nuestros abuelos
lucharon mucho para fundar esa región.
45 Ver http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-243667-el-ultimo-rastro-de-masacre-del-naya)
264
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Impactos en las mujeres indígenas
Los hechos que se vivieron en el Naya marcaron la vida de las mujeres, quienes en su
mayoría salen desplazadas y con el reto de reconstruir su proyecto de vida en espacios
ajenos a su territorio. El territorio es la primera de las pérdidas, elemento que no
solo encierra un simple valor económico sino espiritual sobre todo para los pueblos
indígenas.
La tierra es como la madre de uno, porque es el sitio de vida del ser. O sea como
pueblo indígena, para mí significa mucho dejar la tierra… si voy al bosque y con
solo mirar que en el Naya son esas montañas mientras que acá hay es bosques
muy reducidos… Uno siente como que allá se le quedó el ombligo, como parte de
la vida de uno. Entonces yo pienso que cuando uno cambia de un territorio a otro,
lógico uno siente ese desarraigo porque es como la madre de uno que se le queda,
pues como en el sitio de origen… Todo un sacrificio, un esfuerzo que uno ha hecho
durante todo un ciclo de vida donde ya tenía como dice un plan de vida.
Deja todo lo que uno tenía ya en su cultivo, deja todo y la tierra allá… O sea acá
también hay territorio pero la tierra de allá es incomparable a la de acá, una
tierra muy fructuosa como para uno trabajar en la agricultura. Es una tierra con
más calcio en su tierra que las de acá porque estas tierras de acá ya están explotadas,
ya tienen un ácido y allá son unas tierras muy buenas. Es como si uno dejara
un hijo o una mamá porque lo que más le duele a uno separarse de uno un hijo y
una madre, una persona muy cerca de uno.
A la privación del territorio debe sumarse la pérdida de otros bienes. Las pérdidas materiales
significan un perjuicio para cualquier víctima.
Salimos solamente con la ropa. Como quien dice así, como estamos aquí así.
Salimos, sin nada. Los que de pronto pudieron tener lo del pasaje, pero lo demás
todo se quedó allá.
Pues yo acomodaba, era lo más principal papeles. Así la ropita lo que más yo
podía. Porque de verdad eso todo se queda, dejamos puertas abiertas y nos fuimos
para arriba. Los que tenían sus pollitos así criando se los iban llevando porque
eso uno no puede salir para la finca si esa gente se riega. No puede salir uno ni a
buscar. De resto todo se quedó, animales, todo se quedó.
El desplazamiento forzado no significaba simplemente la pérdida del territorio y de unos
bienes sino que en algunos implicó la desintegración familiar, ya que unas personas no
abandonaron la región viviendo en condiciones de precariedad e inseguridad.
Al dejar el territorio es algo muy profundo porque de todas maneras uno deja un
territorio. No solamente queda la tierra, queda la familia allá, la mayor parte de
la familia.
265
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
La sensación del desarraigo para la población indígena del Naya implica la desconexión
con sus vínculos ancestrales, que representan modos de vida y modos de entender la realidad.
En el caso de las mujeres, cortar con esa relación implica asumir nuevas prácticas
culturales y otros roles sociales en espacios desconocidos.
A uno le hacía falta su comida, lo que era el plátano... la comida propia… la arracacha,
todas esas cosas. Uno al comerse unas lentejas sin plátanos, sin papa, un
agua de lentejas, eso era arroz no más… Cuando yo llegué nos daban una colada
de bienestarina [tipo de harina enriquecida], y era una bienestarina que ya se
había pasado, un sabor todo maluco y que le tocaba a uno comerse esa comida…
Mis hijos se enfermaban mucho, eso les daba mucho daño de estómago y vómito,
y yo con semejante barriga [embarazada] con ellos enfermos. Porque a mí me tocó
lidiar a mi sola, como le digo. Ya mi otra hija se fue a trabajar a Cali, dijo “no
mamá, para nosotros vivir esta vida así, yo me voy a trabajar para ayudar” y ella
se fue a trabajar a Cali, y yo me fui a luchar ya con mis otras hijas.
Esos nuevos escenarios implican procesos de difícil adaptación que se suman a las graves
situaciones de pobreza y violencia vividas en sus territorios de origen. Mujeres, hombres,
niñas y niños víctimas del desplazamiento forzado se enfrentan a varios procesos
de discriminación en los diferentes lugares de asentamiento. Espacios donde en muchas
ocasiones se les criminaliza y revictimiza.
El campo, la libertad del campo que había allá, que uno salía cuando quisiera a
jugar… Uno allá podía salir, cuidábamos las gallinas, las vacas, que mi abuela
tenía. Ahora en la escuela lo miraban a uno y dicen ahí vienen los desplazados.
Claro, a uno lo hacían sentir mal. Entonces no compartía con los demás niños
de la escuela, por eso porque era solo con los de la plaza de toros que nosotros
andábamos… Que teníamos que ir con uniforme, yo le decía a mi abuela que no,
que “yo no quería ir más a estudiar’. Nosotros no íbamos con uniforme, sino con
ropa así normal. Eso era lo más duro de la escuela, que lo discriminaran mucho
a uno, eso es lo que más me acuerdo.
Al principio todo el mundo nos miraban con desconfianza. Todo el mundo nos
decían que éramos guerrilleros, que por algo nos habían sacado de allá. Que por
nada no estábamos ahí. Que estábamos pagando, lo que supuestamente éramos
nosotros de allá donde vivíamos. Si había mucha gente solidaria con nosotros,
llegaban así ayudas en cuanto a remesa, botas, pero había mucha gente que si
nos miraban como con desprecio, como que nosotros éramos el estorbo de ahí de
Santander. Me acuerdo tanto que un día que eran unas ferias decían que: “por
esos maldingos desplazados que están ocupando el coliseo no vamos a poder
organizar las ferias”.
Yo decía, no es que esa palabra desplazado, esa palabra a mí me chirriaba los
oídos. Yo no la quería escuchar, yo no quería saber de eso. Cuando a uno lo
discriminan, ve esos desplazados, ¡uy! me provocaba coger agua y tirarles, para
266
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
que no dijeran así. Eran palabritas que lo molestaban a uno. Nosotros decíamos:
“población víctima”. Fuimos población víctima sin culpa o que nos tocó pero no
lo aceptamos. A nosotros nos toca asumir la carga de las demás familias porque
éramos pues las personas que liderábamos.
Estos acontecimientos terminan por manifestarse física y emocionalmente. El miedo
constante, la rabia, las enfermedades continuas y la sensación de un proyecto de vida
destruido, forman parte de las consecuencias del desplazamiento. También son parte de
un duelo cultural de quienes han sido despojados violentamente de sus raíces, su forma
de vida y su cultura. Un territorio en el que la inseguridad y el miedo contrastan con la
experiencia previa de las mujeres en sus territorios y aumentan la sensación de pérdida.
Yo tengo más miedo salir así a Timbío, le tengo pavor. Yo voy a Timbío y yo me
vuelvo otra vez pa’cá porque a mí me da mucho miedo. Sin embargo, yo en el
Naya cuando salía, cuando salía con mi esposo y todo, a mí no me daba nervios,
no me daba miedo… pero cuando salgo aquí, si al caso de que yo me voy de aquí
pa’ allá, pa’ Timbío a pie, yo siempre quien me va a coger quien me va… ¡Ay
Dios mío! a mí me da mucho nervios, mientras que allá en el Naya no me daban
nervios.
La esperanza de vida que a mí me daban era muy mínima, porque supuestamente
a mi familia le habían dicho que uno recuperarse eso era mejor dicho era un milagro...
Pasé más o menos como unos seis meses que a mí me programaron para
una cirugía. Yo no me quise hacer la cirugía. El día que me tocaba la cirugía me
fui para el Naya, no me presenté. Como a los veinte días me tocaba un control y yo
fui. Entonces el médico me dijo que por qué no había ido el día de la cirugía. Yo
le dije: “yo le tengo pavor de que me rajen un pedacito de mi cuerpo, yo no quiero
quedar con cicatrices y entonces por eso yo más bien le huí a la operación”.
Como que la vida mía está en el Naya, cuando fui al Naya fue como si hubiera
vuelto a nacer. Era como que necesitaba ese oxígeno nuevo de allá.
Los impactos de la violencia han sido tales que muchas mujeres han requerido un acompañamiento
psicológico para tramitar sus duelos. No es fácil asumir la muerte y los horrores
sufridos por sus seres queridos, así como la pérdida de los proyectos de vida por el
desplazamiento forzado.
A mí me ha afectado todo eso de ver como mataron a mi marido. De ver como
mataron la gente ahí en el Naya. De ver como sacrificaron los dos señores. La
salida a mí me dio más duro porque yo no salí con ningún familiar, yo salí fue con
mi hija, con mi nieta que tenía cinco añitos y que vio matar al abuelo y vio matar
la gente ahí. Hace 12 años y yo todavía tengo esto aquí grabado en la cabeza de
ver cuando pisé los muertos, de ver que me tocaba pararme así para un ladito
para no caerme abajo. De ver lastimadamente como estaba destrozada esa gente
de allá del Naya. Yo todavía estoy con psicólogos porque todo eso me ha afectado
a mí y sigo afectada de eso…
267
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Las afectaciones de las víctimas se mueven en el plano de lo personal y lo colectivo. Es
particular en estos escenarios de conflicto el interés de los actores armados por romper
con toda expresión comunitaria que permita procesos de unidad para la reclamación de
los derechos. El asesinato de los líderes y lideresas y la fragmentación de las familias son
los instrumentos utilizados para romper el tejido social.
Pues para nosotros organizativamente con la muerte del gobernador ahí se puede
decir paró un proceso, porque ya los demás que como que trabajábamos con él
nos tocó abandonar también la región. La comunidad quedó ya como se dice una
comunidad huérfana porque no había quien tomara el liderazgo, quien dijera
“bueno, vamos hacer esto o hagamos acá”, porque no había quien nos guiara. O
sea se desintegró tanto la comunidad como las familias. Hubo muchas familias
que salieron y no pudieron reunirse todos, porque el uno se iba para Planquisa
donde un amigo porque no quería vivir allá en ese coliseo de ferias, que uno dormía
y el agua le corría por debajo de las costillas. Entonces mucha gente buscaba
de pronto irse a pagar un arriendo o donde un amigo. Hubieron familias que pasaron
por ahí hasta por unos tres meses. No se sabían si eran… del mismo núcleo
familiar, porque el uno estaba por allá, el otro por Jamundí, el otro en Timba, el
otro en Santander, en Corinto. Entonces eso se generó una distanciación, una
rotura familiar y comunitariamente.
En el caso específico de las afectaciones de las mujeres, el testimonio colectivo da cuenta
de un proceso marcado por las condiciones históricas de discriminación, a los que
se suman los eventos tras la reubicación en Santander de Quilichao. Así como nuevas
manifestaciones de rabia y agresividad no solo de los varones cercanos (esposos, padres
y hermanos), sino también por parte de otros con quienes comparten y cohabitan en el
nuevo espacio.
Los hombres de por sí yo digo que ellos han sido valientes y sobre todo nosotras
como mujeres en este caso fuimos valientísimas. Pero los hombres han sido como
que si les pasan las cosas y ya, como que se les olvidó y ya, yo los notaba así. Eran
rústicos conmigo, conmigo era “¡vea, vaya! y con gritos. Yo lo único que quería
decirles era no griten, no me griten. Otras compañeras decían, “ve, este por qué
me grita”. Comenzaban pues los conflictos, porque los gritos venían de los hombres
hacia las mujeres. Muchas no estaban acostumbradas a que otro señor que
no fuera el marido o el papá las vengan a gritar. Claro, ellas se enojaban. Esas
eran las peleas diarias ahí, pero eran por los gritos de los hombres… Comenzando
del qué hacer, del diario del almuerzo y las mujeres nos fuimos volviendo, uno
diría acostumbrándonos a aguantarnos eso.
Las mujeres en muchas ocasiones optan por callar y “seguir aguantando”. Permanecer en
silencio representa para ellas una estrategia de protección para sí mismas y para su familia.
La precariedad de condiciones para la tramitación de los duelos, el miedo continúo y la
permanente sensación de estar en peligro, se acompañan de la incredulidad para construir
nuevas relaciones afectivas con hombres. El miedo y el dolor también se trasladan a este
268
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
espacio de la vida de las mujeres, recreando de esta forma el impacto que sufre el proyecto
de vida femenino en escenarios de conflicto armado.
Lo único que digo es que hace 10 años voy a decir a todas las mujeres que están
aquí, hace 10 años que perdí a mi esposo. Voy a decir que soy cobarde, pero en
10 años a mí me da miedo, me da miedo volver otra vez a recuperar otra vez mi
hogar, me da miedo conseguir otro hombre. De que yo vuelva a tener otro hombre
sabiendo que el que yo tenía era el primero ya para mí, el primero era mi hombre,
mi marido, mi esposo. Para yo volver a conseguir otro, a mí me daría mucho
dolor, me daría mucho miedo. Entonces eso se lo puedo decir a cualquiera, se lo
puedo decir a los psicólogos. A mí me da miedo volver a relacionarme otra vez
con otro hombre.
A mí me da mucho miedo, me da mucho temor yo tener que volver otra vez a que
mi cuerpo lo use otro que no era mi marido. Entonces esas son cosas, como le
digo, de viuda de 11 años. Para mí no se me llega esa cosa, como yo de tener un
hombre.
Los testimonios de las mujeres dan cuenta de cómo aun aquellas que regresan con sus
compañeros sufren afectaciones en sus relaciones de pareja. La vida íntima y los procesos
familiares se ven trastornados al tener que compartir el espacio sin privacidad, y las
experiencias de vida colectiva en los lugares de albergue. Las expresiones de violencia se
exacerban, se expresan y tramitan en lo público. El consumo de alcohol por parte de algunos
hombres en esas condiciones está asociado al maltrato a las mujeres y es un indicador
del deterioro de la convivencia, la salud mental y la propia violencia contra las mujeres.
Había una familia que el esposo llegaba pues borracho ¡ay que pecado! y se
ponían a tener la relación. Entonces prendían la luz y todo eso se miraba, claro
hacían bulla y los vecinos de enseguida pues se le levantaban a mirar porque
estaban en la acción y eso afecta mucho también… Además a uno qué ganas le
van a dar a ahí, claro con esa sensación de que lo vayan a ver… los vecinos, los
hijos. Fuera de eso, si la mujer no cedía, le pegaba o tenía agresiones, entonces
ella tenía que ceder.
Lo que viví cuando estaba allá se me multiplicó más acá, porque cuando nosotros
salimos del desplazamiento él no se adaptó y no se sacrificaba por salir a delante
y se dedicó mucho a tomar. Él se dedicaba a eso y usted sabe que para la persona
también que le gusta, allí donde él empezó a tomar mucho y llegaba así borracho
a obligarla a uno y uno no quería y ahí él le pegaba a uno. O sea muchas veces,
más en palabras, entonces yo le decía pues que respetara, porque ya teníamos así
niñas, ya estaban como de 12 años, de 11 años. Allá en Santander se daba eso,
porque yo creo que pues él en sano juicio no lo podía hacer y allí pues perdía la
vergüenza, pero uno de mujer le tocaba. Uno ahí se daba cuenta de todo. Había
otra familia, había otros jóvenes que recién se estaban ajuntando, qué pecado
entonces, se ponían en la acción y la abuela los regañaba públicamente.
269
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Las huellas de la masacre y el desplazamiento forzado se conservan de manera traumática
en la memoria de las nuevas generaciones. Las niñas y niños sentían miedo y peligro con
ver simplemente un uniforme, en este caso portado por miembros de la fuerza pública o
de la policía aunque no fueran los autores materiales de los hechos de violencia.
Lo que más me dolía era ver los niños. El mal que ellos tenían en su mente era de
solo ver un uniforme. O sea mirar un policía, un soldado era para ellos terrible.
Los niños se escondían, corrían. Mi hija, apenas veía así alguien uniformado
decía “!mami escondámonos que nos vienen a matar!”. Se metía debajo de las
camas, donde ellos pudieran esconderse. O sea el temor de ellos era terrible…
Pues uno de adulto, aunque no era fácil, lo asimilaba más rápido pero los niños
no porque ellos sentían ese temor. Un día los líderes le dijeron a la policía y al
ejército que por allá no se acercaran, por seguridad, porque los niños les tenían
mucho miedo.
Organización, crecimiento, identidad
Estas situaciones terminan dibujando un cuadro que pone a las víctimas, y especialmente
a las mujeres, en una situación de extrema vulnerabilidad frente a nuevas violencias, y
teniendo que afrontar la constante amenaza de peligro y la búsqueda de una reparación de
los derechos conculcados.
Por medio de los problemas, dificultades, nosotras nos hemos superado gracias a
Dios. A veces yo pienso que desde el desplazamiento ha sido como para bien, en lo
personal yo respeto todo lo que pasó allá, pero en últimas me ha servido primero porque
acá yo ya me siento como en una organización. En el Naya la vida pero éramos
muy desarticulados, mientras acá estamos aprendiendo a vivir como en unidad. Uno
como que ha recuperado muchas cosas que debe tener uno como pueblo indígena.
En el caso de las mujeres indígenas se observa cómo desde lo étnico se han venido creando
escenarios de participación aun con perspectiva de género. La apertura a procesos
organizativos desde lo indígena, sumado a la apuesta de los grupos feministas, han permitido
esa apertura. Se da también una afirmación de la identidad indígena asociada a la
capacidad de resistencia como mujeres.
Uno aprende en este proceso que uno hasta se desgasta. Yo nunca me imaginaba
que uno organizado podía crecer en autonomía. De una organización como la
indígena lo que más resalto es que nosotras casi la mayoría pues no sabía si era
india, si era gringa o si era campesina o qué era. Al organizarme me di cuenta
que yo era indígena. Claro yo pienso que sí, porque nosotras las mujeres tenemos
más la capacidad de asimilar, como de superar los problemas, porque ya sabemos
que nosotras somos capaces de tener un hijo, ahora cómo no vamos a ser capaces
de superar problemas.
270
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Estas mujeres han encontrado en los procesos organizativos una estrategia de afrontamiento
personal y colectivo, que ha permitido no solo empezar a reconstruir el tejido
social, sino el fortalecimiento de la identidad que sentían cada vez más desdibujaba. La
solidaridad, además de ser un sentimiento que se desarrolla desde la organización, es un
instrumento de protección frente a la violencia, la pobreza y la incertidumbre.
Pues en el caso mío yo me siento contenta pues ya me he adaptado aquí. ¡Qué
más puedo hacer! porque volver al Naya, ya no tengo tierra allá… Yo me siento
contenta… porque en el Naya no vivíamos así organizados como aquí. De pronto
podemos vivir organizados. Uno aprende como a vivir así en esa unidad, como
pues sintiendo a veces la necesidad de la otra persona… Si a una persona, pues
un amigo, un vecino, una vecina le está pasando algo pues uno también como que
se compadece, sentir el mismo dolor que le pasa al otro. Pues estoy aquí amañada
en este territorio y de aquí creo que ya no me iré.
Me metí un poquito más en lo que es de los derechos humanos. Aprender de las
mujeres. Yo empecé a darles las charlas a las mujeres de lo que yo me enseñaban,
yo se lo explicaba a ellas y ellas todas se sentaban. Allí no tocaba llamarlas, ni
irlas a buscarlas al cambuche. Todas llegaban y decían: “hay tan bueno que usted
habla, ayúdenos”. Entonces así comencé.
Incluso las mujeres expresan que tras el desplazamiento forzado lograron en algunos casos
adquirir derechos que en sus lugares de origen les fueron negados. Esta deconstrucción
del orden social supone en ocasiones una oportunidad para la transformación cuando las
mujeres como en este caso se organizan para cambiar sus vidas. Los procesos que afrontan
en el marco del desplazamiento se constituyen como una oportunidad de resarcir los
derechos que históricamente se les habían negado.
Yo en el Naya ni había terminado la primaria y a raíz de todo esto hice el bachiller,
hice un técnico y pues ahorita estoy trabajando. Entonces yo digo que sí se
puede en medio de lo que le haya pasado a uno, sino que hay que tener ese espíritu
de hacer algo.
Para enfrentar la masacre y el desplazamiento las mujeres crearon oportunidades para
fortalecer objetivos comunes frente al restablecimiento de los vínculos identitarios como
pueblos y mujeres indígenas.
Desde que estábamos en los albergues dijimos donde nos reubiquen, primero que
los profesores sean de la comunidad. La idea es seguir fortaleciéndonos en eso
porque yo pienso que la idea de la educación es como una estrategia de supervivencia
para los pueblos… A nivel de toda la organización del movimiento también
se está tratando de consolidar lo del SISBEN para la salud y nuestro SISPI
indígena que eso es como el fortalecimiento dentro de las comunidades… O sea
darnos identidad, volvernos a recuperar en eso. En cuanto a la medicina propia,
yo pienso que como organización es muy interesante, porque de acuerdo a nuestra
271
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
cosmovisión se dice que cuando nosotros como indígenas cada tres meses debemos
estar haciendo las armonizaciones para que no haiga un desequilibrio.
Reparación colectiva y superación de la marginación
Aunque existen dificultades para que las mujeres indígenas identifiquen qué es la reparación,
sí logran precisar que las políticas orientadas a la reconstrucción del tejido social
y el reconocimiento a las víctimas deben diseñarse y estar dirigidas sobre todo hacia lo
colectivo. Esta dimensión colectiva está asociada a los planes de vida de las comunidades
y mujeres indígenas.
Reparación, a veces esa palabra como que lo piensa, pues con el respeto, esa palabra
es como si se fuera a reparar algún objeto o no sé, una bicicleta. Bueno yo
diría que de acuerdo a lo que el gobierno viene planteando sería que nosotros como
pueblos indígenas, que haya unas medidas pero colectivas, que sea colectivo y de
acuerdo al plan de vida de cada pueblo. Tenemos, que desde ahí es que uno puede
recuperar lo que uno ha perdido, pensaría que haya algo pero colectivo.
Como desplazadas que perdieron sus tierras y sus haberes, la restitución de esos bienes
y de la tierra es parte de sus condiciones de vida materiales, su cultura e identidad. Si
bien el retorno al lugar para algunas de ellas no es una alternativa viable, la reparación
colectiva debe ofrecer alternativas para recuperar esa vida en los territorios concertados
con las víctimas.
Entonces yo, para mí digo es una casita, y ojalá tierra suficiente, así como tenía
en el Naya. Suficiente en donde uno trabajar. En donde tener lo que se dijo, agricultura
aparte. Tener como bestia o vaquitas, tener un potrero suficiente y como
quien dice tener donde que anden los animalitos, las gallinas, marranitos porque
eso era lo que teníamos allá en el Naya, porque allá había comida suficiente para
tener marranos, gallinas… Eso sería que tal vez por esa parte me sentiría un poco
alivio, porque todo lo que se perdió allá, es difícil recuperar, pero de pronto confiando
en Dios, él nos puede ayudar y recuperar las pérdidas.
Resolver la situación jurídica de los territorios indígenas también es una demanda de las
mujeres. La legalización tanto de los territorios nuevos como de los usurpados es una
medida de rehabilitación señalada por las mujeres.
Para mí lo más importante en este momento es que este territorio, el Kitek Kiwe,
el cabildo, nos lo legalicen. También lo de los Nasa porque el Naya es el territorio
colectivo más grande que se puede existir en esta comunidad.
Además, las mujeres piden facilidades para el acceso a las medidas de reparación. Desde
la diferencia cultural y las condiciones de marginación social que viven las mujeres in272
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
dígenas, se exige facilitar el acceso a las medidas de reparación de forma que no se conviertan
como frecuentemente sucede en nuevas formas de victimización de las mujeres.
Yo quiero que la reparación mía sea legal, que sea cierta, que no nos enreden con
tanta cosa, con tanto papel, con tanta cosa, con tanta mentira. Porque yo ya llevo 10
años con tantas mentiras que he escuchado que “vaya aquí” que “vaya allá”, como
cuando me mataron a mi marido. Cuando lo mataron en el Naya nos pusieron a voltear
en tanta oficina. Que yo llegue y que me digan “bueno doña señora, que usted
es la señora que va a tener su vivienda, sus animales que no va a tener su marido
porque nosotros no lo podemos revivir”, pero que de todas maneras que se le vean a
ellos, no con tantas mentiras. Yo ya llevo 10 años con “reparaciones”.
El respeto del derecho a la vida para los líderes y lideresas, es otra demanda de las mujeres,
como una mínima garantía para el ejercicio de los derechos humanos.
Yo diría ahí que pues por lo menos, que cuando uno sale a hacer gestiones, o sale
a esas ruedas de prensa, mire, que es cuando uno toma un liderazgo, que al menos
se les respete la vida.
También la verdad es importante para las mujeres. Reclaman el derecho a saber por qué
ocurrieron los hechos, pero se trata de una verdad no solo frente a lo ocurrido en la
masacre en sí, sino que se puedan determinar las causas estructurales de la incursión
paramilitar.
La verdad para mí es que se cuente y se diga realmente el por qué la incursión.
Por ejemplo, decir había oro, había plata… porque el territorio es rico en muchas
cosas. El tema de la biodiversidad del territorio hablándolo allá en el Naya, se
está quedando muy quieto, porque los paramilitares solo están diciendo “es que
nosotros íbamos a crear el Bloque Calima, el Bloque Pacifico”.
Que también se cuente la verdad de las personas que tiraron en el abismo porque
nosotros siempre lo hemos dicho. Por ejemplo, yo cuento mi verdad, la que yo vi,
la que yo sé hasta el sitio donde yo estaba. Pero mis otras compañeras, mis otros
compañeros, han dicho que más abajo en tal parte había ropa, botas, habían cosas,
habían malos olores. Entonces, mire que esas cositas no se iban quedando en
estas versiones pasadas. Entonces lo que queremos es que digan si en tal parte, o
por lo menos que se acuerden entonces esa parte de la verdad.
La garantía de la no repetición pasa para estas mujeres por la salida de los actores armados,
legales e ilegales de las zonas donde habitan los civiles, así como la erradicación de
los cultivos ilícitos por ser una de las causas de la violencia. Una propuesta para garantizar
la paz en sus territorios.
Pues como para que no vuelva a pasar… aunque será un poco difícil pero yo
creo que nunca imposible, que es que los grupos armados se salieran del terri273
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
torio donde vive la población civil. Porque gran parte de esas masacres, sobre
las muertes selectivas que hubieron, yo creo que ha sido por culpa de los grupos
armados, llámese guerrilla, llámese ejército, llámese policía, llámese bandas criminales,
lo que sea, todo lo que es con el tema de las armas. Limpiando nuestro
territorio de esas utilizaciones de armas, creo que la comunidad vendría teniendo
un poquito de seguridad porque la violencia ha venido es por el uso de las armas.
Lo otro que yo digo es que también los cultivos de ilícitos eso atrae mucha
violencia. Entonces en las comunidades ya se está llevando también este tema
como en los indígenas, se está llevando este tema y se está dejando el trabajo a
las autoridades. A la misma comunidad decirle si usted trabaja con coca ya no lo
hagan, busquemos proyectos productivos, busquemos otra cosa, otra forma para
sacar la familia.
274
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Chocó Mujeres desplazadas del Baudó
De la tranquilidad a la presencia armada y el desplazamiento
El departamento del Chocó localizado en el noroeste del país y ubicado en la región del
Pacífico está conformado por las selvas del Darién y las cuencas de los ríos Atrato y San
Juan, y tiene como capital el puerto fluvial de Quibdó. Alto Baudó es un municipio del departamento
situado en el valle del río Baudó, y su cabecera, Pie de Pató, está a 50 m. sobre
el nivel del mar y a 80 km. al sur de la capital del departamento. Como en el resto del departamento,
predomina la población afrodescendiente que alcanza un poco más del 70%,
seguida por una alta presencia indígena (26.67%) que habitan en resguardos legalmente
constituidos. El Baudó era una región que no había sido objeto de los embates de la violencia
hasta que allí hizo presencia el conflicto armado con sus diferentes protagonistas.
La vida en Baudó era muy buena, placentera, sabrosa, bonita en su tierra. Se vivía
sin temor, sin problemas, sin preocupación. Ahora ¿quién vive así? Yo dejaba a los
hijos míos cuando se acostaban afuera de la casa. Los acostaba y ahí los dejaba.
Dormía uno con la puerta abierta que le entrara aire. Se iban los hombres a cazar
por las montañas. Ya los hombres ya no van a montear porque el que salga para
allá lo desaparecen y ya no regresa más a su casa. Ya han estado desapareciendo
a las personas.
Las mujeres relatan cómo a partir de mediados la década del noventa del siglo pasado
comienzan los hechos de violencia política y la situación en la región se empieza a deteriorar
con la presencia de las organizaciones guerrilleras.
En el año 94 el EPL mató a don Evaristo. Supongo que había presencia del EPL
en ese tiempo. En la zona después estaba esta organización en defensa del territorio
de los afros que se llama Benkos Biohó, que paró un poco la violencia contra
los afros que provenía del ejército, del EPL. Palacios perteneció al EPL. Era un
terrorista. Violaba, mataba y hacía de todo.
También sucedió en el 94. Ellos llegaron buscando dos tipos que estaban en Pie de
Pató. Entonces el uno se le fugó y hasta hoy no ha vuelto al Chocó, se les escapó.
El otro lo cogieron y lo mataron delante de la gente. Palacios le echó el brazo y se
lo llevó hasta la cancha y allá mandó que lo colocaran boca abajo y lo mataron.
Edward se llamaba él. Estos asesinatos los efectuó Palacios y desde allí empezaron
la gente a desplazarse del Baudó.
Estaba en ese tiempo. Cuando mataron a Misael Soto Córdoba, que era el alcalde
del municipio. Todo esto fue antes del 2000 cuando inició la batalla. Todo fue un
proceso del desplazamiento. Mucha gente fue asesinada. Mucha. Al papá y al hijo.
Eso era que violaban, mataban.
275
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
En el 96 ya salió el EPL y llegó el ELN. Hicieron esa reunión colectiva en todo el
pueblo y mataron a ciertos líderes. A Román, Romancito y a otras personas.
Con el ingreso de las organizaciones guerrilleras, surge en esa región un grupo armado no
estatal autodenominado Benkos Biohó. Para las mujeres este grupo surge para la defensa
del territorio y de la población afrodescendiente.
Primero entró el EPL y luego entraron los Benkos Biohó… porque los otros estaban
matando mucho, demasiado. Cuando entraron los Benkos Biohó fue que
pararon. Ellos como eran negros, no aceptaban que mataran su raza.
Benkos Biohó, eran afros armados defensores de la población. Como lo cuentan
las compañeras empezaron a ver múltiples asesinatos selectivos y después de eso
es que aparece en el Baudó como una organización de afros en la defensa del
territorio y de la vida de los afros.
Tenían ideales como los de la guerrilla pero en la defensa de la población afro.
Del trasegar de ellos en la historia no se tiene mayor conocimiento en qué terminaron
o como si se hubieran exterminado.
Aunque en esta época se presentaron algunos desplazamientos individuales, las mujeres
señalan que fue con el ingreso de las Autodefensas Unidas de Colombia cuando se inician
los desplazamientos masivos. Señalan que en 2001 se presenta el primer destierro colectivo.
En el 2001, el 6 de julio fue cuando ellos llegaron y amenazaron a todo el pueblo,
que tenían que desocupar. Prácticamente en ese tiempo la gente toda se desplazó
por el miedo para acá para Quibdó y para otras partes, porque uno no sabía a
ciencia cierta qué era lo que iban a hacer… Quemaron casas, hicieron requisas,
saqueaban las casas, las pintaron y todo el mundo por temor salió y se fue.
En el 2001 fue el desplazamiento masivo… En el momento que ellos dijeron que
se iban todo el mundo salió del pueblo. El pueblo quedó desolado. Todos esos
pueblos del Baudó quedaron desolados.
Algunas familias retornaron en diciembre del 2002. Esa experiencia de regresar a su lugar de
origen no fue nada fácil, no solo por lo que encontraron sino porque la violencia continuó.
En el retorno fue donde estaban esperando al marido mío para matarlo en el
Afirmado. El día que él llegó ese mismo día le tocó salir… Cuando llegó allá, ahí
mismo los del pueblo le dijeron “piérdase”. Le hicieron seguimiento y lo mataron
aquí en Quibdó.
En el primer retorno se volvió al mismo lugar. A pasar trabajo, por la sencilla razón
de que allá tenía la gente sus parcelas, sus gallinas, su casita, lo que le habían
dejado. Pero uno llegó allá y no había ni gallina, ni cerdo, nada de esas cosas.
276
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Retornamos en diciembre y el 5 de febrero del 2003 nos tuvimos que regresar.
Algunas personas no retornaron y otras volvieron haciendo resistencia.
Una vez más, como lo indica el testimonio inmediatamente citado, los habitantes del
Baudó se vieron abocados a un posterior desplazamiento en el año 2003. El recrudecimiento
de la violencia política en este último año en el Alto Baudó es denunciado por
las mujeres.
Nosotros habíamos retornado al Baudó a trabajar, retornamos el 22 de diciembre
de 2002. En el 2003 hubo enfrentamiento entre la guerrilla del ELN con los paramilitares
en el pueblo y nos volvimos a desplazar.
En el 2003 mataron a un hermano mío… Llegar y tocar la puerta de la casa a las
cinco de la mañana y uno salir. Invitarlo a uno a una reunión y cogerlo y matarlo
ahí al frente de todos, incluidos niños. Todos que vieran hacer lo que ellos estaban
haciendo.
Las mujeres en el Baudó no escaparon a la muerte directa por parte de los grupos armados.
A continuación, se mencionan dos casos denunciados en distintos periodos.
Ha habido violencias con las mujeres. Hubo una enfermera que la mataron. Eso
fue en el 94, fue el EPL que mataron a los dos hermanos… cogieron al finado y
lo mataron, y ahí mismo fueron y buscaron a la hermanita. Estaba en medio de
los dos viejitos. La halaron al patio y ahí mismo la mataron. Ese día iba para
su punto de trabajo. No sé qué se le quedó y regresó. Una vez regresó fue a la
muerte.
En Antadó la Punta, había una pelada que se llamaba Marlen. De allí se la llevaron.
Estaba durmiendo con su señor y su peladito. Se la llevaron y la mataron por
allá. No apareció. Estaba embarazada.
Los habitantes del Baudó lograron durante años sobrevivir con la presencia de diferentes
organizaciones armadas, lo que hizo que las comunidades y su región sean estigmatizadas
y acusadas de favorecer a una u otra parte del conflicto. La constricción comunitaria
a colaborar de forma forzada por la convivencia en una zona bajo control por parte de
diferentes actores, conllevó acusaciones cruzadas que aumentaron su nivel de inseguridad
y la arbitrariedad de los actores armados.
Nosotros no podemos decir “no entren”. Si nos dicen “denos un vaso de agua”
nosotros no nos podemos negar. Tenemos un problema serio porque van a decir
que estamos aliados con los otros.
Allá han metido a personas secuestradas y uno no sabe. Los secuestran, los meten
allá y al final dicen en el Baudó. Uno que es baudoseño hasta se aterra porque
prácticamente los que llevan a esa gente allá nosotros ni los conocemos.
277
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Por eso es que fue que mataron a mi hermanito porque ellos pensaban que él era
sapo de los paramilitares.
Las mujeres son conscientes de la importancia geográfica del territorio y del valor estratégico
que significa para los grupos armados controlar el territorio del Baudó. Esto se
evidencia cuando reflexionan acerca del porqué de la violencia en esa región.
También en parte es por la disputa que tienen los grupos armados. Que como el
Baudó prácticamente es un corredor que por allá se va a diferentes partes, entonces
a ellos les conviene.
Nuestro territorio es un corredor estratégico. Van a Nuquí, Bahía Solano, Pizarro,
Buenaventura, Panamá. Es la disputa por el territorio. Es un sitio estratégico.
Algunos de los desplazados forzosos han regresado al Baudó. El retorno ha ocasionado
dificultades porque las personas perdieron lo que dejaron y rehacer sus vidas en un contexto
de precariedad y peligro no es fácil. Así describen las mujeres lo que ha sido para
algunas el retorno y lo que sienten al respecto.
Las que han podido regresar han tenido que volver a levantar. Han tenido que volver
a empezar de cero. A mí me da mucho miedo ir para allá porque en el 2003 me
mataron a un hermano. A hora días para las elecciones presidenciales mataron
a otro. A mi marido también lo mataron. Iba yo en esa canoa cuando lo mataron.
Se volvió al mismo lugar a pasar trabajo. Por la sencilla razón de que allá tenía la
gente sus parcelas, sus gallinas, su casita, lo que le habían dejado. Pero uno llegó
allá y no había ni gallina, ni cerdo, nada de esas cosas.
El riesgo de reclutamiento forzado, la siembra de los cultivos ilícitos y la minería son las
opciones para los jóvenes en esa región.
Se han hecho varios retornos pero que igual a la gente le toca volverse a desplazar.
Los que están viendo actualmente en el Baudó no están viviendo una situación
muy placentera porque sabemos que allá se da la disputa del territorio por la
siembra de la coca… muchos de los jóvenes que habitan allá también son obligados
a meterse en los grupos armados que hay allá. Los jóvenes no tienen opción.
Apenas terminan el bachillerato no hay más que hacer. Nuestro departamento no
les ofrece opciones. La mayoría de los jóvenes del San Juan son los más propensos
a que estén metidos en la minería o que estén en la siembra de cultivos de uso
ilícito o a que tomen las armas en cualquiera de los grupos que se las ofrezcan.
Esa es la realidad que no la podemos negar.
Ellas resaltan el incremento reciente de los cultivos ilícitos en la zona, lo que está afectando
la economía tradicional de las familias y la seguridad alimentaria en la zona. Todo
ello afecta de manera particular a las mujeres.
278
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
El Baudó abastecía lo que era el San Juan y hasta el mismo Quibdó. En lo que era
el plátano porque se traía de Munguidó y del Baudó, además del arroz. De ciertos
años para acá, en lo que tiene que ver con la alimentación ha mermado. Con lo
de las siembras de uso ilícito, ya el pancoger ya nada de eso se consigue fácil.
Yo entiendo que esos cultivos ilícitos son de ahora del 2006 para acá porque
cuando yo vivía allá no había eso. Por lo general, los de cultivos ilícitos son los
grupos armados. Ellos lo hacen muy lejos de donde uno está. Entonces uno como
campesino no se da cuenta de eso.
Los siguientes tres testimonios hacen referencia a las opciones que han tomado algunas
de las personas desplazadas. Unos desplazados se han reasentado de manera más definitiva
en algunos municipios dentro y fuera del departamento, otros han optado por estar
yendo y viniendo entre Baudó y Quibdó, y otras más ni siquiera piensan en la opción de
regresar. Esta división de la comunidad y las familias ha generado diferentes expectativas
y experiencia fragmentadas.
La gente está directamente aquí en Quibdó. Otros están en Puerto Meluk, Istmina,
en todas partes. Hay personas que se fueron a trabajar a Medellín, a Bogotá, a
Pereira… para todas parte para ver si uno sobrevive.
Lo que pasa es que la gente vive en Baudó pero ya cogió la costumbre de ir y venir
cada ocho días. Cada 15 días están yendo y viniendo, porque la situación ya no es
lo mismo: estar allá viviendo que aquí estando tranquilo o intranquilo.
Por lo menos las tierras de mi papá están allá botadas. Por ahí por ese lado es el corredor
de ellos. ¿Quién va para allá? Nosotras para allá no vamos. Todo está perdido.
Memorias en disputa: el caso de Palacios
Las mujeres relatan con cierto detalle, los crímenes cometidos por Palacios. Esta persona,
vinculada al EPL, fue símbolo de miedo en la población del Baudó, especialmente entre
las mujeres que eran objeto de acoso sexual, especialmente las jóvenes.
En ese tiempo yo era niña, pero sí recuerdo que cuando se decía: “viene Palacios”
todo el mundo tenía que correr. Ahí estaba la hermana mía. Ella siempre
mientras que Palacios estuvo vivo no podía ir al Baudó. A mí apenas me estaban
saliendo senos… y a Palacios le decían “la lanchita” y cuando decían “llegó
la lanchita”, todo el mundo, muchachas que apenas les estaban saliendo senos,
tenían que esconderse en la casa. Mandaban a los hombres pero uno de mujer no
salía a la calle. Sí, era verdad que el cogía a las niñas, las embarcaba en canoa y
se las llevaba. Yo tengo 31 años y me acuerdo de eso.
El caso de Palacios, genera opiniones diversas en el recuerdo de las mujeres. Existen
puntos de vista distintos sobre el particular, lo que demuestra como la memoria es un
279
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
terreno de disputas. Vale la pena ilustrar el debate de las mujeres en torno a la versión de
sus actuaciones, donde alguna de ellas era parte de su familia extensa.
Para mí lo que dicen de Palacios, de las matanzas que hacía esto no están bien
dichas. Que subían unas canoas de gente, yo estaba allá pero mis ojos no vieron
eso. Él si andaba en su cosa de que mataba y todo pero yo nunca lo vi. Hay una
historia que dicen que él amarraba al papá y a la mamá y a una hermana que la
amarraba en la cancha… no fue así. La gente tiene que decir lo que es y yo estaba
muchachita cuando eso porque él es parte de mi familia.
Mi hermana mayor mientras Palacios estuvo vivo, no podía ir por allá, porque
simplemente se había enamorado de ella y ella lo había rechazado. Él decía que
donde la viera la mataba y ella no volvió por allá. Yo conozco a una muchacha
de nombre Jacqueline y ella vivía con su marido. Ese señor delante de él llegó y
se la llevó y a los tres días se la devolvió. Le dijo que si no la quería recibir él iba
y lo obligaba a que la recibiera, después que él había hecho y deshecho de ella.
Entonces no puedes decir que eso era mentira.
Le tenía miedo a él, porque todo mundo, muchachitas de 10, 11 años le teníamos
miedo a él. Lo que decían: “viene la lancha”. No había padre que no recogiera su
hija del patio y la hacía subir a la casa y la encerraba. Algún mandado, salían los
hermanos hombres porque cuando uno no le paraba bolas se lo llevaba por ahí y
cualquier cosa le hacía.
Entonces cuando tú escuches una historia no debes de decirle a la gente que es
mentira. Porque tú de pronto estabas en ese momento, de pronto no estabas… porque
todas las personas no pueden decir lo mismo de una versión. Lo que estamos
diciendo es verdad.
Las mujeres en el proceso de recordar la violencia perpetrada intentan no confundir los
hechos con las opiniones. Es notoria la importancia que tiene para las mujeres el reconocer
las acciones de un victimario, pero también, la capacidad para respetar a las mujeres
que son familiares diferenciando las valoraciones sobre los hechos cometidos y los familiares
que no tienen responsabilidad.
En mi barrio hay una vecina que es del Baudó y que también ella… cuenta la historia
como un tipo que le hizo mucho daño al Baudó, que le hizo mucho daño a las
mujeres. Que era un terror para las jóvenes. Las adolescentes se las llevaba y se
las devolvía a los maridos después que él hacia lo que quería con ellas. A muchas
les tocó salirse de allá. Actualmente viven aquí en Quibdó por ser perseguidas.
Nosotros no somos culpables de lo que hagan los otros. Pueden ser nuestros familiares
o nuestros hijos. Muchas madres a veces callamos de los horrores que
hacen o que nos hacen también como madres. Nosotras no somos culpables de las
actuaciones de los demás. No de hombres no de mujeres cuando ya son mayores
280
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
de edad. Tampoco debemos ignorar la realidad porque con eso contribuimos a
que en el país haya impunidad. Entonces si es valioso e importante lo que las
mujeres están diciendo.
Mil impactos hacia la vida de las mujeres
Los sentimientos que las mujeres identifican como producto de la violencia ejercida por
los grupos dentro del marco del conflicto armado, están muy vinculados con el miedo, la
persecución, el temor de ser atacadas en cualquier momento, sintiéndose de manera constante
vulnerables por la posibilidad de que los hechos vuelvan a repetirse en cualquier
momento debido a la fragilidad de la situación.
Para mí el miedo no ha pasado… porque me ha tocado mucho susto. A veces en
la casa coloco una cosa allí y me voy hacer algo y cuando regreso ya no recuerdo
donde quedó lo que coloque ahí. Mantengo un problema en la cabeza porque ahoritica
estoy en esta reunión y cuando salga de acá no recuerdo de qué hablamos.
Entonces yo digo que de pronto puede ser de ese problema que se me olvidan
cosas. Allá en el barrio donde vivo cuántas veces no he tenido mi susto.
A mí por lo menos me afectó mucho desde antes del desplazamiento porque como
no era acostumbrada a ver esa gente. Entonces ya desde que veía esa gente, ya
está temblando. Me metía debajo de la cama y cerraba la puerta… De allá me
desplacé aquí y ahí si fue peor. Cuando mataron a mi marido yo tenía que salir
con dos o tres personas porque todo el mundo me venía persiguiendo. Los hijos
míos salían y yo ahí mismo: “muchacho vénganse porque los van a matar”. Tenía
que mantener la puerta cerrada. Hasta que me llevaron al médico y me colocaron
una psicóloga y me pasó donde el psiquiatra. Me puse tan delgada que la gente no
me conocía. Para mí eso fue muy duro. Horrible. No quiero recordar.
Algunas mujeres han tenido acceso a una atención psicosocial a través de organizaciones
de mujeres que les ha ayudado a mejorar su situación.
Yo creo que muchas de esas cosas le dejan a uno como traumatizada. Porque
cuando uno está traumatizado es cuando uno siente miedo ante cualquier ruido
que escucha. Ya uno cree que vienen encima. Para uno poder superar eso tiene
que ir donde un psicólogo. Ahora que de la Casa de la Mujer mandaban las psicólogas
a mí me tocó estar con una de ellas. Ya después de eso fue que ya me bajé
un peso de encima y ya empecé a estar más normalizada.
Además de esas afectaciones psicológicas, las mujeres traducen esas violencias en sus
cuerpos. Su salud física ha estado sometida a diversos dolores y enfermedades. La marca
del conflicto armado no tiene barreras mentales ni físicas.
Desde que me desplazaron no he podido trabajar porque he estado enferma. Hasta
los médicos aquí me dijeron que ya yo no tenía vida. Estoy desahuciada… Los
281
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
médicos pudieron detectar qué enfermedad tenía: una cirrosis que dependía de
una hepatitis que me había dado. Los médicos de acá no me la habían diagnosticado,
entonces la droga que me daban no era para esa enfermedad y entonces me
deterioraron el hígado.
Yo ahoritica tengo un desgaste en las rodillas y eso se hincha. El trabajo mío es
asuntos varios y a veces vendo alitas de pollo. O sea no tengo como un trabajo
permanente para sostenerme. Este problema del desgaste me molesta mucho para
subir y bajar, agacharme. Pero igual, aquí estoy sobreviviendo.
El rechazo de la población desplazada por parte de los habitantes de los lugares de recepción,
es una de las consecuencias que deben soportar estas personas. Las mujeres de Alto
Baudó han sentido el rechazo de los habitantes de los pueblos a los que se han desplazado,
como en el caso de Quibdó. En la ciudad las mujeres no sólo se sienten estigmatizadas por
la comunidad sino por las entidades gubernamentales encargadas de atender su situación.
Y para poder subsistir algunas han tenido que hacer cualquier tipo de trabajo, incluyendo
en casos extremos la prostitución.
Entonces los miraban como bichos raros. En las casas las empleaban y no les pagan
lo que era justo. Eran maltratadas y les daban eran las sobras de lo que quedaba. Si
le gustaba bien y si no les gustaba también. Muchas mujeres soportaban lo que fuera
con tal de llevar una libra de arroz. Tanto así que muchos hogares se desintegraron
porque les tocó a las mujeres vender su cuerpo para conseguirle el bocado de comida
para a sus hijos. Porque los maridos sin empleo, tanto él como ellas, entonces alguno
de los dos tenía que buscar una alternativa para subsistir. Para las mujeres no ha
sido fácil lo del desplazamiento porque les ha tocado una situación muy difícil.
Denigrar de manera verbal de estas personas es una forma de maltrato y discriminación
contra seres que se encuentran en una situación de vulneración y riesgo. Son ilustrativas
las palabras de las mujeres en relación con la intolerancia de los habitantes de Quibdó con
las personas desplazadas.
Nosotros los desplazados aquí en Quibdó entre varias personas éramos como
unos bichos raros. Por donde pasábamos ¡esos desplazados! Aquí vino una especie
de banano que viene del Urabá antioqueño que le dicen “las bolejas” y les
colocaron “los desplazados”, porque nosotros nos habíamos desplazado aquí a
Quibdó. Lo cuales era una forma de estigmatizar o rechazar a la población en
situación de desplazamiento.
Lo peor que se veía aquí en Quibdó, es que lo nombraban desplazado. Porque
lo primero que le decían era “ay, pareces un desplazado”. Todo el que andaba
sucio o mendigo “ay, pareces un desplazado”. Para la sociedad, aquí en Quibdo,
éramos lo peor.
Al principio del desplazamiento aquí en Quibdó, la mayoría de la población no
tenía conciencia de que las personas eran víctimas del conflicto armado, sino que
282
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
como que era alguien que llegaba a usurpar. Como en muchas ocasiones se daba
que la Acción Social que estaba para los desastres, para la atención a algún tipo
de personas en situación de vulnerabilidad, ya todo era recargado a la población
en situación de desplazamiento. Entonces el resto de Quibdó sentía que los estaban
invadiendo, quitándoles espacios.
Por fortuna, esta situación poco a poco se está revirtiendo, como la manifiesta una de las
mujeres víctimas de desplazamiento.
Cuando ya empiezan a entrar los movimientos, las organizaciones y se empieza
hacer un trabajo de sensibilización en la que se problematiza el desplazamiento,
muchos de los quibdoseños empezaron a tomar conciencia.
Estas situaciones de exclusión y marginación, se acrecentaban con las dificultades de
encontrar una fuente de empleo. El trabajo es esquivo para las poblaciones desplazadas,
que son vistas como una competencia frente a las posibilidades de trabajo. Sin embargo
las condiciones de las mujeres desplazadas también las hacen más vulnerables frente a la
manipulación o el trato injusto en el trabajo.
Nos dieron alimentación por tres meses. De ahí las personas tenían que tirarse
a trabajar para poderse mantener. El que podía trabajar, trabajaba y el que no,
pasaba trabajo.
La misma cosa, si uno iba a alguna entidad para que le colaboraran le decían:
“vaya trabaje si quiere comer”. A veces uno iba y les hacía el trabajo a las personas
y no le valoraban el trabajo. No le pagaban.
Algunas personas se valieron de la necesidad de la población desplazada para conseguir
cualquier fuente de ingreso y cometieron serios abusos contra las mujeres desplazadas del
Baudó. Aquí se mencionan dos denuncias formuladas por las mismas mujeres.
Si el Estado le manda algo o una plata para los desplazados, los mismos funcionarios
se cogen su plata y le dan a uno cualquier cosa. Entonces dicen “esos
desplazados se conforman con lo que les den”. Pero como nosotros no tenemos
donde trabajar nos tenemos que quedar tranquilos.
Hay una señora que trabajó de enfermera por cuatro meses y hasta hoy no le han
pagado y con sus hijitos ahí. Se metió a otro trabajo y tampoco le han pagado. Por
los buenos vecinos es que ella está ahí.
El desespero por alcanzar un ingreso, un recurso económico, ocasionaba que algunos
desplazados tomaran decisiones extremas, en particular las mujeres. Algunas de ellas
encontraron en la prostitución una forma de ganarse la vida y así sostener a sus familias.
En esos desplazamientos que uno llega así, que no consigue trabajo, hay niñas
que se meten a la prostitución para conseguir algo para comer. De esa manera
283
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
para mantenerse. A veces los niños se meten a robar lo ajeno porque no tiene
otras alternativas.
Después también salió que las mujeres se cambiaron por dos mil, “dosmilasos”.
Sobre todo las niñas aquí en la carrera primera. Ahí era que decían los hombres
que “para qué cogían mujer si en la primera las conseguían a dos mil”. Donde
muchas niñas de verse acorraladas lo hacían. Ese fenómeno ya no se está dando y
si lo hacen son pocas mujeres. Desde que hace empezaron a conformar las organizaciones
las mujeres ya empezaron a tomar conciencia.
La sumatoria de estas dificultades, que no son otra cosa que una nueva revictimación,
sigue perpetuando la vulneración de sus derechos y en muchos casos ocasiona la desunión
familiar. Especialmente negativa para las mujeres es la influencia del contexto de
desplazamiento en la socialización de los hijos e hijas. Esa desestructuración, la pobreza
y las formas de criminalidad en la ciudad suponen un nuevo contexto muy negativo para
la población adolescente.
Las familias prácticamente se desintegran, que cada quien coge por su lado. Ese
es una cosa que las madres sufren. Porque cuando vienen de allá, vienen sus hijos
inocentes y llegan a la ciudad a coger malos pasos o a veces los matan.
Por estas razones, muchos desplazadas sueñan y exigen el retorno como una posibilidad
de regresar a lo que era suyo, lo más habitual, para no seguir sufriendo discriminaciones,
ni pasando necesidades.
Tuvimos pasando mucho trabajo hasta tanto unos que retornaron. De sentirse pasando
trabajo que no tenían como mantener a sus hijos. Ahí fue que empezó la gente
a pedir su retorno. Se fueron porque peor era uno ver a su hijo muriendo de hambre.
En parte la mayoría pidió retorno a consecuencia del maltrato y del trabajo que
se estaba pasando aquí en Quibdó. Del hambre porque había gente que se estaba
muriendo de hambre… El problema es que todavía hay algunas personas que
vivimos aquí en Quibdó que pasan trabajo y si acaso se comen una comida diaria.
Enfrentarse a una situación hostil y difícil en muchos sentidos, hace que las mujeres desplazadas
valoren de manera más positiva su pasado que su presente. Aunque el conflicto
armado estaba antes más latente y vivían en una insatisfacción de muchos derechos por
parte del Estado, ellas estiman que el pasado era mejor que el presente.
Para mí yo digo que éramos ricos. ¿Por qué nosotros éramos ricos? porque nosotras
no comprábamos el agua, la íbamos a recoger a la quebrada que era un agua
limpia. Teníamos plátano, arroz, el pescado, todo lo teníamos. Criábamos cerdos,
bastantes. Las gallinas que tenía no alcanzaba a contarlas. Por medio de esa tentación
de la guerrilla quedé sin nada. Yo vendía huevo en el Baudó y cuando veo
un pollito ¡ay qué alegría me da!
284
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cuando crecía el río y bajaban palos, uno se embarcaba en palos. A penas a voltear
palo a coger pichimarra o camarón… De todas maneras la vida la tenemos
muy dura aquí. Nosotros no comprábamos comida, la comida la buscábamos. Mis
hijos comían toda carne. Nosotros matábamos un marrano para la casa y ellos
escogían la presa y lo que no se comían se lo daban a los perros o a los que llegaban.
Ahora pelean con los perros para que no se vayan a comer la carne.
El control de la siembra de cultivos ilícitos por parte de los grupos armados no estatales
trajo como consecuencia que se adelantaran fumigaciones que han afectado los cultivos
tradicionales, el agua y los bosques. También han generado graves consecuencias a los
habitantes de la zona, en particular a las comunidades indígenas, especialmente consecuencias
en la seguridad alimentaria y la contaminación de agua y alimentos. Numerosos
relatos de las mujeres señalan consecuencias en la salud especialmente de los niños y
niñas que nunca han sido evaluadas.
Al parecer ha habido fumigación porque había mucho coco, había chontaduro y
esas palmas todas se han ido secando. Entonces uno dice que es una fumigación
porque están fumigando el aire y penetra en la tierra. Todos los peces se fueron
y decían que era veneno que había tirado el ejército. Fue que se fueron todos los
peces.
Las fumigaciones con glifosato sí las ha habido en el Baudó. El año pasado sacaron
un informe de las fumigaciones que había en el San Juan y sobre todo para el
Baudó. Hay un pueblo en una comunidad indígena que hay deformación de niños
por consecuencia de las fumigaciones.
Los desplazados se han acercado a los programas que ha diseñado el Estado para mejorar
sus condiciones de vida. Sin embargo, las mujeres denuncian discriminaciones y muchas
trabas burocráticas. Sólo el último testimonio valora la ayuda humanitaria que le ha otorgado
el Estado.
Todos mis hermanos caímos ahí. Al principio aparecemos en el sistema de Acción
Social y después ya no aparecemos como desplazados. A muchas también les ha
pasado. Hay muchas personas que no han sido admitidas. Hay personas que aparecen
los hijos y las madres no.
Si una pide una solicitud de ayuda humanitaria, uno mete la petición. Hay muchas
personas que cuando van al banco a buscar la ayuda que les vino, entonces se la
regresaron. Uno va al coliseo donde atienden y uno les pregunta: “¿ya les asignaron
el turno?” y le responden “no, todavía no venga dentro de tantos meses”.
Para usted darse de cuenta si en realidad la ayuda está o si ya le llegó tiene que
llamar a Bogotá. Si usted vuelve y va donde ellos le dicen lo mismo: “usted aquí
no aparece como que metió petición”.
285
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Para saber lo que lo que le están dando a la gente. Lo que le dan a uno no le alcanza
para cumplir con los gastos que uno tiene que hacer… ¿Quién dijo que eso
le alcanza? Eso no le alcanza a uno para nada. Otra cosa es que si yo tengo seis
hijos y usted tiene un solo hijo, ¿cómo a usted le van a dar más que a mí que tengo
seis hijos? Entonces ahí hay algo que no es equitativo y que no es correcto. Cómo
una persona sola va a tener más.
He estado sufriendo, pasando trabajo. A veces que de la ayuda que nos mandan a
varios, a veces novecientos, un millón, me ha servido. Como he estado enferma en
Medellín, me ha servido, porque a veces no tengo.
El Estado no ha garantizado de manera adecuada la protección de los derechos humanos
de las comunidades desplazadas del Baudó. En particular, la falta de satisfacción de los
derechos sociales es subrayada por las mujeres. El siguiente testimonio, hace referencia
al derecho a la vivienda y señala su carencia, así como la inadecuada calidad de las casas
ofrecidas.
Las mujeres del Baudó no están en los asentamientos que hay en la zona norte:
Villa España, La Gloria, La Fe, Obrero, etc. Fue un comodato que hizo la Cruz
Roja para las personas en situación de desplazamiento forzado por dos años porque
el municipio se comprometía a hacerle unas viviendas. Hasta hoy resultó que
esos comodatos eran unos albergues provisionales. Las viviendas no se han visto.
Las que hicieron eran bien pequeñas como una caja de fósforos, cuando aquí las
familias son extensas. La mujer que menos tiene hijos tiene cuatro, seis siete, porque
aquí somos raritas y contadas las que tenemos dos.
Miles de afectaciones hacia la forma de vida de las mujeres
Esta mujer señala las dificultades que tienen las mujeres para satisfacer sus derechos
a la vivienda, a la alimentación y a la educación, sobre todo haciendo un contraste
entre las diferencias del campo y la ciudad. Se observa como un entorno diferente
dificulta la garantía de esos derechos, especialmente en un contexto en el que las
mujeres pierden su autonomía y capacidad productiva.
La situación de las mujeres en desplazamiento es muy difícil. Para nosotras el
término de riqueza no es como se ve en las ciudades como las infraestructuras de
la casa hecha en cemento y la acumulación de muchas cosas… Uno tenía muchas
viviendas en madera que es lo típico, lo nuestro, pero con las condiciones dignas de
lo que le gustaba, con lo que era la alimentación propia de nuestra región. Como lo
cuentan las mujeres: que pescaban, otras cazaban… estaba el pancoger. Cultivaban
el arroz, el plátano, la yuca. Las azoteas donde tenían el cilantro, la cebolla de rama,
la albahaca, todo lo que era necesario para la alimentación. Al venirse a la ciudad
donde todo es dinero entonces se les transforma la vida.
286
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
No es lo mismo el campo donde si usted no tiene para la alimentación el vecino le
regala, no le presta sino que le regala porque usted cuando tenga también le regala.
En la ciudad nadie le regala al otro. Que usted diga “!ay tengo hambre!” nadie así
de fácil le va regalando para sus hijos. En la educación de los hijos e hijas en las
comunidades nuestra, cuando se iban al monte, alguna de las mujeres que quedaba
en la comunidad estaba pendiente de los muchachos. Que no se fuera al río, que no
le pasara nada. En la ciudad no, cada quien vive pendiente de lo de él. En el campo
hay mayor facilidad porque las docentes van y buscan a los estudiantes a la casa,
mientras que en la ciudad si usted no tiene plata para matricular a sus hijos e hijas
no estudian. Entonces no es lo mismo la educación de una mujer que ancestralmente
ha vivido en el campo cuando por el conflicto se tienen que trasladar a la ciudad.
Las condiciones son muy diferentes. Entonces de aquí cariamos [enfrentamos] miles
de afectaciones hacia la forma de vida de las mujeres. Esto les ha trasformado todo.
Los efectos de la violencia no son los mismos para todas las personas. Mujeres, hombres,
niños, niñas y adolescentes expresan desde su condición los impactos del conflicto armado
de manera diferente. El género, la edad, la etnia, la clase social, también influyen en
los impactos, así como la cultura, las costumbres, culturas y dinámicas de socialización.
Las mujeres identifican estas características de los impactos de la violencia, en sus cuerpos
y en sus vidas, que para algunas son muy distintas a las de los hombres y en cambio
para otras es similar el impacto del miedo.
A las mujeres las impacta de una manera muy diferente. Sabemos que siempre nos
afecta el conflicto a todos y a todas. Las mujeres después que salen de su territorio
ya no es lo mismo. Ellas en cuanto a sus costumbres ancestrales ya no va a lavar
la ropa al río como lo hacía antes. La educación para los hijos ya no es la misma.
Entonces varía la forma de trabajo y para ella cambia, se transforma. Además del
desplazamiento, consigo llevan la pérdida del compañero o esposo. Si han sido víctimas
de violencia sexual, en muchas ocasiones lo callan. Entonces también la vida
se les transforma. No es esa misma vida de alegría o de pensar en que en su campo
hacían las cosas de cierta forma y que en la ciudad les toca hacerlas de forma
diferente. Vivir la vida de forma diferente porque si allá tenían un compañero que
se ayudaban a sostener el hogar y acá no lo tienen. A veces les toca caer en cosas
que nosotras decimos que no son correctas o que no son dignas, como el andar con
varios hombres al mismo tiempo. A veces lo criticamos y lo rechazamos pero que
por causa del conflicto y de muchas necesidades, a muchas les toca. A algunas que
les toca coger a unos maridos que no los quieren sino porque él le ayuda a sostener
el hogar pero no porque ella realmente diga: “yo soy feliz… porque me enamoré”…
sino porque ven en él la solución para mantener a sus hijos e hijas.
Los impactos entre los hombres y mujeres son iguales. El hombre hoy en día no
está yendo al monte casi a trabajar por el miedo de que si está trabajando allí va a
salir alguien y vaya a sufrir algún percance… A veces el hombre se va para alguna
287
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
parte y la mujer se iba para otra parte. Qué pasa, uno dice “a no, yo me voy a ir
para tal parte” y si uno va solo no va para el monte sino acompañada por dos o
tres compañeras pero con miedo. Eso por allá no está muy fácil. Eso para allá para
Pie de Pató no está fácil. Que está la policía pero igual eso sigue igualito porque
eso es lo que ha traído la pobreza. Uno no consigue el plátano, no consigue arroz,
nada de esas cosas, porque la gente vive en el pueblo más bien mirando que el otro
que pueda tener, porque a cultivar así de fácil ya nadie se mete al monte.
Continuum de violencias
Los temores a la violencia intrafamiliar ejercida por los hombres contra las mujeres y sus
hijos, explican que muchas de ellas prefieran la soledad a buscar una nueva pareja. Las
mujeres prefieren enfrentar solas, sin un nuevo compañero, su nueva condición de desplazadas,
para evitar el maltrato contra ellas y contra sus hijas. En el primer testimonio, una
mujer que ha elegido estar sola para evitar posibles malos tratos con una eventual pareja,
le ha tocado adaptarse a unas dinámicas laborales muy diferentes y agotadoras con el propósito
de sacar adelante a sus familias. En el segundo testimonio, otra mujer ha preferido
no iniciar otra relación afectiva por el temor que su nueva pareja abuse de sus niñas.
Yo digo que uno como mujer no debe de coger un hombre porque le colabore. Lo digo
por experiencia porque ya a mí me tocó. Yo busco mi trabajo y busco como sacar a mis
hijos adelante pero porque un hombre me colabore por eso no voy a recibir maltrato
de él. Yo pues veo eso así porque me quedé sola en el 2003 y hasta ahorita estoy sola
sacando a mis hijos adelante. Eso sí que tuve tres años que no descansaba ni sábado
ni domingo ni nada. Yo llegaba a la casa y me acostaba y me quejaba. Los pelados
me llamaban: “que yo qué tenía y yo “nada”. Me decían “mamá pero es que se está
quejando, ¿qué tiene?”. Apenas ponía la cabeza en la cama estaba dormida.
Pues todo eso es temor también. Yo tengo una niña de 15 años y me da mucho
miedo de que yo me enamore con un patán. Que cuando yo me vaya a trabajar,
porque yo no paro en la casa, llegue y se meta con esa niña de 15 años o con la
de 9 años. Porque si yo tuviera una persona que me colaborara pues sí, pero a
mí me toca trabajar todo el día y una niña de 15 o 9 años corre muchos riesgos.
Yo me voy a trabajar y llega alguien que yo lo tenga como una pareja, y se meta
con esas niñas, hasta yo me vuelvo loca, porque desde pequeñita yo he estado con
mis niñas. Entonces en parte también me he quedado como ahí. En cero me he
quedado. Él decía que yo lo iba a matar y que yo era muy brava.
La construcción y apoyo de organizaciones
La experiencia de las mujeres muchas veces es invisibilidad. No se cuenta. Las
mujeres son las que han mantenido sus familias, las comunidades. Se han organi288
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
zado y queremos rescatar también esa parte de la historia positiva. Lo que ustedes
han hecho para poder visibilizar.
Paralelo a los impactos de la violencia, las mujeres han generado diferentes estrategias
para sobrevivir y para afrontar las dificultades y necesidades. Muchas de ellas han salido
adelante solas. En un contexto de falta de garantía de sus derechos por parte del Estado,
ha sido gracias al tesón de las propias madres que sus familias han salido adelante, en
medio de la precariedad.
Yo no tengo trabajo. Yo tampoco vivo en mi casa con un señor que me acompaña.
Hice un curso, pero no tengo trabajo y tampoco recibo la ayuda humanitaria por
ningún lado de Acción Social. Mis niñas dependen de mí. Tengo cuatro niñas y vivo
del diario. Lavo ropa, les cocino a mineros, lo que me toca hacer. Estoy pendiente
para sacar a mis niñas adelante porque de Acción Social no tengo nada. A mí me
dicen: “vaya, láveme una ropa” y ahí mismo me voy a lavar para darle de comer
a mis niñas. No tengo marido simplemente Jesucristo y la fuerza que tengo para
sobrevivir. Yo hice mi curso de modistería y con eso me mantengo con mi maquinita.
El trabajo informal y arduo o el rebusque, como lo denominan las mujeres, se constituye en
el medio para enfrentar las adversidades. En él consignan sus esperanzas para ganarse la vida.
La mayoría para salir adelante donde les salía trabajo ahí mismo se ponían a
trabajar. Se rebuscaban. Se iba a lavar o trabajar por el día. Había a veces que
a algunas no les pagaban, pero a otras solo lo que la persona quería y de esa
manera uno sobrevivía.
A mí no me gustó trabajar en casa de familia. Después que yo llegué y cuadré a
mis hijos me fui a trabajar a Medellín. Ahora que me dio la enfermedad tengo que
estar luchando, pasando trabajo, aguantando. Uno se rebusca porque tampoco
puede espera que le caiga del cielo.
Se reconoce la existencia de organizaciones tradicionales como soporte a las víctimas del
conflicto armado, organizaciones que surgieron como producto de la violencia política y
que han estado comprometidas en la defensa del territorio.
En los municipios ya tenían organizaciones creadas por la problemática que se
estaba dando en cuanto a la usurpación del territorio por parte de los actores
armados. Es de allí donde nace ACABA [Asociación Campesina del Baudó], COCOMACIA
[Consejo Comunitario Mayor del Alto Atrato], ASCOBA [Organización
Campesina del Bajo Atrato]. Van surgiendo otras organizaciones en donde
se llega a conformar los Consejos Comunitarios que tienen la máxima autoridad
en las comunidades.
La única organización que estuvo allá fue ACABA en el Baudó y había otra que le
decían Cimarrón. ACABA todavía existe, trabajaba por la defensa del territorio.
289
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Ahorita también existe ASODESBA [Asociación de Desplazados del Baudó]. Muchas
de las mujeres que pertenecieron ACABA, ahora pertenecen ASODESBA y
están aquí en Quibdó. ACABA ha sido la organización que ha permanecido en el
Baudó. Surgió antes del desplazamiento como en los años 80.
Las experiencias en las organizaciones y colectivos ha fortalecido la participación política y
empoderamiento de las mujeres. La posibilidad de reconocer sus derechos genera confianza
y permite compartir experiencias y sumar esfuerzos para mejorar sus condiciones de vida.
Sí, hubo cosas que aprendí mucho porque al menos en esta organización que estamos
ya sabemos reclamar sus derechos, cómo solicitar una ayuda en caso que
se la nieguen, dónde acudir.
Nosotras aprendemos de los autocuidados, de con quién hablar, de qué temas hablar.
Eso nos va a que no seamos fácilmente víctimas de los actores armados que
por lo general siempre utilizan a las mujeres para sus propósitos. Vamos aprendiendo
a cómo protegernos. Cómo mantenemos alianzas con otras organizaciones,
con las Diócesis. Entonces al movimiento siempre lo invitan y nosotras allí
podemos invitar a la organización que sea. A que participe de esos otros espacios.
Antes cuando se iban a movilizar, se les entregaba carné a las mujeres de ACABA
como forma de identificar a qué organización pertenecían por si las paraban en la
carretera. Lo presentaban para que no les pasara nada. A donde voy llevo el carné
de ACABA porque sé que eso es una defensa, es un respaldo.
En la Asociación ASODESBA hemos aprendido a reclamar sus derechos y a cómo
defenderse, se dictan capacitaciones. En la organización pertenece bastante gente
del Baudó porque no son solos los del Baudó y no se le niega la inclusión a nadie.
Es una organización mixta, hombres y mujeres.
Las mujeres participan de las anteriores organizaciones pero también conforman otras en
las que buscan de manera más específica la defensa de sus derechos.
Hay muchas que si están organizadas en Mujer y Vida, ASODESBA y así por el
estilo se han ido organizando. La mayoría pertenecemos a la Ruta Pacífica.
En la Fundación Mujer y Vida somos 70 mujeres. Es una fundación de solo mujeres.
No tiene diferencia con la Ruta Pacífica porque prácticamente se hace lo
mismo, pero con las otras sí porque somos solo mujeres y las otras son mixtas. Se
vela por los derechos de la mujer desplazada y vulnerable. Se realizan proyectos
para salir adelante sin tener que mendigarle al gobierno.
Son muchos los aprendizajes que estas organizaciones de mujeres les han dado a ellas. Lo
mejor es darles la palabra a ellas mismas para que lo expresen.
290
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En la Ruta Pacifica no les enseñaron a hablar sino que nos enseñaron a sacar todo
lo que uno mantenía guardado. A nadie se critica. Si uno quiso llorar, lloró y nadie
le dice nada. Si uno se quiso echar a dormir, se echó a dormir y nadie le dice nada.
Son cosas que nos han enseñado. Cómo defender nuestros derechos. A valorarnos
a nosotras mismas porque si uno como mujer no se valora, no lo valora nadie.
La Ruta Pacifica les ha servido a las mujeres en situación de desplazamiento por
la incidencia que hace a nivel nacional con el Estado en cuanto al cumplimiento
con el auto 092 y la sentencia T 025 donde se habla de los 13 programas para las
mujeres en situación de desplazamiento. El trabajo que hace la Ruta de empujar,
jalonar para que se dé el cumplimento de los mismos, que benefician a las mujeres.
Además estos espacios nos sirven porque son políticos. Nos sirven para la
exigibilidad de los derechos de las mujeres y también para la búsqueda negociada
al conflicto armado que nos afecta a todas.
Las mujeres de ASODESBA también participan de la Ruta Pacífica…. participan
de los talleres pero más políticos y más claros. En donde usted despeja dudas
sobre la exigibilidad de sus derechos, sobre las rutas de acceso a la justicia, sobre
salidas negociadas al conflicto armado, porque las mujeres debemos ser pacifistas.
Miles de cosas que de pronto en su organización no las aprenden. Mientras
que uno acá como movimiento tiene una agenda de trabajo en donde van incluidos
unos cinco o seis talleres en el año que son formativos. Cuando vamos a realizar
una movilización, nos preparamos del autocuidado, que nosotras las mujeres
sabemos que en cualquier parte donde nos movilicemos podemos correr riesgo.
Como lo señala el siguiente testimonio, estas organizaciones les han permitido a las mujeres,
construir y transformar. Son uno de los mejores alicientes no solo para superar sino
para no repetir lo vivido.
Aquí lo importante es ver que nosotras a veces normalizamos todo eso que nos
pasa. Entonces este trabajo que hacemos con las mujeres es también de construir
y mirar como lo sacamos de la normalidad para poderlo transformar. Si sigue y
volvemos y lo repetimos… nos conseguimos los mismos hombres maltratadores,
dejamos este pero cogemos otro o peor. Repetimos el círculo vicioso. Hay que
trabajarlo para salir a un círculo virtuoso. Es buscar otro tipo de relaciones en
donde nos relacionemos de forma distinta.
Reparación para superar el histórico olvido
Las mujeres en los procesos organizativos y sociales han podido señalar sus propósitos
y deseos en lo referente a la verdad, la justicia y la reparación. En cuanto a la exigencia
de la verdad las mujeres plantean el reconocimiento del desplazamiento como parte de
una estrategia de guerra asociado al reconocimiento como población. Es decir que lo que
les ha hecho visibles a los ojos del Estado sea precisamente las violaciones sufridas y el
desplazamiento que les llevó a la ciudad, muestra el olvido histórico y cómo la repara291
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
ción de las violaciones tiene que ver con un cambio estructural y el reconocimiento de
su ciudadanía. La investigación de las violaciones sufridas y el reconocimiento de que la
violencia contra la comunidad dejó numerosos muertos y desaparecidos cuyos familiares
esperan encontrar sus restos.
Que se conozca lo que pasó con el desplazamiento y los efectos que generó. Que
el gobierno sepa que el Baudó existe. Que se reconozca que hubo desaparecidos,
asesinatos y muchas violencias. Se conozcan todos los hechos de violencia
que ocurrieron en el Baudó. Se conozcan los hechos. Que el gobierno aplique la
justicia. Que los victimarios digan dónde enterraron a los desaparecidos. Que el
gobierno investigue sobre la violación de los derechos humanos
Como se observa, estas demandas de esclarecer los hechos se mezclan con reclamos de
justicia y de reconocimiento del daño colectivo producido. La verdad y la justicia son
parte de esas aspiraciones que tienen las mujeres
Que se busquen a los culpables y que paguen por los hechos sucedido. Se reconozca
que hubo un daño comunitario. Que se sepa lo que pasó en el Baudó. Que los
victimarios pidan perdón en público por el daño que nos hicieron. Se reconozca
que le violaron los derechos a una comunidad. Que saquen a los victimarios de
nuestros territorios. Que se nos den garantías en nuestros territorios.
Como otros territorios olvidados, la garantía de los derechos sociales que es un deber primario
que tiene el Estado pero que es exigido como una medida de reparación. La agenda
de la reparación colectiva incluye las condiciones para la reconstrucción y un proyecto
de vida comunitario.
Vivienda, salud, educación, carreteras, hospitales, energía. Indemnización por las
cosas que perdimos. Ingresos, volver a trabajar. La agricultura, devolución de la
tierra y que sea fértil. Vivienda digna, escuelas, buena salud. A cada persona en situación
de desplazamiento se le dé una reparación administrativa. Indemnización
a las familias víctimas del conflicto armado. Que el Estado haga inversión social
en cuanto a vivienda, salud, educación, vías de acceso, concesiones eléctricas.
Además como en los casos donde la violencia ha generado desplazamiento en la población,
las condiciones de seguridad en sus territorios forman parte de las condiciones
iniciales para hacer posible cualquier otra medida de reparación. Para las garantías de
no repetición y la prevención a las violaciones de derechos humanos e infracciones al
derecho humanitario, solicitan simplemente una presencia del Estado que contribuya no a
una mayor militarización sino a las garantías del poder público para prevenir la violencia,
hacer justicia y proteger los derechos de la población.
Presencia del gobierno, la fiscalía, defensoría, jueces. Que en la personería haya
gente capacitada para proteger los derechos como población. No más violencia
en el municipio del Baudó. Presencia del Estado. Que haya presencia del Estado
y atención psicosocial.
292
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Putumayo
Mujeres resistentes del corregimiento
de Puerto Colón (San Miguel)
Una violencia constante
El corregimiento de Puerto Colón se encuentra ubicado en el municipio de San Miguel,
departamento de Putumayo (al suroeste de Colombia), en la frontera con los países de
Ecuador y Perú. Putumayo es reconocido por ser un departamento lejano geográfica y
políticamente del centro del poder en el país, epicentro de comercialización de la base de
coca y en la actualidad el petróleo es la base fundamental de su economía.
Puerto Colón ha sido un corregimiento caracterizado por los continuos episodios de violencia
puesto que ha sufrido más de cien hostigamientos o tomas guerrilleras. Muy diferentes
actores del conflicto armado han hecho presencia: desde las FARC y el ELN,
pasando por los Combos, los Macetos y los paramilitares, hasta la presencia de la policía,
el ejército y la armada.
En Puerto Colón, ha habido aproximadamente 106 hostigamientos o tomas guerrilleras…
En 1983 hubo enfrentamientos entre grupos por mafia… donde cada
grupo tenía lo suyo: laboratorios, cocinas. Cuando a alguno le iba mal, le tiraba
al otro y se enfrentaban. Bajaban a la gente nueva y los mataban en el río porque
creían que eran de la ley y no averiguaban. Nadie podía andar después de las seis
de la tarde.
Los grupos que ha habido en Puerto Colón en diferentes épocas fueron el M-19,
los Rastrojos, Águilas Negras, paramilitares, las FARC. Los enfrentamientos fueron
entre guerrilla y paras, guerrilla y ejército, guerrilla y policía.
En este desolador panorama, la violencia ha sido una constante en la historia y cuerpo de
las mujeres que manifiestan la existencia de continuos hostigamientos y enfrentamientos
entre los diferentes grupos armados desde la década de los ochenta.
El primer susto lo tuvimos en el año 1978 mes de septiembre, cuando la guerrilla
atacó a Orito y posteriormente llegó a Puerto Colón.
Una toma en San Miguel fue en el 86. Estaba yo embarazada de una niña. Esa
niña me nació enferma, debido a eso. Me nació a tiempo. Tuvo tres años que ella
no hablaba. La llevamos a Ecuador y allá nos la curaron.
Aunque estos hechos hacen parte de los recuerdos y las vidas de las mujeres de Puerto
Colón, el protagonismo de la violencia ha dependido del grupo armado y de mafias vinculadas
con el narcotráfico que han hecho presencia en la zona, permanencia que ha variado
en los años.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
El ejército decía que la gente sabía que había guerrilla… No había policía y el
Ejército llegaba de improviso… Las FARC sacaban a la gente encañonados de la
casa como estuvieran. Hacían reuniones… Las balaceras entre guerrilla y Ejército
eran a cualquier hora.
La reconstrucción de la violencia ejercida contra la población civil de Puerto Colón, donde
las mujeres han logrado vivir y persistir, es un intento por reconocer como víctimas
principales a las mujeres de todas las edades y de la diversidad étnica y sociocultural
del municipio de San Miguel. No sólo es un reconocimiento a sus familiares asesinados
o desaparecidos, a los múltiples desplazamientos y amenazas, sino a las mujeres como
víctimas resistentes de una guerra declarada al conjunto de la población civil que ha sido
por parte de los diferentes actores del conflicto armado.
Las mujeres reconocen que la violencia ha sido una constante en sus vidas, por ejemplo
recuerdan que en un solo día mataron a doce personas, identifican el período entre
1986-1989 y la década del 2001-2009 como los más graves, y señalan las dos tomas más
dramáticas que han vivido: la del 31 de agosto de 1998 y la del 23 de octubre de 2005.
En 1986 manda al hijo a comprar pescado y se formó la balacera. Ahí mataron a
su hijo de 19 años y a otro de 14 años. En 1989 mataron 11 hombres y una mujer.
Uno de ellos tenía la sangre intacta como recién matado pero había muerto desde
la noche anterior, vivía en calendaría. En 1989 hubo una masacre mientras ella
no estaba en la casa. Asesinaron a seis de sus familiares. En el 2001 la guerrilla
las FARC mataron a su tío por robarlo en la vía. En el 2005, el 23 de octubre, las
FARC tiraron cilindros y tumbaron varias casas, 21 aproximadamente. El 22 de
junio de 2009, un bote bomba afectó 69 casas. Murió ahogado el hijo de Yiyo. El
27 de marzo de 2009, también hubo un bote bomba.
El 23 de octubre de 2005, había una brigada para sacar cédulas. Mientras que
hacían el almuerzo, llegan y dicen que hay un herido en el billar y se arma el tiroteo
en la Vega, de la guerrilla a la policía. Le pegaron un garrotazo a un señor
para que bajara la policía. La auxiliar de la cocina resultó ser enfermera de la
guerrilla y ya conocía los movimientos de la policía. Toda la noche dando bala
causando daños en las casas. Hubo dos policías muertos y gran cantidad enorme
de guerrilla combatiendo.
Las voces de las mujeres expresan la situación en el cual se han visto inmersas durante
casi cuatro décadas, que no es otra que la de estar en medio de los diferentes actores armados.
El primer testimonio, lo ilustra para el caso de la guerrilla y el ejército, y el segundo
para el caso de la guerrilla.
En 1997 la guerrilla entró y puso una bomba. Se arrastraban por su casa. Las tocaron.
Les dijeron que iban por la policía y no por ellas. Les pidieron cerveza y gaseosa.
Otro día llega la guerrilla y las mandan a dormir atrás preguntando dónde estaba
la policía. Llegó una guerrillera y les dijo que estuvieran tranquilas, con un fusil.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Por la loma bajaban muertos y heridos. Al otro día llega el ejército echando plomo e
insultando al pueblo porque la guerrilla estaba por ahí. Que eso era lo que querían.
No recuerdo la fecha que la guerrilla se metió. Sacaron hartísimos cilindros, como
unos 50 cilindros al hombro. Por el lado del chorro subieron los cilindros al hombro.
Entonces los vi como marañeros, uno detrás de otro. Eso fue cuando lanzaron
solo cilindros. Eran cilindros grandes para la policía.
Ha sido tal el grado de hechos y permanentes violaciones de derechos humanos e infracciones
al derecho humanitario, que las mujeres señalan acciones de muy diversa índole
que los grupos armados ilegales perpetradas en dicho corregimiento.
Un bote bomba. Mirar pasar un bote y más abajo éste estalló. Principalmente las
masacres fueron más por la mafia, por los grupos armados como el Conejo. El
poder de la mafia generó las masacres a punto de llegar a cobrarles vacunas a
los campesinos. Los grupos de los Combos obligaban a la gente a ir a Puerto Asís
a declarar que era la guerrilla la de las masacres. El Seis entró, emboscó a un
grupo de la guerrilla, de los cuales quedaron tres. Luego en seis años formaron
un grupo y vengaron al Seis haciendo una masacre enorme.
Una vez, bien por la mañanitica, me levanté a tomar tinto. Yo vi unos que parecían
policía. Me dijo mi hijo: “no, es la guerrilla mami, por favor no se asome”. Entonces
yo bien curiosa, a quererme asomar. Cuando los vi subiendo, subiendo, sentí tiros
bien duro. A lo que echaron los tiros, nos pasamos a una casa de material a ver si
nos podíamos esconder, porque mi casita era de tablas. Esa vez se metió la guerrilla.
No es fácil diferenciar el tipo de violencia ejercido por uno u otro actor armado ilegal
en un contexto donde las incursiones y las acciones han tenido un carácter tan indiscriminado.
Según los testimonios de las mujeres, la guerrilla buscaba estar en medio de la
población para atacar a la policía y allí cometían atropellos contra ella.
En 1997 la guerrilla entró por la loma a atacar la policía. Se metían por las casas,
por querer más plata. Traían coca del Perú…
Otra ocasión que duró desde las dos de la tarde. Veíamos como los guerrilleros
se metían a Guajiros, al frente, y se tomaban el licor. Casi le dan un tiro a mi
mamá. Que mi mamá iba subiendo y pum le dispararon. Quedó como a 20 centímetros
el tiro.
La muerte ha asolado más de una vez a una misma familia. En el siguiente caso, una mujer
cuenta de cómo cuatro hermanos, una cuñada y un sobrino han sido víctimas fatales
del conflicto armado.
A mi hermano lo mataron por abajo y lo arrastraron hasta arriba a la policía.
Me acuerdo que alcancé a llegar. Él me miro, me cogió los dedos, me los apretó
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
y lleno de lágrimas. Un 6 de enero… Después me desapareció un hermano de los
mayores. Bajó al pueblo y no apareció. Ahora último mataron el mayor de mis
hermanos. Son cuatro hermanos, la cuñada, y un sobrino… Cuando al otro día
me dijeron que lo tenían amarrado los paracos, ¿cómo así? Me alisté con un poco
de gente, buscando a alguien que hablara porque a uno le da miedo enfrentarse
a esa gente. Llevar alguien como de la Junta que sepa llegarles. Cuando fui ya lo
habían desaparecido.
Violencia sexual contra las mujeres
La violencia contra las mujeres era ejercida por todos los grupos armados no estatales,
sin embargo, los testimonios hacen referencia a abusos perpetrados por los grupos paramilitares.
El abuso sexual es un arma de guerra y un medio de castigo para disputarse el
cuerpo de las mujeres.
Muchas niñas y jóvenes fueron víctimas de todos los grupos armados ya que quedaron
algunas embarazadas, madres solteras. A las jóvenes les fue mal con los
grupos armados porque ellas los buscaban, los paramilitares. Planearon [pegar
con la parte plana de un machete] a una señora por dejar su niña sola en la casa
mientras iba a comprar arroz.
Los paramilitares quitaban bebidas, pegaban a las mujeres por chismosas, groseras,
por abandonos de sus hijos. Querían abusar de las mujeres. Algunos jefes paramilitares
eran Carranza, Taison, Costeño, Caleño, Garganta, el Cura. No solo ellos ejercían
el poder con respecto a la violencia sexual, también los subalternos lo hacían.
Las mujeres vivían con un miedo constante de ser abusadas sexualmente. Esa zozobra era
producto de vivir en un lugar con unos niveles de violencia permanentes donde la violencia
sexual era frecuente y porque los actores armados proferían amenazas en ese sentido.
Me acuerdo de las tomas. Yo vivía en una vereda que se llama Puerto del Sol. Me
tocaba bajar por la carretera y cerca de la carretera quedaba el tubo [el oleoducto].
Uno bajaba con dos muchachos más, un niñito. Mirábamos en el tubo hartas
bombas. Uno con un miedo sin saber dónde meterse. Uno miraba esa gente por
ahí. Si uno los saludaba ellos saludaban pero uno con un miedo de que de pronto
lo fueran a violar. Así con miedo llegábamos a las casas de todas formas.
Hasta me querían violar. Me dijeron “oiga usted si colaborará”… Yo dije: “yo
solamente con mi marido con nadie más”. Me fui a la cocina y tenía harta candela
prendida. Yo dije: “si ellos me vienen a coger a la fuerza yo los cojo a tizón les
mando… así me maten”.
La violación sexual, fue una expresión de fuerza y poder de los grupos paramilitares. El
dominio era manifestado a través de hechos de esta naturaleza, donde se materializa el
desprecio por el cuerpo y la humillación de la dignidad de las mujeres.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Del 86 para acá nos las hemos aguantado todas, pero a mí los que más daño me
hicieron fueron los paramilitares. En ese año yo había ido a mi tierra y una sobrina
quiso venirse conmigo… Cuando entraron esos señores a posicionarse del
pueblo… pues una vez yo me fui para el culto y entraron y la violaron. Le dijeron
que si me decía a mí, iban y nos mataban a toda la familia… De esa violación había
quedado en embarazo. Tiene una niña de 8 años. Eso me dolió harto, porque
mi hermano la mandó para acá y puso toda su confianza en mí y eso sí me dolió.
Me dejó marcada psicológicamente.
Las niñas las cogían a plan [golpes con la parte plana de un machete] por todo
lado. Hartas niñas. Sino que ellas no están tan informadas como nosotras. Pero
uno empieza a hablar y ellas empiezan a contar cosas: cómo fueron, cómo las
llevaban allá arriba y las violaban, si nos veían hablando [los paramilitares] nos
decían: “ustedes están chismoseando o qué. A hacer oficio”. No los podíamos
mirar la cara de a mucho. Eso era malo. Todo el mundo adentro de la casa. Allá
si vivimos mal, por unos o por los otros.
La violencia perpetrada por los grupos armados ilegales se incrementó por la indiferencia de
las autoridades estatales y la carencia de acciones oportunas y eficaces por parte de la policía
y al ejército para garantizar la seguridad y la tranquilidad a la población de Puerto Colón:
La policía no hacía nada con respecto a los paramilitares. La policía no hacía
nada. Andaban junto con los paramilitares y estaban enterados de todo. El ejército
llegaba a echar plomo y no ayudaba.
Impactos traumáticos repetidos
Los efectos de la violencia se perciben en la vida de las mujeres de diversas maneras.
Impactos psicológicos y físicos causados por diferentes eventos traumáticos. Los más
evidentes tienen que ver con la muerte violenta de sus seres queridos. El asesinato de un
hijo para una madre es una experiencia tremendamente dura y dolorosa que causa una
profunda soledad, como lo declaran estas tres madres.
A mí me han matado los hijos. Solo uno que le ha pasado sabe cómo es eso, porque
es muy duro. Uno siempre le duele, en todas partes… Es una cosa muy dura.
En este momento me siento mal, porque cuando uno pierde un ser querido, es como
difícil dar un testimonio o algo. No me siento en condiciones. Para mí fue muy duro
perder mi hijo. Pues bueno tengo amigas que me aconsejan, pero me siento sola.
Me siento acabada. Las ilusiones, las alegrías que uno compartía con ellos.
Me siento sola, porque a raíz de eso también murieron mis padres. Me siento
sola, me siento vacía, acabada. Por momentos quisiera irme lejos pero donde
me vaya los recuerdos me atrapan. Uno no encuentra manera de explicar. Es
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
muy duro. No quisiera que nadie sufra… Uno quiere olvidarlo pero le queda
marcado para siempre.
Además, en algunos casos los duelos fueron truncados, ya que no pudieron inhumar a su
familiar por alguna circunstancia. En el primer caso, la mujer no pudo enterrar a su madre
y hermano, y en el segundo, el hijo de la madre fue desaparecido.
El sufrimiento es muy grande, de ver que le maten su madre y no poder ir a recogerla.
Uno sepa que se la mataron y se la botaron al río. A su hermano… no
poderle dar cristiana sepultura como se merece.
Es que yo tengo una pena muy grande. A mí me desaparecieron un hijito y no sé
dónde está. Unos dicen que está vivo. Otros dicen que lo mataron, pero yo no sé
de mi hijo.
La ausencia de un hijo es un vacío permanente para una madre. Estas dos maestras explican
así la pérdida de sus hijos, la imposibilidad de asimilar esa experiencia y el impacto
en el contexto de la familia.
Lo más grande que viví fue la separación de mi hijo. Eso es algo que yo nunca voy
a podré olvidar. Sea de noche, sea de día. Mis hijas se ponen bravas: “que mire
mamá que estamos nosotras” pero yo a él no lo puedo olvidar.
He perdido a mi hijo. He sufrido. He rodado con mis nietos y resignada a lo que
me toque.
Una de las modalidades de hostigamientos realizada por los grupos armados no estatales
que ha generado mayor intimidación entre la población de Puerto Colón, son los ataques
con cilindros bombas. Los testimonios describen lo que sentían las mujeres en el momento
mismo que se lanzaban esos explosivos y la zozobra permanente en que viven las
madres por la utilización de esos artefactos.
En el 2003 lanzaron granadas. Cayó una granada por donde nosotros trabajamos
y quedé sorda, quedé como en el aire. No sentía, mejor dicho estaba volando
mejor que la bomba. Sentía dolor de los oídos, dolor de los huesos y quería
como ayudar a proteger a los demás porque quería que me sucediera a mí y no
a los demás. En la toma del 2005 pensaba que hasta ahí íbamos a vivir. Porque
eso, los impactos de los cilindros lo elevan, lo bajan, le cae tierra. Dicen que
en los cilindros vienen unos químicos. Esos químicos lo emborrachan, lo hacen
vomitar. Uno no resiste el olor a esa pólvora. Le da hambre, le da ganas de ir al
baño, de todo. No quiere estar solo quiere estar como acompañado.
Yo casi no salgo porque yo siento que si voy a salir aunque sea al parque siento
que me va a caer un cilindro. Yo a los hijos míos siempre les digo: “no me pasen
por ahí porque hay un cilindro”. Mantengo con ese miedo, ese temor. No de las
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
balas, sino de los cilindros. A mí me mataron un hijo y no he podido superarlo.
No me gusta mucho recordar la muerte de mi hijo. Esas tomas que a una no se le
olvidan, que siempre están ahí presentes… son cosas que siempre le van a estar
en la cabeza, son cosas que no se van a borrar. Si un ratico eso se le pasa, pero
siempre que paso por donde cayó mi hijo, siempre me acuerdo, fue horrible. Uno
no olvida, así me vaya. Yo me fui para Cali y no se olvida.
Los repetidos ataques con ese tipo de explosivos, ya sea bombas, granadas o cilindros
bomba, han dejado secuelas de un miedo permanente en las mujeres. No han podido
desalojar el pánico producido por el uso de esos medios de combate. La vida cotidiana se
vuelve incertidumbre y amenazante, las actividades diarias o los lugares que recuerdan
a impactos de bombas, asesinatos o enfrentamientos marcan el territorio de vida de estas
mujeres y lo convierten en un recuerdo permanente de lo que puede volver a pasar.
Yo he sufrido de nervios y hasta ahora estoy nerviosa porque lo que pasó nunca
me olvidaré. Mira que reventó una bomba y yo pegué el brinco. Así soy todo el
tiempo. Yo siento algo y estoy brincando. Yo no duermo porque me da miedo y vivo
al frente de la base [del ejército].
Tras la toma que ellas dicen, yo quedé muy traumatizada, con nervios. Yo cada vez
que escucho digo: “se metieron a San Miguel”. Quedé con ese trauma.
Sea como sea a todo, tiempo uno mantiene atemorizada. Todos los días estamos
con miedo. La parte que más impactó, es que uno queda con unos nervios. Para
mi todos los grupos son iguales, porque atentan contra la vida de uno.
Todo esto que ha pasado acá en Puerto Colón nos ha afectado mucho. Yo casi no
salgo porque yo siento que si voy a salir aunque sea al parque siento que me va a
caer un cilindro. Yo los hijos míos siempre les digo, no me pasen por ahí porque
hay un cilindro. Mantengo con ese miedo, ese temor…
Otras afectaciones ocasionadas por las partes en conflicto, se traducen en secuelas físicas
en las mujeres. Además de los nervios, otras partes del cuerpo resultan lesionadas
cuando se dan heridas, problemas auditivos por trauma sonoro, y afecciones psicosomáticas
producto de la tensión.
Un mecanismo habitual de defensa es hacer esfuerzos por no recordar lo ocurrido. A
las pérdidas de sus seres queridos, se suman las pérdidas materiales, y el impacto de
los recuerdos traumáticos. Esas memorias se vuelven recurrentes en un estado de alerta
permanente. La concentración de acciones violentas en ese territorio supone un impacto
traumático repetitivo y masivo que aumenta el impacto psicológico y la dificultad de
adaptación en la vida cotidiana. Hay una activación de las memorias de la pérdida cuando
se dan nuevos hechos de violencia que reactualizan el sentimiento de dolor e impiden
poner distancia psicológica de los hechos.
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La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Nos vinimos a San Miguel. No teníamos nada, ni casa. Pedíamos posada. Quedamos
fue pasando trabajos. No quiero por eso acordarme, porque perder seis
familiares. Luego a los dos años, otra vez.
Yo no quisiera recordar. A mí me mataron a mi sobrino. Yo cuando me acuerdo me
da mucho dolor. Yo no olvido ni para comer, ni para dormir, ni para nada.
Los impactos traspasaron la esfera de lo individual para instalarse también en los escenarios
de lo familiar y colectivo. Las muertes de sus hijos, compañeros o personas cercanas,
así como la vivencia de otras experiencias de terror, han producido afectaciones en sus hijos,
maridos o papás y han tenido un impacto colectivo debido a la existencia de múltiples
pérdidas el carácter público y la concentración de la violencia en la comunidad. Los síntomas
de reexperimentación y alerta son generalizados en la experiencia de las mujeres.
A mi familia la afectó bastante… Mi hijo también permanece con nervios. Cuando
oye un tiro se esconde bajo la cama. Psicológicamente les ha afectado. Siempre
están con esa angustia. Yo le digo a ella que no salga corriendo cuando hay esas
balaceras. Se sueñan que hay explosión.
Mi marido se sienta y se pone a pensar. Está como distraído. Él quisiera trabajar.
Mis hijas permanecen con dolor de cabeza.
Mi esposo mantiene elevado, alejado, pensando donde vivir, con dolor de cabeza
por cambio de casa ya que dos veces han construido casa y dos veces la han tumbado.
Mis hijos se mantienen tristes. Desanimados hasta para pintar la casa, que
para qué la pintan si siempre la van a volver a dañar.
Sienten un tirito y corren a esconderse. Mi papá quedó con unos nervios. Pobrecito,
quedó con mucha pena.
Mi hija era violenta por lo mismo, ella pensaba que las cosas se arreglaban con violencia,
yo quede sola porque ellas tuvieron que salir. No quiere saber nada de por acá.
Pérdidas y destrucción comunitaria
En algunos casos, los episodios de violencia mencionados han generado separaciones a
nivel familiar. Los desplazamientos forzados, las amenazas de muerte y la necesidad de
proteger la vida de algunos/as integrantes de la familia han causado que se aparten unos
miembros de otros. Las posibilidades de reunirse y reconstruir su entorno se dificultan por
las dinámicas propias de la sobrevivencia y por los impactos propios del conflicto armado.
Cuando pasó el caso de mi hijo, pues me tocó salir del Putumayo. Sacar mis hijos
y ya luego pues saqué una hija para el Ecuador. Ahorita están todos desunidos mis
hijos por la violencia. Bueno yo me fui para allá, para Samaniego… Por allá se
quedó una hija. Todos tan desparramados, y desunida mi familia por la violencia.

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