Thursday, February 20, 2014

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Los hechos de violencia
casos se presentaron en el departamento de Arauca, son dos hijos de una misma mujer,
en el primero su hijo es liberado como a la semana de su privación de la libertad, y en el
otro, su niña retenida fue asesinada al parecer en Venezuela:
A él le tocaba irse para Saravena, para Fortul… Estando él por allá… de un
momento a la guerrilla lo secuestra. A mi hijo Jaison se lo llevan, entonces la
unidad de los compañeros de él empiezan a hacer gestiones. Lo mandan como a
los ocho días, lo rescataron. No sé cómo lo mandaron, de todas maneras a él lo
regresaron porque la Cruz Roja ya estaba lista para irlo a rescatar. Sí, eso fue en
Noviembre del 2009. Al día siguiente yo me fui con mis dos nietos, me fui para el
Amparo, al Estado Apure de Venezuela. Me fui y me pasé con los dos niños y fui
allá a la policía. Cuando me dijeron los guardias venezolanos, yo llevaba la foto
de mi hija, llevaba fotos, y me dijo: “¡ah esa se la pasó por aquí la guerrilla!…
ella la llevaban los elenos, los elenos la llevaban, la pasaron por aquí los elenos,
el comandante Chimú, el comandante Manteco y el comandante Ratón”. Eso fue
el 2 de febrero del 2010 y me la asesinaron el día 3 de febrero. Barrio Boston,
Barrancabermeja, Santander, 1988, P. 754.
Sin embargo, los casos más denunciados contra la guerrilla son los secuestros, unos de
naturaleza económica y otras de naturaleza política. En los primeros se exigía una suma
de dinero para obtener la libertad.
Entonces ellos les pidieron diez millones para el rescate. Yo como pude la gente
me prestaba plata y les mandé siete millones en efectivo. Ellos dijeron que cuando
fuéramos a dejar la plata fuéramos en una moto, que fueran uniformados, que
fueran de pantalón negro, camisa blanca y gorra roja para poderlos distinguir
a donde iban los que iban. Entonces ellos fueron así, se fueron en una moto, esa
moto me la prestaron, no era ni mía. Esa moto también me la quitaron… Yo les
mandé siete millones en efectivo y también pues nos quitaron la moto. Orito, Putumayo,
2000, P.514.
En los otros, los secuestros políticos, las razones eran distintas a la extorsión económica
para que la persona retenida obtuviera su libertad personal, hechos que pueden ser calificados
como toma de rehenes a la luz del derecho humanitario, porque de todas formas se
exige algo a cambio para que estas personas lograran su libertad.
Todo comenzó porque mi esposo toda la vida ha sido político y él se lanzó a la
alcaldía. El Frente XL de las FARC no lo dejó realizar su sueño y lo secuestró. Lo
invitaron a una reunión en una vereda, le tendieron una trampa y lo secuestraron
a él junto con sus funcionarios. Duró 10 meses secuestrado por política, no fue
por otro motivo. La guerrilla decía que si el gobernador le daba la renuncia él podía
salir del secuestro. En ese tiempo, el gobernador era Alan Jara, que también
fue secuestrado. Entonces a él no le daban la renuncia. Yo estuve en la montaña,
me fui a hablar con los comandantes, el uno me mandaba para el otro, así. Yo
seguía en la lucha, preguntándoles a todos. Hasta que me comuniqué con un co150
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
mandante y él me dijo que “mi esposo estaba bien, que no le habían hecho nada,
que él estaba secuestrado por cuestiones políticas”. Mesetas, Meta, 2007, P.191.
Varias mujeres familiares de los doce diputados de la Asamblea Departamental del Valle,
secuestrados en su sede en la ciudad de Cali por las FARC el 11 de abril de 2002, dieron
su testimonio individual, aunque este caso se recoge también entre los casos colectivos
de este estudio. El primero subraya más la naturaleza de la retención, y el segundo, la
zozobra de la mujer con las pruebas de supervivencia y ante la incertidumbre de saber si
su familiar habría muerto o no.
El 11 de abril se llevan a mi esposo con 11 compañeros más. Se lo llevan las FARC
como un secuestro político, que es más duro todavía que el económico, porque la
negociación no estaba en manos nuestras, si no… del Gobierno Nacional. Empieza
un tira y afloje, por lo que pedía las FARC a cambio de la liberación de nuestros
familiares. Cali, Valle del Cauca, 2002, P.892.
A los cinco meses de secuestrado, llegó la primera prueba de supervivencia, en
el mes de agosto. La segunda prueba de supervivencia, que llegó en el mes de
diciembre. En siete años llegaron cinco pruebas de supervivencia. A veces pasaba
un año y sin tener pues ninguna prueba de supervivencia, fue muy duro. Luego
después vino la masacre, el asesinato de todos sus compañeros, eso fue lo más
duro, lo más difícil. De todas maneras la guerrilla decía que Sigifredo López era
el único que estaba, era él único sobreviviente, porque no se encontraba en ese
momento allí, cuando asesinaron a los compañeros. Fue muy duro porque nosotros
el dolor de la una, era el de la otra. A nosotros nos decían que él vivía, pero
¿quién lo decía?, la guerrilla, pero no sabíamos si era cierto o no. Barrio Cerros
de Maracay, Valle del Cauca, 2002, P.879.
Las mujeres han tenido diferentes roles en los casos de secuestro. De manera particular
han jugado papeles protagónicos en la liberación de sus seres queridos. No importa
si se trata de retenciones con propósitos políticos o económicos pero ellas realizaron
todo tipo de gestiones exponiendo su propia seguridad. En el primer caso, la esposa del
secuestrado fue la quien buscó a su marido plagiado y logró hablar con el grupo guerrillero
que lo tenía capturado por ser presunto paramilitar; en el segundo, un caso de
secuestro extorsivo, la declarante fue mediadora con la guerrilla para obtener la libertad
de un familiar.
El 23 de enero del 2004, estando mi esposo en la finca, llegaron individuos que
decían pertenecer a las autodefensas y se lo llevaron. Ocho días después, ya
porque yo viajé hasta la montaña, busqué, pregunté y averigüé, hasta que fue el
ELN quien aceptó, que sí, que ellos lo tenían, que lo habían retenido ellos. Inicialmente
nos decían que había informes de que mi esposo era paramilitar. Me decían
que tenían testimonios de alguien que había muerto. Pues igual nosotros fuimos,
llevando papeles del trabajo que mi esposo había hecho, que es un líder de aquí
de Samaniego. Samaniego, Nariño, 2004, P. 341.
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Los hechos de violencia
En el 90, en el municipio de Frontino más concretamente en el corregimiento de
Nutibara nos secuestraron un familiar… Fue un secuestro extorsivo. Tenía como
60 años cuando lo secuestraron. Usted sabe qué pueblo chico, infierno grande.
Siempre se decía que éramos de mucha plata, cosas que no era tan cierto. Lo
cierto era que ese día iban a secuestrar a dos señores, el pariente mío y otro que
lindaba con la finca… Ya íbamos a contactarnos con la gente que lo que pedían.
Fue un problema muy grande porque estaba la presión de los que necesitaban
plata y la presión de la policía… Era haber para donde nos movíamos, pues nos
tocó muy difícil. Tuvimos que ir dos personas, una prima y yo, a un punto que es
muy selvático. Bueno se negoció, en cortas palabras, con esa gente. Quedó con
secuelas graves. Como a los 15 días lo soltaron, porque se pagó a la guerrilla.
Tarazá, Antioquia, 1990, P.57.
Una mujer mediando en un secuestro
La tenacidad de las mujeres es visible en los casos de secuestros. Muchas de ellas
arriesgaron sus vidas al enfrentarse con los perpetradores para saber sobre el destino
de sus familiares. En el siguiente caso, la mujer afronta a los miembros de la fuerza
o grupo armado que retuvo a su esposo, que no quiso identificar en su testimonio.
La liberación de la víctima con el pago de una suma de dinero, demuestra el carácter
extorsivo de estos secuestros.
Esa misma tarde yo salí al pueblo a averiguar y nadie me daba razón de él. Yo me
puse al pie de esos manes. Tres días que lo tuvieron, tres días era que yo andaba a la
cola de esos manes. Los muchachos me decían: “mamita usted no ande a la cola de
esos manes porque de pronto la pueden matar a usted”. Yo estaba decidida, pues que
si me mataban pues que me mataran, pero que yo quería era verlo a él. A lo último ya
decidida les dije: “díganme la verdad, ustedes lo mataron o lo tienen vivo o qué”. Ellos
que “no, que él está vivo, que está tranquilo”. Les dije: “para ustedes el decir que está
bien o tranquilo es lleno de gusanos como lo saben dejar”. Entonces ese man me dijo:
“cállese la jeta”, me miró mal y yo no les paraba bolas… dijo: “tranquila, madre que
él está tranquilo, nosotros lo tenemos bien atendido”. Me dijo: “si me da $500.000
ahorita mismo se lo entrego”. Entonces le dije: “comandante si yo no tengo plata,
usted sabe que yo soy de una familia pobre y no tengo plata”. Le dije: “de dónde voy a
conseguir”. Me dijo: “eso es cuestión suya si quiere verlo vivo o si no de allí para allá
nosotros no respondemos”. Entonces como ese día había llegado mi suegra yo le dije:
“¿ahora cómo hacemos para conseguir esa plata?”. Sí, la conseguimos, los $500.000.
Le pasamos y nos dijo: “ahora sí, vayan a traerlo”. Los mandó a los otros y cuando al
rato ya lo traían. Vereda el Yarumo, Antioquia, 2003, P. 570.
En algunos casos algunas mujeres hicieron referencia a otros hechos como retenciones de
policías y soldados por parte de la guerrilla, que independientemente del tipo de exigencia
para su liberación, también constituyen una toma de rehenes.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Cuando hubo esa matazón los combates era peleando la guerrilla con el ejército,
Cuando eso mataron un poco de gente y se llevaron los policías y soldados. Barrio
Miraflores, San José del Guaviare, 2007, P.35.
Ocupación y destrucción de bienes de la población civil
Los bienes civiles según el derecho humanitario deben ser respetados y protegidos por
las partes en el conflicto armado y no deben estar al servicio de sus intereses militares.
En este estudio se presentaron casos de abusos en relación con estos bienes, usos inadecuados
y hasta ataques.
Se practicaron registros de las casas para encontrar elementos que comprometieran a las
familias con algún grupo armado. Aunque las mujeres llaman esas actuaciones como allanamientos,
lo narrado no obedece a esta diligencia legal, que siempre requiere una orden
judicial para su realización por parte de autoridades estatales. En el primer testimonio,
estamos ante un hecho ilegal practicado por un grupo paramilitar, y en el segundo, ante
un abuso de autoridad por parte del ejército.
Antes de eso me allanaban la casa porque como yo hacía parte de la Junta de Acción
Comunal… Me buscaron hasta debajo de la estufa de dos puestos… Me allanaron
la casa dos veces, porque uno los conocía que eran paramilitares, porque
se ponían un trapo rojo y los soldados se ponían su cachucha. Barrio Policarpa,
Apartadó, Antioquia, 1997, P.128.
Donde mi mamá si fueron muchos los allanamientos. Llegaban con tanquetas… ponían
una tanqueta en la 5a con 18 y la otra tanqueta en la 3a con 18, nosotros vivíamos
entre 3a y 4a… Llegaban con perros. Ponían esos perros… en el techo, los subían
al techo, que disque buscando las armas que teníamos. Nos sacaban en el periódico…
Ponían una mesa y en esa mesa ponían todos los libros que teníamos del Che Guevara,
Fidel Castro, de todo, del Partido Comunista, y los ponían así y les ponían armas.
Imagínese que mi papá tenía un lorito y tenía un búho y mi papá los arropaba por la
noche, para taparlos de la luz, los ponía… con un trapito negro y decían que eso eran
los pasamontañas y… las capuchas que nos poníamos de los guerrilleros. Claro, eso
fue una época tremenda. Mi mamá casi se muere. Pereira, Risaralda, 1987, P. 691.
La ocupación de bienes civiles por parte de las fuerzas y grupos armados no era siempre
temporal, a veces tenía carácter indefinido. Lo preocupante es que se exponía de manera
ilegal e innecesaria las personas civiles que residían en esos lugares. Los grupos armados
utilizaban las casas no sólo para reuniones sino hasta para vivir.
Cosa que yo no vivía tranquila. Ya después de eso ya comenzó esa casa a llenarse
de paramilitares. Porque era una casa muy grande, tenía catorce habitaciones
esa casa y nosotros solo ocupábamos una solita, que igual no nos alcanzaba para
más en ese tiempo. Entonces ya me cansé porque cada vez que yo iba a lavar la
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Los hechos de violencia
loza siempre había un tipo allá invitándolo a uno a bailar, a salir. Molestando.
Azarándole el ambiente. La Dorada, Caldas, 2005, P.532.
Nosotros pues vivíamos en Ituango, Antioquia, vivíamos allá hasta los 11 años.
Vivíamos en una finca, mi padrastro administraba una finca. Entonces esa finca
era muy grande y allá caía todo el mundo, los paracos, la guerrilla, todos… pues,
los policías, los soldados. Entonces una vez estábamos ahí jugando mis hermanos
y yo… cuando ahí mismo fueron entrando esa gente a la casa. Yo no sentí sino
ganas de llorar, no era capaz ni de hablar. Ituango, Antioquia, 2008, P. 681.
Las escuelas han sido lugares también utilizados por los actores armados. En los dos
primeros testimonios, son los grupos armados no estatales, en uno los paramilitares y en
otro la guerrilla, que hacen de la escuela un escenario propicio para hacer reuniones con
el propósito de adoctrinar a los alumnos; en el tercer testimonio, los militares hacen del
colegio su albergue. Lo preocupante de estos casos es que por su uso convierten un bien
civil en un objetivo militar y que las niñas y niños, las maestras y los maestros, son sujetos
de coacción por parte de los grupos ilegales, y fácilmente convertidos en objeto por
el otro grupo contrario. Estas formas de presencia coactiva tratan también de tener una
influencia en la actitud frente al grupo armado, realizando actividades de adoctrinamiento
o que puedan afianzar su control entre los jóvenes.
Estando el allá, fue cuando incursionaron ya los paramilitares, en San Blas. Este
niño vio cosas aterradoras. Ellos hacían reuniones en el colegio, en el pueblo.
Les hacían concursos de que armaran con las letras que uno hace “m”, tal cosa.
Bueno con las iniciales de las AUC, ellos tenían que sacar las frases, eso tiene un
nombre pero se me escapa. Bueno y el que ganaba el concurso le daban de premio
un computador. El que quedara en segundo puesto le daban plata. Le lavaron el
cerebro. Vereda Mejía, Bolívar, 1997, P. 162.
Incluso mi compañero era maestro… estuvo a punto de ser asesinado por la
guerrilla… Ellos llegaban, sacaban a los niños y le ponían a gritar consignas…
Ellos decían que ¡viva la guerrilla!”, cuestiones así… Empezaban a decir sus
consignas ahí y después que terminaban de decir las consignas los dejaban
entrar al salón y terminar de dar la clase. San José del Playón, María La Baja
Bolívar, 1980, P. 206.
Entonces llegaron los soldados profesionales. Estuvieron por espacio de un mes y
medio. Ellos se albergaron allí en el colegio, porque el colegio tenía una especie
de internado donde los estudiantes podían quedarse. Pero en ese momento pues
ya porque llegó el ejército, ya ningún estudiante se quedaba allí pues por miedo.
El temor de pronto de que vaya a haber un enfrentamiento y pues estar involucrados
allí. Entonces luego ya ellos se apoderaron de esos cuartos de allí, del
internado del colegio y del restaurante que tenía allí mismo. Entonces pues regularmente
los soldados iban a mirar televisión donde una profesora. Samaniego,
Nariño, 2001, P.349.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
También el uso de ciertas armas, convencionales o no convencionales, ha producido daños
contra bienes civiles en comunidades que han sufrido ataques o bombardeos. Por
ejemplo, en este caso los ataques con pipetas por parte de la guerrilla, afectaron bienes
inmuebles que no eran objetivos militares.
En el 2005 siendo las dos de la tarde más o menos se entró la guerrilla aquí al
pueblo y en mi casa cayó un cilindro. Me destruyó parte de la cocina. Puerto Colón,
San Miguel, Putumayo, 2000, P. 536.
Pillajes y robo a la población
La apropiación de propiedades u objetos de civiles sin el consentimiento de su propietario
en desarrollo de un conflicto armado es un crimen de guerra. El saqueo o despojo de
bienes está prohibido por el derecho internacional humanitario. Las viviendas de las personas,
ya sean casas o fincas como en los siguientes testimonios, fueron lugares elegidos
para cometer este tipo de robos, incluso muchas cosas que no podían hurtar, las destruían,
como se indica en el segundo testimonio.
Estuvimos acá en Bogotá como tres años. Dejamos sola la finca. En ese tiempo los
militares fueron y se llevaron muchas cosas, entre esas la cama, ollas, sabanas.
Luego volvimos y nos dijeron que se habían llevado todo. Les fuimos a hacer el
reclamo, y dijeron que “pensaban que era un campamento guerrillero”. Ellos sí
hicieron campamento militar en mi finca. Tenían campamentos en los platanales
y el cafetal. Le pedí al comandante que se fueran, que eso era privado, y que yo
corría peligro. Al final se fueron. Bogotá, D. C., 2003, P.100.
Paramilitares. Una noche se nos metieron a la casa, diciendo que saliéramos. Mi
papá cerró la puerta. Que saliéramos, que teníamos un regalito. No, nosotros no
salimos, nos quedamos encerrados en un cuarto. Nos dañaron las cositas. Se nos
llevaron la estufita, las ollitas, y de resto todo lo dañaron. Se fueron. Al otro día
me tocó que salir. Cali, Valle del Cauca, 2010, P.855.
Nuestra casa donde yo vivía nos revolcaron todo. Inclusive yo tenía 14.000 pesos,
unos aretes de oro, eso se me perdieron y se llevaron algunos animales. Pero como
el ejército y la guerrilla se vestían en ese tiempo igual, no podemos saber sí era
ejército o era guerrilla porque estaban en el mismo camuflado. Tempentosa de
Alambría, Santander, 1992, P. 714.
El robo de animales en las fincas era muy corriente por parte de los grupos armados. No
sólo de animales domésticos que les servían para su propia alimentación como gallinas o
cerdos, sino semovientes, que tienen un valor económico importante.
En el 2004, un 28 de enero siendo como las cuatro de la mañana llegó un grupo
armado a la finca donde nosotros habitábamos. Se llevaron 35 reses sin medir
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Los hechos de violencia
palabra, ni decir nada. Las cogieron, las sacaron del potrero y se las llevaron.
María La Baja, Bolívar, 2004, P.216.
El botín de guerra no solo era una forma de enriquecimiento para los actores armados
sino de venganza y desprecio para con las víctimas. También otros lugares como colegios,
oficinas o negocios fueron objeto de pillaje.
Ellos en la tarde fueron al colegio y entonces falsearon las puertas. Las falsearon
porque las puertas estaban con candado, con llave, las falsearon. Las abrieron
a la fuerza y empezaron a buscar en las oficinas. Entonces nosotros cuando ya
llegamos miramos que, primero estaban falseadas las puertas, segundo se habían
perdido muchas cosas, como por decir algo, las cosedoras, las calculadoras. Así
muchas cosas de oficina, de la institución se perdieron, se desaparecieron. Samaniego,
Nariño, 2001, P.349.
Las cosas se perdieron, las cosas se las robaron. Se robaron dos mesas de billares,
los enfriadores, las camas. Imagínese que el segundo piso era de 11 piezas, con
televisor, ventilador. Todo eso se perdió. Es que, como le dijera yo, ese era un negocio,
que allá había residencia, había billar y había una motobomba para lavar
los carros. Eso era muy grande. Todo era mío. Todo eso quedo allá y se perdió.
Belén de Bajirá, Antioquia, 1995, P.5.
Incluso se presentaron hechos en que el pillaje fue acompañado de la posterior destrucción
de bienes. En el primer caso, los paramilitares después de robar varios bienes, les
prendieron fuego a los negocios y a las viviendas; en el segundo, una mujer cuenta cómo
en el 2002 se vio forzada a desplazarse de Tadó, Chocó, por la amenaza de reclutar a su
hija por parte de la guerrilla y cómo sus propiedades fueron hurtadas y su casa quemada.
Amanecimos en el monte. Robaron de todo y les quitaron a los campesinos 15
bestias o 20. Llenaban los costales de cosas de mercancía, de ropa, y se llevaron
las bestias de la gente. A las tiendas y las casas les prendieron candela y se fueron
dejando el pueblo prendido. “Si no se van a ir los vamos es a matar a todos”. Ahí
mismo algunos que no les da miedo por la noche se vinieron a mirar. Estaba el
padre allá tirándole agua a las casitas, bregándolas a apagar. La gente ya llegó y
comenzó a apagar pero se quemaron muchas casas. Era un paraco. Barrio Miraflores,
San José del Guaviare, 2007, P.35.
Me dijeron que “si no se la entregaba por las buenas, me la quitaban por las
malas”… Yo le dije que “yo mi hija no se la podía entregar porque era la primer
niña que tenía, entonces yo no se la podía entregar”. Entonces ella me dijo: “¿qué
quiere?, ¿perder la vida o entregarme la niña?”. Le dije yo: “ni perder la vida, ni
entregarle mi hija”. Cuando ellos se fueron, arrancamos nosotros… Lo perdimos
todo… Nos vinimos para la Virginia, y a los ocho días de haber llegado a la Virginia
nos quemaron la casa, donde vivíamos nosotros. Se llevaron lo que teníamos
y quemaron la casa. Tadó, Chocó, 2002, P. 666.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Las diferentes partes en el conflicto están involucradas en ataques o hurtos contra cosas
de propiedad de la población civil. También militares aparecen implicados en hechos
perpetrados contra bienes civiles.
Mi casa me la volvieron una mierda. El ejército se posesionó en ella. La rompieron,
le tumbaron el techo, quemaron las maderas. Yo iba y le ponía las quejas al
comandante y lo que me decía era “páseme los datos y el valor de las cosas que
eso se le paga”. Eso nunca lo pagaron. Quibdó, Chocó, 2008, P.497.
El saqueo era una forma de denigrar a la víctima y también era la culminación de una
serie de violaciones de derechos humanos. En el siguiente caso, la muerte de las personas
fue acompañada del robo de sus bienes:
No sé cómo decirte, ni como contarle, como los encontré. Cada cual tirado en su
lugar, porque yo les tenía unas casas a ellos. La casa de mi papá con mi mamá,
era independiente a la mía, con la de mis hijos y las de mis hijas. Entonces yo mire
fue pa’l corral, lo primero que mire fue pa’l corral. No había ganado, el ganado
se lo habían llevado todito. Los motores, los tractores, los carros. Yo tenía dos
carros. Tenía bastantes chivos. Ahí no había nada, sino los muertos. Montes de
María, Bolívar, 2007, P. 107.
VII. Los responsables de las violencias del conflicto armado
Bajó un muchacho de ellos, impresionante te cuento, olía a pura marihuana…
Estaba sola ahí sentada cuando llegó y me cogió como en la nada. Eso fue terrible
e inclusive un buzo que tenía me lo alcanzó a dañar. Él me dijo “donde usted
grite, donde usted diga algo yo le pego”… Ahí fue donde él abusó de mí, y eso fue
terrible. Cuando él se fue, en el momento bajó otro, otro muchacho. Él también
abusó de mí. Dejó botado un pasamontaña y una carpa de las que ellos utilizan,…
Dijo: “es que yo no puedo dejar botado mi puesto de guardia”… y a lo último me
dijo: “donde usted diga algo, nadie le va a creer”. Porque pues igual nadie estuvo
mirando eso… Son soldados profesionales… esa era la compañía de la Búfalo del
Batallón Pichincha. Corregimiento María, Jambaló, Santander, 2009, P.366.
El testimonio de esta mujer hace referencia a la violencia sexual de que fue objeto por
parte de soldados del ejército. Pero también señala algo que está marcado en la experiencia
de muchas mujeres víctimas: nadie le va a creer. El ejercicio de esta Comisión ha sido
un ejercicio de escucha y de creer a las mujeres. En este apartado se da cuenta de forma
sintética de las informaciones proporcionadas por las mujeres sobre los perpetradores.
El enfoque de esta comisión no ha sido investigar caso por caso la autoría de los hechos,
volviendo a los lugares, recogiendo otros testigos o buscando la declaración de los perpetradores.
Este será el trabajo que una Comisión de la Verdad oficial tenga que hacer
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Los hechos de violencia
con las garantías suficientes en el país. Pero este apartado de conclusión sobre los hechos
de violencia narrados por las mujeres ofrece un panorama de las responsabilidades que
deben ser investigadas y tenidas en cuenta para la prevención de la violencia y la reconstrucción
del tejido social en Colombia.
No es fácil para las mujeres señalar en sus testimonios quiénes fueron los que perpetraron
las violaciones de derechos humanos e infracciones al derecho humanitario que
denunciaron. En parte eso es debido al mismo modus operandi de los perpetradores,
que ocultó su identidad o a que para ellas esa veces difícil identificar a la fuerza o el
grupo armado. También el miedo actúa como un potente factor de inhibición para evitar
dar detalles de los responsables, en un contexto donde el impacto de los hechos permanece
en sus vidas y cuando el conflicto armado colombiano todavía existe, y todos los
actores continúan cometiendo los diferentes atropellos contra la dignidad humana como
los consignados en este informe.
Las mujeres hacen la mayor parte de las veces señalamientos con nombres o alias que
muestran el perfil de los perpetradores, aunque la investigación no se centró en determinar
las autorías de cada uno de los casos de forma específica. Ese trabajo será parte de
una Comisión de la Verdad oficial que se establezca como una parte definitiva de la salida
política al conflicto armado. Este apartado cobra sentido por el compromiso de ellas en
ofrecer dicha información y para completar, al menos en parte, el mapa de los hechos
referido hasta ahora que forma parte de esta geografía compleja del conflicto armado y la
violencia política en Colombia.
Los datos sobre responsabilidad
La mayoría de las mujeres hace referencia a la autoría material, es decir, a las fuerzas o
grupos armados o las personas que de manera directa perpetraron los hechos. Algunas
indican simplemente la parte en conflicto, otras identifican con mayor precisión la unidad
de la fuerza o grupo armado específico, y otras aún más, aunque en un porcentaje menor,
dicen los nombres, apodos o alias de las personas involucradas en los hechos. También
otras mencionan las diferentes relaciones o alianzas entre los diversos grupos.
Por ejemplo, más de una de cada dos mujeres un 52% no señaló ningún responsable
(n=486) directamente de los hechos; mientras una de cada tres, el 35.9% (n=336), señaló
a una fuerza responsable; pero en otros casos las mujeres sufrieron hechos por parte
de diferentes “lados” del conflicto armado, un 11% (n=103) sufrió hechos de los que
señaló como responsables a dos fuerzas y un 1.1% (n=10) fue víctima de las 3 fuerzas
señaladas.
De los casos en que se pudo obtener información (48% del total de mujeres entrevistadas)
las víctimas identificaron como responsables a los grupos paramilitares en el 32.6%
(n=305), siendo señalada la guerrilla –aunque se trata de varias – como responsable en
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
el 18.2% (n=170) de las violaciones; y a las fuerzas públicas o agentes del Estado en el
10.4% (n=97).
En algunos casos, cuando las mujeres hablaron de los responsables y tenían detalles muy
reveladores, pidieron a la entrevistadora que detuviera la grabación, como también cuando
se dieron informaciones que podrían ser estigmatizantes o comprometedoras sobre la
violencia sexual. Todo ello muestra las dificultades de la investigación y el miedo que aún
persiste en el país, así como la necesidad de contar con garantías para la investigación de
las violaciones de derechos humanos en Colombia.
Las alianzas entre las fuerzas y grupos armados
El apoyo o aquiescencia de algunos agentes del Estado con los grupos paramilitares, es
señalado por varios testimonios. Esas mujeres son categóricas en destacar como el ejército
trabaja con los grupos paramilitares.
Ellos se presentaron en una chalupa, militar y paramilitares. Siempre los militares
iban patrocinando los paramilitares. Nunca un paramilitar iba solo, siempre iban
cinco o tres del ejército. Puerto Berrío, Antioquia, 1979, P. 739.
Porque el día que el ejército se metió ahí llevaban paramilitares de civil con el
ejército. Que eso sí me consta y lo digo donde sea. Que el ejército trabaja con los
paramilitares en Barranca. Barrancabermeja, Santander, 2001, P.157.
Por eso yo veo aquí la persecución para nosotros siempre viene del Estado, es del
Estado porque cuanta cosa… la tergiversan para tapar al Estado. Cuando la masacre
delsiete qué hicieron retiraron al ejército hacia un lado para que entraran
los paras a sentenciar a cuatro en presencia de todo el mundo. Quibdó, Chocó,
2008, P.497.
Esas complicidades de los grupos paramilitares con la fuerza pública, involucran no solo
a sectores del ejército sino también a la policía. En el siguiente testimonio se habla de
esas estrechas relaciones entre estos actores en las comunas de Medellín. Si bien las responsabilidades
específicas deben ser analizadas, la experiencia de numerosas víctimas
habla abiertamente de cosas de las que han sido testigas y que públicamente el Estado no
ha querido reconocer.
El ejército en conjunto con los paramilitares son los que entran a los campos a
hacer las masacres… En la comuna 13 también hay participación del Estado con
las bandas porque estando yo en mi casa subía la policía, más atrás subían los paracos,…
Entonces hay complicidad y por eso uno no confía ni en las autoridades
ni en nadie. Prácticamente no hay nada que hacer. Allá se forman las balaceras.
San José de Apartadó, Antioquia, 2000, P. 89.
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Los hechos de violencia
La identidad de las fuerzas y grupos armados
Incluso hay testimonios donde las mujeres señalan la confusión de la identidad de miembros
del ejército y de grupos paramilitares, con cambios de distintivos en algunos casos
para confundir a la población civil o dificultar la investigación de los hechos.
Porque en este caso en algunos momentos era muy cercana la cosa. Que un día por
ejemplo, en una hora, uno se encontrara a dos actores. Entonces hay una cosa de que
las comunidades campesinas, indígenas y todos los que viven en el campo los identifican,
porque a veces pasaba el ejército y a los 15 minutos pasaban los paracos. Eso
si era como raro porque la gente, en persona identifica que a veces eran los mismos
que simplemente se cambiaban un brazalete, se lo amarraban, y ya se identificaban de
otra manera. Entonces eso se evidenció. Bajo Atrato, Chocó, 1998, P. 139.
Me llamó mucho la atención que el tipo se estaba cambiando. Tenía unas medias
de fútbol rojas, una pantaloneta azul y se estaba poniendo el camuflado. Yo dije “y
esta vaina qué”. Eso sí es verdad que son paracos, porque si fuera ejército ellos
vendrían de una vez con su uniforme. Pero los que entraron, ahí se estaban cambiando.
Entonces ellos qué hacían, ellos se cambiaban el brazalete, se quitaban y
se ponían el de las AUC. Vereda Mejía, Bolívar, 1997, P. 162.
Hay testimonios de las mujeres muy precisos en la identidad de los responsables. Por
ejemplo, en los tres que siguen a continuación, el grupo no se reconoce por parte de las
mujeres como paramilitar sino como las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia. Es
decir, señalan directamente la autoría de esos hechos. Las AUC llegaron a ser la alianza
más poderosa e importante de los paramilitares.
Las casas estaban cerradas. Ellos llegaron y volaron puertas y todo con barretones.
Allá en el pueblo las puertas la mayoría son metálicas. Entonces con barretones
volaron todas las puertas. Entonces fue cuando me dijo: es que “nosotros no somos
del ejército, nosotros somos de las AUC”. Vereda Mejía, Bolívar, 1997, P. 162.
En ese momento pensé que era ejército. Pero cuando ya nos dijeron que mirara
los nombres en las cachuchas que ellos se identifican, fue que dijeron que eran
AUC… Caquetá, 2003, P.196.
Cuando mi tío sale para el corral, yo me quedo empacando, pero yo no llamo a
los niños. Cuando yo veía que tocaban la puerta, que “ábrame guerrillera, ábrame,
abran guerrilleros, abran”. Yo pues me asusté, yo dije pues quien será, y yo
pensaba que era la misma guerrilla. Entonces yo abrí la puerta. Cuando yo vi un
poco de tipos con pañoletas amarradas, la cara tapada,… los brazaletes que decían
AUC. Me decían que le dijera dónde estaban los guerrilleros. Le levantaron
la cobija a mis hijos, vieron que eran mis niños. Se asomaron debajo de la cama,
bueno me raquetearon todo lo que tenía. La platica que teníamos se la llevaron.
Gabarra, Norte de Santander, 2001, P.896.
160
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
A partir de la desmovilización de esos grupos paramilitares auspiciada por la Ley de
Justicia y Paz, el gobierno nacional señala que ya no existen tales grupos y a las nuevas
organizaciones las denomina bandas criminales o bacrim. Sin embargo, algunas mujeres
señalan que esa diferencia no es tal en sus regiones, que los paramilitares y las bandas
criminales son lo mismo. En los testimonios que se recogen a continuación, dos de las
mujeres enuncian de manera expresa el nombre de bacrim y dos de ellas señalan esa
identidad con el grupo que se autodenomina como Águilas Negras.
Para mí personalmente las Águilas Negras son las mismas AUC. Lo único que
hicieron cambiar de nombre. Se oyen comentarios, han habido muertos en otras
veredas, no se sabe si fueron las Águilas Negras o qué. Pero siempre hay temor y
yo personalmente, temo que de aquí a mañana tengamos otros casos más fuertes.
Porque las AUC no han desaparecido, todavía existen. Silencio, Cauca, 2000, P.379.
Aquí se habla de que, si ha habido desmovilización, pero en Buenaventura se
seguían dando grupos paramilitares, aunque el gobierno les llame bacrim. Hoy,
ellos siguen como paramilitares. Tanto que en algunos barrios al principio del
año, estuvieron entregando panfletos a nombre de las Águilas Negras. Buenaventura,
Valle del Cauca, 2011, P. 850..
No se identifican. Pero digamos, cuando aparecemos en panfletos, por ejemplo,
como por decir algo, lo que estamos haciendo colectivamente, casi siempre son
los grupos al margen de la ley, por el lado de los paramilitares, que ahora son las
bacrim. Granada, Antioquia, 1999, P.895.
Se presentaron situaciones, donde un grupo armado se hacía pasar por otro, lo suplantaba,
con el propósito de generar confusión con la población civil y tal vez con el ánimo de
saber si esas personas tenían simpatía o eran contrarías a su organización.
Uno de ellos me pidió agua, me pidió el favor de que le diera agua. Entonces yo
fui hacia la nevera para sacar agua. Entonces uno de ellos comenzó a molestarme,
a decirme piropos. Entonces otro de ellos llegó y le dijo, “no la moleste que
a ella no le gusta la guerrilla” y eran los paracos. Yo le dije “a mí no me gustan
ninguno de los dos, ni la guerrilla, ni los paracos”. Lo que pasa es que ellos se
estaban haciendo pasar por guerrilla, siendo paramilitares, se hacían pasar por
guerrilla. Barrio Kennedy, Bogotá, D.C., 1998, P.746.
Sin embargo, no en todos los casos era posible identificar al grupo o a la fuerza armada en
cuestión. La similitud en los modus operandi y la presencia de varios de ellos en un solo
lugar, hacían imposible esa tarea para las mujeres víctimas.
Unos dicen que paramilitares, otros dicen que eran las FARC, otros dicen que
es la guerrilla… Pues, hasta que a nosotros nos dieron unos documentos, era
disque la EP, de las FARC, que con esos era… En todo caso, ellos iban encapuchados
y yo no les vi bien. La niña sí alcanzó a desencapuchar uno y ella se
161
Los hechos de violencia
dio madera con uno de esos, pero… como era oscuro no vimos… Puerto Rico,
Risaralda, 2001, P. 601.
Pues habían muchos grupos, autodefensas, ejército, había guerrilla, había muchas
cosas. Entonces había de por si muchas cosas. Todos vestían casi iguales, y
uno se confundía y no sabía a qué atenerse. El Castillo, Meta, 2005, P.130.
El narcotráfico ha penetrado a todos las partes en el conflicto armado colombiano, situación
que en muchos casos dificulta establecer con claridad quién es el sujeto responsable
del hecho de violencia. En algunos casos, esto es precisado por algunas víctimas.
Es confuso, porque la base de todo el conflicto en todo el Valle del Cauca, especialmente
en Palmira y Buenaventura es el narcotráfico. No importa si es delincuencia
común, guerrilla o paramilitarismo. La conversación que yo éentre las personas que
estaban heridas y sus acompañantes esa noche, porque junto con los dos que murieron
llegaron otros heridos amigos de ellos, es que por cuestiones de narcotráfico iban
a matar a una persona, pero realmente es confuso porque unas personas decían que
los otros dos que llegaron … eran paramilitares de Buenaventura. Pero hubo otras
personas que dijeron que no, porque con quienes estaban en la ciudad pertenecían a
la milicia urbana de la guerrilla. Palmira, Valle del Cauca, 2007, P.167.
El uso de capuchas y pasamontañas para cubrir la identidad de los miembros del grupo era
una de las estratagemas a las que recurrían las partes en el conflicto armado para lograr su
anonimato. La impunidad del hecho se alcanza al evitar ser identificado.
Eran jóvenes, eran portes, grandes. Ahí sí no había niños, en esos grupos ya no
vimos niños, eran hombres feos… unos llevaban pasamontañas, otros llevaban
pañoletas negras, pero con ningún logotipo, ellos no. Ya después, los de la vereda,
todos comentaban: “anoche estuvieron los Rastrojos, que no sé qué”. La Junta
Comunal se juntaba y decía: “vino tal grupo”. Ellos sí los conocían pero nosotros
no. Primavera, Arauca, 2007, P. 693.
Es que exactamente no sé qué grupo era eso. Porque los que se querían llevar
a mi hijo, vestían de civil, con antifaces, es quese llama eso con que se tapan la
cara. Entonces yo exactamente no sé qué grupo era. Dedero, Chocó, 2003, P.133.
También la forma en que se movilizaban o se vestían imposibilitaba saber quiénes eran
los responsables de los hechos de violencia. En los dos siguientes casos de amenazas,
en el primero los autores llegaron en una motocicleta sin placas y en el segundo venían
vestidos de negro.
Un día llegó una moto sin placas que eso es lo que me tiene a mi cabezona [pensativa].
Era una moto sin placas y llegaron preguntando por él… Yo dije que no
se encontraba… tenían un bolso negro, engafados y la moto sin placas. Entonces
muchos vecinos se dieron de cuenta y se sorprendieron cuando vieron la moto,
162
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
una Suzuki negra. Se embarcaron en la moto y yo me los quedé viendo. Entonces
la niña mía se puso llorar cuando vio a la moto sin placas, y unos tipos así sospechosos.
San José del Playón, María La Baja, Bolívar, 1980, P. 206.
Eran unos pues como negros, iban negros, eran todos negros con botas… de caucho,
eran tres. Entonces ellos ya le dijeron que nos tenemos que ir, que 24 horas
y que ellos iban a volver otra vez, si nosotros ya nos habíamos venido o no. Alto
Baudó, Chocó, 2003, P.397.
De todas maneras, se dieron hechos en los cuales las mujeres lograban precisar a qué
grupo armado pertenecía la persona responsable del hecho. En el primer testimonio, el
victimario es identificado por un tatuaje en su cuerpo, y en el segundo, por el tipo de
armas y equipo que porta.
El que mandaba allá, que era Frank, así se llamaba el tipo… Se había salido
como de la guerrilla o no sé… Él llevaba un tatuaje en el brazo izquierdo que
decía: “por siempre… AUC”. Pereira, Risaralda, 2003, P. 692.
¿Cómo distinguía yo que eran paramilitares? El ejército iba vestido diferente a
los otros, los morrales que llevaba el ejército, no eran los mismos morrales que
llevaban los otros señores que digo que son paramilitares. Las botas no eran las
mismas. Los paramilitares llevaban machetas en las manos con doble filo. Llevaban
lazos y cabuyas para amarrar a las personas cuando no se dejaban asesinar
o llevar por las buenas… Era diferente su vestimenta. San Vicente de Chucurí,
Santander, 1990, P.745.
Estructuras paramilitares identificadas por las mujeres declarantes
El siguiente es un listado de los diferentes nombres de bloques o de otras unidades paramilitares,
expresamente señaladas por las mujeres en sus testimonios. Se incluye en este
apartado, las denominadas por el gobierno bandas criminales, que no son otra cosa que
una nueva generación de paramilitarismo. Esta es la lista:
Evidentemente el Bloque Calima de las Autodefensas, que fue muy paradójico
porque en ese entonces ya había iniciado el proceso de desmovilización de los
grupos paramilitares. Popayán,Cauca, 2006, P. 309.
Eran los paramilitares y que eran el Catatumbo, que el Metro, que el Cacique. Los
famosos bloques… en la Comuna. Medellín, Antioquia, 2002, P.87.
El Bloque Tolima de las autodefensas… yo creo que son Águilas Negras, porque
de hecho en la actualidad, ellos me siguen amenazando. Se autodenominan
Águilas Negras, y en los últimos dos años, también se hacen llamar los Rastrojos.
Cartagena, Bolívar, 2007, P.134.
163
Los hechos de violencia
Él es del Bloque Centauros, de Villa Nueva. Saravena, Arauca, 1996, P. 137.
No conocimos si no a Barrera, que también lo mató el mismo grupo los Nutibaras.
Vereda El Rayo, Tarazá, Antioquia, 1996, P.51.
El panfleto está firmado… dice Bloque Resurgente de los Rastrojos por una alma
mater libre de guerrilleros… Bloque Resurgente los Rastrojos así se autodenominan.
En los correos electrónicos pues el mensaje lo envía Joaquín Castaño, es el
que se nombra, se autonombra en ese panfleto. Cajibíio, Cauca, 2006, P.371.
Rastrojos, ellos, en la ciudadela, en la parte que yo vivo. Barrio Ciudadela, Tumaco,
Nariño, 1992, P.875.
Es decir, distintos nombres de grupos paramilitares de diferentes épocas que las mujeres
igualan por la continuidad de las amenazas que sufren, por el mismo lenguaje y
objetivos, o por el mantenimiento del mismo modus operandi en sus acciones contra la
población civil.
Alias, apodos y nombres de paramilitares identificadas
por las mujeres declarantes
A continuación se incorporan los nombres, los apodos o los alias de los miembros de
los grupos paramilitares, incluyendo a miembros de las denominadas bandas criminales,
señalados por las mujeres en sus testimonios. El esfuerzo de las mujeres por identificar
a los responsables de los hechos, no sólo denota el valor por señalar un autor específico,
sino una muestra de credibilidad que subraya el esfuerzo por contribuir al esclarecimiento
de los hechos.
Todo era por sobrenombres. Nunca utilizaban los nombres, si no, por un alias. Por
ejemplo había uno que era muy particular, que le decían, disque alias el Gallinazo
o uno que le decían el Motilón. Dagua, Valle del Cauca, 2002, P.857.
Paramilitares porque en ese tiempo se revoleteó muy feo eso allá en el Urabá en el
95 con alias el Alemán… Pues para mí en el caso de lo mío fue alias el Alemán. En
el caso de mi hermanito no sé si ese HH o no quién fue. Urabá, Antioquia, 1996, P.9.
Hernán Giraldo es el jefe de los paramilitares en la Sierra, hoy en día extraditado
a los Estados Unidos.Belmira, Antioquia, 1986, P. 90.
Que era un alias el Cordillera o alias Chiquito Feo. O sea entre esos dos está,
que eran los paramilitares de la zona… Bloque Bananero. San José de Apartadó,
Antioquia, 2000, P. 89.
Alias el Zorro y Boca de Chéchere. Ahí estuvo metido Richard que era el comandante,
que ese se fue para los paracos.Barrio Policarpa, Apartadó, Antioquia,
1997, P.128.
164
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Que todavía hay uno vivo de ellos que es alias Camilo. Ellos cuando salieron
de allá salieron dizque en unas tanquetas. Yo no sé si ustedes escucharon eso,
protegidos por el Estado que porque ellos eran personas protegidas. Medellín,
Antioquia, 2002, P. 69.
Este grupo era de los paramilitares. Entonces no sabemos cómo llamaba, sabemos
que era comandante René. Urrao, Antioquia, 1996, P.70.
Yo lo conocía de allá de Bajirá y sabía por eso que él era paraco. Le decían el
Negro. Belén de Bajirá, Antioquia, 1995, P.5.
Matan a Cristian… yo me entero que fueron los Trianas. Bello, Antioquia, 2003, P.15.
Ahí estaba uno que le decían, de apellido Galeano. El que me atacó a mí y a la
otra chica se llamaba Carlos Alberto Rodríguez y él ya murió y le decían alias
Chifre. Belén de Bajirá, Antioquia, 1992, P.19.
Y bueno después entró uno disque a comandar que le decían el Abuelo.Vegachi,
Antioquia 2009, P.24.
Fueron los paramilitares y quien los comandaba le decían Peligro.Yolombo, Antioquia,
2001, P.28.
Lo único que me acuerdo era que había uno que lo llamaban Tierra Alta. Otro
que lo llamaban Patipalo. Es lo único que me acuerdo… Vereda de Chontaduro,
Antioquia, 2000, P.32.
Yo supe que le dicen disque BomBom de Breva… Se mantiene allá metido en San
Pablo en esa oficina ya es uno de los que manda. Medellín, Antioquia, 2001, P.37.
Fue reconocido que era alias Repollo. Urabá, Antioquia, 1990, P.41.
El que mandaba así pues acá en el pueblo, no sé quien sería cual el más duro, pero
acá el que mandaba en ese tiempo era un señor que le dicen Chocoano. Urabá,
Antioquia, 1985, P.42.
Conocí a Carlos Castaño que también era de allá de Cristales, que esos eran
todos los grupos armados.Tarazá, Antioquia, 1996, P.51.
Mentaban muchos. Por ejemplo hay un muchacho que supuestamente mentaban
mucho y era el pavor del pueblo: Dumar. Zaragoza, Antioquia, 1998, P. 65.
Aquí se dice que fue Juancho Dique, que se hizo responsable… Cuando eso fue
que ascendió a comandante, por lo que hizo aquí. San José del Playón, María La
Baja, Bolívar, 1999, P.203.
Todos eran... paramilitares así. Había uno que se llamaba el Gato… el tipo era de
miedo. La Balsa, Buenos Aires, Cauca, 2000, P.354.
165
Los hechos de violencia
El nombre del paramilitar que me amenazó… Me parece que era Richard, sí Richard.
La Balsa, Buenos Aires, Cauca, 2000, P.354.
El Gato Volador era una persona horrible, era una persona déspota, era una
persona que no tenía sentimientos de ninguna clase. Era una persona que no le
dolía la mano para dispararle a quien se sea, hombre o mujer, niño lo que fuera,
lo que se le atravesara en el camino. La Balsa, Buenos Aires, Cauca, 2000, P.375.
Se llamaba Freddy Rendón, era el jefe de los que le causaron la muerte a él, que
eran alias Lucho, alias Desbaratado y un alias Tayson Chiquito. Carmen de Atrato,
Chocó, 1994, P.475.
En esos días el grupo que comandaba por ahí era el grupo del Lobo y el Alemán.
El Lobo era el comandante, quien autorizaba y el Alemán salía a recoger las personas
para asesinarlas. Eso es lo que yo tengo claro y eso es lo que siempre he
dicho. Opogadó, Chocó, 1997, P.477.
Los responsables fueron alias Colacho, Marino y Pipeta, pertenecían al grupo los
Centauros de las AUC… Alto Baudó, Chocó, 2001, P.483.
El paraco Caleño le mato a él. Eso sí todo el mundo se dio cuenta. Puerto Colón,
San Miguel, Putumayo, 2001, P. 537.
El que le pidió la supuesta vacuna fue uno al que tenía por apodo Limonada, eran
paramilitares. Puerto Caicedo, Putumayo, 1992, P. 506.
Los paramilitares…don Mario, alias Cara de tomate. Cedral, Risaralda, 2002, P. 517.
De los paramilitares… no escuché sino que por lo menos que oía nombrar que
andaba Taison, que andaba el Betún, andaban muchos pero ¿quién se atrevía a
preguntar? San Miguel, Putumayo, 1987, P. 580.
En París mandaba Frank… un tiempo que decían mucho sobre la Mano Negra.
Pereira, Risaralda, 2003, P. 692.
Era la cabeza principal, el famoso Topacio. Él que está ahorita pagando una
condena en Palo Gordo, por la muerte del señor Elías, el médico del pueblo de
Floridablanca. Él era la cabecilla principal. Ríonegro, Antioquia, 2003, P. 730.
Paramilitarismo, ahí estaba Gavilán… fue el que tuvo secuestrada a mi hija mayor.
San Vicente de Chucurí, Santander, 1990, P.745.
De las Autodefensas Unidas de Colombia… un tal Cóndor. Luego venía Rápido.
Luego venía un tal Sucreño... Papayal, Bolívar, 2003, P.766.
Según el señor Mancuso, sí me acepta que fueron ellos, las autodefensas. Puerto
Wilches, Santander, P. 769.
166
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
El que lo reconoció, fue Sancocho, alias Sancocho que le dicen. Buenaventura,
Valle del Cauca, 2002, P. 844..
El motivo más obvio de los apodos o alias era encubrir la identidad del agresor. Sin embargo,
muchas otras explicaciones se pueden formular. Ya sea por sus características personales,
por las crueldades en las que han participado o por el uso simbólico y mítico en otros
casos, los apodos también cumplen una función hacia dentro del grupo, contribuyendo a
poner una distancia psicológica entre la persona responsable y sus acciones, de esta manera
se teje la conformidad con el horror sin mirarse al espejo de las acciones cometidas.
Había unos que le decían el Águila, al otro le decían el Serrucho, al otro le decían
la Motosierra porque supuestamente ellos hacían como los apodaban de esa forma
era que mataban a las personas… Inclusive como que ellos mismos le daban a uno
ese temor no a mí me dicen el Águila, no a mí me dicen el Motosierra, no a mí me
dicen así. Esos sobrenombres que les ponían a ellos pero como para amedrentar
a la gente. Unguía, Chocó, 1995, P.260.
Crueldad sin límites
Los dos siguientes extractos ilustran las narraciones de la crueldad de los miembros
de los grupos paramilitares. El primero, sobre la conversión de partes de los cuerpos
humanos en trofeos a exhibir; y el segundo sobre las prácticas de antropofagia que un
paramilitar le comenta a una mujer víctima.
Él mantenía los dedos de los niños que mataba, aquí de adorno, de collar, si aquí. Él
cogía y cortaba los dedos y los ponía de collar. Aquí en Timba. Buenos Aires, Cauca,
2000, P.375.
¿Usted por qué se metió a esto? Entonces, me dijo “ya cuando uno se mete ya no se
puede salir. Yo le dije: ¿de verdad? “No, a nosotros nos hicieron tomar hasta sangre”,
me dijo así. Yo le dije: ¡y cómo va creer! “Sí, a nosotros nos hicieron comer sangre de
las primeras víctimas que nosotros mismos teníamos que matar”. La Gabarra, Norte de
Santander, 1999, P. 780.
Unidades de la guerrilla mencionadas por las mujeres declarantes
También en otras declaraciones, aparecen nombres específicos de las unidades de las
organizaciones guerrilleras, donde sobresalen los números de algunos frentes guerrilleros
o los nombres de algunos bloques.
Frente XLVIII del Bloque Sur, porque ellos dos cooperan allá. Como lo divide el río,
en una orilla, está el Bloque Sur, en el otro está el Frente XLVIII que es del Putumayo.
Guaquira, Putumayo, 2007, P. 132.
167
Los hechos de violencia
Allá predominan varios grupos. Están todo lo que es paramilitarismo. Lo que son llamados
los Bolcheviques, están las FARC, varios grupos, más que todo está la Teófilo
Forero. Murillo, Tolima, 2010, P.144.
Es un Frente XL de las FARC. Murillo, Tolima, 2010, P.144.
Las FARC, era, no me acuerdo como se llama ese bloque… el Mariscal Sucre.La
Florida, Nariño, 2008, P.369..
El Bloque Sur del Putumayo. Mocoa, Putumayo, P.374.
Los responsables, el Frente LVII de la FARC. Bojayá, Chocó, 1996, P.455.
A mí me desplazó el Frente XLVIII de las FARC. Cuanambí, Nariño, 2002, P. 512.
Las FARC, pues, Frente Jacobo Arenas, como que es. Cajibío, Cauca, 2000, P. 829.
Nosotros sabemos que por ahí estaba comandando el ELN. Vereda San Cristóbal, San
Jacinto, Bolívar, 1989, P.214.
Nombres de alias o apodos de guerrilleros identificados
por las mujeres declarantes
Al igual que sucede con los grupos paramilitares, las mujeres en algunos de sus testimonios
identifican por sus alias o apodos a algunos miembros de grupos guerrilleros que
están vinculados con los hechos por ellas denunciados.
El V Frente de las FARC. Lo comandaba en ese tiempo una muchacha Caroli y esta
vieja Karina y un tal Rubín. Belén de Bajirá, Antioquia, 1995, P.5.
Eso fue las FARC, el bloque XXXVIII de las FARC que es el que más ha hecho daños
en Urrao… El comandante en ese tiempo sería el Paisa o el Pájaro. Allá como les ponen
tantos nombres, uno de esos dos no sé cual será, yo creo que era el Paisa. Urrao,
Antioquia, 2007, P.13.
Él se llamaba Camilo, un comandante de la guerrilla. Corregimiento Murrí, Frontino,
Antioquia, 1983, P. 71.
Dicen que a él lo mató alias Samir o Samuel… Él es un desmovilizado del quinto
frente las FARC. San José de Apartadó, Antioquia, 2000, P. 89.
A él le dicen disque Tarro, y el mandaba. Ellos llegaban allá disque a cobrar vacuna
a la gente que tenía negocio. Que el comandante Tarro [de la guerrilla]. Bajo Atrato,
Chocó, 2003, P. 176.
Abrí la puerta, cuando veo esos tipos armados… Cuando dan un patadón y me dice,
ese señor, se identificó con alias Giovanni: “somos del frente XLVI, yo soy alias Giovanni
y venimos por su hermano”. Tumaco, Nariño, 2002, P.199.
168
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Sí, yo la vi personalmente, estaba alias Karina. Ella mandó a uno que le decían el
Chino, que nos amarrara. Blas de Lezo, Antioquia, 1995, P. 211.
Del ELN… le decían Paco. Samaniego, Nariño, 2004, P. 341.
Fue el Bloque de las FARC… el jefe Silver, era el mandón de los grupos. Samaniego,
Nariño, 2010, P. 443.
Eran los de la FARC. En este momento no me acuerdo los apodos que tenían, pero yo
me acuerdo que en ese entonces los mandaba también un muchacho… que lo apodaban
el Quico … Carmen de Chucurí, Santander, 1998, P. 757.
Unidades militares señaladas por algunas mujeres
como responsables de los hechos
En relación con el ejército, el aparato legal del Estado en el conflicto armado, también se
llegan a mencionar algunas unidades militares en específico que participaron en las violaciones
de derechos humanos, en particular, los nombres de ciertos batallones o brigadas.
Los responsables es el ejército, la Brigada Móvil 15 de Ocaña, Norte de Santander.
Barrio Compartir, Soacha, Cundinamarca, 2008, P.138.
Batallón Pigoanza, de Garzón Huila. Vereda Belén, Cauca, 2006, P.356.
Del Batallón Codazzi que era en ese momento el que tenía el ejército por estos lados.
Vereda Panamericana, Cauca, 2002, P. 312.
Que no eran sólo de la Tercera Brigada. Habían dos brigadas pero no me acuerdo, sino
estoy mal me parece que eran del José Hilario López y la Tercera Brigada de ahí de
Buenaventura. Santander de Quilichao, Cauca y Valle del Cauca, 2001, P.381.
Que eran del Batallón Manosalva Flórez, que no tuvieran miedo, que los iban a llevar
al batallón... Samaniego, Nariño, 2009, P. 442.
Eso quiere decir que se llaman reclutadores, que se los llevaban… por lo menos a los
muchachos se los llevaron. Se los entregaron a la Brigada XV de la General Santander…
para ejecutarlos. Soacha, Cundinamarca, 2008, P. 781.
Me dijeron que fuera a la V Brigada. Yo fui a la V Brigada, ellos me dieron un número
de teléfonos de Tibú y yo llamé y me dijeron que sí, que efectivamente… Barrancabermeja,
Santander, 2000, P. 794.
Asumir la responsabilidad como ruptura con el pasado aún presente
Esta síntesis de las referencias a la responsabilidad de los diferentes actores armados,
incluyendo agentes del Estado, en las violaciones de derechos humanos denunciadas en
169
Los hechos de violencia
los testimonios recogidos, ilustra solo la punta del iceberg del tipo de agresiones físicas,
psicológicas y sexuales que han sufrido las mujeres por parte de las diferentes partes del
conflicto armado.
Mujeres adultas, pero también adolescentes y niñas han sufrido la pérdida violenta de seres
queridos por ejecuciones extrajudiciales, asesinatos o desapariciones forzadas cometidas
por los diferentes actores del conflicto armado. Han sido objeto de torturas o testigas
de las crueldades contra sus próximos. Han sufrido el desplazamiento sin que nadie haya
sido juzgado por eso, como si las pérdidas y la decisión de la huida fueran una opción
personal o colectiva, y no una estrategia de guerra. Han sido amenazadas y perseguidas
cuando han reivindicado sus derechos o se han organizado, y cuando han denunciado los
hechos o buscado justicia.
La crueldad de buena parte de estas prácticas demuestra la degradación de los guerreros
colombianos contra otros compatriotas, sobre todo personas ajenas a la guerra y sobre
todo las mujeres víctimas.
Las diferentes partes del conflicto armado, tanto las legales como las ilegales, trátese de
militares, paramilitares o guerrilleros han cometido infracciones graves al derecho humanitario,
que no son otra cosas que crímenes de guerra. Agentes del Estado, sobre todo
militares y policías, son quienes han cometido violaciones de derechos humanos, incluyendo
en algunos casos a ciertos particulares que han actuado con apoyo o aquiescencia
del Estado, de manera más particular, algunos miembros de grupos paramilitares.
Las responsabilidades de los perpetradores directos y sus estructuras son evidentes. También
hay responsabilidades en quienes han alimentado la guerra con dinero, armas o drogas,
y la de quienes han usurpado la tierra fruto del despojo. La de quienes han justificado
las atrocidades como “cosas de la guerra” o convirtiendo a las víctimas en subhumanos
sin derechos ni dignidad. La de quienes han ocultado la información, no han dado voz a
quienes han sufrido sino a los perpetradores, o han mirado para otro lado. Las del Estado
que no ha protegido a la gente y no ha investigado las violaciones.
Todos estos no son hechos aislados, sino que se han dado en muchas regiones del país, en
diferentes momentos y como parte de distintos patrones de actuación. No son “excesos”
o “daños colaterales”, como no son “limpieza social” o “falsos positivos” u otras formas
eufemísticas de tratar de minimizar los hechos. Constituyen violaciones de derechos humanos
y graves atropellos a la dignidad de las víctimas y familiares. Muchos de estos
casos se encuentran en la impunidad, en otros casos la justicia ha llegado tarde y de una
manera superficial, o ha cancelado con acuerdos políticos la investigación y el reconocimiento
de los hechos. La justicia mira también hacia el presente, y la impunidad no puede
ser el mismo horizonte que ha formado parte de la guerra en lo que quiere ser la paz.
Asumir la responsabilidad es parte del ejercicio de justicia y de reconocimiento hacia las
víctimas y su dignidad. Sin ese reconocimiento, sin llamar a las cosas por su nombre, sin
la desmilitarización efectiva, no será posible la paz.

Capítulo 2.
La dimensión colectiva de la violencia
contra las mujeres

173
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Introducción 175
 La perspectiva de las mujeres en el impacto en el tejido social 179
Sentidos y contrasentidos de las estrategias de guerra 180
Una guerra contra la población 183
El amedrentamiento colectivo 185
Constricción comunitaria: reorganización del tejido social 186
Destrucción comunitaria 190
Desplazamientos, despojos y desarraigos 192
Los impactos invisibles 194
 Casos colectivos y experiencia de las mujeres 197
Antioquia Mujeres víctimas de la Operación Orión en Medellín 197
La vida en los barrios 197
La invasión de calles y vidas 199
El impacto del operativo en las mujeres 206
Enfrentando las consecuencias de la violencia 211
Reparación como reconocimiento hacia las mujeres 214
Bogotá Mujeres madres y hermanas de Soacha. De “falsos positivos” 216
a ejecuciones extrajudiciales
El hallazgo del horror 216
Las mujeres cuentan los hechos 218
El proceso de búsqueda 223
Amenazas y desprotección 225
El duelo traumático en el sin sentido 227
Hacer del dolor un lazo colectivo 232
Verdad y justicia como reparación 234
Bolívar Mujeres resistentes del corregimiento de San José del Playón 237
Vivir en medio del conflicto 237
Los impactos nunca vistos 241
Afrontamiento y organización colectiva 248
Reconstruir las condiciones a través de la reparación 252
Cauca Mujeres víctimas de la masacre del Naya 256
La vida en el Naya antes 256
Incursión paramilitar, masacre y atrocidades 258
Impactos en las mujeres indígenas 264
Organización, crecimiento, identidad 269
Reparación colectiva y superación de la marginación 271
Chocó Mujeres desplazadas del Baudó 274
174
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
De la tranquilidad a la presencia armada y el desplazamiento 274
Memorias en disputa: el caso de Palacios 278
Mil impactos hacia la vida de las mujeres 280
Continuum de violencias 287
La construcción y apoyo de organizaciones 287
Reparación para superar el histórico olvido 290
Putumayo Mujeres resistentes del corregimiento de Puerto Colón (San Miguel) 292
Violencia sexual contra las mujeres 292
Impactos traumáticos repetidos 296
Pérdidas y destrucción comunitaria 299
Apoyo mutuo y espacios de palabra 301
La paz como parte de la reparación y del futuro 305
Risaralda Mujeres víctimas de la Operación Libertad en Quinchía 307
Contexto y antecedentes de los hechos 307
La detención masiva 308
Violencias específicas contra las mujeres 313
Impactos en las vidas de las mujeres 316
Impactos en la sexualidad y relaciones afectivas 319
La continuación del estigma 321
Cambios familiares y apoyo comunitario 322
Limpiar el nombre y asumir la responsabilidad 325
Santander Mujeres afrodescendientes en situación de desplazamiento 329
en Bucaramanga
La violencia que lleva al desplazamiento 329
Muchos orígenes de una misma historia 330
Impactos de la violencia, desplazamiento y discriminación 334
Fortalezas, identidad y organización de las mujeres 341
Restitución y oportunidades 345
Valle del Cauca Mujeres familiares de los diputados de la Asamblea 348
Departamental del Valle del Cauca, secuestrados y asesinados
Un día cuando esta pesadilla empieza 348
De la espera interminable al golpe final 350
Afrontando el dolor y la incomprensión 357
Verdad y reconocimiento 362
175
Los impactos comunitarios de la violencia se analizan aquí desde la perspectiva colectiva de
las mujeres. La violencia del conflicto armado supone un ataque y un ejercicio de control de
procesos colectivos, tales como organizaciones sociales o comunidades que se convierten
en objetivo militar y objeto de desprecio. La afectación a esto que llamamos tejido social,
forma parte de esta dinámica de la violencia en un contexto de conflicto armado como el
de Colombia. La escala masiva de la violencia sufrida, el ataque a procesos organizativos o
comunitarios y el control del territorio, suponen un impacto colectivo y social más allá de la
suma de impactos individuales. La dimensión colectiva es diferente en los distintos casos,
si bien todos tienen en común la perspectiva de la afectación a las mujeres.
En muchos de estos casos, la vida de la gente ha sido considerada una zona roja de control
o rosa en disputa. Las dinámicas del control de la población y el territorio o de la guerra
explican por qué esta violencia afectó de manera colectiva a las comunidades y específicamente
a las mujeres.
Los casos analizados en este apartado corresponden a diferentes patrones de violencia
ejercida contra las mujeres, como un intento de controlar sus procesos organizativos, golpear
o dominar las bases de su vida colectiva. En unos casos, como en el de las mujeres de
AMI en la Comuna 13 de Medellín, ellas han sido ejemplo de organización comunitaria y
liderazgo de las mujeres, a la vez que objeto de represión y control a partir de la llamada
operación Orión llevada a cabo por el ejército y policía en 2002.
En otros casos la violencia sufrida por las mujeres tiene una dimensión social y política
que las agrupó al convertirlas en víctimas de hechos similares, y a la que ellas dieron
sentido organizándose o tejiendo lazos entre sí. Entre estos casos colectivos se analiza el
de las Madres de Soacha afectadas por las ejecuciones extrajudiciales llamadas eufemísticamente
“falsos positivos”, y las familiares de los diputados de Cali secuestrados por las
FARC y posteriormente asesinados.
Introducción
176
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En otras situaciones, las mujeres sufrieron violaciones de derechos humanos como consecuencia
de las detenciones arbitrarias masivas llevadas a cabo en operativos indiscriminados,
como el de Quinchía en Risaralda en 2003 y que dos años después fueron liberadas.
Las consecuencias del estigma y las vivencias de la cárcel, y las dificultades de reintegración
posterior han marcado sus vidas.
Los ataques a comunidades enteras pueden verse en los casos de El Baudó (Chocó), con
asesinatos selectivos y continuas violaciones de derechos humanos y desplazamiento familiar
masivo, que tuvo un enorme impacto en las mujeres. El desplazamiento forzado de
las mujeres afrodescendientes del Pacífico que tuvieron que refugiarse en Bucaramanga,
y enfrentar el choque cultural, las dificultades de retomar su vida o defender sus derechos
en un contexto en el que las vivencias de discriminación y el impacto de la violencia sufrida
han seguido marcando sus vidas.
En otros casos, han sido las tomas guerrilleras de comunidades en zonas en disputa, como
las de Puerto Colón, las que han visto la generalización de la violencia y la tensión política
en la vida cotidiana de las mujeres y su resistencia. La afectación a las mujeres
indígenas a partir del análisis del caso colectivo de la masacre del Naya, afectó de forma
muy profunda a las mujeres, cuya experiencia es poco reconocida cuando esos impactos
se incluyen en los efectos colectivos de una comunidad.
También se incluyen en el estudio de los casos colectivos, las experiencias de resistencia
de las mujeres del Playón (Bolívar) frente a los intentos de ser desplazadas por grupos
paramilitares, afirmándose como mujeres en medio del conflicto.
Experiencias colectivas de mujeres indígenas y afrodescendientes, mujeres campesinas
o de sectores urbanos, mujeres de sectores populares, mujeres pobres y de clase media.
Mujeres afectadas por la violencia del Estado, los grupos paramilitares y la guerrilla. Estos
casos colectivos ponen énfasis en una experiencia transversal en la que las mujeres se
reconocen como víctimas y en su dimensión de sobrevivientes.
Este rico tejido de experiencia es parte del sentido de este trabajo, basado en la articulación
local y las formas colectivas en cómo las mujeres han sido afectadas, pero también
y sobre todo resisten o denuncian las situaciones vividas colectivamente. Más allá de las
experiencias de cada uno de estos colectivos, estos ejemplos ponen, en el horizonte de los
procesos de reconstrucción social en Colombia, la necesidad de contar con enfoques que
se dirijan en el fortalecimiento del tejido social y especialmente del papel protagónico
colectivo de las mujeres en estos procesos.
En la primera parte de este capítulo se abordan los impactos colectivos señalados en los
testimonios individuales de las víctimas. La segunda parte recoge el análisis de los 9 casos
colectivos incluidos en este trabajo, desarrollados de forma conjunta con las mujeres
que participaron en ellos. La historia de estos casos, de estas historias compartidas sigue
caminando, no son historias cerradas. Este trabajo es también un reconocimiento de
estas experiencias de las mujeres y un estímulo para que las políticas de verdad, justicia
177
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
y reparación reconozcan y fortalezcan estas experiencias de las mujeres tan frecuentemente
invisibilizadas.
Los casos fueron escritos de forma colectiva, comenzando con un proceso de confianza
y expresión grupal, en el que las mujeres se identificaban unas con otras y para las que
la reconstrucción de sus historias compartidas tenía sentido. Esta dimensión de proceso,
estuvo en la reconstrucción colectiva de los hechos, sus vivencias del impacto y la manera
en cómo enfrentaron los hechos. También en sus reflexiones sobre lo que significa
al reparación en estos casos desde la perspectiva colectiva de las mujeres afectadas. Una
vez escritos los casos fueron leídos y complementados por las mujeres que participaron,
validando desde la perspectiva de consenso las reflexiones testimonios y análisis de lo
que cada una de estas experiencias ha supuesto23.
Ninguno de estos casos ha terminado. Desde la perspectiva jurídica, muchos son casos
sin investigación o resultados judiciales. Ninguno de ellos se ha beneficiado de políticas
de reparación colectiva, a pesar del enorme impacto que han tenido en sus vidas y las de
sus comunidades. Algunos son casos conocidos, otros prácticamente han permanecido en
el olvido o en el silencio de lo que pasó. Como tantos otros en Colombia. No son casos
“cerrados”, sino historias colectivas que siguen caminando. La fotografía que proporciona
este capítulo muestra los impactos y los desafíos de la reconstrucción del tejido social
desde la perspectiva colectica de las mujeres. Una historia que necesita respuestas efectivas,
y un respeto del que forma parte este trabajo.
23 No se refieren nombres de las mujeres que participaron en los grupos. Dada la identificación grupal con el caso se
evitan referencias individuales, a diferencia de las citas de testimonios individuales recogidas en otros capítulos.

179
Cuando pasa eso, no solamente se afecta el núcleo familiar, sino también la comunidad.
Todo se detuvo. Yo me fui, me desplacé, a mí me dio mucho miedo. Cartago,
Valle del Cauca, 2000, P.882.
Este testimonio expresa el sentir del impacto individual, familiar y colectivo que produce
el conflicto armado en la vida de miles de mujeres colombianas. En medio de costumbres
y tradiciones alteradas, roles trastocados y nuevos mundos impuestos, las mujeres entrevistadas
han sobrevivido valiente y silenciosamente al horror de la guerra. Con la piel
y el alma laceradas, muchas de ellas y sus familias han sido desarraigadas de territorios
y cotidianidades, resistiendo en soledad el asedio del miedo, el dolor y la crueldad. Por
ello, para muchas de ellas, la memoria colectiva de lo vivido se convierte en la posibilidad
de transformar sufrimientos, abandonos y desidias en esperanza de dignificación, reclamando
el resarcimiento de sus derechos vulnerados a toda una sociedad, muchos años
indolente a las atrocidades por ellas padecidas.
Qué bueno que quedara en la memoria histórica, porque esto sí es una historia
que a uno le ha pasado y que más que todo somos mujeres. En el barrio todas las
que vivimos somos cabeza de familia, son muy poquitos los hombres que hay ahí
en el barrio. Somos mujeres. Por eso es que nos dicen: ¡ay a ese barrio no le dan
ayuda porque esas mujeres hoy dicen una cosa, otro dicen otra! Sucre, Cauca,
2002, P.390.
Al recuperar la historia no contada de mujeres víctimas y sobrevivientes de este largo y
cruento conflicto armado, se hace notorio un relato común de hechos deliberados de guerra
para destruir los bienes patrimoniales de una comunidad, romper sus vínculos sociales
y familiares, así como trastocar la urdimbre de sentidos simbólicos, históricos y afectivos
que se construyen en un territorio.
En Colombia, este conflicto armado no solo ha dejado huellas profundas en la vida y
el cuerpo de las mujeres; también su narrativa de crueldades nos relata hechos poco
La perspectiva de las mujeres
en el impacto en el tejido social
180
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
relevantes en la épica de la guerra, pero profundamente significativos en el quehacer
de las mujeres como la desestructuración de sus prácticas cotidianas, tanto en la esfera
privada como pública, colapsando su ser y estar en el mundo, así como el tejido social
y los vínculos que les dan significado, sentido de pertenencia y arraigo en su entorno
social y familiar.
Alguien en un foro, se atrevió a caerme por allá, a decir que todos los desplazados
hablábamos del sitio donde veníamos como del paraíso, cuando la mayoría
no vivíamos en condiciones paradisiacas, que muchos vivían en ranchitos, que ni
siquiera eran de ellos. Y a mí me ardió, y me paré y le dije: “puede que a usted
no le parezca un paraíso, pero para mí, mi rancho, era de techo de paja, y era de
madera, el patio de mi casa era de cuatro hectáreas. Y tenía los árboles que yo
quería tener, y salía el sol por un lado y se me ocultaba por el otro, porque yo vivía
en una curva, si para usted eso no es un paraíso, para mí sí lo es”… Aquí uno vive
como lo ponen a vivir, entonces eso sí era un paraíso. Cañamacú, San José del
Guaviare, Guaviare, 1998, P. 827.
Sentidos y contrasentidos de las estrategias de guerra
Ciertamente, las secuelas del conflicto armado son aún más perturbadoras e impactantes
que el empobrecimiento y las carencias de la mayoría de las poblaciones afectadas directamente
por el mismo. Sus efectos no solo profundizan la pobreza y la inequidad sino que
despojan a poblaciones enteras de aquello que da sentido a la existencia individual y colectiva,
como el reconocimiento, la seguridad, los afectos, la alegría, las historias comunes,
las relaciones de vecindad, la solidaridad. En últimas, los actores armados suprimen,
en un territorio en disputa, lo que significa saberse parte de un entramado en el cual se “es
alguien”, con un lugar y una posición que brindan arraigo y protección.
El objetivo de la guerra pasa por el control del territorio y de la población civil que lo
habita. Esta ecuación del conflicto armado fractura entonces el sentido de lo humano y colapsa
las múltiples relaciones que se construyen en un territorio, desarrollando estrategias
guerreristas cuyo objetivo es impactar en comunidades y poblaciones enteras.
Estos impactos colectivos, presentan variadas características, tienen diversos efectos y
se materializan empleando distinto tipo de estrategias, tales como el hostigamiento, la
constricción comunitaria, el confinamiento o el desplazamiento forzado, la imposición de
normas, la administración del poder, pero también los actos más extremos de violencia
que como las masacres, los ataques, las violaciones sexuales, las torturas, los secuestros,
las desapariciones y el reclutamiento forzado de menores, producen la aniquilación moral
individual y colectiva.
Tanto los actores armados ilegales como legales actúan para generar miedo, denigrar,
demostrar capacidad de producir dolor y crueldad; para controlar, someter, despojar y
modificar las condiciones políticas y de poder.
181
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
El siguiente relato muestra precisamente el propósito de cambiar a sangre y fuego las
dinámicas y expresiones políticas emergentes en una región representativa del país –el
Magdalena Medio – cuna de las prácticas paramilitares en los años 80 que luego se extenderían
por todo el país. Este testimonio nos aproxima a conocer las estrategias de
penetración de un actor armado en la región y los modos violentos de impedir el desarrollo
de propuestas políticas no tradicionales de izquierda. Igualmente nos ilustra sobre
el contexto y las dinámicas del conflicto armado en esta rica zona, y los actores legales e
ilegales comprometidos en el mismo.
Una historia del control
Vivíamos en esa región cerca a Puerto Berrío, en la vereda de los Magno, y nos
dimos de cuenta, que llevaban todo el arsenal de armas para patrocinar el grupo
de delincuencia en esa región. Empezaron a montar retenes en las partes donde
nosotros teníamos que ir a traer el mercado. El mercado, como en todas las veces
que han hecho, tenía que ser controlado por ellos. Ellos nos decían qué tanta comida
era la que íbamos a llevar, porque si nosotros llevábamos comida de sobra, eso era
para alimentar los grupos insurgentes. Fue así como sucedió alrededor de unos tres
meses, en esa tónica del retén…eso fue como en 1980.
El dirigente de la oposición era Julio César Pernía, en Puerto Berrío, él era un dirigente
sindical y de toda la población de la clase media… Empezaba a regarse la
onda y a regar boletines que iban a llegar los grupos paramilitares porque tenían
que hacerle limpieza a la región, porque había guerrilla, y fue cuando montaron una
base militar en un punto que se llama Guasimal.
Fue así como empezaron en todas partes, a montar los grupos y a enviarlos en chalupa
y empezaron a llegar a las casas a decir que si eran de la guerrilla, que no sé qué,
que se tenían que ir porque no los íbamos a dejar, y… empezamos con una zozobra
casi dos años porque en las patrulleras directamente por el río Magdalena bajaban
y subían el ejército, y los paramilitares camuflados. Nosotros duramos como un año
casi en esa zozobra cuando empezaron a llegar ya. Teníamos que irnos porque un
día llegaron todos como locos, se metieron por la ciénaga de río Viejo y mataron a
ocho personas… a los otros compañeros los partieron en pedazos, destrozados con
una motosierra, las cabezas y las piernas, inclusive nos dijeron a nosotros ¡miren
que botaron todos esos cadáveres al río!... Mataron ocho, entre ellos mataron a una
compañera que estaba haciéndole de comer a los trabajadores porque ellos eran cosecheros…
Puerto Berrío, Antioquia, 1979, P. 739.
La guerra en Colombia ha destruido vidas, entornos naturales y sociales; ha dilapidado
recursos e interrumpido proyectos individuales y colectivos de muchos sectores de la
sociedad colombiana, entre ellos de las mujeres. También ha ocasionado la fractura de
procesos políticos democráticos que cuestionan el statu quo, de liderazgos, y de procesos
182
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
organizativos comprometidos con el desarrollo de las regiones a las que pertenecen. Pero
sobre todo, el conflicto armado ha impactado en la confianza hacia el futuro, así como
en sus autoridades y los valores que construyen una sociedad democrática e incluyente.
Emocionalmente yo había manifestado que uno siente mucha tristeza en el hecho
de que yo no he hecho cosas malas y que en este momento me digan que soy objetivo
militar, pues ellos nos dicen que somos formadores de la subversión, que somos
terroristas… incluso en la forma que dicen prepárense a morir hijueputas, prepárense
para el sepelio colectivo… simplemente por haber tratado de hacer de Colombia
un país más justo, por haber expresado lo que pienso, por ser consecuente
en mi quehacer docente. ¡En qué país estamos! La confrontación ideológica se
enfrenta con la desaparición física como medio para callar la conciencia. Llegan
y dicen este se me está convirtiendo en la piedrita en el zapato, y entonces lo más
fácil es una bala, el exterminio a la oposición y de la diferencia. Corregimiento
Carmelo, Cajibíio, Cauca, 2006, P.371.
La desconfianza en las autoridades gubernamentales y en el Estado colombiano, alimentada
no solo por su ausencia histórica en muchas regiones colombianas, sino también por
su inoperancia para garantizar tanto la protección como los derechos de la población,
y por la connivencia con grupos paramilitares, ha producido en comunidades enteras y
muchos sectores sociales profundos sentimientos de desprotección, desconfianza y descreimiento
en un Estado que se proclama Social de Derecho.
Las consecuencias sociales y políticas de esta que podríamos llamar cooptación y captura
del Estado por parte de fuerzas políticas guerreristas, y su correspondiente desinstitucionalización
y deslegitimación, han desdibujado la democracia y los procesos de participación
ciudadana y política. Ha generado escepticismo en unos casos y miedos en otros,
respecto al uso de los mecanismos de denuncia constitucionalmente promovidos, y el
correspondiente acceso a las instituciones encargadas de administrar justicia.
A nosotros ya se nos había perdido, toda la confianza que le teníamos al ejército
y la policía. Ya no sabíamos ni a donde ir a quejarnos, porque si le decíamos a la
policía nosotros sabíamos que esos estaban vinculados con los paramilitares, si
le decíamos al ejército pues tampoco, a nosotros se nos perdió toda la credibilidad
con ellos y siempre nos decían. Cuando sucedió la masacre, se denunció a la
Fiscalía, la Defensoría, la Procuraduría, el DAS. El señor del DAS nos decía: “es
que ustedes tienen que tener un documento que certifique que ellos estaban unidos
que tenían contacto los dos, el ejército y la policía, el ejército y los paramilitares”.
Pero nosotros les decíamos: “es que más claro no puede estar, nosotros que lo
vivimos, nosotros sabemos”. Pero ellos decían que eso no sirve para colocar una
denuncia como tal, que eso no tiene un piso jurídico. Y nosotros dele con eso, donde
nos llamaban íbamos y comentábamos lo mismo. Hasta que dijimos: “nosotros
mismos estamos quemándonos, nosotros mismos denunciando” porque nadie le
ponía cuidado a uno. Buenos Aires, Cauca, 2001, P. 310.
183
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Sin duda, el conflicto armado colombiano es complejo, desestructurante no solo de la
vida sino de las relaciones y de los pactos sociales y políticos construidos como sociedad,
tal como lo es la constitución de 1991. Por momentos esta guerra es inaprensible, debido
a las conexiones que ha establecido con poderes locales, gremiales y políticos así como
con fenómenos delincuenciales como el narcotráfico y los negocios ilegales mafiosos. No
solo son varios los actores armados en confrontación sino que también son diversas las
motivaciones sociales, económicas y políticas que los impulsan.
Una guerra contra la población
Cuando ya empezaron a entrar los paramilitares, empieza a dañarse más la cosa,
porque entonces ya era un grupo que iba contra la misma comunidad. O sea contra
las personas del pueblo. Porque ellos decían que aquéllas personas del pueblo les
colaboraban a las guerrillas. O sea que nosotros, todos lo que vivíamos allí, éramos
colaboradores de la guerrilla. Aunque eso no fue una realidad. Porque uno colaborar
sería uno ir y llevar sus cosas allá donde ellos están sabiendo quienes son. Pero
si usted tiene un negocio de comerciante y yo voy a comprarle yo no tengo que decirle
a usted que yo soy de la guerrilla, usted de todos modos lo va a vender. Porque
por supuesto usted está es vendiendo, usted no pregunta quien es policía o soldado.
Usted vende. Eso hacíamos nosotros vender. Zaragoza, Antioquia, 1998, P. 65.
En la lógica de la confrontación armada, el hostigamiento es un acto dirigido a paralizar,
intimidar, exigir, acosar. Los efectos colectivos del miedo son intencionales. Al
hostigar, un actor armado está buscando activar el miedo, generar zozobra, demostrar
su capacidad potencial de hacer daño. El mensaje invisible que se quiere trasmitir con
esos episodios es que “el contrincante” no ha obtenido la victoria, que la confrontación
armada sigue.
La población civil es el escenario de esa guerra para desalojar a un actor del territorio en
disputa o para obtener ventajas tácticas en su estrategia de control. Para comprender la
lógica de muchos de estos impactos, y de los casos colectivos que se analizan en este estudio,
hay que mirar detrás de lo visible. Zonas de retaguardia, zona roja o rosa, pacificación
contrainsurgente, son a la vez conceptos de la guerra y lógicas de las acciones contra la
población. A veces, predominan los asesinatos selectivos, en otras las masacres. A veces
se quiere el desplazamiento, en otras el confinamiento. Incluso los proyectos de desarrollo
pueden ser parte de la lógica de control militar de un conflicto o de tejer las relaciones
socioeconómicas en un escenario de consolidación de dicho control.
O sea se enfrentaron paramilitar, guerrilla, ejército y policía, para acabar con el
pueblo, acabar con veredas. Hacían subir a la gente de las veredas hacia el pueblo,
del pueblo las hacían salir, porque ya era la amenaza para todos, no era para
uno solo, era para todo el mundo. En ese tiempo en el 2002, nos vinimos como 300
personas a buscar ayuda acá. Samaná, Caldas, 2002, P. 120.
184
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
El hostigamiento, no solo busca al final la parálisis por el miedo, sino también involucrar
a la población civil de distintas maneras en la dinámica del conflicto armado: por ejemplo
como informante, colaboradora, financiadora, escudo humano, botín colectivo, y también
como base social y política de uno u otro grupo armado.
Después de eso frente a las personas que no siguieron esa tónica de estarse reuniéndose
con ellos, empezaron a tomar represalías. Porque uno a veces en sus tantas
ocupaciones, no se prestaba para ese cuento y ellos querían que uno estuviera
dándoles información de cosas que le pasaban alrededor del entorno, y no todo el
mundo se prestaba para eso. Entonces los que no llegábamos a estar de acuerdo
con todo lo que hacían y decían, ya nos cogían como objetivos militares, objetivos
de guerra. Bajo Atrato, Chocó, 1998, P. 139.
Esta ha sido una guerra contra la población civil. De ello dan cuenta las miles de víctimas
y de sobrevivientes registradas por organismos tanto públicos como privados. Los actores
armados han combatido entre sí, pero los hechos y las cifras nos indican que han privilegiado
el ataque, los asesinatos, las violaciones, el hostigamiento y el amedrentamiento
a las poblaciones, ya sea porque las señalen bajo la influencia política del contrincante o
porque es el modo más eficaz de control político, económico y simbólico en la perspectiva
de ganar posiciones, control y, en últimas, la guerra.
Cuando vieron el avión fumigando, mi hermano logró con la gente más cercana,
meterse al monte con mujeres embarazadas, con niños. Se quedaron allá más
de ocho días. Mi hermano cogió a esa gente y llegó hasta cerro Azul muertos de
hambre, de frío y todo. Pidieron trabajo en una finca, y contaron que desde un
avión habían fumigado a los campesinos, que ellos vivían en tal parte y en otro
cerro tengo entendido que el otro grupo armado tenía unos gringos secuestrados.
Belmira, Antioquia, 1986, P. 90.
“El pueblo” ha sido erigido el centro discursivo de los proyectos y acciones armadas, pues
en su nombre se justifican todos los actos de guerra. Sin embargo, los hechos más bien
indican que la población civil ha sido el chivo expiatorio de todos los grupos armados
ilegales y legales. La población civil, según conveniencia, es prescindible o necesaria;
bien preciado o ruin; trofeo o botín de guerra.
A las 6 de la tarde pasaron los paramilitares diciendo que nos teníamos que reubicar
a la iglesia de Bellavista, y la gente pensando que, como era un sitio sagrado,
eso lo iban a respetar, que no le iban a hacer nada a uno. Nos juntamos ahí no
sabiendo que ellos nos iban a utilizar como escudos humanos. Eran las 10 de la
mañana, cuando la guerrilla alcanzó a disparar como tratando de ubicarlos a
ellos, a los locos (paramilitares). De allí los paramilitares empezaron a disparar
del atrio de la iglesia o sea del patio de la iglesia hacia abajo y ellos mutuamente
de debajo hacia arriba. En una de esas, la guerrilla tiró el cilindro bomba. Nosotros
escuchamos un tiro, primero un zumbido, después un tiro y después del tiro
185
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
escuché la explosión… había gente sin cabeza, gentes mutiladas, niños gritando.
Bellavista, Bojayá, Chocó, 2002, P.468.
Conmueven los relatos de las mujeres víctimas al constatar el desprecio por la población,
así como por los lugares sagrados y las creencias de la gente. La población civil ha estado
en medio del fuego cruzado, utilizada como escudo humano, en una clara violación de
los códigos de guerra, del Derecho Internacional Humanitario. La guerra en Colombia ha
sido profundamente atroz, no solo con los combatientes sino sobre todo con las mujeres,
hombres, niñas y niños que han tenido el infortunio de morar en un territorio de interés
político y económico para alguno de los actores armados, así como de los no armados que
les financian, auspician y protegen.
El amedrentamiento colectivo
Son muchos los modos de hostigar y de mantener un clima de zozobra que favorece el
sometimiento y el logro de lo que buscan los armados. Además, en un marco de debilidad
institucional, los gobiernos locales poco hacen y se debilitan las respuestas organizadas
de la comunidad frente a las amenazas y atropellos. En el caso colombiano, este amedrentamiento
ha tenido como actores no solo a los que directamente amenazan, sino que se ha
acrecentado por la falta de protección o en muchos casos la complicidad de sectores del
Estado y sus autoridades con alguno de los actores armados.
Muy duro, no sé, yo digo que de todas maneras el Estado tiene mucho que ver
en lo que a nosotros como desplazados nos ha pasado, porque si hubiera tomado
otras medidas, pero el Estado no tomó medidas para prevenir las masacres que
ocurrieron en los campos. Y esta es la altura que todavía en San José de Apartadó
hay amenazas, entran los grupos paramilitares, al que no quiera vender la finca en
estos momentos le dicen se va o lo matamos, si no nos vende la finca, se tiene que ir
o lo matamos. O sea allá todavía reina el paramilitarismo en conjunto con el mismo
Estado, porque eso hay que decirlo. San José de Apartadó, Antioquia, 2000, P. 89.
En no pocos casos, las amenazas son además la manera de anunciar castigos ante hechos
que el actor armado considera trasgredieron sus mandatos.
De allá de la vereda dijeron que iban a matar 50, amenazados porque les dábamos
comida, es que el delito que nosotros cometimos que es que les teníamos que dar
comida porque si no también nos mataban. Ellos decían: “vea mátenme este marrano,
mátenme esta gallina, vea voy matar esta vaca y me la voy a llevar”. Ellos
hacían lo que les daba la gana con nosotros, la guerrilla hacia lo que le daba la
gana, nosotros sufrimos mucho con los tres, la guerrilla, los bloques Metro y los
Nutibara, fuimos víctimas de ellos. Vereda El Rayo, Tarazá, Antioquia, 1996, P.51.
Las amenazas no solo se anunciaron indiscriminadamente a la población, también
son proferidas contra colectivos humanos específicos, como indígenas, estudiantes,
186
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
homosexuales, defensores y defensoras de derechos humanos. No se escapan de las
amenazas sacerdotes, pastores, concejales, comunicadores sociales, docentes.
Llegaron y dijeron: “mira que en estos días va a llegar un grupo que se llaman las
Águilas Negras y que esos grupos van a venir a hacer una barrida aquí a este pueblo”.
Yo les pregunté: “¿y barrida de qué?, ¿cómo así de qué?”. Dijo que van a
venir a hacer las barridas de todas esas lesbianas, esos homosexuales, esas ratas,
esos basuqueros y todas esas personas que están metidas en todas esas organizaciones
ahora nuevas como Casa de la Mujer y Ruta Pacífica y más amenazados de
esa de Sintracar. Esa sí la tenían al rojo, que donde se llegaran a enterar de que
uno era afiliado a esa organización, que a esos eran los primeros que les iban a
dar. Putumayo, 1990, P. 575.
Las organizaciones sociales, conjuntamente con las mujeres y hombres que las lideran,
son también objeto frecuente de amenazas y hostigamientos. Los efectos de estas
amenazas son en la mayoría de los casos devastadores, pues generan la desarticulación,
la parálisis y el repliegue de las acciones colectivas que tales organizaciones
desarrollan.
Eso hizo que todo ese trabajo dentro de esa comunidad se perdiera, porque ya empezaron
a organizarse los grupos paramilitares, a sacar los grupos insurgentes, la
guerrilla salir, porque ese era el modo de ellos poder entrar y… que a hacer limpieza
social, acabar con la gente, a acabar con todos los líderes. Empezaron a boletearnos,
que todos los líderes que estábamos en el sector éramos colaboradores, que no sé qué.
O sea, el mismo cuento de todas las veces. Puerto Berrío, Antioquia, 1979, P. 739.
Las amenazas, que buscan someter y controlar utilizando la estrategia del miedo, también
son proferidas por agentes del Estado. La repetición de estos testimonios en diferentes
lugares del país muestra que no se trata de acciones puntuales o responsabilidades meramente
individuales.
La verdad es que no sé qué si era un soldado raso o era algún cabo o alguien
que tuviera un mando alto. Lo único que dijeron si no nos quieren avisar porque
ustedes son cómplices, no nos quieren decir nada… después vendrán otros que
esos sí les harán hablar. Según con este listado, ellos recogen firmas y todo eso,
preguntan y averiguan nombres y es con ese listado que después entran las AUC
matando a esta gente. Entonces para mí yo digo que ellos tenían que ver. Santander
de Quilichao, Cauca, 2001, P.381.
Constricción comunitaria: reorganización del tejido social
La constricción comunitaria, es decir la obligación de seguir las normas impuestas por
el poder armado en la vida cotidiana, se orienta a los comportamientos y modos de
187
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
expresión individual y colectiva. Se imponen normas y reglas de conducta, tanto en
la esfera privada como pública, que trastocan por completo los valores así como las
prácticas sociales y culturales en una comunidad. Esta naturalización de la violencia
o la justificación de sus acciones es parte de un cambio de valores en los que termina
despreciándose la vida humana.
Empezaron a manipular a la gente, a decir que teníamos que acostarnos temprano,
a que esto, a que aquello, a matar los viciosos, a matar aquellos… ahí sí la
comunidad como que hizo caso… por un lado la gente estaba contenta ¿por qué?
porque no se veían viciosos en la calle, porque no había ollas [sitios de expendio
de drogas en los barrios], porque esto, porque aquello… Entonces uno no entiende
cómo la misma comunidad y la misma gente es partícipe de eso. Sabana de Torres,
Santander, 1997, P. 716.
Los armados se erigen en gobierno, autoridad y administradores de justicia, asumiendo
competencias y funciones del Estado, el cual por debilidad o conveniencia, ha eludido sus
obligaciones constitucionales. En el caso de las mujeres, la constricción afecta su vida
cotidiana y sus labores domésticas, pues son obligadas a suministrar alimentos y a cocinar
para los combatientes. Además, su afectividad, su sexualidad y su cuerpo son objeto de
dominación en dichos contextos. El nivel de terror ejercido en muchas comunidades en
Colombia supone no solo la expresión grotesca de su poder, o de las crueldades contra la
gente, sino también un mecanismo brutal de disciplinamiento social que muestra el grado
de deshumanización de dichos actores armados.
Yo creo que ellos no tienen respeto por la vida o por lo menos los paramilitares
¡son los seres más despiadados que existen!, yo escuchaba hablar de los paramilitares
y decía: “Pues deben ser como la guerrilla”, pero eso es no tener
alma, ¡Esos son más desalmados!, porque la guerrilla si le da la gana le pega
a uno un pepazo ¡Y ya!, lo mataron a uno, pero los paramilitares no. Allá en el
Banco Magdalena, era muy desastroso… ¡si vivía yo con miedo!, porque ellos
por ejemplo a uno de mujer… que las niñas de hoy en día casi no se ponen ropa,
viven semidesnudas… allá tenía uno que ver cómo iba a salir vestido porque
¡pobrecita a la que encontraran vestida así con un mochito! [Una falda corta],
le quitaban la ropa y la mandaban desnudita para la casa, para que se vistiera.
Llegaban y mataban la gente, ¡Lo picaban a uno con motosierra!, porque no es
que lo maten ¡Así matan la gente! Una tortura inolvidable, ¿Se imagina que lo
corten a uno por pedacitos?, si uno se corta y le duele, ahora usted se imagina
que lo corten a uno por trozos y vivo. ¿Usted se imagina el dolor que uno debe
sentir?, ¿Que lo piquen vivo a uno? Y eso hacen los paramilitares. Guadací,
Cesar, 2003, P.663.
La constricción sobre las comunidades ha tenido como objetivo la vida de las mujeres,
recorriendo muy diversos aspectos y escenarios, vulnerando sus derechos individuales y
colectivos.
188
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
El control de la vida colectiva de las mujeres
La ropa que debe usarse
Ni siquiera podíamos vestir de colores oscuros, en ese entonces se nos prohibió vestir
de colores oscuros, toda la ropa tenía que ser ropa clara, que se viera desde lejos,
nadie podía vestir ni siquiera un color verde o un azul oscuro o un negro o ¡nada!
Nada, tenía que ser toda la ropa clara porque nadie podía vestir… hacían reuniones
permanentes en diferentes sitios estratégicos como la tienda, la pesa, el caserío,
donde salían a jugar fútbol los hombres… en la escuela donde se hacían reuniones
de padres de familia, ese eran como los sitios que ellos mantenían ahí para estar
haciendo control y seguimiento a la población. San Vicente de Chucurí, Santander,
1990, P.745.
Los horarios permitidos y los tributos que deben pagarse
El horario de estar transitando era hasta las 6 de la tarde. Ya los que se pasaban
que llegaban a las 7-8 de la noche, ya los acompañaban a ver si era verdad o no, si
vivían en esa casa, y les decían que no se dejaran coger tarde de la noche, que ellos
ya sabían las reglas. Además ellos también cobraban vacunas, en las tiendas cobraban
un porcentaje por las ventas. Y en los almacenes que no pagaban, mataban a los
dueños. En el almacén que queda detrás de la 100, mataron dos veces a los dueños
porque no pagaban la vacuna. Obviamente eso atemoriza mucho, lo llena de miedo,
no sabe si seguir viviendo o no, pero tampoco hay donde más vivir. Barrio la Rivera,
Bogotá, D.C., 1993, P.188.
El derecho a reunirse y la desconfianza
Entonces entra de una el ejército al pueblo, y está rondando por todo el municipio de
Viotá, no sé cuántos militares mandaron, creo que había un soldado por cada cuatro
habitantes. Nos prohibieron ir a las reuniones, no podíamos estar dos personas
juntas, porque eso ya era subversivo. Crearon la idea de que todos éramos enemigos
entre todos, que habían muchos sapos decían. Otro día dijeron que supuestamente
era la gente de la región que había salido con máscaras y panfletos, uniformados,
con botas, con guantes y con máscaras, por eso ya uno ni reconocía quien era. Bogotá,
D. C., 2003, P.100.
Uso como escudos humanos
Yo seguí viviendo allá, después llegaron ellos y me pusieron un revólver en la cabeza
y me dijeron que tenía que ir a protestar al taladro, donde venía la guerrilla a darse
plomo con ellos y nos ponían a protestar a nosotros, todos nosotros, todos los del
pueblo. Ellos no ponían el pecho, se hacían por allá escondidos, más allá y nosotros
éramos los que poníamos el pecho ¿sí? Simití, Bolívar, 1999, P. 760.
189
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Colaboración, integridades y afectos perturbados
En ese tiempo nadie se resistía como hay una resistencia ahora, porque las muchachas
o las mujeres si no eran novias de los paracos eran mujeres de ellos y si no
igual les cocinaban, otras les lavaban y siempre estaban ahí pendientes como de las
labores y los quehaceres de ellos. Entonces no había como uno decirle vea hagamos
esto vamos a hacer esto otro, hay que salir a hacer una protesta, porque eran muchas
las mujeres también que morían, así sea en su trabajo de la prostitución y todo
eso muy duro el trato para ellas. Muchas morían, muchas mujeres madres cabeza de
familia. Bueno de todo se veía, pero no había resistencia, no había alguien que diga:
“bueno hagamos protesta o vamos y hablemos con el comandante y propongámosle,
no nada”. La Dorada, Caldas, 2005, P.532.
La convivencia con uno u otro actor armado en razón de su posicionamiento casi hegemónico
en una zona, es también una forma de constricción que afecta por completo la
tranquilidad, la vida en comunidad y todas las dinámicas familiares y colectivas. Además,
pone en riesgo a la población.
Lo que sucedió, fue que me cogieron la casa. La guerrilla llegaba a hacer reuniones,
pasaba el ejército, o sea seguido pasaba el ejército porque lo dividía el
rio, y comenzaba el ejército a darse bala con la guerrilla, y nosotros en la casa
en medio de ellos. Y cuando no era eso, ellos pasaban y bueno maten esa gallina,
prepárenme el almuerzo, y era para toda la gente. Y eso era gratis porque ellos no
le pagaban eso. Guaquira, Putumayo, 2007, P. 132.
El impacto colectivo del confinamiento
Quedamos como prisioneros en el pueblo, solo podíamos movernos en el área que el
ejército nos decía. Eso nos fue cansando, la situación se fue agravando, porque los hijos
fueron creciendo, y mientras el muchacho está pequeño uno lo va controlando y él hace
caso, peor cuando crece, ellos querían irse al campo, detrás de las novias. Fue cuando
me cogieron el segundo hijo, cuando se fue a encontrar una novia. Nosotros no sabíamos,
cuando no aparecía y no aparecía, y resulta que la guerrilla lo había cogido y él se supo
escapar. Así pasaron las cosas, hasta que un día el CTI me llamó y me aconsejaron que
era mejor que me saliera de allá, porque ellos estaban desobedeciendo el cordón de seguridad
que tenían y ya no podían hacer nada por nosotros. Mesetas, Meta, 2007, P.191.
Esta práctica violatoria del derecho a la libre circulación de mujeres y hombres, altera
la economía de poblaciones enteras, sus fuentes de ingresos y formas de supervivencia
al igual que sus prácticas sociales, cotidianas y culturales. En el caso de las
mujeres, el confinamiento y la constricción trastocan lo doméstico y prácticas usuales
de relación y comunicación con las vecinas y el entorno relacional.
190
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Ellos llamaban a uno, que reunió a tal hora, también andaban caminando por ahí
pendiente a ver qué oían, charlas o algo. Uno tenía que vivir suprimido dentro de
sus casas, no podía dialogar unos a los otros, no podía pasar a la casa del otro y se
sentía acorralado por ellos. Siempre citaban a reunión y decían pues que callaran y
que si alguien llegaba de otra parte no le fueran a decir nada que ellos estaban ahí,
porque mejor dicho. Uno vivía suprimido por el mandato de ellos. Vigía del Fuerte,
Antioquia, P.499.
Destrucción comunitaria
Los impactos colectivos que produce la destrucción de vidas, pertenencias individuales,
patrimonios familiares o acervos colectivos se reflejan en el dolor, el terror y el miedo que
infringen esos actos catastróficos.
La guerrilla atentó contra el pueblo, colocó una bomba tan grande que el poder de
destrucción fue de cuatro manzanas a la redonda. En un pueblo tan pequeño entonces
destruyó medio pueblo. Ahí murieron muchas personas porque lo colocaron un
miércoles a las 11 de la mañana donde pasaban estudiantes, donde pasaban pues
todo el mundo, donde la gente salía para sus veredas en los carros – escaleras que
llamamos chivas. Entonces fue un impacto muy grande y ahí quedamos que no sabíamos
si a las personas que quedábamos en el pueblo nos iban acabar la guerrilla
o nos iban acabar los paramilitares. Granada, Antioquia, 1999, P.895.
Además del enorme número de víctimas, y el impacto traumático colectivo que suponen,
los ataques a comunidades producen la desestabilización de la economía local y familiar,
la desestructuración de la cotidianidad. Nada es igual después de hechos traumáticos de
violencia vividos colectivamente, y donde el escenario de vida se convierte en territorio
de dolor y muerte.
Cuando ya activaron pues la bomba, ella quedó destrozada totalmente, pues las
extremidades por un lado, el cuerpo por otro lado. Eso causó un impacto bastante
negativo en la población, repudio a esa forma de utilizar por ejemplo a las mujeres,
para hacer ese tipo de actos violentos. Eso también, causó como mucho temor,
miedo en la población. Y a partir de eso, sigue ya como en Samaniego sonando las
bombas, entonces luego las colocan al lado del colegio, en la entradas, y entonces
empieza ya como a haber una cadena utilizando ese tipo de armas de guerra.
Samaniego, Nariño, 2001, P.349.
Durante la disputa del territorio, la guerra es sobre todo destrucción: de cultivos y animales
que representan las fuentes de ingresos de familias y regiones enteras; de huertas
amorosamente cuidadas por las mujeres para la nutrición de sus familias y de los animales
domésticos; de pueblos enteros con sus monumentos, bibliotecas, escuelas, bancos, iglesias
191
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
y referente históricos, construidos en no pocos casos con precariedad y sencillez. Los
poblados son la “casa grande” de mujeres y hombres vinculados por acentos, comidas,
festividades religiosas, santos propios, fiestas populares, secretos y chismes que pasan
de boca en boca y constituyen el imaginario común que fortalece vínculos y nociones de
pertenencia.
Todo el mundo es la familia, los vecinos, se rompe todo ese tejido social que uno
construye. Para nosotros, yo diría que para mí y para mis hijas, en la costa la familia
son los vecinos, también son las amigas con las que ellas crecen, con las que
juegan y todo eso. De hecho lo llaman a uno tía, entonces es la familia también, y
se rompe todo ese tejido social. Cartagena, Bolívar, 2007, P.134.
La acción destructora llega a todos los resquicios de la estructura de bienes y servicios
comunitarios, a su equipamiento colectivo como son educación y la salud, vulnerando
derechos primordiales de la población.
Los paramilitares concluyeron con eso, acabaron todo, quemaron todo lo que fue
mi puesto de salud, lo quemaron absolutamente, desaparecieron muchas cosas que
yo tenía, un arriendo donde había animalitos y todos los desaparecieron, todo se
acabó, todo se diluyó. Me dejaron en una situación impresionante y no ha habido
ley, no ha habido nada, no hay reparación. San Miguel, Putumayo, 2001, P. 773.
Igualmente servicios fundamentales como el transporte -terrestre o fluvial-, la energía
eléctrica, el agua son objeto de destrucción.
Entonces también llegaron allá, quemando todo, ¿Qué nos tocó qué hacer? También
desplazados y eso fue por toda parte… la gente salió desplazada a los albergues
que eran los colegios, allá se metió mucha gente por varios meses, la guerrilla
mataba mucho la gente. Lo único que hacían era que iban y los tiraban por allá
donde nacía el agua para el pueblo, y entonces allá los tiraban. Hubo un tiempo en
que nos quedamos sin agua debido a eso. Ituango, Antioquia, 2008, P. 681.
La destrucción va más allá de los bienes materiales. En el conflicto armado colombiano
se han destruido las vidas de muchas mujeres y hombres con liderazgos en muy diversos
campos: el desarrollo comunitario, los derechos de las víctimas del conflicto armado, la
defensa de los derechos humanos. Igualmente se han exterminado organizaciones comunitarias,
grupos juveniles, asociaciones y partidos políticos.
Entonces, uno llega y dice bueno estos tipos fueron grandes y murieron, pero hay
personas más allegadas, porque pues a mí me tocó de sardina [joven] ver el genocidio
de la Unión Patriótica, que fueron mis compañeros, pues yo hacía parte
del partido de la Unión Patriótica. Y ver cómo desaparecieron, ver la muerte de
una compañera aquí en Popayán de la juventud… lo que pasó con Elizabeth, y
que quedó demostrado, es que a ella la torturaron primero frente a su compa192
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
ñero, para que él dijera no sé… me imagino que uno en una situación de esas
hasta involucras personas en falso, porque es una manera de tratar de salvar a su
compañera que estaba ahí sufriendo la tortura. Corregimiento Carmelo, Cajibíio,
Cauca, 2006, P.371.
Desplazamientos, despojos y desarraigos
El conflicto armado produce conmociones profundas en la vida, las relaciones sociales,
las estructuras políticas locales y las bases económicas de subsistencia de las
comunidades. El refugio, el asilo, el desplazamiento forzado interno son, conjuntamente
con el despojo de tierras, las caras más conocidas de las secuelas individuales
y colectivas del conflicto armado colombiano. Como ya se señaló, tres de cada cuatro
víctimas entrevistadas para este estudio habían sido desplazadas de forma forzada. En
la mayor parte de los 9 casos colectivos analizados se dio desplazamiento de grupos
de familias y mujeres.
Cambió totalmente, porque yo estaba en un sitio donde había echado raíces, y
quería organizarme allá, la vida mía no era estar acá. Soy mujer que la subió despacito,
porque me gusta el campo, me gusta trabajar por mi comunidad. Digo yo
que somos mujeres verracas, porque vivía en un sitio donde todo lo tenía, y venir
a otra ciudad, desarticulada, totalmente perdida, en una urbe como esta, donde
hay personas buenas y hay otras personas totalmente distintas, a lo que uno tiene
viviendo allá. En el campo todos se conocen, todos se hablan, todos se tratan.
Aquí, si unos te hablan otros no, otros te corren, y hasta por el color de piel, yo he
vivido discriminación acá. Bajo Atrato, Chocó, 1998, P. 139.
El despojo de tierras, que en Colombia suman milllones de hectáreas, supone mucho más
que el hecho de arrebatar una propiedad. Para muchas comunidades, y para las mujeres
en particular, la tierra está vinculada a creencias ancestrales llenas de sentidos espirituales
que inspiran además rituales y otros modos de cuidado y relación amorosa con la madre
tierra, especialmente en las comunidades indígenas y afrodescendientes; creencias ajenas
a la codicia que imponen las lógicas del mercado y la economía capitalista. Hay que tener
en cuenta estos impactos en los procesos de retorno dado que no se trata de colectivos
aislados del territorio, sino unidades de vida y de sentido asociadas a lugares, ríos, tierras,
montañas y formas de vida.
El territorio para nosotras las mujeres es sagrado, y las prácticas que hacíamos
en él, todo. Sembrar sus cultivos e incluso lavar su ropa. Por eso no me gusta
esas reubicaciones que están haciendo en los pueblos donde no queda uno a
orillas nuevamente del río Atrato, porque se está perdiendo mucho todas las
prácticas tradicionales que nosotras como mujeres hacemos. Riosucio, Chocó,
1996, P.426.
193
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
En el despojo se expropian casas, maquinarias, herramientas, ganado y animales, cosechas
producto de meses de trabajo, electrodomésticos y otros objetos de mucho valor para
las familias, conseguidos en la mayoría de los casos tras un inmenso esfuerzo. El despojo
es parte de la expansión económica de los perpetradores que legalizan tierras conquistadas
a sangre y fuego, o robadas a través del miedo, del control territorial y político y de
la obtención de posiciones estratégicas, no solo por parte de los actores armados sino de
los grupos de poder que los auspician. Detrás de muchas de estas formas de destrucción
y desplazamiento está la lógica de apropiarse de territorios estratégicos para proyectos
agroindustriales o industrias extractivas.
Nosotros resistíamos allá porque cuando empezaron el 79 entró el grupo paramilitar y
a combatir por la región, entonces ya lo último nos dijeron que teníamos que venirnos
o si no que vendiéramos la tierra. A como fuera, para que desocupáramos porque iban
a coger la ganadería y que iban a meter los yo no sé qué latifundistas, los ganaderos
iban a meter ganado y no sé qué cosas. Eso nos venían presionando, que si la tierrita
le valía a usted, le daban por ahí la tercera o quinta parte de lo que valía la tierra, y
lo obligaban a uno a que tenía que salirse… definitivamente eso… violaban las niñas,
violaban las mujeres, las asesinaban. Puerto Berrío, Antioquia, 1979, P. 739.
Vulneración de derechos: trabajo y educación
La guerra que utiliza como objetivo a la población civil, es sobre todo una sistemática
y persistente violación de los derechos individuales y colectivos, borrando
las nociones de ciudadanía, dignidad y respeto a las mujeres y hombres de una
comunidad.
También les violentaban el derecho al trabajo de las personas que si ellos llegaban
las personas no podían salir a trabajar porque tenían que atenderlos a ellos. Algunos
iban normales y otros iban encapuchados. Un día se presentaron y llegó una mujer
y allá estaba un estanque o sea nosotros estábamos lavando y nos obligó de que
nosotros le lleváramos allá al estanque a bañarse. Después de que se bañó, salió y
llegó a la casa y nos obligó a que le cocináramos. Nos tocó dejar lo que estábamos
haciendo por venirle a cocinar a ellos. Cartagena, Bolívar, P.209.
Intempestivamente llegaban y nosotros estábamos dictando clases, y ellos en las ventanas
se paraban con los fusiles. Entonces eso como que ponía nervioso al profesor,
a los estudiantes. Entonces no dejaban dictar las clases tranquilamente, y entonces
ellos andaban allí, merodeando por las aulas. Entonces nosotros fuimos a denunciar
esa situación de que el colegio no se lo debía utilizar para que ellos estén. Y más que
todo, nosotros hablábamos de que el colegio se lo declarara como un territorio de
paz, donde ningún grupo armado vaya allí. Entonces frente a eso pudimos hacer esas
denuncias, pero realmente no hubo eco a estas denuncias y todo se quedó allí sin solución.
Samaniego, Nariño, 2001, P.349.
194
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Los impactos invisibles
Teníamos muchas cosas que nos acordábamos, lo primero que uno pierde es eso,
la felicidad, el entorno los amigos, la seguridad, la solidaridad que hay, yo me
enfermaba y todo el mundo me cuidaba, y alguien se enfermaba, y yo estaba allá
cuidando. Cañamacú, San José del Guaviare, Guaviare, 1998, P. 827.
En este conflicto no solo se han perdido vidas preciadas y muchos bienes colectivos e
individuales conseguidos con sudor, esfuerzo y luchas sociales en medio de inequidades
que dan cuenta de la histórica vulneración de los derechos económicos, sociales, culturales
y ambientales de comunidades enteras. También se han malogrado aspectos esenciales
de lo humano y de las relaciones que entrelazan sentidos, afectos, asombros y alegrías.
Estas prácticas colectivas y sentimientos compartidos muestran también estos impactos
colectivos, especialmente en el clima social y las prácticas culturales y de solidaridad.
Creo que el impacto que la comunidad tuvo, fue el saber que nosotras y nosotros
jugábamos mucho basket ball, jugábamos futbol, hacíamos reuniones, hacíamos
festivales, acompañábamos a la Junta Comunal y salíamos a jugar a muchas veredas
a los municipios. Creo que, tuvieron tristeza al saber. Afectó mucho porque
teníamos unos vecinos que nos queríamos mucho, había un trayectico como de
unas dos cuadras donde vivía mi persona y unas amigas, y la otra más como unas
5 cuadras, que éramos las que nos prestábamos tantos servicios, que nosotros los
indios nos hemos acostumbrado y seguimos acostumbrados: es que si el uno tiene,
le compartimos al otro, le damos o le regalamos o le prestamos, que se yo. Vereda
Porvenir, San Sebastián, Cauca, 1983, P. 299.
La esperanza, la alegría, la seguridad y la confianza también hacen parte de las pérdidas
e impactos de este conflicto. Inseguridad que nace de la naturaleza propia del conflicto
y de las incertidumbres que generan las actuaciones de los actores en confrontación.
La desconfianza abarca a propios y a extraños, a gobiernos locales, al Estado y sus
representantes.
En Marabeles se vivía una situación grave, se puede decir por parte del Estado,
no había quien lo cuide a uno, no había, no había seguridad porque nosotros
como civiles comentábamos entre nosotros no más, que el estado jugaba con las
autodefensas porque cuando entraba el ejército las autodefensas se iban para un
lado, cuando las autodefensas entraban salía el ejército jugaban como a las escondidas
y decían el ejército nosotros venimos a protegerlos. Marbeles, Caquetá,
2004, P. 576.
Los impactos colectivos que se muestran en los siguientes 9 casos analizados dan cuenta
de las historias locales y de las formas que ha tenido el conflicto armado y las violaciones
de derechos humanos, en los diferentes lugares y territorios y culturas. El mapa de los
impactos colectivos en las mujeres muestra las diferentes situaciones previas, factores de
195
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
cohesión o lógicas de la guerra. Pero también pone énfasis en la importancia de tener en
cuenta un enfoque colectivo en los procesos de reconstrucción social, en el que debe ser
considerado el protagonismo de las mujeres.
Pues fue alterado porque ahí vivían los espíritus digamos de la naturaleza, ella
fue alterada por los olores, por la masacre que hubo, ya no estaba bien, pues bien
así los ritos, la selva ya estaban era afectada, ya no era lo mismo y ya era muy
diferente ya uno ya sabía era muy diferente, el oxígeno no era lo mismo ya era
contaminado. Naya, Cauca, P.384.

197
Antioquia Mujeres víctimas de la Operación Orión en Medellín
La vida en los barrios
Al occidente de la ciudad de Medellín, se encuentra la Comuna 13 San Javier, compuesta
por 19 barrios “legales” y otros tanto “ilegales”. En este lugar vive una buena parte
de población oriunda del Urabá antioqueño y chocoano. Desde los años 80, también
se dio la presencia de miembros de grupos guerrilleros, como las FARC y el ELN, así
como un grupo que se autodenominó Comandos Armados del Pueblo (CAP), que también
se enfrentaba al Estado. Desde comienzos de la década de 2000, los paramilitares
empezaron tener presencia en la comuna y disputarle el control a las anteriores organizaciones.
Según las mujeres entrevistadas, además de la disputa militar, el valor del
territorio tiene que ver con que es un corredor con diferentes significados.
La Comuna 13 es un punto estratégico. Es un corredor. Usted por la montaña
llega a esas partes de Chigorodó. Es muy rico en cosas mineras. Hay mucha
tierra ahí. Diferentes materiales de explotación. Es un corredor para pasar
drogas, armas. El viaducto de la gasolina que pasa por ahí. Entonces ellos
distraen aquí el problema que hay dentro de la comuna 13. Ponen a la Policía
y Ejército a manipularlos. Los distraen para ellos hacer capitales con la droga
y las armas.
El 29 de mayo de 2002, con el pretexto de garantizar el orden y la tranquilidad en la
Comuna 13, la fuerza pública desarrolló la “Operación Mariscal”, que irrumpió con
900 hombres en la que resultaron nueve civiles muertos, entre ellos cuatro niños, 37
Casos colectivos y experiencia de las mujeres
198
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
heridos y 50 detenidos24. La incursión militar sólo duró unas pocas horas ya que la
población logró detener dicha intervención enarbolando banderas blancas y gracias
al apoyo de medios de comunicación y de organizaciones de defensa de derechos
humanos.
En mayo de 2002, Álvaro Uribe Vélez fue elegido como Presidente de la República, y
el mismo día de su posesión presidencial, el 7 de agosto lanzó su política de “seguridad
democrática” y ordenó recuperar la Comuna 13. Tras una corta operación llevada a cabo
el 15 de agosto de 2002 denominada “Operación Antorcha”, el 16 de octubre se dio inicio
a la “Operación Orión” sobre la Comuna 13 San Javier.
Más de 3.000 hombres pertenecientes a cinco batallones de la IV Brigada del Ejército, del
Grupo de Fuerzas Especiales Urbanas (FUDRA), del Batallón contraguerrillero del Ejército,
efectivos de la Policía Metropolitana y de la Policía de Antioquia, con el apoyo del
Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), ingresaron a los barrios. Los miembros
de la fuerza pública portaban armas largas, dispusieron francotiradores en varios
lugares de la Comuna y contaron con apoyo aéreo y terrestre en la operación25.
La incursión produjo la reacción inicial por parte de las milicias de los grupos guerrilleros,
lo que ocasionó una respuesta armada mucho más contundente por parte de los agentes
del Estado. Los habitantes de la Comuna 13 se quedaron en medio del fuego cruzado
y sobre todo vivieron la reacción del ejército y la policía.
Cuando inició la primera revuelta fue tras la muerte de Sandra Vélez, que fue la
primera mujer inocente que mataron, porque la confundieron con una integrante
de las CAP.
¿Qué paso en la Operación Orión? Que uno no se podía asomar porque si uno
se asomaba por la ventana inmediatamente recibía la descarga de la ráfaga de la
policía o del ejército… Las casas de nosotros están impactadas… Las personas
que trabajábamos no podíamos salir a trabajar. Los niños no iban a la escuela, el
general Montoya dio la orden de todo lo que se mueva al piso… Salí por nieta a la
acera y me dispararon.
24 Barajas, Diana, Osorio Yesid, y Hernández, Yhobán, (octubre 12 de 2012) “El mito de la pacificación en la
comuna 13, tras 10 años de la Operación Orión”, Agencia de Prensa IPC, en línea octubre 23 de 2012 http://
prensaipc.blogspot.com/2012/10/en-medio-de-nuevos-conflictos-la-comuna.html.
25 Comunicado del Movimiento Nacional de Crímenes de Estado, Mujeres en busca de la verdad, 9 de abril
de 2012.
199
La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres
Aunque en las primeras horas las milicias de la guerrilla combatieron contra la fuerza
pública, la extensión de la ofensiva las obligó a replegarse. Sin embargo, los agentes del
Estado seguían disparando con el apoyo de helicópteros artillados y tanques blindados,
helicópteros y vehículos que no son de uso en áreas urbanas y pobladas.
Llegaban y se llevaban a los jóvenes y los montaban a las tanquetas y los desaparecían.
Yo tengo una amiga que a ella le desaparecieron a su hijo y ella no ha
denunciado porque le da miedo, se lo desaparecieron en la Operación Orión. La
misma policía se los llevaba y los desaparecía y los mataba. El joven nunca apareció
y él era menor de edad.
La invasión de calles y vidas
La primera etapa de la Operación Orión duró cuatro días, tiempo durante el cual la Comuna
13 estuvo aislada, pues sus habitantes no tenían autorización para salir o entrar de la zona.
Al tercer día, las balaceras cedieron y los helicópteros dejaron de patrullar. Varias madres
acudieron hasta los comandos para preguntar por sus hijos que habían sido capturados en
esos días. Al final de los registros, la mayoría de los cuales se llevaron a cabo sin órdenes judiciales,
se detuvieron a 355 personas, a las que se sumaron, de acuerdo al recuento oficial,
39 civiles heridos, siete desaparecidos y tres policías muertos26. El balance dado por una de
las mujeres refiere datos similares y la extensión del impacto a otros sectores.
26 Revista Semana (Noviembre 22 de 2008) “La gran exhumación”, En http://www.semana.com/nacion/
articulo/la-gran-exhumacion/97548-3, en línea octubre 7 de 2012.

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