Dana Wyse on Campus @ Lugar a Dudas June 1, 2010
How To Turn Your Addiction To Prescription Drugs Into A Successful Art Career
Una vez más la Cámara de Comercio realizó el año pasado la Feria Internacional de Arte (Artbo). De la oferta que estuvo disponible al público quiero destacar la presencia de Dana Wyse en Colombia, invitada por la Alianza Colombo Francesa de Bogotá.
Dana es una artista que nació en Vancouver (Canadá), pero creció en Kamloops, 360 kilómetros al noreste de la capital de Colombia británica, donde confluyen los afluentes del río Thompson que cubren sus orillas dándole origen a la etimología de su nombre en lengua Shuswap: encuentro de las aguas. La naturaleza exuberante de osos, pumas y el paisaje silvestre de sus alrededores ofrecen al viajero aún la posibilidad de maravillarse. No en vano durante tres meses al año Dana disfruta desconectarse del mundo para explorar estos territorios en su vieja camioneta volkswagen roja modelo 1974, hasta donde el camino se lo permite, porque en otras ocasiones la exploración la debe hacer en bote o avioneta, siguiendo la ruta que se conserva mediante tradición oral a partir de las descripciones de John Deighton (Gassy Jack) sobre el famoso atajo de Creamer’s road, que sigue sin aparecer en ninguna guía de viajeros montañeses; aunque algunas rutas que emprende Dana no son precisamente caminos articulados en el tiempo, y en este divagar por el bosque la aventura termina llevándola por sendas inesperadas donde encuentra vestigios de pueblos indígenas perdidos en la inmensa superficie del paisaje o minas abandonadas resguardando secretos que pertenecen al pasado.
Es en la mitad de esta fauna y de esta naturaleza todavía virgen donde la artista encuentra espacios para meditar, para purificarse a sí misma y sus sentidos, escapando a la televisión, al dinero, a las etiquetas que se ajustan a las normas sociales de presentación personal disfrazadas de maquillaje, a la abrumadora presencia de las vallas publicitarias; en donde llega a caminar hasta 25 kms por día en algunas ocasiones, cazando o pescando en otras ocasiones, aprendiendo del comportamiento de los animales y tratando de alimentarse, al máximo, de los mismos productos que le provee el bosque natural.
La historia de Dana con el paisaje de Colombia británica se hizo fuerte cuando su padre y su familia se mudaron más al norte, a Lac Le Jeune, un pueblo donde la botella de leche más cercana estaba a 45 kilómetros de distancia y el sentido de la soledad para una adolescente se transformaba en una manera en la cual poder descubrir la naturaleza humana desde la mirada inquisitiva que hurga en sus pasajes y meandros, encontrando en el camino huellas que remiten a las propias campiñas que recorre en su natal Canadá, desde una consideración en donde paisaje y vida interior semejan lugares para que la artista indague el territorio que representa la vida indescifrable del hombre.
El abuelo de Dana, Buzz Walker, fue propietario de una exitosa compañía de publicidad y probablemente de esta influencia deviene esa fuerte y aguda relación con los mensajes escondidos que ofrecen los anuncios ahora y siempre.
La vida académica de Dana está representada en su acercamiento al mundo del cine y la escritura de guiones, lo que le permitió por un tiempo ejercer como periodista y directora de cine, porque para el momento sus intereses nunca la llevaron a considerar vincularse con actividades relacionadas con el mundo del arte. Las travesuras del destino terminaron conectándola con un mundo que aún le resulta ajeno y extraño, pero que igualmente le permite acercarse a el desde una perspectiva fresca, donde la posibilidad de sorprender y sorprenderse residen precisamente en su desconocimiento de las reglas que lo habitan.
Su historia empezó en 1996 cuando salió de Canadá para vivir en Irlanda, dándole rienda suelta a una de sus pasiones: escribir. Su primer libro Undertaker’s daughter se hizo trizas cuando estrelló su motocicleta contra una cerca de madera. Aún en el hospital, bajo los efectos de la morfina para superar el dolor, y mientras las ideas se sucedían en su cabeza como pedazos de una película, no pensó en otra cosa que huir de ahí e internarse en el paisaje de Belbunben, en la tierra de Yeats, junto a la bahía de Sligo para reconstruir, palabra por palabra, su libro, esta vez con el título de The passionate if. Pero claro, viniendo del original mundo de Wyse no vamos a suponer que era un libro cualquiera. Además del tema adulto el libro se componía de 2000 partes móviles, incluido un condón, donde narra la historia de una mujer que vive en las montañas y de repente empieza a recibir misteriosos regalos de un extraño.
El libro deambuló por los anaqueles de un agente literario por más de dos años, antes de que Dana tomara una decisión que transformaría en parte su vida: Consultar a un agente de negocios para que le diera pistas sobre qué era realmente esta especie de “hamburguesa” llamada libro. ¿Arte o escritura? ¿Objeto o libro? Después de analizar la situación y escuchar a Dana hablar durante cerca de veinte minutos sin parar, el hechicero bursátil anotó en un papel la dirección y el teléfono de una galería a donde la remitió.
Poco tiempo después Dana Wyse hacía su presentación formal en sociedad, de la mano de Richard Salmon Gallery, en una exposición titulada Bad august. Era el año de 1997 y la ciudad Londres. Es a partir de esta experiencia que toman forma las inquietudes y las necesidades memoriales que desde su infancia había vivido Dana Wyse, mediante la reedición de una figura empresarial que ya desde 1786 su tatarabuelo había fundado con el nombre de Jesus had a sister productions. Una empresa fachada que actúa como un seudónimo para DW y que le permite desarrollar su ficción farmacéutica desde una perspectiva cuasi científica, a la vez que combina sus resultados con los negocios. Su slogan reza:Ayudándole a crear su propia realidad desde 1789.
JHASp tiene dos componentes principales y algunas breves intervenciones en la creación de objetos para el circuito artístico. La primera son las pastillas, la segunda los libros de la serie How to y como dije anteriormente, algunas piezas y juguetes que alimentan las necesidades y demandas objetuales de las galerías que acompañan a DW en su aventura estética.
La historia de las pastillas se remonta a la infancia de la artista (Sería acaso más apropiado decir ¿escritora? ¿farmaceuta? ¿ilusionista?) cuando por medio de elementos iconográficos propios de la industria publicitaria, descubre que puede recuperar módulos extraviados a causa de una amnesia periódica que le impide recordar momentos específicos de su vida personal. Alguna vez, mientras caminaba con su madre por un vivero en Kamloops, creyó verse reflejada en la imagen de la niña que ilustraba fotográficamente un anuncio de semillas para calabazas gigantes. En el momento en que se reconoce en esa imagen, Dana estaba recuperando parte del tiempo extraviado de su vida entre los 5 y los 8 años. Descubrió -con la lógica de la infancia- que los productos del supermercado poseían claves mágicas para recuperar su identidad perdida. Desde entonces empezó a recortar imágenes del mundo de la publicidad para atesorar aquello que DW llama los elementos de la memoria universal. La experiencia de querer tener algo implica –mediante el mensaje- la opción de desearlo antes de poseerlo y ahí precisamente se encuentra una de las claves que alimenta la lógica del consumo que sabiamente la industria publicitaria sabe explotar con aguda precisión.
Esta vieja experiencia del pasado lleva a DW a intentar construir desde una perspectiva totalmente privada, una quinta esencia que trascienda los límites de su propio mundo. Sus preguntas finalmente son las mismas preguntas que todos, en algún momento nos hacemos, sin que sepamos exactamente la dimensión de la respuesta que se habrá de construir para enfrentar tan funestas inquietudes: las angustias, los miedos a las culebras por ejemplo, el temor frenético del envejecimiento y la muerte, la insuperable dicotomía de enamorarse y desenamorarse de la misma persona, ¿existe Dios? ¿Seremos ricos o al menos alcanzaremos el tamaño económico de nuestros miserables sueños? Como mujeres queremos tener uñas bonitas, queremos que alguien nos escriba una carta de amor, queremos que nuestros hijos nazcan y crezcan correctamente en la dirección que sus genitales les marca, queremos hablar más de dos idiomas, queremos entender la locura senil de nuestros padres, etc., y es en el centro de unas inquietudes privadas que DW establece comunicación con el resto del mundo mediante sus píldoras.
Las pastillas incorporan los elementos clásicos de los juguetes para niños que usted puede encontrar en las tiendas que venden cualquier producto por un dólar: una imagen, un texto y un contenido debidamente empacado en una bolsa plástica. Las imágenes que nutren estos empaques ocupan la parte superior de la bolsa sellándola y describiendo de qué se trata el asunto. Esta iconografía está inspirada en la publicidad de los años 50 y 60 y según palabras de la misma Dana se enfrenta con un lenguaje visual utópico lleno de normas heterosexuales. Hombres cortando el césped, mujeres sonriendo en la felicidad de sus refrigeradores mientras cocinan. Los niños – Little John, John Mayor, y John John Junior – permanecen limpios y son bien educados. No muerden y no mojan los pantalones como lo hacen los niños de verdad. Todo el mundo aparece tranquilo o hipnotizado, atrapados en sus roles como periquitos australianos en sus jaulas. Hay algo inquietante en su inocencia, porque parecieran estar ocultando algo por debajo de sus trajes perfectamente planchados y el peinado impecable. Es su secreto lo que me interesa. La represión crea la metáfora.
Y de otra parte encontramos los textos, los que son una manera subversiva de enfrentar los disparates de la realidad, contradiciendo en algunos casos los arquetipos sobre los que la gran fábrica identitaria de la humanidad construye sus moldes para empaquetar en ellos los oscuros razonamientos enganchados a un sistema emocional completamente desajustado, porque este último parece estar construido de novelones televisivos y mitos cinematográficos desconectados de nuestro entorno más directo: el cuerpo.
Imagine por un breve momento ¿cual es su reacción primaria, cuando ante sus ojos pasa subrepticiamente el tipo que acaba de insultarla con el piropo más obsceno que haya podido oír en su vida? Le empujaría cuando llegue el metro para verlo como arrastra su maldito cuerpo hasta hacerlo trizas? Pero un segundo, no, eso no está bien… mi imaginación debe estar desbordada hoy como para pensar ese tipo de cosas, porque inmediatamente la red emocional dispara un cúmulo de sensaciones que oprimen mi pecho, haciéndome sentir culpable de imaginar tales cosas. Y ¿por qué he de pensar que pueden ser reales cuando apenas son una posibilidad que mi razón seguramente desaprueba? ¿En qué momento sentimos que lo que pensamos puede ser real, acompañado de un miedo terrible, gigante, que atrapa toda la mente, como si el simple hecho de pensar el suceso bastara para que fuera cierto?
Se habla en estos casos de una imaginación trágica que en algunas ocasiones el vademécumde JHASp pretende darle solución mediante pócimas mágicas. Porque de alguna manera es lo que busca Dana: resolver el dolor y eliminar la culpa.
Sin embargo, el amplio espectro de situaciones a los que pretenden llegar las pastillas, vuelven compleja la maniobra de tomar una sola posición frente al discurso operativo escondido tras sus incisivas argumentaciones. El kit completo en este momento está compuesto por 150 problemas a los cuales JHASp pretende darles solución.
Esta esfera de situaciones se puede ubicar en el espectro del individuo rodeado de núcleos ordenadores en la sociedad y la afectación que estos producen al momento de integrarse al colectivo social. Aparece entonces la familia, el amor, el trabajo, el arte, el sentido de género, raza o identidad, la religión, la guerra y la política, las drogas e incluso las mascotas. Un módulo importante de esta masa de acciones y comportamientos que las pastillas de Dana pretenden activar se ubica en la piel sensible del individuo y su órbita privada. ¿Quiere invisibilizarse? ¿Quiere ser millonario? ¿Quiere disfrutar la vida? ¿Quiere borrar su pasado instantáneamente? ¿Quiere suicidarse? ¿Quiere hacerse un test para saber si es gay? ¿Quiere saber cuando y dónde va a morir? ¿Quiere volver a nacer? Tómese una pastilla de Jesus Had a Sister Productions e instantáneamente podrá experimentar que la vida cambia como por arte de magia, dejando atrás la estela de una realidad que ata los cambios al principio de la evidencia sensible; donde cada experiencia real pareciera pertenecer a un mandato previamente establecido por el orden social y las posibilidades que la imaginación inventa se redujeran a un asunto psiquiátrico. Ese es el espacio que le queda al arte de DW, cuando sabe perfectamente que la ilusión es un elemento que merodea en sus pastillas para reivindicar la insolencia de la utopía en un mundo que esconde sus sueños bajo el falso disfraz de la publicidad inductiva.
La ilusión en este caso es química, pero tácitamente implica el uso de ayudas artificiales para experimentar sensaciones por fuera del flujo normal que el cerebro es capaz de producir y en este caso denota otras drogas que pueden estar en el orden de los psicotrópicos ilegales.
Existe una tendencia natural en el hombre de querer experimentar por fuera de esa efusión anteriormente mencionada; flujo que se puede denominar como la corriente natural de la existencia y al insertar otro tipo de experiencias la memoria expande sus niveles de percepción al incorporar en sus registros la vida que no está presente.
Al analizar estas claves que participan en la obra de DW, se puede observar en ella diferentes niveles de lectura involucradas en una misma producción y aquí la certeza de la dirección que pareciera habitar en su trabajo se dispersa. Este sistema de fabricación desafía las señales que la lectura crítica puede hacer desde un punto de vista equilibrado que busca refugio en la lógica del discurso.
Porque se tiene de una parte la estructura primaria que alimenta la fabricación de las pastillas en sus motivaciones personales, tanto en lo referente al pasado de la artista como en su crítica social del mundo de la publicidad y los modelos de comportamiento colectivo que generan un pensamiento standard que se nutre de fobias y sexismos, como en el caso de la píldora “Guarantee the heterosexuality of your child”. Casi que el universo de esta colección permite medir unos indicadores sociales que varían de acuerdo al país en el que circule este vademécum. En palabras de Dana“dependiendo del país donde muestre las pastillas, usted podrá observar diferentes reacciones… las pastillas relacionadas con el suicidio o con la muerte, por lo general son taboo, excepto en Rusia, les encanta esa mierda!! Los ingleses viven obsesionados con el sexo, y en Alemania alguna vez intenté vender las pastillas de Monogamia instantánea y no pude vender ni una. Cualquier cosa sobre la fidelidad no vende. En Francia se vende muy bienUnderstand contemporary art y Convert to judaism instantly. En Canada cosas sencillas comoPlay guitar instantly o Enjoy life. La que mejor se vende en USA – y es increíble – es Have confidence in yourself instantly, pero curiosamente en Europa no vendo ni una. Y en el mundo entero la que mejor se comporta es Understand your mother instantly”.
La idea de la autoayuda es un asunto que forma parte de la estructura anglosajona inspirada en el modelo americano del do it yourself y las eficientes líneas de acción que prometen los procesos de auto – transformación. Esta dirección nos lleva a otro componente del trabajo de Dana Wyse: The recipe for life. Esta trama se refiere entonces a todos los aspectos en donde creemos que se pueden perfeccionar nuestras habilidades, como la religión, la familia y la búsqueda de perfección de este modelo básico para la sociedad mediante el matrimonio y sus pequeñas particularidades que aseguran el éxito o el fracaso, aceitados por la máquina de fricción corporal que ofrece el sexo y por supuesto el dinero. Piense en algo y seguramente hay un libro esperando para convertirle en un hombre mejor.
La obra se compone de cientos de libros recogidos en pesquisas alrededor del mundo, en donde incluso su padre ha sido parte de este equipo de sabuesos, viajando por el mundo entero a la caza de recetas para mejorar la vida y que tienen por título el impostergable How to….
How to be loved, how to turn your idea into a million dollars, how to help your child have a spiritual life, how to conquer fear, how to get him back from the other woman, how to stay young all your life… y así hasta completar un listado que sobre pasa los 500 libros.
Todos los objetos del mundo – y estos libros hacen parte de esta totalidad – que habitamos producen sentido y cuando se les exhibe en los espacios temporales del arte y no un supermercado por ejemplo, aparecen filtrados por las observaciones personales del artista, agregando valor a estas mismas consideraciones de sentido que ya poseen. De esta manera la mercancía expande su radio de valores y en la medida que este espectro establece conexión con el mundo de los sueños y las expectativas del público, se habla de un indicador que parece medir la validez de la intermediación provocada por el artista: el éxito económico. Aquí se puede encontrar una de las críticas más fuertes que enfrenta el sistema arte cuando gravita en el circuito de la economía formal por parte del público especializado del arte y es la que se refiere al espectro que cubre la promesa del objeto investido de sentido, cuando de alcanzar un gran público se refiere, porque el grueso del componente sensible que propone el artista por lo general escapa al interés general de la subjetividad popular en términos imaginarios y de especulación por fuera de la norma social .
Mientras la publicidad propone unos contenidos visuales que engloban las expectativas inconscientes del público mediante técnicas sensibles neutrales, el arte apuesta a todo lo contrario: desafiar esas mismas presunciones para sacudir el nivel de aceptación con que digerimos la vida misma. El arte de la publicidad captura lo diferente pero que se inscribe en un nivel de tolerancia lúdico, en donde el gran público encuentra concordancia con el mundo espectral de los sueños que nunca ponen en riesgo las maneras subjetivas de relacionarnos con el statu quo. En cierta medida este filón de las industrias creativas parece actuar como un analgésico que regula la producción de sentido imaginario que se abre campo por fuera de la normatividad desde la perspectiva del individuo.
Y aquí volvemos a la obra de Dana Wyse cuando se analiza esa parte que juega con dos elementos claves que componen la cadena de producción y comercialización del arte: por un lado el componente subversivo del discurso privado y las formas y espacios de exhibición que desarrolla el productor para transmitir su mensaje; y la fortaleza de la propuesta inscrita en una economía de mercado, apelando a diferentes estrategias de merchandising.
Algunos títulos de las pastillas de Dana Wyse juegan a controvertir las presunciones conservadoras que el imaginario colectivo posee sobre lo que es y debe ser el comportamiento social respecto de los roles sexuales por ejemplo. Be proud of your homosexual son es un caso típico. Estoy segura que en nuestra sociedad colombiana aún es un estigma fuerte para los padres aceptar este tipo de comportamientos y defenderlos públicamente.
En este caso la pastilla de DW aparece como un arquetipo que rompe con el taboo de la norma sobre lo que una familia debe hacer cuando su hijo(a) decide salir del clóset ante su entorno social más cercano.
La pastilla y su etiqueta textual ingresan al mercado de las experiencias como un agente subversivo que ayuda a neutralizar la fobia que pende sobre la matriz social de la familia cuando de enfrentar este tipo de situaciones se trata. Y aquí se traslada ese componente crítico al espacio social de la representación, apuntando a debilitar las resistencias que genera el tema de la afinidad sexual en la sociedad.
Es en el modelo de marketing y merchandising donde aparecen nuevamente los elementos que hacen a la obra de Dana tan particular y sugerente frente a sus colegas y frente a los espacios del consumidor de la vida contemporánea.
Una vieja aspiración de DW es hacer de sus pastillas una multinacional del placebo, donde además de jugar con la posibilidad de la ilusión, introduce la reconfiguración de las presunciones sociales a partir de su puesta en escena mediante el humor, abriendo espacio de ésta manera a las viejas y excluyentes maneras de aceptación social respecto de temas como las drogas, la sexualidad, los nacionalismos, la identidad, la guerra, la política y la religión.
La base del proyecto de las píldoras parece residir en su crítica de la publicidad y el estudio de sus metáforas, pero igualmente DW aprovecha toda esta experiencia para aplicarla a su propio producto, sin el temor de que esto provoque una lectura literal de su obra y la carga crítica desaparezca.
Para ubicarnos en este contexto de difusión de la obra de DW, debemos aceptar que para ella la circulación de su obra exclusivamente en el circuito del arte es apenas un componente de su estrategia comercial.
Las pastillas de Dana circulan permanentemente por el Museo de arte contemporáneo en Los Ángeles, el Museo Chelsea en NYC, el Palais de Tokyo en París y el Guggenheim de Berlín y aparece representada por galerías en París, Londres y Bruselas. Sin embargo, para ella esto no es suficiente, en la medida que estos lugares de exhibición permanecen como góndolas neutrales con un público objetivo bastante reducido, que anula en cierta medida su aspiración de democratizar y ampliar el mercado de sus productos. Por ello DW apunta a establecer un posicionamiento de su producto en todos los rincones del planeta, como una gran fábrica de sucursales, en donde el sol no se ponga sobre sus mercancías. Ya el primer paso se dio mediante el convenio firmado con la tienda de regalos on-line Blue-Q, cuya masiva presencia en cientos de malls en USA asegura un excelente canal de distribución para los productos de JHASp.
La primera bondad de esta estrategia reside en su precio: cuestan menos que una comida en McDonald´s y en su laboratorio de fabricación en Aubervilliers (HLM ), cerca de París, emplea entre cinco y diez operarios que deben responder a unos estrictos perfiles laborales diseñados por Dana: parecer top models y tener las habilidades conversacionales y la empatía de un presentador de TV en horario triple A. Y aquí aparece otra perla fascinante de toda esta estrategia de mercadeo y publicidad de JHASp: cuando Dana es requerida por la prensa o la televisión o debe firmar libros prefiere no asistir personalmente, y encarga de estas operaciones a una doble cuyas habilidades para el manejo del público y las respuestas “políticamente” correctas que se deben manejar en el pedante mundo del arte son presentadas en el formato ideal: Una bella mujer, con perfil de intelectual, refinada e inteligente.
De esta manera se puede decir que las estrategias que muchos publicistas toman prestadas, visitando ferias de arte internacional, son las mismas que Dana recrea en su trabajo aplicando una contra respuesta por partida doble: desafía las convenciones del mundo del arte y se burla de toda la figuración táctica de los creativos a la hora de comercializar las baratijas que sus millonarios patrones les imponen. En otros casos la puesta en escena parece una acción tecnológica inspirada en el BTL donde el mensaje sobrevive oculto bajo la capa tenue de los objetos que acompañan al ritual expositivo, como puede ser el caso del montaje que presentó en Artbo, privilegiando la comunicación sobre el segmento que constituye el público de las ferias de arte.
En una entrevista que le hizo Hans Ulrich-Obrist, la artista manifiesta su interés desde pequeña por experimentar con sustancias que cambian el ritmo y la visión que podemos tener de la realidad. Esta misma posición me llevó a recordar por unos momentos ciertas experimentaciones y adicciones propias de la adolescencia.
En alguna época los qualudes fueron bastante famosos en el mercado de los psicotrópicos ilegales; un derivado de la metacualona que actuaba como un puntual depresor de la actividad nerviosa central, produciendo efectos parecidos al alcohol en la medida que reducía la ansiedad, comprimía los niveles de inhibición y provocaba una que otra torpeza al caminar. Obviamente que cada una de estas reacciones dependían del “paciente”. Para algunos la marihuana ha sido símbolo de relajación y cero stress, para otras –como yo- simplemente es el camino perfecto para la paranoia y el miedo. Por eso me encantaban los qualudes, cosa que no pasaba con la mayoría de mis amigos y amigas. En aquella época estos qualudes recibían el nombre de Mandrax (mandrakes), Rorer 714 y Lemmon 714. Eran sencillamente las pastillas de la felicidad debido a su sorprendente capacidad de reducir el ritmo y la presión cardíaca, añadiendo una dosis de euforia, que bien controlada, se transformaba en un interesante viaje por fuera de los confines empleados para relacionamos con la realidad y el entorno natural. Es conocida la historia de la correlación entre coca y comunidades indígenas donde se alcanzan niveles místicos de percepción o las referencias que se tuvo del arte sicodélico como un modelo para desarrollar, bajo el efecto de las drogas, estados de perfección literaria.
Existe una inevitable relación entre las pastillas de Dana y su invitación a transformar las percepciones que utilizamos para asimilar las corrientes que trae la vida. Su investigación se traslada a unos espacios de la psique en donde los ensayos sobrevuelan las consideraciones legales y los límites que se pueden desafiar, cuando se quiere ver y olisquear por fuera del paisaje nativo con que la experiencia dibuja el principio de realidad.
Aquí en este punto surgen unas consideraciones que impugnan los eventos que rodean las prácticas que se establecen entre espectador y objeto artístico, porque muchos de los argumentos que nutren esta relación están investidos de lo sobre natural. Siempre se ha confiado en demasía en el dinamismo intrínseco que depara el arte como un potenciador energético del hombre en su relación consigo mismo y con el medio ambiente. Como el amor, aparece como un droga poderosa que todo lo puede, desde descubrirnos la belleza de la existencia como señalarnos la podredumbre de la civilización humana, en un juego donde las pasiones y las consideraciones disfrazadas de concepto arrastran las presunciones que buscan comprender el flujo de los acontecimientos que rigen la vida contemporánea.
De esta manera la obra de DW se transforma por momentos en un objeto que trasciende las consideraciones del medio, la especificidad en que soporta su estrategia discursiva, y la volatilidad con que se instala en el espacio de la economía desafiando sus convenciones y permitiéndole a la vez usufructuar sus virtudes.
En una era donde la importancia del medio y los correlatos asociados a tales particularidades parece haber desaparecido, sus pastillas, sus libros, sus juguetes, sus acciones, buscan refugio por fuera de una economía tradicional, la de la mercancía con valor agregado, para sugerir una reivindicación del objeto que supera su propia condición en el mercado del arte y la sociedad.
La posibilidad del comprador de digerir una de las pastillas y de esta manera acabar con la obra, obliga a la consideración que se instala en el valor del fetiche que se colecciona. La experiencia del suceso está precedida, sin embargo, por un acto de fe que contiene elementos propios del comportamiento que provee la alucinación.
En los últimos estadios de la sociedad de consumo, el acto de poseer, de atesorar y enriquecer la compra se vuelve cada vez más efímero y de ahí la resistencia que provoca el arte que apela a estrategias similares porque atenta contra uno de los principios que con mayor solidez sustenta su fortaleza: su estacionamiento en el tiempo amparado en la permanencia.
Cuando Dana llegó a Francia se sorprendió de encontrar una sociedad hipocondríaca –según sus propias palabras- a quienes les gusta y les fascina la idea de la medicación sin pensarlo por un segundo y de esta manera su acercamiento a este asunto tiene un trasfondo más intelectual, sociológico, con rastros de antropología urbana antes que artísticos.
De otra parte surge la revisión que provoca la manera en que Dana establece sus propias líneas de comercialización de un producto que además de funcionar en el mercado del arte, funciona por fuera de este mercado a unos precios que permiten de alguna manera la masificación del producto y del mensaje.
Y aquí se encuentra un filón sorprendente de esta obra: la posibilidad de que la obra ingrese al supermercado y a las tiendas de los centros comerciales, mediante conductas que desafían las presunciones que rodean los principios del coleccionista. Una de ellas es que no siempre el comprador pretende integrar la obra en su círculo privado de adquisiciones sino que en muchas ocasiones la compra está acompañada de la intención del regalo. En este caso la categoría del coleccionismo sufre un desplazamiento al gravitar por fuera de la órbita tradicional que busca atesorar el objeto y concentrarlo como propiedad privada que otorga status y prestigio. En su lugar el objeto termina en las manos de un tercero, inaugurando una categoría novedosa: compre arte para regalar.
La anterior acción se cumple cuando usted analiza las etiquetas de las pastillas. Bajo cada rótulo pareciera emerger un sujeto a quién podemos enganchar en la lista de posibles consumidores: speak French immediately, quit smoking instantly, be a good father, is your wife having an affaire, come out of the closet to your parents… y así pareciera que Dana lograra atesorar en 150 pastillas el recetario que logra componer las angustias, deseos, necesidades y sueños esenciales de la sociedad contemporánea.
Más allá de todo esto persisten aproximaciones que desafían las presunciones que guían al consumidor esteta. La dinámica de las relaciones que establece el artista con su público mediante dobles, constituye elementos que no aparecen como simples repulsas para cuestionar el orden establecido sino que se pliegan a las ordenanzas que guían al último capitalismo. Si el artista no es bueno manejando público, no es mejor acaso enviar a un doble? Si la obra de arte pretende conquistar a las masas mediante sus iluminadas cartografías conceptuales, no es mejor poner a circular la obra en las grandes superficies del hipermercado? Si el dinero guía casi cualquier vericueto de la existencia, no es mejor plegarse a su ritmo antes que pretender subvertir el sistema? Si el espacio para la revolución es un nicho que el poder controla, no debe acaso el artista rellenar sus aristas con la fina ironía del mensaje que subvierte las presunciones de orden sexual, racista o familiar?? No es acaso el arte el último grito de rebeldía que también puede mercadearse?
La tentación de pensar que la economía está en todo, obliga a mirar el arte con un exquisito sarcasmo de carácter misericordioso. Sus arrebatos de limpieza de un orden que insiste en señalar decadente y estrecho es la paradoja que termina engullendo sus propias presunciones.
En algún momento de su producción el artista se pregunta sobre la validez y factibilidad de sus mercancías como objetos reivindicadores de algo que no sabemos muy bien de qué se trata, pero que igualmente viaja por los circuitos de la sociedad bajo una premisa de redención en algunos casos. Cuando enfrenta las paradojas del mercado y la imposible posibilidad de huir del mismo, una cierta nota de frustración se apodera de sus pensamientos. Y en este recorrido su mirada se puede tornar incierta, desvalida, cuando de enfrentar la maquinaria del sistema se trata.
Mediante estos dilemas, es cuando la ironía aparece como un último trance que permite aceptar las paradojas del arte atravesado por las geometrías exactas del sistema, especialmente si se nutren mediante la exclusiva virtud de las cifras y las estadísticas. Durante muchos años hemos esperado en demasía de las promesas que ofrenda el arte, sin tener certidumbre alguna de que su misión pueda ser cierta.
Si hemos de formular desafíos a la esperanza, una pastilla de Dana puede ser simplemente la mejor manera de burlarnos de cualquier promesa que sabemos nunca se podrá cumplir y mientras engullimos el placebo, alcanzamos a vislumbrar por una breve fracción de tiempo que incluso, el sueño más ridículo por vanidoso e imposible que sea, se convierte en un fugaz antídoto contra el principio de realidad que husmea por doquier, arrebatándole al hombre sus caprichosas aspiraciones.
Es en ese instante mínimo, casi que exclusivo por su carácter temporal, fugitivo, transitorio como el aleteo de un zancudo a punto de morir, que la vida se reinventa y deja mostrar su rostro amable, antes de que caiga la noche.
Gina Panzarowsky
La Candelaria. 13/03/10
Para aquellos lectores que quieran ver una muestra de pastillas, sólo…
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