Víctimas del conflicto armado en Colombia
Tomo II
Las mujeres víctimas del conflicto armado, de diversas etnias,
territorios y edades se han visto afectadas por esta guerra a lo
largo y ancho del país. Ellas han experimentado inenarrables
sufrimientos, múltiples y recurrentes abusos a su integridad
física, sexual y psicológica. La intersección entre el género,
la etnia, la edad y la localización en el territorio de conflicto
opera profundizando las discriminaciones contra las mujeres.
Uno sabía que estaba vivo cuando amanecía y podíamos
despertar. De seis a siete de la mañana que uno se levantaba
y se tocaba así (señas tocándose el cuerpo), y se abrazaba y
decía: “estamos vivos”. Cuando nos levantábamos y alguien
pasaba y gritaba “¿cómo están?”, decíamos “estamos
vivos”. Caso colectivo San José del Playón, Bolívar.
La voz de las mujeres víctimas debe ser escuchada en el país.
Debe ser tenida en cuenta por la sociedad, una buena parte de
la cual ha vivido al margen de esta problemática y ha estado
condicionada por el miedo o la representación de una realidad
que no ha permitido dar sentido a esta experiencia masiva,
de la que el Informe da una pequeña cuenta. Las violaciones
de derechos humanos cometidas y la dignidad de las
mujeres deben ser reconocidas por el Estado. Esta memoria
también supone una sanción moral a los perpetradores que
han causado tanto dolor y destrucción, y una exigencia de
compromiso en la prevención. La paz no es a estas alturas del
conflicto armado un deseo bien intencionado e ingenuo, sino
una exigencia social, moral y política. Una propuesta de las
mujeres, de la que este proceso y este informe dan cuenta, y
forman parte.
En el conflicto armado en Colombia
Tomo II
Ruta Pacífica de las Mujeres
Carrera 35 No. 53 A – 86
Tel: +57 1 2 229145 /46
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Bogotá, Colombia
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Colombia
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y comunicar públicamente esta obra siempre y cuando se reconozca la autoría y no se use para fines
comerciales. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra. Para ver
una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/
Edita:
Colombia, noviembre 2013
Portada: Ilustración realizada por Ana Yennifer Baena, documentadora de la Ruta
Pacífica de las Mujeres, regional Risaralda. Dibujada en los Cuadernos “Tejedoras
del recuerdo - Hilando la Vida”, de la Comisión de Verdad y Memoria de Mujeres
Colombianas.
Impresión: G2 Editores
Diseño y Maquetación: Marra, S.L.
ISBN Obra completa: 978-958-98619-7-4
ISBN Tomo II: 978-958-98619-9-8
Está publicación ha sido realizada con el apoyo financiero OXFAM y de la
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID),
con cargo al Convenio “Formación y Empoderamiento de mujeres populares y
diversas para la Construcción de nuevas ciudadanías en Colombia, Perú, Ecuador
y Brasil”. El contenido de esta publicación es responsabilidad de la Ruta Pacífica
de las Mujeres y no refleja necesariamente la opinión de la AECID”.
7
Comisión de Verdad y Memoria de Mujeres Colombianas
La verdad de las mujeres .Víctimas del conflicto armado en Colombia
Coordinación General
Marina Gallego Zapata
Asesores
Carlos Martín Beristaín
Alejandro Valencia Villa
Coordinaciones regionales
Sandra Liliana Luna Delgado Alejandra Miller Restrepo
Ana Mendoza Díaz Amanda Lucía Camilo Ibarra
Sonia Pachón Fernández Claudia Patricia Palacios Parra
María Teresa Arizabaleta de García Nubia Castañeda Bustamante
Teresa Aristizabal Sánchez Dunia León Fajardo
Kelly Echeverry
Documentadoras
Albinia Arias Juana Francisca Mosquera M.
Audrey Robayo Magnolia América Mena
Graciela Terraza Celina Mosquera Mosquera
Sory Viviana Acero Lilian Rosa
Liliana Andrea Salamanca Aragón Johana Saavedra Arias
Gina Marcela Arias Rodríguez Nuris del Carmen Sánchez Martínez
Ana Yeniffer Bahena Obando Kelly Echeverry Alzate
Erika Tobón Gonzáles Teresa Aristizabal Sánchez
Martha Elena Giraldo Mendoza Laura Zuleta
Gloria Emilse Rodríguez Meneses Beatriz Helena Saldarriaga Gómez
Yajaira Gaviria Almeida Blanca Liliana Córdoba Muñoz
Lisinia Collazos María Miralba Ibarra Hernández
Juliana Rodríguez López Ana Consuelo Reinosa Ariza
Ana Ximena Quigua Ruiz Clara Hernández
María Oneida Andrade Vallejo Elvira Peña
Diocelina Mazo Conde Viviana Pedroza
Nereida Ibarra Ibarra Marleny Segura
Johana Victoria Bohórquez Rosero Modesta Alexandra Ariza Guerra
8
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Investigadoras
Alejandra Miller Restrepo Socorro Corrales Carvajal
Marina Gallego Zapata Silvia García
Alejandra Coll Olga Lucía Ramírez
Consuelo Arnaiz Pedroza Elena Grau
Asistente de Investigación
Carla Afonso Pedrosa
Digitadoras
Diana Karime Luna Delgado Kelly Echeverry Alzate
Sara Lucía Ochoa Correa Blanca Liliana Córdoba Muñoz
Jenny Tatiana Osorio Modesta Alexandra Ariza Guerra
Alva Milena Camilo Ibarra Jennifer Vanegas
Teresa Casas Robledo Ana Ximena Quigua Ruiz
Codificadoras y sistematizadoras
Salomé Gómez Corrales Martha Lorena Parada
Andrea Bastidas Jennifer Vanegas
Diana Karime Luna Delgado Carla Afonso Pedrosa
Estefanía Guzmán
Colaboradoras externas
Laetitia Bonnet Maitane Arnoso
Marcela Rodríguez Díaz Manuel Cárdenas
María Lucía Gómez
Equipo técnico administrativo
Shidhjmatnj Pardo – Comunicaciones
Viviana María Wilches – Asistente Administrativa
Martha Bravo – Contadora
Harvey Rodríguez Rincón – Sistemas
Diego Andrés Galindo – Sistemas
Oliver Mazariegos – Base de datos
9
Índice
Índice
Introducción ............................................................................................................................................................................................................................................................................................ 15
Capítulo 1. Los hechos de violencia ................................................................................................................................................................................................. 19
I. La violencia contada por las mujeres 25
- Introducción 25
- Violaciones de derechos humanos contra las mujeres 26
Como víctimas directas 26
Desplazamiento 26
Tortura: física, psicológica y sexual 27
Ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas 28
Pérdidas materiales 28
Atentados a la libertad personal 29
Asociaciones entre las distintas violaciones de derechos humanos 29
sufridas por las mujeres
- Las diferentes formas de la tortura 31
La tortura física 31
La tortura psicológica 31
- Asociaciones entre violaciones de derechos humanos con edad, 32
etnia, región y responsable
- Violencia sobre el entorno familiar de las mujeres 33
II. Asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, masacres 37
y desapariciones forzada
- Los motivos de los asesinatos y ejecuciones 37
La participación en movimientos políticos o sociales 38
La resistencia a las “vacunas” 40
La negativa al reclutamiento forzado 41
El señalamiento de colaboración con los grupos armados 42
La denuncia de los hechos 45
Civiles presentados como guerrilleros muertos en combate:
“falsos positivos” 46
El fuego cruzado 49
La ‘limpieza social’ 49
Los confundieron con otros 51
Los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales como causa del desplazamiento 51
10
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
- Modus operandi de ciertos asesinatos y ejecuciones extrajudiciales 52
Asesinatos como terror ejemplificante 52
Los escenarios de la muerte 59
Los medios utilizados en los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales 63
Los mecanismos de la crueldad 66
El destino de muchos cuerpos 68
- Asesinatos y ejecuciones extrajudiciales de mujeres 72
- Asesinatos y ejecuciones: niñas y niños como víctimas y testigos 74
- Desaparición Forzada 76
III. Las amenazas 82
- Los motivos de las amenazas 83
Por pertenecer a organizaciones de mujeres o de defensa 83
de derechos humanos
Por participar en movimientos sociales o militar en partidos políticos 85
Por estar vinculado o ser colaborador o simpatizante 88
de alguna las partes en el conflicto armado
Por contar con otra identidad sexual 90
Amenazas por ser testigo o denunciar 91
La extensión de las amenazas 91
IV. La tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes 97
- Algunas finalidades de la tortura 97
- El tormento previo al asesinato 100
- Las técnicas del terror 101
V. Desplazamiento forzado 106
- La muerte como primera causa del desplazamiento forzado 107
- Las amenazas otra causa recurrente del desplazamiento 110
- Las extorsiones y el reclutamiento generadores de desplazamiento forzado 113
- Atentados como causa de desplazamiento forzado 114
- La guerra en sí, como causa del desplazamiento 117
- El abandono de las propiedades 120
- Desplazamiento y políticas de reconstrucción 121
VI. Otras violaciones de derechos humanos e infracciones 122
al derecho internacional humanitario
- Heridas por minas y atentados 123
- Civiles en medio del fuego cruzado 126
- Obligaciones impuestas a los civiles 128
- Hostigamientos contra la participación y liderazgo 130
- Reclutamiento de niñas, niños y adolescentes 133
- “Vacunas” y extorsiones económicas 139
11
Índice
- Confinamiento en el territorio 141
- Retenes: el control de la movilización 143
- Privaciones de la libertad personal por parte de agentes del Estado 145
- Privaciones de la libertad personal por parte 147
de los grupos armados no estatales
- Ocupación y destrucción de bienes de la población civil 152
- Pillajes y robo a la población 154
VII. Los responsables de las violencias del conflicto armado 156
- Los datos sobre responsabilidad 157
- Las alianzas entre las fuerzas y grupos armados 158
- La identidad de las fuerzas y grupos armados 159
- Estructuras paramilitares identificadas por las mujeres declarantes 162
- Alias, apodos y nombres de paramilitares identificadas 163
por las mujeres declarantes
- Unidades de la guerrilla mencionadas por las mujeres declarantes 166
- Nombres de alias o apodos de guerrilleros identificados 167
por las mujeres declarantes
- Unidades militares señaladas por algunas mujeres 168
como responsables de los hechos
- Asumir la responsabilidad como ruptura con el pasado aún presente 168
Capítulo 2. La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres ....................................................... 171
Introducción 175
La perspectiva de las mujeres en el impacto en el tejido social 179
Sentidos y contrasentidos de las estrategias de guerra 180
Una guerra contra la población 183
El amedrentamiento colectivo 185
Constricción comunitaria: reorganización del tejido social 186
Destrucción comunitaria 190
Desplazamientos, despojos y desarraigos 192
Los impactos invisibles 194
Casos colectivos y experiencia de las mujeres 197
Antioquia Mujeres víctimas de la Operación Orión en Medellín 197
La vida en los barrios 197
La invasión de calles y vidas 199
El impacto del operativo en las mujeres 206
Enfrentando las consecuencias de la violencia 211
Reparación como reconocimiento hacia las mujeres 214
12
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Bogotá Mujeres madres y hermanas de Soacha. De “falsos positivos” 216
a ejecuciones extrajudiciales
El hallazgo del horror 216
Las mujeres cuentan los hechos 218
El proceso de búsqueda 223
Amenazas y desprotección 225
El duelo traumático en el sin sentido 227
Hacer del dolor un lazo colectivo 232
Verdad y justicia como reparación 234
Bolívar Mujeres resistentes del corregimiento de San José del Playón 237
Vivir en medio del conflicto 237
Los impactos nunca vistos 241
Afrontamiento y organización colectiva 248
Reconstruir las condiciones a través de la reparación 252
Cauca Mujeres víctimas de la masacre del Naya 256
La vida en el Naya antes 256
Incursión paramilitar, masacre y atrocidades 258
Impactos en las mujeres indígenas 264
Organización, crecimiento, identidad 269
Reparación colectiva y superación de la marginación 271
Chocó Mujeres desplazadas del Baudó 274
De la tranquilidad a la presencia armada y el desplazamiento 274
Memorias en disputa: el caso de Palacios 278
Mil impactos hacia la vida de las mujeres 280
Continuum de violencias 287
La construcción y apoyo de organizaciones 287
Reparación para superar el histórico olvido 290
Putumayo Mujeres resistentes del corregimiento de Puerto Colón (San Miguel) 292
Violencia sexual contra las mujeres 292
Impactos traumáticos repetidos 296
Pérdidas y destrucción comunitaria 299
Apoyo mutuo y espacios de palabra 301
La paz como parte de la reparación y del futuro 305
Risaralda Mujeres víctimas de la Operación Libertad en Quinchía 307
Contexto y antecedentes de los hechos 307
La detención masiva 308
Violencias específicas contra las mujeres 313
Impactos en las vidas de las mujeres 316
13
Índice
Impactos en la sexualidad y relaciones afectivas 319
La continuación del estigma 321
Cambios familiares y apoyo comunitario 322
Limpiar el nombre y asumir la responsabilidad 325
Santander Mujeres afrodescendientes en situación de desplazamiento 329
en Bucaramanga
La violencia que lleva al desplazamiento 329
Muchos orígenes de una misma historia 330
Impactos de la violencia, desplazamiento y discriminación 334
Fortalezas, identidad y organización de las mujeres 341
Restitución y oportunidades 345
Valle del Cauca Mujeres familiares de los diputados de la Asamblea 348
Departamental del Valle del Cauca, secuestrados y asesinados
Un día cuando esta pesadilla empieza 348
De la espera interminable al golpe final 350
Afrontando el dolor y la incomprensión 357
Verdad y reconocimiento 362
Capítulo 3. Las demandas de las mujeres. De la irreparabilidad a la reconstrucción ................ 365
Medidas de reparación y percepciones de las mujeres víctimas 374
Relación de las medidas de reparación con hechos de violencia, 376
impactos y afrontamiento
Lo irreparable en la experiencia de las mujeres 379
La reparación como un camino hacia la igualdad en la diferencia 387
La prevención de la violencia contra las mujeres como reparación 389
La verdad como una medida de reparación 394
La búsqueda de las personas desaparecidas 397
Peticiones de perdón y el reconocimiento de los hechos 400
por parte de los perpetradores
Una justicia que merezca ese nombre 404
La expresión simbólica como reconocimiento y memoria colectiva 409
La atención psicosocial: del alivio al fortalecimiento 412
El dinero es compensación, no pago 416
El acceso y la restitución de tierras 421
Retorno y territorio 424
Derechos sociales como reconocimiento y transformación 428
Del impacto en la salud a la salud como derecho 431
14
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La educación para otro futuro 433
Trabajo para las mujeres 435
La casa como espacio de reparación 438
¿Qué significa la reparación en la violencia sexual? 440
El Estado como garante de las medidas de reparación 444
Una vida libre de violencia 448
El derecho a vivir sin miedo 449
El desarme de las partes en el conflicto armado 452
La paz: proceso e inicio una nueva vida 454
Capítulo 4. Conclusiones. La perspectiva de las mujeres que participaron ....................................... 457
en el proceso de la Comisión de la Verdad
La verdad de las mujeres 461
Una mirada feminista 463
Por una construcción de paz 464
Las mujeres como víctimas y sobrevivientes 465
Los impactos del conflicto armado en las mujeres 466
El continuum de las violencias 469
La violencia sexual en el conflicto armado 470
La fuerza de las mujeres enfrentando la violencia 471
Los procesos organizativos de las mujeres 473
como forma de afrontamiento
El compromiso de reparar lo irreparable 474
La responsabilidad del Estado 477
La metodología y las voces de las mujeres 478
Recomendaciones .................................................................................................................................................................................................................................................................. 481
Anexos ............................................................................................................................................................................................................................................................................................................... 493
Anexo 1. Violaciones de los derechos humanos de las mujeres en Colombia. 495
Análisis estadístico
Anexo 2. Citas para el análisis cualitativo 529
Anexo 3. Listado de casos 533
Introducción
17
Introducción
Esta segunda parte del informe La Verdad de las Mujeres se centra primero en los hechos
vividos narrados por ellas individualmente, cuando llegaron para decirnos: esto pasó,
esto me pasó, créame. La segunda parte aborda el análisis de los casos 9 colectivos con
diferentes tipologías de la violencia vivida de forma colectiva por las mujeres en otras 9
regiones del país donde la Ruta Pacífica de las Mujeres tiene presencia. Posteriormente
se abordan las percepciones y demandas de las mujeres sobre la reparación, la prevención
de la violencia y la construcción de la paz. Por último se incluyen las conclusiones del
informe y las recomendaciones que surgen de este trabajo.
Esa última parte incluye una reflexión colectiva sobre las salidas políticas al conflicto
armado colombiano que deben basarse en el respeto a los derechos humanos. Desde la
perspectiva de las mujeres, los derechos de las humanas no son una mirada hacia un determinado
sector social como las mujeres, sino que ofrecen una mirada compartida sobre
los enfoques, prioridades y visiones de las mujeres en las políticas que tienen que ver con
la verdad y la reparación, con la justicia y la prevención para el país, y para sus hijos e
hijas que son las nuevas generaciones que ya están aquí.
Capítulo 1.
Los hechos de violencia
21
Los hechos de violencia
I. La violencia contada por las mujeres 25
- Introducción 25
- Violaciones de derechos humanos contra las mujeres 26
Como víctimas directas 26
Desplazamiento 26
Tortura: física, psicológica y sexual 27
Ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas 28
Pérdidas materiales 28
Atentados a la libertad personal 29
Asociaciones entre las distintas violaciones de derechos humanos 29
sufridas por las mujeres
- Las diferentes formas de la tortura 31
La tortura física 31
La tortura psicológica 31
- Asociaciones entre violaciones de derechos humanos con edad, 32
etnia, región y responsable
- Violencia sobre el entorno familiar de las mujeres 33
II. Asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, masacres 37
y desapariciones forzada
- Los motivos de los asesinatos y ejecuciones 37
La participación en movimientos políticos o sociales 38
La resistencia a las “vacunas” 40
La negativa al reclutamiento forzado 41
El señalamiento de colaboración con los grupos armados 42
La denuncia de los hechos 45
Civiles presentados como guerrilleros muertos en combate:
“falsos positivos” 46
El fuego cruzado 49
La ‘limpieza social’ 49
Los confundieron con otros 51
Los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales como causa del desplazamiento 51
- Modus operandi de ciertos asesinatos y ejecuciones extrajudiciales 52
Asesinatos como terror ejemplificante 52
Los escenarios de la muerte 59
Los medios utilizados en los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales 63
Los mecanismos de la crueldad 66
El destino de muchos cuerpos 68
- Asesinatos y ejecuciones extrajudiciales de mujeres 72
22
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
- Asesinatos y ejecuciones: niñas y niños como víctimas y testigos 74
- Desaparición Forzada 76
III. Las amenazas 82
- Los motivos de las amenazas 83
Por pertenecer a organizaciones de mujeres o de defensa 83
de derechos humanos
Por participar en movimientos sociales o militar en partidos políticos 85
Por estar vinculado o ser colaborador o simpatizante 88
de alguna las partes en el conflicto armado
Por contar con otra identidad sexual 90
Amenazas por ser testigo o denunciar 91
La extensión de las amenazas 91
IV. La tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes 97
- Algunas finalidades de la tortura 97
- El tormento previo al asesinato 100
- Las técnicas del terror 101
V. Desplazamiento forzado 106
- La muerte como primera causa del desplazamiento forzado 107
- Las amenazas otra causa recurrente del desplazamiento 110
- Las extorsiones y el reclutamiento generadores de desplazamiento forzado 113
- Atentados como causa de desplazamiento forzado 114
- La guerra en sí, como causa del desplazamiento 117
- El abandono de las propiedades 120
- Desplazamiento y políticas de reconstrucción 121
VI. Otras violaciones de derechos humanos e infracciones 122
al derecho internacional humanitario
- Heridas por minas y atentados 123
- Civiles en medio del fuego cruzado 126
- Obligaciones impuestas a los civiles 128
- Hostigamientos contra la participación y liderazgo 130
- Reclutamiento de niñas, niños y adolescentes 133
- “Vacunas” y extorsiones económicas 139
- Confinamiento en el territorio 141
- Retenes: el control de la movilización 143
- Privaciones de la libertad personal por parte de agentes del Estado 145
- Privaciones de la libertad personal por parte 147
de los grupos armados no estatales
- Ocupación y destrucción de bienes de la población civil 152
- Pillajes y robo a la población 154
23
Los hechos de violencia
VII. Los responsables de las violencias del conflicto armado 156
- Los datos sobre responsabilidad 157
- Las alianzas entre las fuerzas y grupos armados 158
- La identidad de las fuerzas y grupos armados 159
- Estructuras paramilitares identificadas por las mujeres declarantes 162
- Alias, apodos y nombres de paramilitares identificadas 163
por las mujeres declarantes
- Unidades de la guerrilla mencionadas por las mujeres declarantes 166
- Nombres de alias o apodos de guerrilleros identificados 167
por las mujeres declarantes
- Unidades militares señaladas por algunas mujeres 168
como responsables de los hechos
- Asumir la responsabilidad como ruptura con el pasado aún presente 168
25
Los hechos de violencia
I. La violencia contada por las mujeres
Es algo indescriptible, o sea se destruye algo y eso es muy difícil de volverlo a construir,
puede pasar el tiempo que pase pero tiene que tener o un acompañamiento o la
persona tiene que ser más fuerte que el dolor que le ha causado todo esto para volver
a recuperar una parte de la vida que era antes. Mocoa, Putumayo, 2006. P.933.
Introducción
Las violaciones de derechos humanos sufridas por las cerca de mil mujeres entrevistadas
individualmente para esta Comisión muestran el panorama de la violencia política en
Colombia, así como ayudan a describir el modus operandi de los perpetradores, es decir
la manera en cómo la violencia se ha llevado a cabo contra, y ha tratado de involucrar a,
la población civil. El deterioro del conflicto armado, la utilización de estrategias de guerra
indiscriminadas o el uso del tejido social como instrumento de control del territorio marcan
la vida de las mujeres, sus familias y comunidades en las últimas décadas.
Estas historias a veces parecen increíbles. Muertes en torturas, atrocidades, masacres.
Ataques selectivos, ejecuciones y desapariciones forzadas. Crueldades ante los ojos de
todos y todas. Infancias truncadas como objetos de desprecio, como vidas sin el valor
de la vida. La obligación de cooperar para poder mantenerse en su tierra porque el poder
de las armas impone quien controla y manda aquí. La expulsión masiva de la población
de ciertas zonas consideradas controladas en un territorio en el que la gente sobra o se
considera colaboradora.
Todas las estrategias de guerra pasan por el miedo. Las muertes, las desapariciones forzadas,
la tortura son una forma de generar terror. El terror paraliza, desorganiza, controla.
Es una forma de disciplinamiento social. Y solo no sirve. Por eso numerosas formas de
guerra incluyen también estrategias de legitimación. Criminalizar a las víctimas, justificar
las acciones, ocultarlas en la niebla de la distancia o el silencio, considerar la vida como
un simple accidente, como un obstáculo, como algo que se puede quitar de en medio si
perjudica los objetivos de la guerra.
Para las víctimas estos hechos siguen doliendo todavía porque están en su corazón. Estas
páginas son un recuento de algunas de esas historias de lo vivido por las mujeres. En
muchos casos comienzan hablando de la violencia contra los demás, sus familiares. Aunque
esas violencias les hacen también a ellas mismas víctimas y la mayoría describen las
violaciones cometidas directamente contra ellas.
Para una buena parte de la sociedad, estas cosas quedan lejos: la violencia se da en otros
territorios, por lo menos a la escala masiva de la que aquí se da cuenta. Duele escuchar
a las mujeres, como le dolió a las entrevistadoras, a las codificadoras, a quienes transcribieron
los testimonios o a quienes escribieron con estas historias en la mano. Pero este es
un dolor que debe ser escuchado para tomar conciencia de las heridas de esta guerra y del
camino que hay que recorrer para superarlas.
26
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Violaciones de derechos humanos contra las mujeres
Para comprender mejor las diferentes experiencias vividas por las mujeres entrevistadas,
se presenta primero el análisis cuantitativo de los hechos. ¿A qué tipos de violencias hicieron
referencia las mujeres? En este apartado no se incluyen los datos de la violencia
sexual que han sido ya analizados en el capítulo 4 del primer volumen de este informe.
Se analizaron tanto los testimonios que las mujeres víctimas dieron sobre sí mismas,
como las referencias que hicieron a otras víctimas en su medio familiar. Se ha considerado
así el análisis de los hechos, teniendo en cuenta las mujeres como víctimas directas y
los hechos sufridos por otras víctimas cercanas de los que ellas dieron cuenta.
Respecto a los hechos sufridos directamente por las mujeres entrevistadas se incluyen
las frecuencias de las diferentes violaciones sufridas y cómo estas se agrupan entre sí,
dado que la mayor parte de ellas han vivido varias de ellas al mismo tiempo y en algunas
ocasiones de forma sucesiva. Además se incluye un análisis de las asociaciones entre
violaciones de derechos humanos con edad, etnia, región y responsable.
Sobre las víctimas del entorno familiar referidas por las mujeres que dieron su testimonio,
se incluyen las frecuencias de violaciones sufridas por dichas víctimas, las diferencias
significativas entre los hechos sufridos por las mujeres y los hombres a las que ellas hicieron
referencia, así como las diferencias en la frecuencia del tipo de hechos y su relación
con distintas regiones del país.
Como víctimas directas
Tomando el sumatorio de todas las posibles violaciones, cada mujer sufrió una media
de 4.13 violaciones. De forma estadísticamente significativa las que tuvieron familiares
desaparecidos (M= 5.31), asesinados (M=4.66) o sufrieron desplazamiento (M=4.49) 1
sufrieron más violaciones de derechos humanos. Cabe destacar, que aun cuando la media
de violaciones se sitúa entre 4 y 5 violencias, más de un 25% de las mujeres sufrieron más
de 6 tipos distintos de violencia.
Desplazamiento
La mayor parte de las mujeres víctimas entrevistadas habían sufrido desplazamiento forzado.
En casi ninguno de los casos las mujeres fueron entrevistadas o habían sufrido la
violencia en el mismo lugar en que vivían. Entre las violaciones que las mujeres refirieron
haber vivido en primera persona predomina el desplazamiento, que se dio en tres de cada
cuatro casos (76.2%; n = 711). El desplazamiento se asocia a otras violencias descritas
a continuación, las mujeres no son solo víctimas de desplazamiento forzado. La mayor
1 La diferencia de medias se muestra significativa en relación a la desaparición (t= – 7.16; p= .000), las ejecuciones
arbitrarias (t= – 7.33; p= .000) y el desplazamiento forzado (t= – 7.44; p= .000).
27
Los hechos de violencia
cantidad de los casos corresponden a desplazamientos familiares (61.7%), seguidos de
desplazamientos colectivos (8.7%) y desplazamientos individuales (5.8%). La mayor parte
de los desplazamientos reportados se producen entre zonas urbanas y entre distintas
zonas rurales.
El desplazamiento familiar se asocia de forma significativa con el lugar de residencia
de las mujeres2, siendo los desplazamientos familiares más frecuentes en testimonios de
mujeres de Bogotá, Bolívar, Risaralda y Santander, entre las 9 regiones analizadas. En
cambio el desplazamiento colectivo se asocia con la etnia3 específicamente con la identificación
como indígenas y afrodescendientes, mostrando que el componente de ataque
colectivo que genera desplazamiento forzado está asociado a la pertenencia étnica y al
territorio que se quiere ocupar.
Tortura: física, psicológica y sexual
Ocho de cada diez mujeres entrevistadas (82.6%) reporta haber sido víctima de alguna
forma de tortura, tratos cueles, inhumanos o degradantes. Más de la mitad de las mujeres
sufrieron diferentes formas de tortura y maltrato psicológico (54.4%; n=509), tales como
amenazas de muerte o ser obligadas a presenciar torturas de otras personas. La mitad de
las mujeres entrevistadas sufrieron amenazas (49.46%; n=462) y una de cada tres hostigamientos
como seguimientos y vigilancia (32.33%; n=302).
Además, más de una de cada siete mujeres reportó haber sufrido torturas físicas (15%; n
=140) y más de una de cada ocho sufrió tortura o violencia sexual (13.2%; n=123). Los
reportes de haber sufrido tortura física por las mujeres se asociaron a la región y a la edad,
es decir se dieron más en algunas regiones y edades de las víctimas en términos comparativos.
Fueron más frecuentes en los testimonios de mujeres de entre 30-49 años, es decir
que probablemente en la mayor parte de los casos sufrieron esa tortura en la etapa de
adultas jóvenes, y sobre todo en las regiones de Antioquía, Bolívar, Chocó y Santander4
entre los testimonios de las regiones analizadas.
Los reportes de tortura psicológica y sexual se asociaron con la etnia y a la región5,
es decir, como en el caso anterior, en términos comparativos son más frecuentes en
los testimonios de unas regiones que en otras, y también en según el origen étnico. La
tortura psicológica es reportada por mujeres mestizas, afrodescendientes e indígenas
2 Las medidas estadísticas de esta asociación son las siguientes. El desplazamiento familiar se asocia de
forma significativa con el lugar de residencia de las mujeres (X2 (8) = 89.44; p = .000; ϕ = .31).
3 En cambio el desplazamiento colectivo se asocia con la etnia (X2 (3) = 19.17; p = .000; ϕ = .14).
4 Los reportes de tortura física se asociaron tanto la región (X2 (8) = 43.83; p = .000; ϕ = .23) como a la edad
(X2 (4) = 12.59; p = .014; ϕ = .12) de las mujeres entrevistadas.
5 Los reportes de tortura psicológica y sexual se asociaron con la etnia (X2 (3) = 16.74; p = .001; ϕ = .13 y X2
(3) = 10.83; p = .013; ϕ = .11, respectivamente) y la región de las mujeres (X2 (8) = 35.19; p = .000; ϕ = .19
y X2 (8) = 33.49; p = .000; ϕ = .19, respectivamente).
28
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
y, principalmente, en los testimonios de las regionales de Bogotá6, Chocó, Santander
y Valle. Por su parte, la tortura sexual, que ya fue analizada en el capítulo correspondiente
en la primera parte de este Informe, se asocia, o se da con mayor frecuencia, a
los testimonios de mujeres afrodescendientes y mestizas, así como de las regiones de
Antioquía, Bogotá, Chocó y Valle.
Ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas
Los atentados contra el derecho a la vida, incluyendo heridos (29.9%; n= 278), ejecuciones
extrajudiciales (54.1%, n = 506) y desapariciones forzadas (18.7%, n = 174) corresponden
a tres de cada cuatro testimonios. Dichos reportes dan cuenta de la severidad y
masividad de las violaciones de derechos humanos y de las pérdidas humanas asociadas a
la violencia. Todo ese impacto ha sido vivido especialmente por las mujeres.
El reporte de personas ejecutadas se asocia con la etnia, la región y la edad de las mujeres7,
es decir fueron más frecuentemente señaladas por mujeres indígenas y afrodescendientes;
en las regiones de Antioquía, Chocó y Putumayo, comparativamente más
que en las otras aunque que también sufrieron esos hechos; y de los grupos de edad
correspondientes a 50-59 y mayores de 60 años, es decir en mujeres algo más mayores
que en el caso de la tortura y que perdieron en la mayoría de los casos sus esposos, hijos
o hijas sobre todo.
Pérdidas materiales
Por otra parte, la violencia contra las mujeres también conllevó enormes pérdidas materiales.
Muchas de esas pérdidas fueron sus propias casas o las pertenencias, recuerdos que
tenían, pero también sus tierras que incluyen no solo lo material sino la relación con la
naturaleza o de sus medios de vida. Las pérdidas materiales se relataron en cuatro de cada
diez casos (42%), ya sea como resultado de la destrucción directa de sus bienes (19.7%;
n=184), debido a la destrucción provocada durante los allanamientos (11.9%; n=111) o
mediante la requisa (10.5%; n=98) de los mismos.
Esta destrucción se asocia con la edad, la etnia y la región8. De este modo, estos atentados
que conllevaron pérdida de bienes materiales fueron más frecuentemente reportados
por mujeres de entre 30-59 años, y que se autoidentificaron como mestiza, indígena
y afrodescendiente, así como de las regiones de Bogotá, Chocó, Putumayo, Santander
y Valle.
6 Hay que tener en cuenta que los testimonios tomados en Bogotá corresponden a mujeres desplazadas en la
ciudad que sufrieron violaciones de derechos humanos en otras regiones del país.
7 El reporte de ejecutados se asocia con la etnia (X2 (8) = 7.87; p = .049; ϕ = .09), la región (X2 (8) = 100.39; p
= .000; ϕ = .33) y la edad de las mujeres (X2 (4) = 32.39; p = .000; ϕ = .19).
8 Esta destrucción de bienes materiales se asocia con la edad (X2 (4) = 23.35; p = .000; ϕ = .16), la etnia
(X2 (3) = 26.50; p = .000; ϕ = .17) y la región (X2 (8) = 31.61; p = .000; ϕ = .18).
29
Los hechos de violencia
Atentados a la libertad personal
De forma menos frecuente se describieron distintas violaciones a la libertad personal en
una de cada ocho víctimas (12.74%), tales como haber sido detenidas de forma arbitraria
(5.46%; n=51), confinamiento (3.64%; n=34), haber sido tomadas como rehenes (1.93%;
n=18) o víctimas de reclutamiento forzado (1.61%; n=15). Estas formas de violación de
la libertad personas se asociaron con la región dado que se da más fuertemente a las regiones
de Chocó y Santander entre las regiones analizadas, y la etnia9 asociándose a mujeres
identificadas como afrodescendientes y mestizas.
Asociaciones entre las distintas violaciones de derechos humanos
sufridas por las mujeres
Con el conjunto de violaciones descritas se realizó un análisis factorial que agrupó las
diferentes violaciones de derechos humanos contra las mujeres en 5 grupos o factores10.
Dichos factores muestran cómo se agruparon las distintas violaciones entre sí, señalando
los patrones de violencia contra las mujeres y la frecuencia de los mismos.
Violaciones de derechos humanos contra las mujeres
Hostigamiento
y destrucción
Tortura física,
psicológica
y sexual
Violaciones
a la libertad
personal
Desplazamiento
forzado
Violaciones
al derecho
a la vida
- Requisas
- Allanamientos
- Amenazas
- Seguimientos
y vigilancia.
- Destrucción
de bienes
- Tortura
psicológica
- Tortura física
- Tortura
sexual
- Detenciones
arbitrarias
- Reclutamiento
forzado
- Toma de
rehenes
- Confinamiento
- Desplazamiento
individual,
familiar y
colectivo
- Rural Urbano
- Ejecuciones
extrajudiciales
- Desapariciones
forzadas
- Atentados
y heridas
64% 59,3% 10% 73,77% 72,6%
El primer factor se refiere al hostigamiento y destrucción, e incluye las requisas, los allanamientos
y atropellos físicos, las amenazas, seguimientos y vigilancia, así como la destrucción
de bienes y fue mencionado por un 64.1% (n=599) de las mujeres. Este factor
9 Estas formas de violación de la libertad personas se asociaron con la región (X2 (8) = 57.78; p = .000; ϕ = .25)
y la etnia (X2 (3) = 31.88; p = .000; ϕ = .18) de las mujeres.
10 Análisis factorial con rotación VARIMAX. En términos estadísticos, los 5 factores explicaron el 52.34%
de la varianza. El primero 19.83% de la varianza explicada, el segundo factor 10.02%, el tercero 8.46%,
el cuarto factor 7.12%, y el quinto explicaba el 6.90% de la varianza. Ver los datos estadísticos en Anexo.
Tabla 1.
30
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
se asocia de forma estadística significativa con la etnia, edad y región11. Es decir, fue
reportada más en las mujeres identificadas como indígena, mestiza y afrodescendiente
respecto a quienes se definen como “otras identidades”. Del mismo modo, las personas
más afectadas por estas formas de violencia fueron las mujeres que actualmente tienen
entre 30 y 59 años. Las regiones donde es más reportada dicha violencia fueron Bogotá y
Chocó. El grupo que más se asocia a dicha violencia es el de paramilitares12.
El segundo factor de tortura física, psicológica y sexual, aglutinaba las tres formas de
tortura descritas, y fue mencionado en conjunto por el 59.3% (n=554) de la población
entrevistada. Este factor se asocia significativamente con la etnia, la edad y la región13.
Lo anterior implica que fue reportada más en los grupos identificados como indígena,
mestizo y afrodescendiente que en los que se definen como “otras identidades”. Del mismo
modo, las personas más afectadas por estas formas de violencia fueron las mujeres
que actualmente tienen entre 30 y 59 años. Las regiones donde es más reportada dicha
violencia fueron Bogotá, Chocó, Santander y Valle.
El tercer factor, agrupa las diversas formas de violaciones a la libertad personal incluyendo
las detenciones arbitrarias, el reclutamiento forzado, la toma de rehenes o el confinamiento
y fue referido por el 10.1% de las mujeres (n=94). No se encontraron asociaciones
estadísticamente significativas entre etnia o región en este caso.
El cuarto factor de desplazamiento forzado hace referencia a algún tipo de desplazamiento,
individual, familiar o comunitario, y en diversas direcciones: rural-rural; rural-urbano;
urbano-rural o urbano-urbano. Fue señalado por el 73.77% (n=689) de las mujeres. Este
factor se asocia significativamente con la región y la edad14. Las personas más afectadas
por estas formas de violencia fueron las mujeres que actualmente tienen entre 30 y 49
años. Las regiones donde es más reportada dicha violencia fueron Bogotá, Bolívar y Risaralda
en términos comparativos con los testimonios de otras regiones. El único grupo que
se asocia de forma estadísticamente significativa a dicha violencia es el de paramilitares15.
Respecto de otros responsables, este factor se asocia tendencialmente con las responsabilidades
de los agentes del Estado (p = .06) y guerrilla (p = .08).
Finalmente, el quinto factor de las violaciones al derecho a la vida, incluyendo ejecuciones,
desapariciones forzadas y heridos en atentados fue referido por el 72,6% (n=676) de
las mujeres entrevistadas. Sólo los reportes de violaciones del derecho a la vida se asocian
significativamente con los tres grupos sindicados como responsables, es decir, tanto a la
11 Este factor se asocia significativamente con la etnia (X2 (3) = 26.5; p = .000; ϕ = .17), edad (X2 (4) = 23.34; p
= .000; ϕ = .18) y región (X2 (8) = 31.61; p = .000; ϕ = .16)
12 (X2 (2) = 3.75; p = .053; ϕ = .06).
13 Este factor se asocia significativamente con la etnia (X2 (3) = 20.33; p = .000; ϕ = .15), edad (X2 (4) = 23.29;
p = .010; ϕ = .12) y región (X2 (8) = 37.02; p = .000; ϕ = .20).
14 Este factor se asocia significativamente con la región (X2 (8) = 86.85; p = .000; ϕ = .31) y la edad (X2 (4) =
16.31; p = .003; ϕ = .13).
15 (X2 (2) = 3.75; p = .053; ϕ = .06).
31
Los hechos de violencia
guerrilla, como a agentes del Estado o grupos paramilitares16. La fuerza de la asociación
es mayor con los grupos paramilitares.
Las diferentes formas de la tortura
La tortura física
Tal como se ha señalado, una de cada siete mujeres que dieron su testimonio (15%)
refirió haber sufrido alguna forma de tortura física. Estas víctimas sufrieron varias
formas de tormento, con un mínimo de 1 y un máximo de 6, con una media entre una
y dos (M= 1.7). Del total de mujeres que sufrieron torturas físicas, los métodos empleados
fueron en su mayoría los golpes sin empleo de instrumentos (39.29%; n=55)
o golpes con instrumentos (36.53%; n=51), los castigos físicos (23.57%; n=33), en
uno de cada cinco casos conl escarnio público (20.71%; n=29) o el trabajo forzado
(16.43%; n=23).
Fueron referidos en menor medida el vendaje de ojos y utilización de capuchas (7.86%;
n=11), las quemaduras o cortes (7.86%; n=11), los colgamientos y las posiciones extremas
(5%; n=7). De forma menos frecuente se describieron la asfixia por inmersión en
el agua (2.86%; n=4), asfixia con bolsas (2.86%; n=4) u otras formas de asfixia (1.43%;
n=2) así como la utilización de animales (.71%; n=1).
Respecto a la asociación entre tortura física con los grupos sindicados como perpetradores
de la misma, en los testimonios analizados ésta se asocia tanto a los agentes del Estado
como a los grupos paramilitares17.
La tortura psicológica
En relación la tortura psicológica, más de la mitad de las mujeres entrevistadas (54.4%;
n=509) señalaron haber sufrido diferentes formas de malos tratos y torturas, con una media
de 2.72 de formas distintas, variando entre una y un máximo de 13 formas distintas.
Entre los métodos en mayor medida descritos destacan las amenaza de muerte a familiares
(69.74%; n=355). Las amenazas contra sus familiares, especialmente contra sus hijos
son una forma específica de tortura contra las mujeres que viven así situaciones de enorme
presión, chantaje y sufrimiento. Además se refirieron calumnias sobre los familiares
asociadas a las amenazas (19.84%; n=101).
Además los insultos graves (47.35%; n=241) y los seguimientos (44.99%; n=229) forman
parte del hostigamiento y tortura psicológica que se manifiesta durante largo tiempo en
numerosos casos.
16 A la guerrilla (X2 (2) = 79.18; p = .000; ϕ = .29), a agentes del Estado (X2 (2) = 41.24; p = .000; ϕ = .21) y
grupos paramilitares (X2 (2) = 172.5; p = .000; ϕ = .43).
17 Asociación con agentes del Estado (X2 (1) = 3.72; p = .052; ϕ = .06) y con grupos paramilitares (X2 (1) = 6.79;
p = .009; ϕ = .09).
32
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Una de cada cinco mujeres que sufrieron torturas psicológicas fue obligada a presenciar
la tortura a terceras personas (18.47%), especialmente en acciones de terror
ejemplificante, incluyendo formas de tortura públicas. Esta frecuencia muestra cómo
la tortura tiene en el caso de Colombia frecuentemente una dimensión y una intencionalidad
colectiva.
Por otra parte, en mujeres que sufrieron especialmente violaciones a la libertad personal,
se señala la incomunicación (14.54%; n=74), la privación de sueño (13.95%; n=71) o la
insuficiente o total privación de alimentos (11.79%; n=60).
Una décima parte de las mujeres que sufrieron torturas psicológicas relataron falta de
atención médica (9.04%; n=46), aislamiento individual extremo (7.27%; n=37), hacinamiento
(7.07%; n=36), interceptaciones telefónicas (6.20%; n=32), condiciones insalubres
y/o privación de la higiene (4.91%; n=25) y ser obligada a escuchar música estridente
(1.38%; n=7).
No se encontró alguna asociación significativa entre tortura psicológica y alguno de los
grupos sindicado como responsable.
Asociaciones entre violaciones de derechos humanos con edad,
etnia, región y responsable
Las asociaciones estadísticamente significativas entre violaciones de derechos humanos,
edad de las mujeres víctimas en la actualidad, las diferentes regiones analizadas y la responsabilidad
en los hechos denunciados de los diferentes grupos armados ilegales o miembros
del ejército o policía, se sintetizan en el siguiente cuadro. La existencia de una asociación
estadísticamente significativa muestra la mayor frecuencia de esa acción, responsable, región
o edad, pero no quiere decir que no se den también en otros casos. Se señalan en el
cuadro siguiente tanto las asociaciones de factoriales, es decir de las agrupaciones de violaciones
señaladas anteriormente, como de algunas de las violaciones específicas.
Las diferentes violaciones afectaron de forma mayor a las mujeres autoidentificadas
como indígenas, mestizas o afrodescencientes, respecto a “otras identidades”. Pero el
desplazamiento en mujeres mestizas es más familiar mientras que en afrodescendientes e
indígenas tuvo un carácter más colectivo.
En cuanto a la edad de las mujeres más afectadas, el desplazamiento afectó algo más a
los grupos de mujeres adultas más jóvenes (30-49 años), mientras los hostigamientos y
torturas afectaron a mujeres de edad media (30-59 años), y los atentados al derecho a la
vida a mujeres más mayores (49-59 y 60 años en adelante).
En la regional Bogotá se concentran mujeres desplazadas de diferentes lugares del país
donde ocurrieron las violaciones, asociándose además al hostigamiento y persecución,
33
Los hechos de violencia
y haber sido objeto de torturas y malos tratos, igualmente que en Chocó donde además
son más frecuentes los relatos de atentados al derecho a la vida, junto con las regionales
de Antioquia y Putumayo. Mientras en las regionales de Santander y Valle fueron más
frecuentes los testimonios que refirieron tortura física, psicológica o sexual. En Bolívar y
Risaralda, los relatos de las víctimas hicieron mayor referencia a desplazamiento forzado,
junto con Bogotá como ya se señaló. Este conjunto de asociaciones de violaciones en
diferentes regiones muestra las mayores frecuencias en ciertas regiones que en otras, aunque
en todas ellas se dieron todas las violaciones señaladas, como en la regional Cauca
donde no se dan asociaciones específicas.
Por último, respecto los responsables, la actuación de grupos paramilitares se asoció especialmente
a las acciones de hostigamiento y persecución, así como al desplazamiento
forzado por la población. La tortura física se asoció a la actuación de agentes del Estado
y grupos paramilitares especialmente. Y las violaciones del derecho a la vida se asociaron
a la actuación de grupos paramilitares, agentes del Estado y guerrilla.18
Asociaciones entre violaciones de derechos humanos con edad,
etnia, región y responsable18
Hostigamiento
y destrucción
Tortura física,
psicológica y sexual
Desplazamiento
forzado
Violaciones al
derecho a la vida
- Indígena,
mestiza y
afrodescendiente
- Mujeres entre 30
y 59 años
- Bogotá y Chocó
- Mayor asociación
a paramilitares
- Indígena, mestiza
y afrodescendiente
- Mujeres entre 30
y 59 años
- Bogotá, Chocó,
Santander y Valle
- Tortura física más
asociada a agentes
del Estado y
paramilitares.
- Familiar:
mestizas
- Colectivo: afro
e indígenas
- Mujeres entre 30
y 49 años
- Bogotá, Bolívar
y Risaralda
- Mayor asociación
a paramilitares
- No hay
diferencias
étnicas o región
- Mujeres de 49
años en adelante
- Antioquía, Chocó
y Putumayo
- Paramilitares,
guerrilla y
agentes del
Estado
Violencia sobre el entorno familiar de las mujeres
Además de las violaciones vividas de forma directa por las mujeres entrevistadas, se recogió
información indirecta de las violaciones sufridas por otras 1.422 personas de las que dieron
cuenta las mujeres entrevistadas Entonces, la mayor parte de las veces las mujeres entre-
18 Se ha suprimido el factorial que asociaba las violaciones al derecho a la libertad, porque no se encontraron
diferencias de edad, región o etnia, ni se asociaban específicamente a algún actor armado. Se recogen en el
cuadro las asociaciones más significativas.
34
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
vistadas hicieron referencia a más de una víctima en su testimonio (M = 1.55 y DT = 1.59),
como media hicieron referencia a entre una y dos personas, además de ella misma. Algunas
mujeres llegaron a declarar violaciones de derechos humanos ocurridas hasta a nueve personas
de su entorno.
La mayor parte de las violaciones descritas en tercera persona corresponden a la región
de Antioquia (20.5%; n=292), Bogotá (14.5%; n=206), Putumayo (12.3%; n=175) y Santander
(11.8%; n=168). Son menos las declaraciones de violencia indirecta descrita en
las regiones de Cauca (9.6%; n=136), el Valle (8.9%; n=127), Risaralda (8.7%; n=124),
Chocó (7.3%; n=104) o Bolívar (6.3%; n=90).
Ocho de cada diez mujeres (78%) señalaron estas otras víctimas en calidad de familiares
(54.7%; n=511), conocidos (5.35%; n=50), amistades (5.21%; n=38) o vecinos (2.06%;
n=15). Entre los vínculos de tipo familiar con el resto las víctimas referidas por ellas, más
de ocho de cada diez mujeres se refieren a personas del núcleo familiar (84%), siendo el
resto otros familiares directos. Más de una de cada cuatro son madres o padres (27.98%;
n=204), o se refieren a su pareja (27.43%; n=200), mientras en medida algo menor son
hermanos/as (18.79%; n=137) e hijos/as (9.6%; n=70). Otros familiares se dan en menor
medida, como tíos/as (5.49%; n=40), primos/as (3.70%; n=27), sobrinos/as (3.16%;
n=23) y de forma minoritaria abuelos/as (1.23%; n=9) o nietos/as (0.55%; n=4).
Estos datos muestran que las mujeres no han sido víctimas solas, sino que con ellas, otras
personas de su entorno han sido agredidas. El impacto referido por las mujeres se extiende
especialmente en su medio familiar más cercano.
Si bien en apartados anteriores referimos que el 54.1% (n = 506) de las mujeres declararon
haber perdido a familiares en ejecuciones extrajudiciales y ello constituye una violación
directa sobre sus propias vidas, en la referencia a otras personas del entorno social cercano,
las mujeres fueron capaces de señalar al menos 731 personas más que también fueron
ejecutadas, que constituyen el 51.41% de las 1422 personas sobre las que ofrecieron información
de las violaciones sufridas. Igualmente, refirieron múltiples amenazas sobre el
entorno social (55.34%; n= 787), así como seguimientos y vigilancia (36.78%; n=523) y
casi un tercio de esta población soportó tortura psicológica (27.75%; n=392) y algún tipo de
desplazamiento (26.23%; n=373), ya fuese individual, familiar o comunitario.
Aproximadamente una quinta parte de esta población a la que las mujeres entrevistadas hicieron
referencia, padeció la destrucción de sus bienes (19.62%; n=279) y atropellos físicos
(18.42%; n=279). Igualmente, las mujeres relataron que el 15.89% (n=226) de personas de
su entorno habrían sido víctimas de tortura física, allanamientos (15.33%; n=218) y requisas
(13.01%; n=185). En menor medida, las mujeres describieron violaciones en su entorno
como atentados contra el derecho a la vida con resultado de heridas (10.34%; n=147), detenciones
arbitrarias (4.64%; n=66), haber sido asesinadas en masacres colectivas (4.57%;
n=65), haber sufrido tortura sexual (3.73%; n=53); reclutamiento forzado (3.59%; n=51),
haber sido víctimas de alguna toma de rehenes (1.76%; n=25) o confinamiento (.80%; n=10).
35
Los hechos de violencia
Si tenemos en cuenta el sexo de las personas a las que hicieron mención, los análisis
muestran que existen diferencias entre esas víctimas referidas según fueran hombres o
mujeres en algunos tipos de violencias. Especialmente en relación al desplazamiento, las
ejecuciones individuales, la desaparición forzada, las detenciones arbitrarias o la tortura
sexual. Tanto las cifras de desplazadas (40.89% vs. 22.46%) como de víctimas de tortura
sexual (13.40% vs. 1.24%) son mayores entre las mujeres en comparación con los hombres;
mientras las ejecuciones individuales (57.47% vs. 27.84%), la desaparición forzada
(15.65% vs. 7.22%) y las detenciones arbitrarias (5.48% vs. 1.37%) son más frecuentes
entre los hombres19.
En relación al lugar de origen de estas personas, existen diferencias significativas en una
buena parte de las violaciones referidas20. El desplazamiento fue significativamente mayor
entre la población de Bogotá, Santander y Chocó, sobre todo en comparación con las
referidas en la región del Cauca en estas referencias a otras víctimas en los testimonios.
Las referencias a ejecuciones extrajudiciales de otras personas cercanas sobre todo se
produjeron en Chocó, Bolívar y Putumayo principalmente, si se comparan con las referencias
en los testimonios de las mujeres víctimas recogidos en Bogotá. Es decir, estos
datos muestran probablemente que las mujeres desplazadas en Bogotá huyeron de la
violencia mientras que la mayor parte de las que se quedaron en esas regiones siguieron
expuestas a la misma con nuevas pérdidas. Las masacres colectivas a las que hicieron
referencia las mujeres señalando otras víctimas ocurrieron principalmente en Putumayo y
Chocó, al igual que las desapariciones forzadas, que se dieron más en ambas regiones, así
como en Santander, en Cauca y Bolívar, siendo la región del Valle la que menos denuncias
presenta. En cuanto a los atentados al derecho a la vida, la mayor parte de las denuncias se
registran en Chocó, al igual que las detenciones arbitrarias, los atropellos físicos, las requisas,
la destrucción de bienes y los allanamientos.
Los seguimientos y la vigilancia fueron significativamente más referidas por las víctimas
de Antioquia, Bogotá y la región del Valle, sobre todo en comparación con lo declarado
por la población de Bolívar. Lugares todos ellos donde el componente urbano y los seguimientos
hayan sido mayores. En cuanto a la tortura de tipo físico, la mayor parte de
las denuncias corresponden a la población del Cauca, siendo significativamente menores
las registradas en Antioquia. En cuanto a la tortura, casi la mitad de las víctimas indirectas
de Bogotá habrían sufrido tortura psicológica y más de un tercio en las regiones de
19 Los reportes de desplazamiento y de tortura sexual fue mayor entre las mujeres (X2 (1) = 40.65; p = .000; ϕ =
.16 y X2 (1) = 95.44; p = .000; ϕ = .26, respectivamente). Los reportes de ejecuciones individuales, desaparición
forzada y detenciones arbitrarias fueron mayores entre los hombres (X2 (1) = 81.37; p = .000; ϕ = – .23
; X2 (1) = 13.73; p = .000; ϕ = – .09 y ; X2 (1) = 8.82; p = .003; ϕ = – .08 respectivamente).
20 El análisis de ANOVA muestra diferencias significativas entre las distintas regiones en relación a las ejecuciones
extrajudiciales (F(8)=12.95; p= .000), las masacres colectivas (F(8)=3.99; p= .000), la desaparición
forzada (F(8)=2.70; p= .000), los atentados contra el derecho a la vida (F(8)=8.48; p= .000), las detenciones
arbitrarias (F(8)=11.47; p= .000), los atropellos físicos (F(8)=17.37; p= .000), los allanamientos (F(8)=7.47; p=
.000), los seguimientos y la vigilancia (F(8)=11.17; p= .000), las amenazas (F(8)=5.30; p= .000), las requisas
(F(8)=12.88; p= .000), la destrucción de bienes (F(8)=16.07; p= .000), la tortura física (F(8)=6.35; p= .000) y
psicológica (F(8)=10.95; p= .000) y el desplazamiento(F(8)=17.32; p= .000).
36
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Risaralda, el Valle, Cauca y Chocó, sobre todo en comparación con las registradas en la
región de Bolívar.
Todos estos datos muestran las diferentes referencias y hechos que afectaron a los familiares
de las mujeres víctimas. Las diferencias tienen que ver con distintos patrones de
la violencia, más selectiva o indiscriminada, el componente rural y urbano en los testimonios
recogidos, así como distintas estrategias de guerra y control social en diferentes
regiones del país o los lugares de mayor agudización del conflicto armado en estos años.
Las violencias del conflicto armado
Las más de mil mujeres entrevistadas por la Ruta Pacífica, hablan de las violencias
que sufrieron en carne propia como producto del conflicto armado, o que afectaron a
sus familiares y amigos, o a otras personas cercanas. Este capítulo presenta algunos
de esos hechos a partir de las propias palabras de las mujeres. La selección de los
extractos de los testimonios pretende incluir relatos ilustrativos y claros sobre lo que
dijeron ellas. No es fácil estructurar una cantidad tan grande de información sobre denuncias
de violaciones de derechos humanos e infracciones al derecho internacional
humanitario. Muchas mujeres relataron sus vivencias señalando diferentes hechos
y responsables. En muchas ocasiones no conocieron la identidad del grupo agresor
o no lo relataron en los testimonios debido al miedo a señalar a los culpables por la
situación de violencia y miedo en la que aún viven.
La selección de los testimonios bajo diferentes epígrafes obedeció a un trabajo inductivo
que surgió a partir de la lectura de las declaraciones de las mujeres. Se han
tratado de seleccionar los relatos que muestran la tendencia central de los hechos,
es decir lo más representativo cualitativamente, aunque muchas narraciones refieren
hechos extremos que se han configurado como un patrón de actuación general en la
guerra. No se incluyen todos los hechos denunciados y no todo lo dicho por estas mil
mujeres comprende la totalidad de las violencias perpetradas por las partes en el conflicto.
Sin embargo, estos relatos de los hechos vividos por las mujeres hacen parte de
la historia de ellas y sus comunidades, y por ende de una buena parte de Colombia.
Se recogen las narraciones sobre las violencias que afectan el derecho a la vida, como son
los asesinatos, las ejecuciones extrajudiciales, las masacres y las desapariciones forzadas.
En un segundo apartado, los testimonios de amenazas de muerte, que forman parte
del modo de acción en general de diferentes actores armados. Se presentan los ataques
contra la integridad personal, los testimonios de tortura, y otros tratos o penas crueles, inhumanas
o degradantes. Se incluye el desplazamiento forzado, tanto individual, familiar
y colectivo, como violación de derechos humanos. Las consecuencias de este desplazamiento
que genera a su vez nuevas violaciones, han sido analizadas en el tomo I de este informe.
Por último, el quinto apartado incorpora otras violaciones de derechos humanos e
infracciones al derecho internacional humanitario asociadas al conflicto armado interno
y dirigidas contra la población civil, que fueron señaladas en sus relatos por las mujeres.
37
Los hechos de violencia
II. Asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, masacres
y desapariciones forzadas
Estos señores de cada asesinato, de cada muerte, de cada tortura, hacían una
fiesta. Cuando decían vamos a matar a alguien así lo hacían. Yo en muchas ocasiones
tuve que oír todo esto. Por ejemplo nombraron a Griselda y así lo hicieron,
la mataron. Nombraron de esa manera a muchas personas más, las mandaban a
traer y las mataban. Me ha tocado vivir muchas cosas que casi ni las recuerdo
ya. Por este estilo vi correr mucha sangre. Puerto Colón, San Miguel, Putumayo,
2001, P. 545.
Los testimonios de las mujeres señalan que uno de los derechos más violados en el conflicto
armado es la vida. Asesinatos perpetrados por miembros de grupos armados no
estatales, ejecuciones extrajudiciales por parte de agentes del Estado y masacres son denuncias
muy frecuentes en los relatos de las mujeres.
A continuación se analizan tanto las explicaciones sobre el porqué se presentó el asesinato,
la ejecución o la masacre que denuncian, los patrones de conducta de quienes
perpetraron los hechos, incluyendo algunos hechos relacionados con los asesinatos y las
ejecuciones de las mujeres y niños, respectivamente. También se incluyen las descripciones
de los casos de desaparición forzada, es decir de personas que aunque privadas de su
libertad y de las cuales se desconoce su paradero o destino final todavía en la actualidad,
sustrayéndolas del amparo de la ley.
A modo de aclaración, a pesar que el código penal colombiano denomina el hecho de
matar a otro como homicidio, en este capítulo se van a privilegiar otras calificaciones
acordes con el derecho internacional de los derechos humanos: se utilizará la expresión
ejecuciones extrajudiciales para hacer referencia a las negaciones al derecho a la vida
realizadas por agentes del Estado o por particulares con su apoyo o aquiescencia, de
acuerdo a los estándares internacionales de derechos humanos; el término, asesinato
se reserva sobre todo para los homicidios perpetrados por los miembros de los grupos
armados no estatales, porque esa es la expresión más utilizada por las mujeres en sus testimonios
y empleada en otros contextos legales para calificar los homicidios agravados.
La palabra masacre, una categoría sociológica que es usada con frecuencia en nuestro
país para referirse a hechos de violencia masivos que han producido varios muertos en
un solo hecho y frecuentemente se asocian a destrucción de bienes o ataques colectivos
contra personas indefensas.
Los motivos de los asesinatos y ejecuciones
Los motivos por los cuales se cometen violaciones al derecho a la vida son explicados,
o no, de muchas maneras por las mujeres. Las razones son múltiples y no es fácil identificarlas
en todos los casos; en unos las mujeres no hacen referencia al porqué, más allá
38
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
de que lo denunciaron o lo acusaron; en otros simplemente la víctima estaba allí; o la
comunidad o el territorio forman parte de la disputa de la guerra.
Dichas razones son parte de los contextos próximos a los hechos y de la decisión tomada
por los perpetradores, aunque en general éstos asocian su acción a un supuesto comportamiento
de la víctima o la comunidad afectada. Algunos de estos contextos próximos a
la violación, o de las razones esgrimidas por los responsables, son: la participación en
movimientos políticos o sociales, o el liderazgo comunitario; la resistencia a las “vacunas”,
a acatar órdenes, o la negativa al reclutamiento forzado; la supuesta colaboración
con los grupos armados; la represalia por la denuncia de violaciones sufridas; los civiles
presentados como guerrilleros muertos en combate para obtener beneficios económicos;
el fuego cruzado; incluso como castigo o retaliación contra personas que regresaron a sus
comunidades después del desplazamiento; o porque los confundieron con otros, aunque
esta es a veces una razón esgrimida a posteriori por los perpetradores o una explicación
que trata de encontrar una respuesta a algo que no lo tiene por las víctimas. Estos son
algunos de los aparecen mencionados de forma más reiterada por las mujeres en sus
testimonios.
La participación en movimientos políticos o sociales
El ejercicio del derecho a la participación en diversos escenarios, ya sea de naturaleza
política, social o comunal, es una razón frecuente que se enuncia para encontrar una
respuesta de muchos asesinatos y ejecuciones extrajudiciales. La muerte de militantes
de partidos políticos de oposición, sobre todo de movimientos de izquierda incluidos
varios candidatos presidenciales, es una muestra de intolerancia por la expresión de ideas
contrarias a un discurso y práctica tradicional. Personas vinculadas al Partido Comunista
y a la Unión Patriótica fueron particularmente afectadas, en violaciones de derechos humanos
que comenzaron poco después de la constitución de la UP a partir de mediados de
los años 80. Frecuentemente las víctimas aparecían en listas y previamente habían sido
amenazadas. A pesar de ello muchas de estos militantes políticos siguieron adelante con
su trabajo, aunque fueron poco a poco desapareciendo como parte de una estrategia de
exterminio
Antes vivíamos en Santander de Quilichao de donde era oriundo mi esposo, antes
de que lo mataran. Un día, eso fue un 26 de abril, que lo tengo tan presente, nunca
en la vida se me va a olvidar… A él lo tenían en una lista, porque pues como él
había sido concejal anteriormente, había sido militante de la JUCO [Juventud
Comunista], del Partido Comunista y de la UP. Entonces usted sabe que esas
personas así, los mismos gobiernos, el mismo Estado los manda desaparecer, así
mismo como desaparecieron a todos los de la UP. A él lo habían amenazado, pero
era fiel a sus ideales. Yo le había dicho que nos fuéramos de ahí, pero él era una
persona muy terca por sus ideales y nunca quiso irse. Corinto, Cauca, P.180.
A pesar de que la mayoría de las víctimas de ejecuciones y desapariciones forzadas fueron
hombres, también numerosas mujeres que participaban en el movimiento fueron víctimas
39
Los hechos de violencia
directas. A pesar de las denuncias de estos hechos, siguieron produciéndose durante años
y las personas que lograron sobrevivir lo hicieron desplazándose, ocultando su identidad
o en el exilio.
Empezaron a llegarme datos de que “vimos la lista que tienen los paramilitares y
usted está ahí”. Hubo un amigo de uno de mis hermanos que le mostró la lista y
le dijo: “vea es que su hermana está ahí, se llama Juliana, se transporta en una
moto de tal color, tal marca, el esposo ya muerto”. Entonces yo aparecía en esa
lista, y entonces, pues bueno siguieron con los demás camaradas del Partido, los
siguieron asesinando… En la lista estábamos 11 funcionarios de la alcaldía que
debíamos ser asesinados. Ya habían asesinado 10 y faltaba yo, entonces, pues la
última era yo y habíamos quedado si acaso 3 o 4 del Partido Comunista... Barrio
Chinita, Barranquilla, Atlántico, 1995, P. 594.
Militante de la UP asesinada
Comenzamos a participar políticamente, cuando estábamos constituidos como un
movimiento político de la Unión Patriótica en el año 87. Con mi compañera ya
habíamos estado en las tertulias y ella acababa de tener una bebé, y el día que a
ella la desaparecen fue el 12 de abril. La niña nació el 4 de marzo y me pidió ella
que la acompañara a hacer unas diligencias. Ahí fue la última vez que la vi. Al otro
día ya llega su hermana a buscarla que le había dejado la niña, entonces yo ahí
me asusté, dije: “cómo que ella se va con él y va a dejar la niña recién nacida, eso
me parece raro”. Ahí mismo vinimos a la prensa, vinimos a la sede a buscar los
dirigentes de la Unión Patriótica y a decirles: “mire, parece que Isabel no está y no
se ha quedado la noche anterior”. Yo ya tenía el mal presentimiento, porque o sea
éramos tan entrañables amigas, yo ya presentía, yo me acordaba de la mirada de
ella. Comenzamos a hacer las denuncias en la radio y hasta en televisión se pasó el
mensaje de que se le respetara la vida, que era una madre de una niña de 35 días de
nacida, que por favor le respetaran aunque sea la vida a ella. Ahí comenzamos a hacer
las denuncias y nada que se encontraba. Ella a cualquier parte que se iba siempre me
decía “me voy para tal parte”, yo era como decir su sombra y ella también conmigo,
éramos así. Cuando esos días ya hicimos la denuncia ante la Fiscalía, así por allá a
mí me dijeron: “si usted no quiere que nada le pase deje de estar señalando a tales
agentes del Estado”. Como a los ocho días llegó Semana Santa y… fue que un familiar
mío que trabajaba con comunidades indígenas en Totoro me dijo: “allá la gente no
quiere hablar porque los han amenazado, pero vaya, vea que parece que por allá
ha habido bala, en el puente yendo para Totoro”. Yo me asusté, los nervios, empecé
a atar cabos de que nos habían amenazado a otra compañera también la habían
cogido y la habían arrinconado en la calle le habían dicho: “ustedes dejen de estar
molestando”, con frases soeces y toda esa vaina y de allí seguimos. Yo ya fui y le avisé
la familia. La familia esperaba que ella apareciera con vida y desde un principio
mi presagio era que a ella tenían que respetarle la vida, ella no había hecho nada.
40
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Nosotros militábamos, nosotros no teníamos ninguna intención. No la dejaron ser
madre y entonces, teníamos la esperanza que apareciera con vida pero no fue así.
Apareció muerta, torturada, con siete balazos. Popayán, Cauca, 1987, P. 315.
El pertenecer a un movimiento social, ya sea de índole comunal, barrial o sindical, fue
otro pretexto para matar a dichas personas. Desde una perspectiva contrainsurgente, estas
personas han sido consideradas como gente organizada, que protesta y exige sus derechos,
lo cual se constituye en un obstáculo serio para las pretensiones de control de distintos
sectores económicos, políticos o militares. Muchas de ellas han sido señaladas de ser
parte de organizaciones guerrilleras simplemente por participar en dichos movimientos
sociales. En el siguiente caso, la víctima participaba en el movimiento estudiantil, lo que
se constituyó en el móvil del asesinato posterior a la muerte de otro estudiante en una
acción antidisturbios con fuego real en Cali.
A raíz de esas amenazas, mataron a un estudiante de la Universidad del Valle que
era el representante estudiantil y que era muy cercano a nosotros acá en el Cauca.
Mataron a ese estudiante, Julián Andrés Hurtado se llamaba, que de hecho pues
estaba también protagonizando varias movilizaciones en conmemoración del asesinato
de otro estudiante que un año antes habían matado que se llamaba Jhony
Silva. Popayán, Cauca, 2006, P. 309.
La resistencia a las “vacunas”
Las “vacunas” que no son otra cosa que las extorsiones económicas realizadas por grupos
armados no estatales, han sido una forma tradicional de financiación de estas organizaciones.
El solicitar mediante la fuerza o la amenaza de su uso, una suma de dinero les ha
permitido recaudar fondos para su subsistencia. La resistencia a pagar o a colaborar de
alguna forma con el poder impuesto ha sido la causa de otros asesinatos.
A él lo mataron acá y no se pudo comprobar quién pero para mí fueron los mismos
reinsertados. Porque él trabajaba vendiendo mangos en la escuela y a él ya le
habían pedido la vacuna. Entonces él se les enojó y dijo que él no daba vacuna,
que él si era posible entregaba ese puesto pero que él estaba trabajando para la
comidita de él y para su esposita, y que el trabajar para otro que no sabía. Para
tener un arma al hombro no trabajaba, que ya le había sucedido con su hijo y lo
había perdido, pues entonces no le pagaba. Él llegó muy enojado y le dije yo: “eso
se maneja con más prudencia”, porque aquí es a toda hora que la vacuna, que la
vacuna. Urrao, Antioquia, 1996, P.70.
A veces esa resistencia no ha sido solo individual sino colectiva, y el asesinato una forma
de tratar de vencer ese liderazgo o torcer la voluntad de las víctimas mediante la ejecución
de la amenaza.
41
Los hechos de violencia
Él fue uno de los que contribuyó a sacar los milicianos de por acá. Se unieron
muchos sardinos y gente de Versalles para sacar los milicianos de por acá. Que
porque no podían permitir que siguieran las vacunas, las muertes, porque fueron
muchos los que cayeron en manos de ellos, inocentes… Yo le decía a él “vos sabes
que cuando van a sacar a alguien de algún territorio a lo primero que le dan es
a la cabeza” y él me decía “sí”. Yo llorando le decía “ándate” y él me decía “yo
no me quiero ir de mi barrio”, y yo le decía llorando “te van a matar” y me dijo
“yo me voy a ir para dejarte tranquila cucha”. Hasta que una noche faltando un
cuarto para las diez de la noche vinieron y me dijeron que lo habían matado a dos
cuadras de aquí para abajo, cuando llegué. Sí yo lo recogí y lo llevé al hospital
pero yo sabía que estaba muerto. Santa Bárbara, Antioquia, 1997, P.74.
La negativa al reclutamiento forzado
Además del reclutamiento llevado a cabo por otros motivos, como la lucha contra el Estado,
la retaliación o el uso de las armas y el dinero para tener poder, los distintos grupos
armados no estatales también han logrado engrosar sus filas mediante la fuerza e intimidación,
obligando a personas que se vinculen a sus grupos. El reclutamiento forzado es
una infracción grave del derecho internacional humanitario que no ha respetado sexo ni
edad. Ha afectado tanto a hombres como a mujeres, a mayores y menores de edad. Sin
embargo, son estos últimos, los niños, las niñas y los adolescentes, las personas más afectadas.
Muchos de quienes se han resistido al reclutamiento han pagado caro tal oposición,
incluso con su propia vida, entre ellos niños y adolescentes. Las mujeres señalaron algunos
casos de cómo esta negativa tuvo como consecuencia la muerte.
El niño se quedó y en ese largo de tiempo lo cogieron o sea lo reclutaron un grupo
llamado los elenos [ELN]. Como él se les resistió, no quería seguir con ellos, lo
llevaron hasta Chinita Dos y él trato de volarse y lo mataron. Tampoco sabemos
dónde quedó el cuerpo, no sabemos nada de él. Neguá, Chocó, 1995, P.474.
A mis hermanos los mataron, porque no quiso irse con ellos… Él se dedicaba a
trabajar en la finca, en el campo, él era agricultor. Corregimiento Cunday, Tolima,
2003, P. 116.
El reclutamiento de mujeres no es una excepción. El trabajo forzado o abusos sexuales en
algunos de estos casos y la muerte como consecuencia de su negativa a participar una vez
estando reclutadas, fueron descritos por algunas mujeres testigas de los hechos.
Bueno a mí me daba mucho miedo porque a nosotros nos decían de que muchas
mujeres teníamos que irnos para allá, a lavarles la ropa o hacerles las cosas así
con ellos allá o si no que las violaban y después las mataban. Piamonte, Antioquia,
1998, P. 219.
Me afectó mucho porque o sea yo vi que a una muchacha la cogieron y se la llevaron
arrastras porque la muchacha no se quería ir. Y después, al otro día, la vimos
que estaba muerta al lado del río. Piamonte, Antioquia, 1998, P. 219.
42
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
El señalamiento de colaboración con los grupos armados
La cercanía de una persona con algún grupo armado contrario no es permitido en una
guerra donde el estatus de “amigo” o “enemigo” se define por quien tiene el poder de
las armas. No hay garantías frente al abuso y todo vale para destruir al “enemigo” real o
supuesto. El castigo consiste generalmente en la muerte. Dar información a su rival o la
sospecha de haberlo hecho presuntamente ha sido una declaración frecuente para “explicar”
los asesinatos. En un contexto de control comunitario donde las diferentes actitudes
pueden ser fácilmente catalogadas como favorable “al otro lado”; el contacto con personas
miembros de otros grupos armados o agentes del Estado; o incluso la extensión de la
figura de informantes a partir de políticas públicas de seguridad; han supuesto un contexto
donde se llevan a cabo asesinatos sin posibilidad de defensa.
A uno de ellos lo mataron porque… lo andaban buscando y que porque era el informante.
Eso decían ellos, porque a uno no le consta. Entonces ellos se llevaron
a uno para allá o sea lo sacaron entre la gente y se lo llevaron para allá. Entonces
el hermano se fue atrás y dijo que qué pasaba con su hermano. Entonces le dijeron:
“no, con usted no es, váyase”. Y él dijo: “no, lo que es con mi hermano es
conmigo”. Bueno los cogieron y los mataron. San José del Playón, María La Baja,
Bolívar, 1999, P.203.
El asesinato de personas que dieron información ha sido practicado por los distintos grupos
armados. De manera coloquial se justifican esas acciones con la acusación de ser
delator o “sapo”, porque habla o da información supuestamente valiosa. En el primer testimonio,
una persona es asesinada por la guerrilla porque presuntamente dio información
al ejército, y en los otros dos testimonios, se trata de personas que fueron asesinadas por
los paramilitares por dar presunta información a la guerrilla.
Ella había sido presidenta de la junta de acción comunal, entonces esa muchacha
como que empezó a salir mucho al pueblo y a los guerrilleros no les gustaba
mucho, porque salía mucho al pueblo y charlaba mucho con el ejército… Ellos
llegaron a pensar que Bernarda estaba llevándole información al ejército… A esa
muchacha la tuvieron amarrada en una barranca encima del camino… cuando
al otro día a las siete de la mañana la noticia era que la habían matado. Argelia,
Antioquia, 1990, P. 85.
A él lo mataron el 26 de febrero del 2003 por el barrio Arenales. Lo cogieron, lo
torturaron y de ahí lo mataron… Los paramilitares fueron porque a él cuando
lo mataron le pusieron un letrero en la espalda donde decía que era un sapo de
las FARC y decía de una vez que los que lo mataron eran de las AUC. Papayal,
Bolívar, P.765.
A los diez meses fue la muerte del otro hijo mío, de Javier que también estaba
huyendo. Él estaba por Ocaña y se vino para acá y de acá volvió y arrancó para
allá. Lo mataron fueron los paramilitares, porque los mal informaron que él era
43
Los hechos de violencia
informante de la guerrilla, los mal informaron porque él no debía absolutamente
nada. Media Luna, Cesar, 1996, P.700.
En vista que mucha de la población civil está en medio de los diferentes grupos armados,
no es nada fácil negarse a mantener conductas que pueden ser vistas por “el otro lado”
como colaboración. Ser considerado neutral es algo prácticamente imposible para esas
personas que están al vaivén de cualquier parte del conflicto. Los civiles están obligados
de esta manera a estar en un contexto donde se dan las hostilidades y ser considerados
como “colaboradores o cómplices” fácilmente, lo que conlleva muchas veces su muerte
por el bando contrario.
Ellos decían que mis hermanos eran auxiliadores de la guerrilla. Como decía mi
mamá: “pero vivimos en un sitio por donde pasan cuatro grupos armados y como
distinguimos los unos de los otros, si los otros piden un café, se les da un café, si
unos piden una limonada se les da una limonada, a todo el que pase por ahí y diga
que vea que préstenos eso, que préstenos un fogón, que si tiene una linternita”. Mi
mamá les hacia el favor y mi mamá… nunca se dio cuenta quién era quién, quién
era paraco, quién era guerrilla, quién era ejército, igual todos pasaban por el
mismo sitio. Hasta que un día mi mamá estaba viviendo acá en Medellín o había
venido porque ella venía por tiempos y nos llamaron y nos dijeron que habían
matado a mi hermano. Belmira, Antioquia, 1986, P. 90.
Esta constricción a contribuir a los objetivos de una o con otra parte, a partir de cosas como
la alimentación o el consumo o proporcionar información sobre lo que se ha visto, puede ser
causa de muerte. Estas conductas se asocian en la guerra a “colaboración con el enemigo”.
La guerrilla… que uno trabajaba era con ellos, que fuera uno como miliciano con
ellos. Entonces uno no les decía “pues sí“, sino decía: “vamos pensando, vamos
pensando”. Entonces uno se ponía en una situación muy dura. Si salía el ejército
le decía a uno “cuéntenos, ¿dónde está la guerrilla? que nosotros le pagamos”.
Entonces uno si se ponía en una situación muy dura para uno porque ya uno
veía que mataban gente. Cuando le colaboraban al ejército, entonces ahí mismo
llegaba esta otra gente y lo mataban… y si uno le colaborada a la guerrilla,
ahí mismo se daban de cuenta que era guerrilla y lo mataban. Urrao, Antioquia,
2005, P. 597.
Los diferentes grupos armados perpetraron asesinatos contra personas por este motivo. En
los siguientes testimonios, se ilustra la muerte de civiles por parte de grupos paramilitares
por ser presuntos auxiliadores de la guerrilla. El desprecio por la vida se muestra en todos
estos casos, en donde las propias estrategias de los grupos armados convierten directamente
a la gente en “enemigo a eliminar” pasando por encima de cualquier otra consideración.
La señora le recibió unos marranos de cría a la guerrilla y se había juntado a vivir
con un señor que era muy colaborador de la guerrilla, cierto entonces. La señora
empezó pues a salir y cada rato la cogían los paramilitares y a veces la cogían hasta
44
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
dos horas que para que ella confesara cosas. Hasta que llegó el día en que mataron
la viejita… los paramilitares la mataron… Argelia, Antioquia, 1990, P. 85.
Mi cuñado él tenía una finquita en Villavicencio y una finquita en Caquetá, y la de
Villavicencio se la tomaron los paracos y la del Caquetá la guerrilla. Ellos supieron
que él auxiliaba a los unos o auxiliaba a los otros. Lo mataron en la casa el 4 de
noviembre del mismo año. En la casa donde vivíamos todos, en la casa paterna.
Llegaron y lo llamaron, estábamos todos, vinieron y preguntaron por mi hermana
la mayor… eran paramilitares. Natagaima, Tolima, 1998, P.141.
Como es un pueblo tan pequeño daba mucho impacto la gente. Empezó a llenarse
de miedo. Un 23 de noviembre era un viernes a las 4 de la tarde cuando entraron
los paramilitares al pueblo dándole bala a la gente que había en la calle… por el
mismo estigma que tenía el pueblo, que era un pueblo guerrillero, que había mucha
gente, eran todos estos frentes que estaban unidos. Creían que toda la gente del
pueblo pues eran colaboradores o milicianos. Granada, Antioquia, 1999, P.895.
La guerrilla por allí pasaba y a los campesinos les decían que les presten o les
den algo o sino ellos lo cogen a la fuerza. Entonces mi papá como tenía una finca
de caña, tenía mulas donde cargaba la caña, entonces la guerrilla pasaba y le decían
que le prestaran las mulas para ellos movilizarse. Un día él no se las quería
prestar, entonces el hermano mío le dijo que “si era que se iba a hacer matar por
no prestar unas mulas, que prestara eso, que eso se conseguía o que ellos las devolvían”,
porque ellos decían que ellos se las devolvían. Entonces siempre se las
prestó y se las devolvieron a los días. Como al mes de haber pasado eso, llegaron
los paracos y lo mataron que por colaborador. Yolombo, Antioquia, 2001, P.28.
La extensión de esta consideración de enemigo a comunidades enteras han sido parte de
la estrategias de guerra durante años, sobre todo considerándolas “guerrilleros”. En el
caso de las comunidades indígenas del Naya, esta extensión del señalamiento llevó a la
masacre como describen dos mujeres indígenas sobrevivientes de la masacre del Naya,
ocurrida entre el 10 y el 12 de abril de 2001.
Uno decía “al Naya no van a entrar”… y vea esperamos y hubo cantidad de
muertos. Mataron gente inocente, gente que no tenía nada que ver prácticamente
con la guerra de ellos. Porque ellos tienen como no sé, como unos pensamientos
de que ellos van contra las personas indígenas. Que toda persona indígena, que
como decían ellos: “este indio, esta india”, todo el mundo era guerrillo. Todo
el mundo era, ellos pensaban que aquí en el pueblo todo mundo era guerrillero.
Entonces por eso venían a hacer tanta masacre aquí en Timba, tanta… gente que
pagó, gente inocente que murió así por culpa de ellos. Naya, Cauca, 2005, P.378.
De ahí empiezan ellos los disparos, y uno con ese miedo… En ese instante la razón
es que ellos vienen matando a la gente, a toda la gente. Que iban era a masacrar
a todos, que porque todos allá según éramos, milicianos de la guerrilla. Pero allá
45
Los hechos de violencia
vivimos indígenas, somos pues indígenas. Nosotros no estamos ni con un grupo ni
con otro… Santander de Quilichao, Cauca, 2001, P.381.
Aquí en el caso que sigue, un presunto colaborador de los grupos paramilitares es asesinado
por un grupo guerrillero. Estas acusaciones de diferentes lados cruzan los testimonios
de las mujeres en las zonas de disputa en el área rural.
Lo mataron los guerrilleros por qué no permitían que él le estuviera ayudando a otro
grupo armado o sea a los paramilitares… San Francisco, Antioquia, 2001, P. 91.
En estas situaciones de colaboración con las fuerzas o grupos armados, se dan casi
todas las combinaciones posibles. La cercanía con el Estado o con la fuerza pública
también puede ser “penada” de manera fatal por la guerrilla. Aquí, presuntos colaboradores
del ejército son asesinados por grupos guerrilleros, entre ellas a veces mujeres
por sus relaciones afectivas. La simple ocupación de una finca fue considerada
en estos casos como “colaboración” con el ejército y las mujeres denunciaron sus
muertes.
Pues también mataron al yerno que quedaba en la finca allá y él se vino a ver si
en una de esas podía recuperar la finca. Como el ejército estaba allá, la guerrilla
pensó que él les estaba colaborándole. Entonces lo mataron a él también… a él lo
mató la guerrilla. Tibú, Norte de Santander, 2003, P. 720.
Como no encontraron trabajo ni nada, se volvieron a ir para la finca. Ahí el ejército
pues, el ejército se apoderó de las dos fincas, de la finca de mi papá y la finca
del cuñado. Cuando el cuñado regresó, el ejército estaba ahí en la finca y entonces,
pues la guerrilla dijo que él era colaborador del ejército y como a los cuatro
meses lo mataron a él. Sabana de Torres, Santander, P.710.
La denuncia de los hechos
Un obstáculo que facilita la impunidad de las violaciones de derechos humanos y de las
infracciones al derecho humanitario es la falta de investigación de los hechos. En algunos
casos esos hechos no son investigados porque simplemente no se conocen o no han sido
denunciados. En la mayoría de los casos el miedo y las amenazas hacen que las mujeres
víctimas no denuncien o no les puedan dar seguimiento. Algunos testimonios de las
mujeres señalan que los móviles de los asesinatos se deben a que las víctimas de manera
previa habían denunciado los hechos. La violencia busca a la vez que la visibilidad para
transmitir terror hacia el resto de las personas que se identifican con las víctimas su ocultamiento
para evitar la investigación o mantener la impunidad.
Si eso estaba denunciado, por eso le costó la vida al gobernador del Naya… Él
sale a denunciar, él sale a colocar la denuncia por las muertes y las amenazas que
había de que los paramilitares iban a entrar a la región del Naya. A este gobernador
lo mataron. Buenos Aires, Cauca, 2001, P. 310.
46
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Por ella denunciar a la Cruz Roja y a la Fiscalía que estaban haciendo allá en el
caserío, por eso la mataron y mataron un hijo. La sacaron una noche de la casa
de ella y le llevaron hay pa’ abajo, más adelante fueron y la mataron… Todo eso
ella lo denunció, lo que estaban haciendo en el caserío y en todas las veredas, y
por eso la mataron. A mucha gente mataron por eso. Callo Embarrado, El Castillo,
Meta, 2002, P. 152.
En algunos casos las mujeres señalan cómo la denuncia ante organismos del estado se
vuelve un peligro para ellas, mostrando la complicidad o la infiltración de sectores del
Estado en la investigación de grupos paramilitares.
Algo que nos llamaba la atención es que siempre que había una persona que
denunciara todos los hechos con los paramilitares, al otro día o resultaba amenazado
o asesinado. Ya había una limitación y un gran miedo de denunciar la
situación precisamente porque pareciera que estaba conectada con las entidades
que supuestamente protegían la vida o hacían investigación, en este caso pues
Fiscalía o las instituciones que se prestaban para presentar la denuncia. Fusagasugá,
Cundinamarca, 2004, P.140.
Civiles presentados como guerrilleros muertos en combate: “falsos positivos”
Entonces, ya entran a premiar a esos comandantes, para que presentaran guerrilleros
muertos. En el afán de coger la platica, empiezan a recoger jóvenes de
todas partes y de los barrios humildes sobre todo, como quien dice: “los muertos
siempre los pone el pobre”. Entonces vienen y le recogen a uno de sus hijos, los
llevan y los matan. Los uniforman, les ponen armas y los pasan como guerrilleros
para ellos ganarse las prebendas con eso. Eso ya está clarísimo para mí está muy
claro. Zarzal, Valle del Cauca, 2005, P. 599.
El afán del ejército por mostrar avances exitosos en la confrontación con los grupos guerrilleros,
llevó a que se diseñara una política de incentivos a partir de que los militares
presentaran resultados, entre ellos cuerpos de guerrilleros muertos en combate que se
constituían en pruebas de eficacia contrainsurgente. La distorsión de este macabro incentivo,
condujo a que se incrementaran de manera inusitada las ejecuciones extrajudiciales
de civiles que nada tenían que ver con el conflicto armado, y que eran presentados como
guerrilleros muertos en combate. En muy diferentes regiones del país se dieron estos casos
que se fueron generalizando no pudiendo considerarse selectivos.
Él fue asesinado y lo hicieron pasar por guerrillero. Saravena, Arauca, 1996, P.
137.
Inclusive del ejército mataron unos en la matanza y los hicieron pasar por guerrilleros
y no eran guerrilleros eran campesinos,… Juan de Jesús Montoya era un
campesino, tenía una parcelita en Órbigo. Urrao, Antioquia. 1998, P.52.
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Los hechos de violencia
Se va la guerrilla, ya nos cogen a nosotros y a nosotras. Se traen a todos para acá
y llevaron a los muchachos. Mataron a un indio, lo mataron vilmente, lo mató el
ejército. La señora de dos días de dieta con un niñito de dos días de nacido y otro
niño de año y medio. Trajeron al compañero de allá de la montaña de donde él
vivía, del territorio de él, lo bajan, lo matan y lo hacen pasar por guerrillero a él.
Vereda Porvenir, San Sebastián, Cauca, 1983, P. 299.
Puesto que el Estado califica una muerte en combate como un resultado “positivo”, estos
casos se conocen de manera eufemística bajo el nombre de “falsos positivos”, ya que
se encubría la ejecución bajo un supuesto combate. Muchas mujeres subrayan que las
víctimas fueron incluso uniformadas para justificar un supuesto enfrentamiento con los
miembros de la fuerza pública.
A mi papá, lo asesinaron a las 11 de la mañana. Él iba saliendo de la casa donde
vivía en la vereda Caño Bonito, municipio de Yondó. Él iba saliendo de la casa e
iba por allá a hacer una diligencia, y ellos lo bajaron del caballo y lo asesinaron.
Le quitaron la ropa y le pusieron un camuflado, que para, o sea, para hacerlo ver
como un guerrillero, pero mi papá no era guerrillero. Caño Bonito, Antioquia,
2000, P. 732.
Lo maniataron y se lo llevaron para una cañada… vivo, y allá lo golpearon y le
dijeron que confesara que él era capitán de las FARC o no sé qué. Pues me dijeron
que oían los gritos y que él decía: “yo no soy nada, yo trabajo aquí, yo soy campesino”…
Le mostraron a mi hermana las fotos cuando le pusieron un camuflado, le
colocaron un fusil a un lado y estaba muy aporreado, estaba lleno de moretones…
Ellos dijeron que habían matado un capitán de la guerrilla, que le colocaron
dizque una bolsa que le tapaba la cabeza y que decían que no lo podían dejar
ver porque había sido un enfrentamiento y que había quedado muy desfigurado.
Urrao, Antioquia, 2007, P.13.
Dos trabajadores míos que me ayudaron mucho en la finca, estaban en su casa,
llegaron, los sacaron, según el testimonio de la mamá y los mataron. Luego
les pusieron botas y uniformes, y dijeron que eran guerrilleros. Allí se dieron
muchos “falsos positivos”, que no se denunciaron tal vez porque el pueblo decía
“se lo merecen, quien les manda estar con las FARC”. Con la desinformación
hacen que la gente crea en la Seguridad Democrática y en el progreso. Bogotá,
D. C., 2003, P.100.
Crear un escenario ficticio de una confrontación armada entre el ejército y la guerrilla era
el recurso al que acudían esos militares para presentar personas civiles como guerrilleros.
No siempre se uniformaba a las víctimas con prendas militares pero si se les ponía algún
otro elemento para señalarlos de que pertenecían a un grupo al margen de la ley.
Eso fue el 13 de octubre del 2008. Pues a la casa llegaron unos amigos y unos
compañeros de mi sobrino, para invitarlo pa’ que fueran hacer un trabajo extra
48
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
a las afueras de aquí de Cali, que era precisamente por allá por Caloto. Iban a
hacerle un trabajo… y al otro día nos llaman, a contarnos que a mi sobrino y a
ellos, iban cuatro compañeros, les habían matado. Los había matado el ejército,
porque los tildaron de que eran subversivos. Inclusive nosotros tenemos los
recortes de prensa, tenemos todo, donde sale un coronel de la Tercera Brigada,
diciendo que a ellos se les había dado de baja por subversivos. Ellos les pusieron
armas, les pusieron drogas… no los cambiaron, no les pusieron el uniforme, pero
si les pusieron armas y droga, y los tildaron de que eran subversivos. Menos mal
que en una de esas, como que no los requisaron bien y encontraron un carné de mi
sobrino, donde estaba la empresa que él trabaja. Entonces ahí fue que llamaron
a la empresa donde él trabajaba, y ellos nos informaron a nosotros, de la muerte
de ellos. Me tocó a personarme de eso, ir por ellos hasta Caloto, porque prácticamente
nos lo dejaron tirados. Entonces fue para nosotros, un caso muy tenaz.
Caloto, Valle del Cauca, 2008, P.869.
El temor de las personas con esta práctica era tal, que existía mucho miedo de usar cualquier
elemento que pudiera ser usado para vincularlos posteriormente con la guerrilla. El
siguiente caso llama la atención puesto que en el área rural las botas de caucho son muy
utilizadas, pero podrían ser un elemento de riesgo en ese contexto.
La mayoría eran civiles. Ellos como que querían que el gobierno… matara y ellos
los pagaban, y ellos mataban civiles y decían que eran guerrilla, eso se sabía.
Todos los jóvenes y las personas nos ahuyentábamos porque no podíamos andar
tranquilos. Entonces a uno lo prevenían si va a salir, sáquese esas botas. Entonces
uno andaba con el miedo con esas botas así y gracias a Dios no nos ha pasado
nada. A todo civil lo mataban porque decían que era gente del monte. San Marcos,
Putumayo, P. 540.
El propósito de garantizar la impunidad de estas ejecuciones extrajudiciales era tal, que
incluso se llegaron a presentar otras muertes de personas que de una u otra forma estuviesen
vinculadas con el hecho para encubrirlas. En el siguiente caso, esta madre perdió
dos hijos, uno víctima de un “falso positivo” y otro por ponerse a investigar la muerte de
su hermano.
Quiénes estaban reclutando los muchachos… así fue, mi hijo John se puso en la
ardua tarea de investigar. Mi hijo sabía muchas cosas, dónde quedaba la Fonda
Paisa, la Fonda Costeña, donde se arrimaban los reclutadores a contratar a los
muchachos. Me lo empezaron a amenazar, me le decían “que no metiera las narices
donde no le cabían, porque iba a aparecer como apareció el hermano, con la
jeta llena de moscas, que él tenía una familia y una cola muy larga”. Así fue como
para el 4 de Febrero de 2009, dos tipos en una moto, con pistola con silenciador,
pasaron a la tienda donde él estaba y me le quitaron la vida, por la cuestión de las
amenazas y la muerte del hermano. Bogotá, D.C., 2008, P.198.
49
Los hechos de violencia
El fuego cruzado
Algunos civiles fueron muertos como producto de combates entre los diferentes partes en
el conflicto armado. El estar justo en medio de una confrontación tuvo como resultado la
muerte. Estas víctimas de las mujeres víctimas, el esposo en el primer caso y el cuñado en
el segundo, se dieron por el fuego cruzado entre diferentes actores armados.
Me dijeron que yo no podía subir para allá arriba, porque hubo enfrentamientos…
no me querían decir… porque habían puros soldados. Entonces, yo les decía “¿qué
pasa?, yo voy es para mi casa”. “Señora que no puede entrar para allá”. “Pero,
¿qué pasó?”. Dice: “si se va morir, se va morir, pero usted no puede entrar por
allá, porque fue que le mataron toda la familia”. Hubo enfrentamiento en la finca
Leonorcita, como se llamaba mi finca… Montes de María, Bolívar, 2007, P. 107.
Yo también tuve un cuñado,… ese no se sabe si fue la guerrilla o fue el ejército, porque
en el momento que estaban el combate, o sea, cuando él iba cruzando así por la
carretera se prendieron los dos grupos armados, entonces a él lo mataron. Entonces
los muertos que cayeron ahí, los tiraron fue al agua. Urrao, Antioquia, 2005, P. 597.
Incluso se dieron casos en que los civiles murieron al ser utilizados como escudos humanos
por parte de uno de los grupos armados. El valerse de personas civiles para proteger
ciertos bienes u objetos con el propósito que no sean atacados, es una práctica prohibida
por el derecho humanitario. El siguiente testimonio de una mujer sobreviviente de la masacre
de Bojayá, municipio del Chocó, ocurrida el 2 de mayo de 2002, señala de manera
precisa esta situación.
A las 6 de la tarde pasaron los paramilitares. Que nos teníamos que reubicar en
la iglesia de Bellavista y la gente pensando que como era un sitio sagrado, eso lo
iban a respetar, que no le iba a hacer nada a uno. Nos juntamos ahí no sabiendo
que ellos nos iban a utilizar como escudos humanos… Eran las 10 de la mañana,
cuando la guerrilla alcanzó a disparar, como tratando de ubicarlos a ellos a los
locos [paramilitares]… De allí, los paramilitares empezaron a disparar del atrio
de la iglesia, o sea del patio de la iglesia hacia abajo y ellos mutuamente, de abajo
hacia arriba… tiraron el cilindro bomba. Nosotros escuchamos un tiro, primero
un zumbido, después un tiro y después del tiro escuché la explosión. Al menos
había gente caminando sin cabeza, gentes mutiladas, niños gritando. Bellavista,
Bojayá, Chocó, 2002, P.468.
La “limpieza social”
El asesinato de personas vinculadas a ciertos sectores considerados marginales, como
personas sin techo que viven en la calle, consumidores de drogas, trabajadoras sexuales
o incluso personas con otra orientación sexual como homosexuales entre otros, ha sido
una práctica frecuente en algunos lugares y momentos del conflicto armado. Estos hechos
conocidos de manera eufemística como “limpieza social” demuestran la intolerancia de
50
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
las fuerzas y grupos armados y los sectores económicos o sociales cómplices de estas
prácticas.
Después de que llegaron empezó una muerte sistemática. Mataban a los drogadictos,
a los homosexuales, a las prostitutas. Empezaron a amenazar a los que hacían
denuncias sobre esa situación. Fusagasugá, Cundinamarca, 2004, P.140.
Había un grupo en el barrio el cual se encargaba de hacer las limpiezas llamado
las Águilas Negras. Barrio Nelson Mandela, Cartagena, Bolívar, 2004, P.271.
Las víctimas de estas acciones se han dado en diferentes momentos como verdaderas
“campañas de muerte”. Las mujeres refieren que tales señalamientos fueron usados como
simples pretextos para asesinar gente inocente.
En esa época hubo una situación desastrosa, que eso dejaba muertos por todos lados.
Y ellos decían que era una limpieza, que estaban acabando pues con los ladrones,
que los viciosos… Eran gente común, campesinos comunes y corrientes. Sino
que tal vez porque los campesinos no accedían a darle lo que ellos querían, entonces
por eso tal vez se propinaban ellos a matarlos. Dagua, Valle del Cauca, 2002, P.857.
Mataron mujeres, mataron niños. Una cosa muy impactante que me dejó muy
marcada a mí era que… habían mujeres que trabajaban lo que era vender chance
y decían: “no, a ellas las matamos porque son mujeres de la calle, porque son
prostitutas. Les hacían muchos oprobios, mataban las mujeres, les dañaban los
senos, las encontraban violadas. O sea, pasó mucha cosa que no se denunciaba,
no salía a la luz pública, sino que como quedaba en el anonimato. Granada, Antioquia,
1999, P.895.
Las mujeres denuncian que la policía está vinculada en hechos de esta naturaleza. En el
siguiente testimonio, una mujer cuenta como agentes de la policía ejecutaron a su hijo
porque estaban “limpiando” de ladrones un barrio de Cartagena.
Tocaron la puerta… yo me asomé y le dije “Lenin, son policías”… Cuando él la
abrió los tipos estaban encapuchados y lo apuntaron con un arma en la cabeza.
Yo me agarré de él, le dijeron que lo iban a matar… le dispararon, le pegaron
unas puñaladas en la barriga. Entonces los tipos se metieron dentro de mi casa
y me tiraron un balde con agua y me dijeron que estaban limpiando el Pozón
de rateros… Salí persiguiendo a los señores que habían cometido el crimen.
Corrí detrás de ellos hasta el terraplén, cuando los vi que se embarcaron en una
patrulla de policías. En ese mismo instante me desmayé,… me trajo una señora
otra vez de vuelta a la casa, y ya cuando llegué, ya estaba la policía ahí. Me
preguntaban que “quién había hecho eso”, le dije que “ellos mismos, porque yo
los había visto”, que era la policía. San José del Playón, María La Baja, Bolívar,
1999, P.258.
51
Los hechos de violencia
Por regresar al lugar del desplazamiento
Los lugares de expulsión de los desplazados, a veces continúan siendo escenarios
de guerra de manera indefinida. El siguiente testimonio señala cómo una persona es
asesinada al volver a su lugar de origen, donde había sido desplazado. Aunque no
estaba buscando un retorno definitivo, el regreso temporal para rescatar unos bienes
fue el motivo para asesinarlo.
Mi tío que le decían “el mono”. Cuando lo obligaron a desplazarse, igual que a toda esa
vereda en la que él vivía, se fue al pueblo y dejó a su mujer y a su hija. Se fue por más
cosas. A penas vio un grupo uniformado y salió corriendo y se escondió en una piedra. Lo
encontraron y lo mataron. Vereda Florida, San Francisco, Antioquia, 2001, P. 91.
Los confundieron con otros
Las explicaciones que ofrecen las mujeres señalan de la violencia sufrida en el conflicto
armado muestran el sin sentido de muchos hechos. La degradación de la violencia, su
componente indiscriminado y la desvalorización de la vida son elementos que “explican”
muchas de estas muertes como producto de la “confusión” o muertes “por error”.
Porque me mataron dos hijos juntos… En una vereda llamada la Aldea de Santa
Fe de Antioquia… eran las 11 de la noche. Llegaron varias personas, entonces
me sacaron los muchachos… Ellos no iban a buscar los hijos míos, ellos iban a
buscar otra persona pero como no los encontraron sacaron a mis hijos… y ahí
arribita sentimos los tiros. Santa Fe de Antioquia, Antioquia, 1999, P.6.
Me mataron mi hijo mayor de los hombres… Al que iba a matar era al dueño de
la peluquería y él mi hijo era peluquero. Entonces el muchacho hacía como tres
semanas había salido y él llegó a la peluquería y llegó por el peluquero y encontró
a mi hijo peluqueando y lo mató… fue una muerte equivocada. Chigorodó,
Antioquia, 2010, P.55.
Los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales como causa del desplazamiento
El desplazamiento forzado conlleva una multiplicidad de violaciones de derechos humanos
e infracciones al derecho humanitario, como causa y como consecuencia. Una de esas
interdependencias se presenta con el derecho a la vida. Una de las razones más duras por
las cuales las personas abandonan sus hogares o sus sitios habituales de trabajo, es tras
los asesinatos de familiares o personas allegadas. La muerte como producto del conflicto
armado es una de las principales razones por las cuales existe tanta desolación en los
campos colombianos.
Soy desplazada del caserío de Piñalito, Sucre. Con toda mi familia he sido desplazada
por medio de la violencia de ambos grupos armados… Mi familia y yo tuvimos
que salir a causa de la muerte de algunos familiares. Piñalito, Sucre, 1995, P.272.
52
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La mayor parte de las veces el desplazamiento no es reactivo a un hecho, sino la última
posibilidad de huida después de numerosos hechos de violencia y de haber intentado
permanecer en el territorio o su casa. Especialmente los años en que se generalizaron
las masacres en Colombia, el desplazamiento fue siendo masivo como consecuencia del
terror producido por las muertes y desapariciones.
El primer desplazamiento que yo tengo en el año 90. Luego, en el año 96 tengo el
segundo desplazamiento del campo hacía la ciudad. Vuelvo y retorno por cuenta
propia y ya en el año 98 efectivamente vi que era imposible continuar en el campo
porque hubo muchísimos asesinatos de personas, compañeros, vecinos de esa
región donde yo vivía y continúa habiendo mucha presión en contra de todo el
campesinado. San Vicente de Chucurí, Santander, 1990, P.745.
Modus operandi de ciertos asesinatos y ejecuciones extrajudiciales
No existe un único patrón de conducta para establecer un modo mediante el cual actúan
las partes en el conflicto armado cuando cometen un asesinato, una ejecución extrajudicial
o una masacre. Existe una gran variedad de modus operandi, muchos de los cuales se
entrecruzan, que describen las circunstancias en que se perpetraron las muertes en el contexto
de la violencia política o el conflicto armado. A partir de los testimonios, se pueden
señalar algunos de esos patrones que se ilustran a continuación.
Nosotros sabemos que por ahí estaba comandando el ELN. En esos momentos
entonces llegaron allá a la casa, ya mi papá estaba despierto con un compadre en
la cocina hablando. Llegó el chofer le dijo “patrón, lo buscan”, le dijo “¿quién?”
y el muchacho le dijo “la gente esa”. Dice el compadre que mi tío se pasó las
manos por la cabeza, bajó la cabeza, pero que cuando se vieron fue rodeado de
esa gente. Se volaron la cerca, entraron y lo encañonaron… Cuando él se vio así
rodeado, el intentó entrar a la casa, y le dijo uno “para donde va”, y él le dijo
“voy a buscar una camisa, un suéter, algo que ponerme”. Entonces le dijeron en
coro “vamos, que usted para donde va no necesita eso”. Dice el compadre que
mi papá salió, y cuando llegó a la puerta miró para atrás y el compadre dice que
el tenía la cara así como desencajada. Se embarcó en el carro y afuerita apenas
salieron del pueblo del caserío, se sintieron los disparos y la gente salió. Todavía
él se movía, brincaba y… por donde entra la bala es una cosita de nada, apenas se
ve una señalita así de sangre y por donde sale cómo explota. Vereda San Cristóbal,
San Jacinto, Bolívar, 1989, P.214.
Asesinatos como terror ejemplificante
Una modalidad frecuente en los testimonios recogidos es convertir el asesinato en un
acto público. Es decir, matar a las personas delante de las otras para intimidar y generar
terror dentro de la población. El ver matar a otro, el cómo se ocasiona la muerte, genera
53
Los hechos de violencia
tal impacto que se vuelve un recuerdo imborrable. Esto se hizo ante las comunidades y
sin importar la condición de las personas.
Son veredas Titubate, Gilgal, Balboa, Santa María. En Santa María hicieron masacres
horribles, sacaban a la gente de sus casas, las traían para la plaza y delante
de toda la gente, ejecutaban a la persona sin la persona darle tiempo de
hablar. “¿Porqué me van a matar? ¿Por qué me van a condenar?” Si no que iban
cogiendo a la persona, la iban amarrando como un cerdo. La acribillaban y la
mataban delante de niños, de ancianos, de adultos. No tenían que ver para hacer
sus masacres, sus fechorías, delante de quien fuera. Unguía, Chocó, 1995, P.260.
Pero lo que si me dejó a mi muy mal, marcada a mí, que eso si yo no lo voy a
olvidar nunca, si no el día que me muera, cuando se metieron los encapuchados.
Usted cree que uno no ve que cogen 10, 5, 15 jóvenes, que son hijos de uno o de
la vecina, y se los acribillan ahí, en las narices del mismo barrio. Que los cojan,
ahí veces que los cogen y se los llevan para otra parte y pues aparecen es muertos.
Pero si los matan ahí al frente de niños, de la casa, de la mamá, de los hermanos,
de los vecinos, de los niños. Vergel, Valle del Cauca, 2009, P. 888
Un día cualquiera mataron a un muchacho, y lo mataron delante del pueblo, de
toda la gente, y los niños mirando. Yo me atreví,… y a este tipo que era como el
comandante, le dije: “mira la verdad es que yo no sé cuáles son las políticas de
ustedes, ni nada, pero yo creo que lo que ustedes hacen no está bien hecho, porque
primero el único que tiene derecho a quitarle la vida es Dios, que fue quien nos
la dio, ahora si ustedes creen tener los motivos para quitarla, háganlo en un sitio
donde nadie los vea, pero no delante de la gente, sobre todo de los niños”. Vereda
Mejía, Bolívar, 1997, P. 162.
La utilización de listados era de uso común por parte de los grupos armados no estatales
donde aparecían los nombres de las personas que buscaban para ejecutar como una de las
formas de seleccionar a las víctimas según informaciones, rumores o acusaciones. Las listas
se han usado mucho en el caso de Colombia como una forma de señalar a personas dentro
de un determinado colectivo como un objetivo a “eliminar” culpabilizando a la víctima.
Llegaron grupos armados desconocidos con listas en mano. Sacaron a varias personas
de sus casas, las llevaron a la plaza del pueblo y las mataron. Sabanas de
Pedro, Sucre, 1997, P.265.
Teníamos como dos o tres años de estar viviendo en el barrio cuando mi tío llegó
de Lorica… y de un momento a otro aparecieron listas en el barrio y él apareció
en ella… Al llegar a su casa en una esquinita se puso a fumarse un tabaco… en
el momentito ella se acostó y escuchó los dos disparos. Al escucharlos se asustó
y salió afuera y lo encontró tirado en la esquina donde él estaba. Barrio Nelson
Mandela, Cartagena, Bolívar, 2004, P.271.
54
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
En muchos casos esos listados eran una simple excusa para asesinar. El estar incluido o no
en la lista no era garantía de nada, dado que esas acciones forman parte de un mecanismo
de terror colectivo. Por ejemplo, en el primer testimonio, aparecer en la lista significaba
una muerte segura, pero en el segundo testimonio no importaba si la persona no aparecía
o no, ya que la muerte estaba decretada de antemano.
Las autodefensas. Entonces en el 99 empezaron a ejecutar los que aparecíamos
en la carta. Entonces mataron a un compañero, después otro compañero, después
una compañera, después otro compañero. Entonces ya nos trasladamos a Bucaramanga.
Barrancabermeja, Santander, 1999, P.156.
Ellos aquí tenían una lista, tenían lista para llamar la gente, si en las listas. En el
mismo bus buscaban en la lista, “usted cómo se llama, cuál es el apellido suyo”,
“que Mosquera, que Valanta, que fulano”. Entonces, pero igual, nunca encontraban
en las listas que ellos tenían la gente que ellos estaba buscando y ellos por
venganza bajaban el que les daba la gana y mataban solamente por matar, porque
les daba rabia no encontrar la gente que estaban en su lista. La Balsa, Buenos
Aires, Cauca, 2000, P.375.
La intimidación sobre todo en las comunidades no terminaba con la muerte. A veces se
ponía una marca de lo que se hacía, de quién lo hacía y de porqué, para no dejar duda y
así enviar un mensaje de terror a los sobrevivientes. Especialmente en las comunidades
rurales después de ciertos operativos o masacres, los grupos armados hicieron pintas en
las paredes para dejar constancia del impacto y de la amenaza.
Ellos dejaron escrito en las paredes. Cuando ellos estaban matando al señor del
otro lado de la carretera, al otro día amaneció escrito ahí las AUC… y decía en
el letrero grande: “muerte a sapos, a guerrilleros y a ratas”. Cartago, Valle del
Cauca, 2000, P.882.
En muchos casos el escenario de estas muertes está rodeado de maniobras que muestran
la deshumanización de los perpetradores, como en este caso en que la muerte se da en una
especie de tiro al blanco o caza contra la víctima en un relleno sanitario.
De ahí se veía el relleno sanitario. Yo veía que ponían a caminar a alguien, le
soltaban, le gritaban palabras. Entonces y cuando menos pensaba uno, estaba ya
en el montón de basura, ¡lo ponían a correr! y el hombre arrancaba a mil… y le
disparaban, le hacían los tiros hasta que ya caía ahí en el montón de basura. Ahí
caía y si no caía ahí en el montón, caía a un lado. Peñol, Antioquia, 2002, P. 602.
La manera en que se cruzan estos diferentes patrones es parte de un recorrido por la
formas del horror que ofende el sentido de humanidad. Especialmente en el caso de las
masacres, la planificación de esas acciones muestra hasta qué punto se ha establecido un
modus operandi destinado a producir el mayor daño posible a una comunidad, estable55
Los hechos de violencia
ciendo formas de concentración de la población, realización de ejecuciones de unos delante
de otros y otras atrocidades que obedecen a un guion prestablecido. . En el siguiente
caso de la masacre de El Salado, Bolívar, ocurrida entre el 16 y el 21 de febrero de 2000,
los paramilitares primero citan a una reunión en un lugar público, luego seleccionan las
víctimas de acuerdo a una lista y posteriormente se asesina a la persona en cuestión delante
de las otras. Estas ceremonias del horror pueblan numerosos testimonios de las mujeres
en diferentes regiones del país.
Allá vivían unos tíos míos. Allá en la masacre del Salado, sucedió que también
los citaron, los llamaron a la plaza que fueran a una reunión. Ellos fueron, los
mandaron a acostar, se acostaron boca abajo. Esa vez entonces si llevaban una
lista y empezaron a llamar por lista. A la primera que llamaron fue a una mujer,
esa mujer era maestra, a lo que leyeron el nombre ella se paró. Entonces de una
vez la mataron. El Salado, Bolívar, 2000, P.256.
La utilización de retenes para cometer graves atentados al derecho a la vida, en este
caso asesinatos, es también frecuente. En el primer testimonio, los paramilitares, hacen
un retén y con listado en mano, seleccionan y ejecutan a las víctimas; en el segundo
testimonio, la guerrilla hace un retén hasta encontrar una persona en específico y luego
la matan.
Comenzaron a hacer retenes. A las personas que venían del Naya los retuvieron
ahí. Ellos tenían un listado, los que aparecían en ese listado ellos lo iban subiendo
a un barranco, a los que no, los dejaron salir. Muchos salieron. Se quedaron
retenidas cinco personas ahí en Patio Bonito, cuatro hombres, una mujer, la mujer
era la esposa de uno de los que mataron… No les permitieron salir y a ellos los
mataron y lógico que a la mujer también… Buenos Aires, Cauca, 2001, P. 310.
La guerrilla se había entrado al pueblo… Instalaron un retén a las afueras del
pueblo para la salida a Puerto Asís y allí esperaron a que él pasara, empezaron a
parar los carros… Le dispararon de una vez sin que repicara, sin nada. Luego ya
soltaron a la gente. Orito, Putumayo, P. 562.
La muerte violenta está muchas veces acompañada por los atentados contra la integridad
personal. Es decir, muchas personas asesinadas previamente fueron torturadas, donde los
malos tratos físicos y psicológicos se convierten en un tormento utilizado antes de la muerte.
El sargento me llamó, me dijo que fuera al hospital. Fui, y una muerte horrible.
Mi hijo ya estaba rajado de aquí a acá. La cabecita yo le metí la mano, y
era un hueco. Le sacaron todos los sesos, le botaron un ojito… sí, todo, estaba
todo torturado, todo torturado él, a Milton, Milton. Barrio Aranjuez, Antioquia,
2003, P.872.
Lo encontramos totalmente destrozado, tortura total, lo habían desmembrado
parte por parte. Santander de Quilichao, Cauca, 1980, P. 526.
56
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Algunas mujeres que dieron su testimonio trataron de salvar la vida de sus seres queridos
intentando interceder con el grupo armado para salvarle la vida a la persona. En la mayoría
de las situaciones, sus intentos no surtieron ningún resultado cuando ya la decisión de
la muerte estaba tomada.
Entraron otra vez los paras. Decían que iban a llegar con cabuyas, con alambres
a amarrar al que la debiera o al que hubiese hecho algo, y… fue como peor, porque
una noche hubo una matanza grande en el pueblo. Esa noche mataron a cinco
personas… mataron a un doctor, se llamaba Juan de Dios, mataron a una docente,
se llamaba Nora, mataron a un muchacho al lado de la casa, que se llamaba Álvaro…
La esposa [del doctor] cuando oyó los tiros que lo mataron en el parque,
llegó y les decía a esa gente que “se lo dejaran llevar al hospital, que él todavía
estaba vivo” y ellos decían “lárguese de aquí porque también la matamos”. Así
que la esposa no tuvo más remedio y se regresó para el apartamento con los hijos.
Ya cuando pasó todo, que se fueron, la gente empezó a salir a mirar los cuerpos y
ya todos estaban muertos. Unguía, Chocó, 2000, P. 263.
En otros casos, eran los líderes de la comunidad que intentaban mediar con las organizaciones
armadas para evitar los asesinatos, señalando la inocencia de la persona o clamando
por una indulgencia que no se tuvo. La mayoría de las veces los resultados fueron
infructuosos. Las acusaciones se convierten en ese sentido en una declaración de muerte
que se pretende justificar en base al comportamiento de la persona.
El señor lo acusaron de unas cosas que no eran ciertas y lo iban a matar… Ahí
en el patio de mi casa lo amarraron y él me suplicaba y me decía “doña Nelly, no
dejen que me maten”. Yo me llené de tanta angustia y tristeza y corrí a contarle
al consejo comunitario local. Vinieron de allá y hablaron con el comandante de la
guerrilla y él dijo que “él la debía y él la tenía que pagar”. El representante local
le dijo “no, si van hacerle algo nosotros ya hablamos con ustedes y ustedes siguen
insistiendo que lo van a matar al señor”. Entonces le dijo “si lo van a matar, no
lo maten aquí en el patio de la señora Nelly porque hay muchos niños, esto es
una comunidad que ha sido muy pasiva y eso le puede traer mala imagen a los
niños y la señora tiene problemas que sufre del corazón”. Al señor se lo llevaron
amarrado, primero le vendaron los ojos, le pusieron una soga en la garganta, le
amarraron las manos por detrás, le pusieron en cada pierna un soga y se llevaron
para el pueblo arriba, allá mataron al señor. Ese fue una cosa de mucho temor en
la comunidad porque no nos había tocado de ver como matar a un cristiano sin
la persona ser maleante. Porque nosotros allí en el pueblo al señor lo queríamos,
porque era un señor que se metía mucho en los trabajos comunitarios. Rio Bebará,
Chocó, 2001, P.423.
Se dieron otros casos en que aunque se percibía que el propósito inicial era asesinar
a una persona, pero que por situaciones fortuitas la víctima llegó a sobrevivir. Infor57
Los hechos de violencia
maciones sobre relaciones personales o la identidad de la víctima se convirtieron en
algunos casos en “argumentos” que frenaron la acción de los perpetradores, como en
el siguiente caso. Sin embargo, en otros muchos dichas acciones no tuvieron ningún
impacto.
A él lo coge la policía. Cuando él vio que en verdad lo iban a matar, porque lo
estaban tildando de guerrillero y él les juró que él nunca había tenido nada qué
ver con la guerrilla. Entonces, lo sentaron en un pantano, lo sentaron ahí, le
aporrearon la vista, lo aporrearon en las piernas. Entonces, lo dejaron bastante
aporreado. La única salvación de él en ese momento fue que les dijo que él
tenía familia en la ley, y… que la familia que él tenía en la ley, tenía más rango
que ellos, que cómo se les ocurría que él teniendo su familia en la ley iba a ser
partícipe de la guerrilla. Cuando él les dijo eso, entonces, ellos pararon y se
pusieron a hablar, le preguntaron por el nombre de los familiares, comprobaron
que sí era verdad, y… lo dejaron ir para la casa… Él bajó a Guarato, a hablar,
para poner la denuncia. Entonces el comandante de la policía le dijo: “que no,
que nos disculpara, que vea, que la policía cometía errores”. Santa Cecilia,
Risaralda, 2000, P. 668.
En este otro caso, el día en que se perpetró una masacre en una fiesta, las víctimas se
libraron de la muerte por otros hechos fortuitos como estar o no en un determinado lugar,
participar en una fiesta o conmemoración donde se dieron los hechos o haberse ausentado
de la misma como en este caso.
En el año 2006, estaban celebrando el día del padre, en la vereda San Gabriel, en
Viotá… Nosotros pasamos temprano, después mi marido se sintió un poco mal, y
nos fuimos y dijimos, “más tarde volvemos”… Resulta que llegamos a la casa, nos
entretuvimos, y se nos hizo tarde, y como pues la vereda quedaba un poquito lejos,
entonces no volvimos. Pero esa noche llegaron tipos armados con capuchas, todos
vestidos de negro, y con armas muy sofisticadas, con lista en mano, y mataron a
ocho personas, entre esa lista estábamos nosotros. Nos libramos, y nos libramos
porque no volvimos a la fiesta. Bogotá, D. C., 2003, P.100.
58
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Simulación de una ejecución o “Ruleta Rusa”21
Yo estuve como casi tres meses escondida en Silvia, me tocaba estarme rotando de
casa en casa, eso para mí fue horrible porque separada de mi hija, de mi mamá…
esos cuatro meses, fue terrible. Hasta que un día yo dije bueno, al final no le debo
nada a nadie, no le he quitado nada a nadie… yo no me aguanto más esa zozobra,
yo me voy a ir, y yo fui para mi casa, para el Naya. Desafortunadamente el día
que yo subía, los paramilitares me cogieron a mí en Robles… era el 10 de abril…
ellos hablaban por esos radios de comunicación que ya habían matado a cinco
marranos, decían ellos pues que eran el finado Daniel Suárez, la esposa, el hijo, un
sobrino… y el alguacil del cabildo… Nos golpearon, nos insultaron. Yo llevaba una
carpeta donde cargaba los papeles y me dijeron que yo “qué era”, entonces yo le
dije que yo “era una de las líderes del Naya, que yo había tenido que salir pero que
yo iba nuevamente para la región, que yo iba a ver a mi familia porque hacia más
o menos unos cuatro meses que no los veía”… Entonces me dijo “sabe qué, vamos
a jugar a la ruleta… yo voy a dejar un solo tiro en el revólver y yo te martillo y si
estas de buenas no te sale el cosito ese donde va la bala”… Entonces llegó y me
disparó la primera vez y no pasó nada, a la segunda tampoco, y… “en esta si no
va a fallar” me dijo así, bueno llegó y me colocó el revolver, me dijo “despídete”
cuando bueno, yo dije gracias a dios y ya. Cuando llegó y él amagaba, como que
lo iba a apretar y volvía y lo soltaba, si era como si maliciándolo a uno así, a ver
si yo le decía no me mate. No, yo no le suplicaba nada, bueno cuando el llegó y
apretó eso y no salió ningún tiro. Entonces me dijo “sabe qué, india, vos estas muy
de buenas” me dijo,… ‘porque no se sienta ahí”,… me quitó la maleta, me quitó
la carpeta, me la quemó y me dijo “bueno, yo no te voy a hacer nada, esperemos
a ver el comandante, él qué decide”… Seguí ahí cuando como a eso de las siete
bajó el comandante, ese que tenía la decisión que iban a hacer conmigo… Ese tal
Mario, él era como un costeño alto… “que se coloque las botas y que nos acompañe”
dijo él así… Yo dije “pues seguramente me van a ir a matar”… De ahí subimos
a un sitio que llamaba la Silvia y ahí estaban el resto de los paramilitares…
Ya después salió el comandante y me dijo “usted está de buenas me dijo porque
mire que la gente que hemos cogido son muy pocos los que se van, son contaditos
pues y vos sos una de esas”. Me dijo “yo no sé qué vos tenés pero de verdad que
el Dios que vos confías como que te hace el milagrito porque para que vamos a
gastar balas en vos, sabes qué pero eso si te decimos, ándate de aquí y te damos
cinco minutos para que vos te desaparezcas de aquí y… yo mando a revisar todo
este sector y si te encontramos ya no te la perdonamos” dijo. Yo le dije “bueno”
y “los cinco minutos empezaron a correr es ya”, dijo. Ahí mismo yo como pude
salí de esa casa y corra, yo corrí. Lideresa indígena, Naya, cauca, caso colectivo.
21
21 Simulacro de ejecución con una bala en un revólver usada de forma sucesiva como forma de terror.
59
Los hechos de violencia
Los escenarios de la muerte
La generalización de la violencia contra la gente también ha conllevado una multiplicidad
de lugares donde se cometieron asesinatos o ejecuciones extrajudiciales. Una gran parte
de los asesinatos se dieron en el escenario rural de la presencia de actores armados, especialmente
en camino o ríos. Lugares por donde transitaban las víctimas, lo que les hace
más vulnerables dada la imposibilidad de huir o protegerse, o lugares donde fueron dejados
los cuerpos como señal para otros. La geografía del país está recorrida por muchos
caminos y ríos deberían ser lugares de recuerdo de estos hechos y víctimas.
Asesinaron a mi padre el 12 de enero del 85… Él era un jornalero… Él iba
de aquí, de Urrao, un domingo o un sábado por la tarde para su casa, con el
mercado, y en mitad del camino, lo bajaron de la bestia y lo mataron. Urrao,
Antioquia. 1998, P.52.
A mi cuñado se lo llevaron y a un paso no muy lejos de la casa de nosotros a otra
finca, fue asesinado. Especialmente donde cruza una quebrada que se llama la
Alaja… Lo mataron frente a los campesinos que iban cruzando en ese momento
por el camino. Vereda Alaja, Sucre, 2005, P.115.
Multitud de lugares también de las ciudades o pueblos, de Iglesias o calles están marcados
por la muerte. La extensión de esos lugares muestra un modus operandi que no trata de
ocultarse, así como la impunidad y el grado de control del territorio con el que se han
cometido muchos de estos actos, sin lugar a investigación sobre la escena del crimen,
testigos u otras formas de investigación de los hechos.
Me asesinaron a mi niño Jaiber Alexander tenía 23… Terminó el servicio militar
y se vino a trabajar… En la tarde vino un muchacho en una moto y me dijo
“doña Edilma mataron el niño que es suyo” y le digo yo “no, yo no puedo creer
esto” y me dijo “sí, a él se lo mataron, está tirado por Belén”. Yo por Belén y
llamé a la empresa y le pregunté a Olga, la secretaria, “Olga dónde me tienen
mi niño” y me dijo “lo mandé para [sic] Enevantel a analizar una aguas” y yo le
dije “Olga, lo mataron”. Olga llamó y se comunicó a varias partes, y entonces
mi yerno lo encontró tirado en el piso junto a la iglesia de Santa Gema. Manrique,
Antioquia, 2002, P.16.
Yo me acuerdo la fecha, el 22 de febrero del 98. Yo estaba en la casa sola, los otros
muchachos ya se habían ido a trabajar, cuando ahí mismo me llamaron… Cuando
yo llegué, cuando a él lo mataron, a él lo mataron por allá, por el otro lado. Cuando
yo fui, hay no, que yo era como loca, y entonces no sé cómo bajé unas escalas…
Cuando llegué encontré al hijo mío, ahí como un crucifijo, en la calle y le dieron
el tiro por aquí… San Antonio de Prado, Antioquia, 1998, P.61.
También en muchos casos las casas de las víctimas o sus familiares fueron el escenario
del crimen, como lugares en los que a la vez que se busca a la víctima de una forma más
60
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
segura, se oculta la acción en este ámbito privado. Las casas de muchas mujeres quedaron
marcadas por estas muertes como escenarios del horror en lugar de como sus lugares de
vida. En el espacio de la casa, los asesinatos o ejecuciones se cometen frecuentemente delante
de otros familiares, como muchas de las mujeres que dieron su testimonio para este
proyecto, con lo que el impacto de los hechos en el resto de la familia y especialmente en
los niños y niñas extiende el horror hacia su familia y las nuevas generaciones. El hecho
de ser testigo directo de estas muertes está asociado a un mayor impacto traumático.
Me lo asesinaron también, le venían haciendo seguimiento desde hace rato. El no
alcanzó ni a declarar como desplazado. Eso fue como en agosto que lo asesinaron
a él. Lo mataron en la misma casa, hacia media hora que había hablado con mi
hermana Yeni que lo habían amenazado, y llegó a la casa y a las cinco de la tarde,
le llegaron unos tipos ahí y lo asesinaron ahí dentro. Castilla, Meta, 1998, P.160.
Estaba con él la mujer, estaba con él y un niñito que era de ella pero no de él. Lo
mataron ahí, delante del niñito y delante de la mujer. La mujer era muda y ese
niñito quedo traumatizado… Él cerró la puerta y la puerta como tenía una buena
seguridad no la pudieron abrir y esa gente le dieron con hasta con el machete.
Le dieron, picaron la puerta y se metieron a dentro y lo encontraron adentro y lo
mataron. Riosucio, Chocó, 1997, P. 250.
Los lugares de refugio o vida en común, la propia habitación o la propia cama se convirtieron
para muchas mujeres en un espacio de la muerte. Este modus operandi se orienta a
facilitar las ejecuciones en un contexto de vulnerabilidad para la víctima y ocultamiento
de la acción y los perpetradores. Los testimonios de las mujeres hablan de cómo esta ruptura
de cualquier frontera de protección, esta invasión de la muerte violenta y el ser testigo
de estas atrocidades han supuesto un enorme impacto traumático en los hijos e hijas.
Nos tuvimos que volar para Medellín cuando mataron tanta gente en las camas.
Mataban la gente encima de la cama, durmiendo… los paracos… los sacaban o
los mataban en la cama. Urrao, Antioquia, 1996, P.72.
A él lo perseguían. Un señor indio llegó donde mi con pantalón mocho y me dijo “que
dónde estaba Edgar”. Pero él no sabía que vivía en mi casa… y yo ya sabía que lo
tenían escondido y yo estaba en la Cruz Roja para sacarlo de allá… A mi hija… la
siguieron, llevó la comida y el desayuno dos días y la persiguieron de noche y cuando
ella entró, entraron por él. Esa muchacha quedó traumatizada, la Miriam, que mejor
dicho. Lo mataron debajo de la cama, la misma muerte del papá… lo mataron de una,
a tiros, y la sobrina mía quedó muy enferma… Frontino, Antioquia, 1997, P. 97.
En los casos en que se quiso producir un terror colectivo directamente, y los perpetradores
tenían el control armado de la zona como para asegurar que no se daba resistencia a sus
acciones, algunas víctimas fueron conducidos a un lugar público para ser asesinadas. La
práctica de crueldades como torturas y atrocidades como la mutilación de los cuerpos
incluso en vida, son descripciones del horror que cuestionan permanentemente a las mu61
Los hechos de violencia
jeres víctimas o a quien escucha sus testimonios sobre el sentido de la humanidad y los
mecanismos de desesensibilización o la ideología que hace posible estas prácticas.
Ellos fueron sacados de las casas, de la casa donde estaban. Eran hermanos, hijos
de mi hermana, la mayor. Mi hijo es testigo de eso, ellos son brutalmente mutilados.
Delante de él le cortan el cuello, manos, pies, con una motosierra, los cortan por
pedacitos. Tumaco, Nariño, 2002, P.199.
Y se llevaron a mis hermanitos atados también. Entonces, le trancaron las puertas
de la casa… se llevaron a tres de mis hermanitos… Uno tenía como 18, el otro
como 24 años, o sea, de 18 a 30 años estaban ellos… Se los llevaron, entonces, los
asesinaron. Pero ellos intentaron, de pronto como correr porque ahí, o sea, ahí
se notaba cuando los mataron. Ellos quedaron enredados en cuerdas de alambre,
ellos intentaron correr. Barrio Kennedy, Bogotá, D.C., 1998, P.746.
En muchas comunidades los lugares públicos como plazas o canchas de deporte fueron
lugares elegidos para cometer masacres con un impacto ejemplificante.
Después acá también hubo una masacre, aquí en Tibú. Sacaron a la gente, la
llevaron a una cancha por allá… uy eso fue como que en 2001, en el 2000… No
me acuerdo ya bien... Ellos se dieron cuenta cuando llegaron los camiones esos
turbo y bajaron a todos esos paramilitares, y fueron casa por casa. Todo el mundo
en una reunión en la cancha, una reunión en la cancha, y los llevaron para una
cancha y los acostaron en el suelo, y los masacraron ahí en el suelo. La Gabarra,
Norte de Santander, 1999, P. 780.
En la alcaldía amarraron a mucha gente. Entre ellos Epifanio Rivas, un profesor
que después lo desaparecieron, lo enterraron, no lo vimos más, le quitaron la
ropa. A muchos otros funcionarios de la alcaldía, los dejaron amarrados ahí, en
un muro. Desde ese día hicieron reunión en el pueblo con mucha gente, en la plaza
de mercado, diciéndoles que ellos “no eran malos”, que ellos “venían hacer una
limpieza social, acabar con la milicia que había ahí”. Esa misma noche mataron
como a cuatro muchachos en diferentes esquinas. Riosucio, Chocó, 1996, P.426.
Centros educativos, culturales o religiosos tampoco se escaparon para ser utilizados como
lugares de la muerte como lo indican estos tres testimonios. Estos lugares colectivos han
quedado asociados al terror. La memoria de estas atrocidades debería ayudar a resignificar
esos espacios colectivos con un recuerdo que sea dignificante, como una manera de
transmitir una memoria que respete los derechos humanos que fueron violados en esos
lugares de forma tan dramática.
Estábamos ahí en su pueblo y ahí nos reunieron y nos encerraron en un colegio a
todos. A la fuerza nos fueron metiendo y nos encerraron allá, y de allá sacaron a
dos y los mataron. Timba, Cauca, 1999, P.436.
62
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
A ella la mataron en Sipirra en el centro cultural, porque ella estaba allá en una
reunión… Allá fueron y la llamaron afuera y la mataron allá. Puerto Rico, Risaralda,
2001, P. 614.
Estábamos dentro de la iglesia y nos cayó… fue una bomba. Una bomba se
explotó en la iglesia. Caían esquirlas y me cayó una esquirla en un brazo…
Habían muertos que no se conocía quién era, cabezas por allá, manos por acá,
y nadie sabía quién era. Hasta los perros comían muertos. Bojayá, Chocó, 2002,
P. 478.
Como una forma de controlar la movilización en los territorios bajo control, también las
carreteras o buses públicos fueron escenario de ejecuciones, la mayor parte de las veces
delante de otros pasajeros. En los siguientes dos casos las víctimas fueron mujeres.
Nosotros íbamos y se subieron… pararon el bus. Entonces el bus se paró, entonces
ellos se subieron. En el momento ellos no dijeron nada si no que ellos pues
siguieron, así como cualquier que se sube a un bus y ya. Después que ya íbamos
como al llegar a la vereda, al pueblo, fue que ya la llamaron a ella: “cómo se
llama usted”, que quién se llamaba Olga. Entonces ella dijo, “pues soy yo, a mí
me buscan”, entonces dijo: “si, a usted la buscamos”. Entonces ellos de una se
pararon y la mataron. Alto Baudó, Chocó, 2003, P.397.
A mi hija me la mataron. Ella salió de aquí de Pereira a las 6 de la mañana, iba
para Medellín. Resulta que en Santa Bárbara, Antioquia, se subieron dos tipos
al bus… Ella iba con otro compañero, mataron al compañero y me la mataron a
ella… A ellos los iban a bajar del bus para desaparecerlos, pero como ellos no se
dejaron bajar, los fusilaron ahí. Ituango, Antioquia, 2008, P. 672.
Un testimonio que resume varios de estos escenarios de violencia, es el de una mujer
sobreviviente de la masacre del Salado:
Soy desplazada del Salado, Bolívar, los paramilitares entraron por la vía del Carmen
para el Salado… y se tomaron el pueblo… Iban sacando a la gente casa por
casa, para la cancha, de ahí nos sacaron. Nosotros estábamos en una compañía
tabacalera. Nos sacaron de ahí, nos echaron para fuera, nos apuntaban, nos gritaban,
nos gritaban, “salgan partidas de guerrilleras, novias de guerrilleras”
nos decían, y ahí tiraron a una señora en el suelo y la apuntaban… Nos echaron
para la cancha, y ahí no nos sentaron ahí en la cancha….Mataron más de treinta
y seis personas… Cuando nosotros salimos de esa casa, vimos todos los tirados,
ahí muertos. La sangre, la gente llorando, lloraban. De ahí salimos ya como a las
siete de la noche para una casa. O sea por grupos nos tenían ellos. Al siguiente
día ellos llegaban a las casas y contaban cuantas personas había. El Salado, Bolívar,
2002, P.252.
63
Los hechos de violencia
Los medios utilizados en los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales
Más del 90% de las víctimas en los conflictos armados del mundo mueren por armas de
fuego. También en el caso de Colombia, donde el tráfico, comercio y proliferación de
armas de fuego han sido parte de la gasolina de la guerra y de los medios de destrucción
utilizados de forma generalizada.
Él estaba hablando con el padre… Bueno ya se vino a visitar la novia y ya cuando
subía lo mataron por detrás. Le dieron tres balazos, tres tiros. El primero le destrozó
la columna vertebral, y el cayó así cruzado… Le dieron los otros dos tiros
esos desgraciados. Robledo, Antioquia, 2000, P.27.
Cuando lo sacaron me decían que “dónde estaba la hijuetantas de la mamá”. El
decía que “no sabía” y le daban y le daban y lo pasearon todo el barrio y lo fueron
a matar a un palo de almendra grande. Lo sentaron y le dieron un tiro de gracia.
Eso me dolió. Le salió por acá. Barrio Policarpa, Apartadó, Antioquia, 1997, P.128.
Sin embargo, en las muertes a escala masiva que se han dado en Colombia otros medios
han sido utilizados para la muerte violenta. Además de armas de fuego, el uso de armas
blancas, o incluso de instrumentos del horror como motosierras, han sido utilizados especialmente
por grupos paramilitares para cometer sus asesinatos, ejecuciones extrajudiciales
y masacres. Este modus operandi de la sevicia extrema, a pesar del sentido de la
irracionalidad que genera en quien escucha los testimonios de las mujeres víctimas, tiene
una racionalidad de extender el terror como un mensaje que bloquea y paraliza a toda la
comunidad o toda la sociedad.
Ellos fueron sacados de las casas, de la casa donde estaban. Eran hermanos, hijos
de mi hermana, la mayor, mi hijo es testigo de eso. Ellos son brutalmente mutilados.
Delante de él le cortan el cuello, manos, pies, con una motosierra. Los cortan
por pedacitos. Tumaco, Nariño, 2002, P.199.
Los mataban con motosierra, los hacían miga, los metían en un saco. Habían muchos
que los tiraban al río todos hecho pedazos. Quebrada Seca, Sucre, 2000, P. 251.
Él empezaba a gritar allá afuera, “que no lo mataran, que no lo mataran que él tenía
sus hijos, que se pusieran la mano en el corazón”… Uno de esos comandantes le
decía a él que “cavara el hueco que ahí era donde lo iban a enterrar”… De ahí
cogieron y lo amarraron las manos y los pies. Lo pusieron boca arriba y prendieron
una motosierra y lo empezaron a abrir vivo, del cuello hacia abajo. Él gritaba
y eso se movía y la sangre chipoteaba, y él gritaba y ya a lo último ya como que
le arrancaron la lengua. Le iban arrancando las vísceras, todo eso se lo arrancaron.
Cuando ya terminaron de eso, cogieron y se fueron. Dijeron “bueno, ya este
trabajo está listo”. Unguía, Chocó, 2000, P. 263.
Los relatos del horror dejaron a las entrevistadoras e investigadoras de este proyecto
abrumadas por la capacidad de destrucción, la insensibilización y la deshumanización de
64
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
quienes realizaron esas prácticas macabras. La sevicia de algunos casos también puede
verse en la cantidad de impactos recibidos por una sola víctima o la destrucción de los
cuerpos a que fueron sometidas.
Entonces nos despedimos ahí y yo me fui con la niña y él se entró para acá…
cuando yo sentí unos disparos, yo sentí siete tiros. Muy duro, porque eso fue acá
mismo y yo inmediatamente salí corriendo y salí volada y dejé la niña. Entonces
dije “cojan la niña”… claro ya estaba Silvio ahí en el piso. Yo realmente no vi
a nadie, porque yo me enfoqué fue a él. Estaba ahí tirado, estaba ahí y estaba
un sobre al lado de él con un hueco de un disparo Para mí, al parecer tocaron
la puerta y él fue y abrió… él fue a abrir la puerta y al parecer sacaron la pistola
detrás del sobre… Dentro de ese sobre había como un estilo de factura de
esas cuentas de cobro, de esas facturitas que hacen en cualquier parte de esas
malitas y decía siete post-it y a él le pegaron siete tiros. Medellín, Antioquia,
1996, P.64.
Numerosos relatos de las mujeres describieron el grado de destrucción con que fueron
encontrados sus compañeros o hijas e hijos, hasta el punto de que muchos quedaran irreconocibles.
Los trece impactos de bala que él recibió, tres tiros le destrozaron la cara, le sacaron
la mandíbula. Quedó totalmente desfigurado, solamente le pude reconocer
una partecita. Barrio Compartir, Soacha, Cundinamarca, 2008, P.138.
Mi mamá trabajaba en la finca la Manzana, queda cerca de Currulao y una mañana
se levantó, se fue a trabajar… Nos llegó una noticia que había habido una masacre
y mi mamá había caído ahí en la muerte… A ellos los mataron en fila pero
mi mamá cuando vio lo que estaba pasando con los compañeros le dio un shock.
Entonces dijeron que se estaba haciendo la muerta y le dispararon a la cara. Le
dieron cinco impactos de bala en la cara, le dañaron el rostro… Corregimiento
Currulao, Antioquia, 1993, P. 93.
Las mujeres describieron la situación en que fueron encontrados sus familiares mostrando
el modus operandi de los perpetradores, el grado de brutalidad y el grado de sufrimiento
que padecieron los suyos antes de encontrar la muerte.
A él lo cogieron, lo maniataron detrás de la carrillera, y lo golpearon y le pegaron
unas puñaladas. Después de que le pegaron las puñaladas, que estaba maniatado…
le pegaron un empujón y el cayó… Ahí en la parte de la carrillera cayó y
ahí lo acabaron de apuñalear. Le dieron 17 puñaladas, y… lo dejaron ahí… Las
Granjas, Barrancabermeja, Santander, 2004, P. 748
Le dieron primero con un palo. Después… le metían pata. Lo cogieron y le dieron
con un hacha y le partieron… la boca y el ojo se lo sacaron. Corregimiento del
Camarón, 1993, P.223.
65
Los hechos de violencia
Lo cogieron unos hombres y lo arrinconaron por allá. Le hicieron unos disparos
pero la pistola se les encasquilló. Entonces con un cuchillo mata ganado le dieron
puñaladas. Luego lo degollaron por que él era sapo de la guerrilla y eran los famosos
Masetos. Dijeron que se denominaban Masetos. Llorente, Nariño, 2001, P. 565.
El uso de artefactos explosivos como bombas, cilindros de gas, bombardeos mediante
aviones o carros bomba han sido otras modalidades que han afectado directamente a la
población civil. La muerte de los muertos y la de quienes quedaron vivos como esta madre,
que relata el uso de grabadas en un atentado en que murió su hijo.
La foto que tengo, que exhibo de mi hijo, fue lo único que me quedó de él, lo único…
Él estaba diligenciando para sus papeles. ¿Porqué digo que fue lo único que
me quedó? porque el 16 de abril del 2006, un domingo de resurrección entraron
al apartamento dos individuos, tiraron dos bombas y acabaron la vida de mi hijo,
y la vida nuestra, tanto de mi esposo como la mía. Bogotá, D. C., 2006, P.109.
Las armas indiscriminadas
Pues cuando colocaron ese carro bomba allí, la gente sabía que eso era por los grupos al
margen de la ley. Los paramilitares estaban hospedados en el Hotel Aristi que quedaba
en seguida de la panadería, y el carro bomba supuestamente iba dirigido para ese
hotel. Pero en ese momento estaba ocupado con otro carro que estaba allí, entonces no
pudieron colocar el carro allá y lo colocaron al frente de la panadería. Se cree que fue la
guerrilla para los paramilitares, porque ellos eran los que estaban hospedados, pero de
esa gente los afectados fueron muy poquitos, eso no más fueron rayoncitos, cortaditas.
Al hotel se le dañaron los vidrios de las ventanas y los que estaban hospedados sufrieron
heridas pero muy leves. Pero gente murió bastante, quedaron mal, perdieron la vista.
Cuando fue en la panadería, las sillas les quedaban pegadas en el cuerpo, las mesas,
vidrios en el cuerpo, muchas cosas en el cuerpo de las personas. Así que yo me de
cuenta fueron cuatro personas que las miré que estaban muertas. De las demás no sé
porque en esos momentos uno no se preocupa por los demás sino por los de uno. Se cree
que fue la guerrilla. San La Hormiga, Putumayo, 1998, P. 548.
El uso de granadas en lugares poblados ha matado a numerosas personas civiles ajenas
totalmente al enfrentamiento, y que ven como sus territorios o calles son escenarios de
atentados como el que se describe en el siguiente testimonio, con resultado de muertes de
civiles en este caso de un niño.
Cuando llegó el guerrillero, venía corriendo y se acercó hacia mí y se paró frente
a mí y tiró un artefacto explosivo, una granada, y se lo tiró a la garita. Yo no sé si
él no se percató que la garita tenía malla, al tener malla la granada rebotó hacia
donde yo estaba y como estaba a muy escasos metros, pues me cayó al pie donde
66
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
yo estaba. Quise yo dar la vuelta para correr, ya era demasiado tarde y ahí fue
cuando yo alcancé a cargar el niño y cuando sentí fue la explosión, pero yo no
perdí el conocimiento. Yo sentí que eso me alzó y a lo que yo iba cayendo, yo en lo
único que pensaba era en mi hijo y el niño cayó siempre retirado donde yo estaba,
donde yo caí. Cuando a los pocos segundos salió mi cuñada gritando y salieron a
ayudarme. Pero ya era, pues con el niño ya no había que hacer porque el niño ya
nos habían dicho que ya. Corinto, Cauca, 2010, P. 314.
Los mecanismos de la crueldad
Si bien la muerte violenta supone un absoluto desprecio por la vida de la persona, la manera
en que algunas víctimas fueron asesinadas, ejecutadas o masacradas en Colombia
denota el grado de deshumanización, crueldad por parte de los perpetradores. La destrucción
de los cuerpos, la tortura y mutilaciones han sido utilizadas contra muchas víctimas.
También usando el cuerpo de las mujeres como expresión del terror como se vio en el
capítulo correspondiente a la violencia sexual.
La forma en que fueron asesinadas muchas personas, supone una barbaridad y sevicia que
no se alcanza a comprender, aunque obedece a la racionalidad del terror. También demuestra
el grado de descomposición ética de las partes en el conflicto armado, el grado de control
interno y cómo el estímulo de la crueldad ha sido prueba de fidelidad interna, el control del
seguimiento a las órdenes o la ideología militarista o sexista atribuyendo un sentido de masculinidad
a la disposición a la práctica del horror. Los relatos estremecedores de las mujeres
víctimas no están sacados de ninguna película de terror ni son distorsiones transmitidas boca
a boca, sino desgraciadamente prácticas frecuentes por parte de diferentes actores armados.
Mataron los dos tíos míos y los sobrinos porque los mataron todos completos…
Ellos llegaron a la casa y varios hombres dijeron que los acompañaran, ellos dos
y los tres muchachos… Entraron por ellos y dijeron que los acompañaran y salieron…
La muerte de ellos también fue muy triste… Se los llevaron al pie de una
quebrada, les mocharon la cabeza, a todos. A uno le dejaron el cuerpo ahí y la
cabeza por otra parte. A cada uno le fueron dejando el cuerpo por parte y parte…
les cortaron la cabeza, ¡qué cosa tan dura! Chigorodó, Antioquia, 1989, P.36.
Entonces mi hijo, como él era el que me ayudaba en la casa se fue a trabajar con
el señor, y allá estaban en Itsmina, en un pueblo que le dicen Basurú. Cuando
sintieron, fueron rodeados, los rodeó el ejército y los amarraron. Los amarraron
con las manos para atrás. Con los mismos machetes que ellos andaban les dieron
machete y les mochaban la cabeza. Opogadó, Chocó, 1997, P.477.
El sufrimiento premeditado de las víctimas no es tanto en estos casos una forma de buscar
información como de destruir a la persona, su familia y comunidad, de acabar con cualquier
resquicio de vida en ese contexto. Casos de uso de ácido para desfigurar y provocar
dolor, uso de fuego para producir quemaduras, formas de asfixia hasta producir la muerte.
67
Los hechos de violencia
Por esos días ya mataron al sobrino mío, y a él lo mataron muy feo, lo cogieron y
le echaron un líquido hasta que se murió, porque él murió quemado… Él tenía 23
años… Él había visto muchas cosas y que por eso lo mataron… Por allá estaba tirado
con otra gente donde tiraban los carros… Ese día mataron como 14 o 15 y ese
día mataron en el pueblo 24 en la misma noche. San Carlos, Antioquia, 2001, P.4.
Otra muerte trágica, donde también fue quemada otra familia, que llegó a reclamar
sus lotes en la Rivera. Que les prendieron candela también dentro de un carro. También
fueron ellos, los paramilitares que le prendieron candela a ese carro. Con la familia
ahí dentro, también murieron ellos. Barrio la Rivera, Bogotá, D.C., 1993, P.188.
Estaban sentados: una vecina, el marido de mi mamá, mi hermanita Valentina,
Jessica y mi mamá… murieron asfixiados… Ellos estaban en ronda, amarrados,
les habían pegado cinta, cables, manilas… Tenían toda la cabeza envuelta de cinta
de enmascarar… Las dos niñas no más la nariz y la boca… El tercer día como
el olor y era más fuerte y se preguntaban que de dónde provenía… La policía tuvo
la idea de abrir un hueco en el techo y preciso, donde abrieron el hueco estaban
ellos abajo, en ronda, amarrados. Les tocó dañar la chapa de la puerta, entrar y
mirar todo eso. Llorente, Nariño, 2005, P. 560.
Hasta animales salvajes han sido empleados con estos propósitos según el relato de los mismos
perpetradores. Además de la sevicia de estas prácticas muestran la intención de ocultar
las pruebas de los hechos a la vez que se extiende el mensaje de terror. Estos dos testimonios
relatan cómo dichas acciones fueron descritas a las víctimas por los mismos perpetradores.
Yo me quedé como hipnotizada. Bueno, él se sentó ahí en la mesa [un paramilitar]
y tomaba cerveza y me hablaba y hablaba y me dijo que “me había dejado mi
marido… de este mundo”. Después supe que lo habían echado a los caimanes
vivo. Que lo habían echado a los caimanes. Que lo habían amarrado y lo habían
echado a los caimanes con todo y ropa y papeles, porque papeles ni nada. No
apareció nada. Sabana de Torres, Santander, 1999, P.760.
“No mijita, no lo busque porque eso se lo dimos de bocado a unos caimanes que
teníamos nosotros”. Lo picaron, porque fue un dedo de él que me mostraron…
Para mí fue algo tenaz… y me dijo el man [hombre]: “¡tiene que irse ya! o sino
usted también quiere morir como él”. Papayal, Bolívar, 2003, P.766.
Son evidentes los signos de tortura en muchos de los cadáveres. La tortura fue usada
como medio para causar la muerte y como un paso previo de dolor y sufrimiento antes
de matar a la víctima. Algunos cadáveres aparecían con signos de tortura bien singulares:
Nosotros vivíamos en Bolívar, en el pueblo. Mi papá una persona que desafortunadamente
cayó en el infierno de las drogas y él trabajaba pero era para eso. Lo
que si tenía era que nunca había robado, trabajaba. Entonces un día cualquiera
llamaron a la casa a decir que como hace tres días a mi papá lo habían matado. A
68
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
él lo arrastraron de una finca por todo un potrero, o sea lo torturaron de la forma
más cruel. Lo llevaron a la carretera, le pegaron como ocho tiros en la espalda y de
ahí le amarraron un inodoro con cuerdas en la nuca. Urrao, Antioquia, 1996, P.34.
Pues por cosas que ella no quiso aceptar, la amenazaron, pues ella también hizo
caso omiso, y fue asesinada en su propia casa, en su propia cama. A ella se la
encontró muerta y atada con alambre de púa y bueno la trataron feo. Vereda Porvenir,
Turbo, Antioquia, 2000, P.124.
El destino de muchos cuerpos
En muchos casos relatados por las mujeres, los episodios de crueldad no terminaron con el
asesinato de la víctima. Muchos cuerpos no fueron inhumados. Una forma utilizada para
deshacerse de manera cruel de un cuerpo y de dificultar su identificación fue desmembrarlo,
según no solo las víctimas sino los propios relatos de perpetradores en algunas de las llamadas
versiones libres de la ley de Justicia y Paz. La destrucción de los cuerpos e incluso la
prohibición de recogerlos, demuestra una intención de ocultar los restos y del destino final
de la víctima. La mutilación de cadáveres es relatada por varias mujeres víctimas.
A él lo mutilaron. A él le cortaron la cabeza y el cuerpo y lo tiraron al río. Nosotros
no pudimos ver… ni… recogerlo… Lo mutilaron, le cortaron la cabeza y lo
tiraron al agua. Corregimiento Piamonte, Caucasia, Antioquia, 2005, P.201.
En San Rafael… yo les hacía la comida a los obreros, entonces yo tenía que ir por
leña con otro muchacho, tenía que ir por leña… Encontrábamos los montones de
gente debajo de los bambús que los acaban de picar… Los acababan de picar los
paramilitares… y la carne se movía y eso se movía, la sangre se movía. Sabana de
Torres, Santander, 1999, P.760.
Vieron que de esos huequitos salía espuma, así a borbotones y les llamó la atención.
Cogieron con un palito a escarbar eso y sacaban pedazos de carne. Las
personas estaban picaditas, picaditas. Eso como un bocachico [un pescado], los
tajaron, vueltos pedacitos. Vereda Mejía, Bolívar, 1997, P. 162.
Muchos cuerpos fueron arrojados a los ríos. Precisamente la dificultad en saber el destino
de muchas víctimas, no sólo asesinadas sino también desaparecidas, se debe a que sus restos
fueron lanzados a los ríos. El agua no sólo descompone de manera más rápida un cadáver
sino que las corrientes de agua, la profundidad y los peces, dispersan sus restos. En Colombia
debido al conflicto armado, los ríos son el cementerio de un buen número de personas.
Sin embargo, los relatos de las mujeres contienen detalles del terror sin los cuales la sevicia
no cumpliría su objetivo. La extensión del terror que supone la destrucción de los cuerpos y
evitar su entierro transmite un mensaje de impotencia y desesperanza total, además de tener
graves consecuencias para los procesos de duelo y la afectación psíquica de las víctimas. La
violencia sexual ha sido parte de esas formas de crueldades y atrocidades contra las mujeres.
69
Los hechos de violencia
Porque hacía ocho días, que ellos habían matado a dos muchachos, y le habían
echado ácido en la cara, y los tiraron al río… A la gente, les prohibieron: “ustedes
los sacan a ellos de ahí, y los entierran, y nosotros los matamos, al que los saque”.
Entonces nadie los sacó del río, si no que ellos ahí quedaron. Son dos personas
que quedaron ahí, sin saber. Platanero, Cauca, 2000, P. 839.
Llegaron y se metieron por la ciénaga de río viejo y mataron ocho personas. Entre
ellas cayó una compañera que estaba haciéndole de comer a los trabajadores…
brutalmente le partieron los pezones. Le arrancaron los pezones. Le metieron los
pezones en la boca, le cortaron la lengua y le arrancaron las uñas. Puerto Berrío,
Antioquia, 1979, P. 739.
Relato de un paramilitar a una madre
Entonces empezó a decirme que “no esperara encontrar a mi hijo en la tierra”, que
eso era lo que yo quería, encontrar a él en la tierra para hacerle un entierro. Él me
dijo que “no”. Él me dijo que… “se encontraba el día tal del año” de la desaparición
de mi hijo y que “se encontraba en la base yo no sé qué”, pues no recuerdo el nombre
que él me dijo. Que a “él lo habían llamados lo segundos de él y que le habían dicho
que habían dos agentes de la policía preguntando o investigando, y que entonces el
dio la orden de que los ejecutaran y que los tiraran al agua, al río”. Eso para mí fue
muy duro porque yo tenía la esperanza en que él me dijera que “los había dejado en
una finca o en una fosa común o en tal parte” y no, él me soltó eso. A mí me sentaron
a un ladito de él y yo lo quería mirar a los ojos y corrí la silla para mirarlo a los ojos
cuando él me decía eso y me dijo que “lo perdonara, que lo disculpara, que había
sido una orden apresurada” y yo le dije “porqué mientras dio esa orden no averiguó
que era lo que estaban haciendo esos policías allá”. Medellín, Antioquia, 2001, P.50.
Además de los ríos, el mar también es utilizado con los mismos propósitos, de ocultar los
hechos y destruir las pruebas. En lugares de costa como Buenaventura o Chocó, existen
numerosas víctimas en las que el mar oculta lo que una de las mujeres víctimas señala
como “violencia agazapada”.
La violencia que hay aquí en Buenaventura, ahoritica ya no se acribilla a la gente
sino que está la violencia agazapada. Pican a la gente y la echan al mar en
costales. Porque eso no lo divulgan sino que los tienen allí. Simplemente uno ve
cualquier cantidad de gente desaparecida y vaya búsquela. Está enterrada en el
mar en bolsas, en bolsas. Cuando la gente está buscando sus familiares, andan
buscándolos por el ADN. Los huesos los encuentran allí o por la ropa de la gente
enchuspada en el mar. Buenaventura, Valle de Cauca, 2004, P. 824.
No solamente a este hermano mío me lo desaparecieron, me lo picaron y me lo tiraron
ahí. Hubo otro hermano que… también me lo tiraron al mar, me lo picaron… En
70
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
La Gloria hicieron la infinidad de atrocidades. Estos delincuentes llamados paramilitares,
que operaban aquí por el comandante “HH”. Juradó, Chocó, 1998, P.884.
También un simple hueco en la tierra o una fosa común ha sido ser la suerte final de
muchos cuerpos. Inhumar un cuerpo en la tierra en un sitio que no sea expresamente
identificado, dificulta su ubicación. Esconder sus restos también ha sido el propósito de
muchos victimarios. De lo que se trata con estos casos, es de no sólo negar el hecho y la
identidad de las víctimas, sino ocultar su paradero para impedir esclarecer lo sucedido y
garantizar así su impunidad.
Usted no se vaya a subir por allá, doña… vea niña, usted no se vaya a subir para
allá. Porque vea, hubo una cosa tan horrible, que no vaya a subir que porque por
allá la dejan. Hicieron una fosa, en un hueco metieron un poco de gente. No se
ve sino sangre de todo esto, y vaya y no se conocen. No se ve sino sangre y todo
esto, y vaya y no se conocen. Allá es como si fueran echado una espuma, puro fab
[detergente]. Eso hierve como una cosa rara, no se vaya ir a asomar. Puerto Rico,
Risaralda, 2001, P. 601.
Me acuerdo mucho de esa desaparición de él porque lo buscamos por muchas
partes. Eso fue muy angustiante y lo encontramos muerto, picado en pedazos,
tirado en una fosa común. Belén Rincón, Antioquia, 2000, P.12.
La demanda de muchas víctimas de personas desaparecidas o ejecutadas cuyos restos
no han sido encontrados es la investigación de estos lugares, la exhumación y la identificación
de los restos. Hay aún numerosos lugares identificados por las mujeres donde
supuestamente se encuentran cadáveres.
Yo ya he hablado con la Fiscalía, les he dicho también allá en Tres Curvas, allá
hay un lugar que le dicen el Cementerio, que hay muchas victimas tanto del ejército
como de la guerrilla. Yo digo allá en ese hueco estará mi tío también. La Fiscalía
no ha podido hacer nada porque dicen que hay mucha FARC, pero allá hay
muchas personas que las han matado y las han tirado allá. Corregimiento Tres
Curvas, Tibú, Norte de Santander, 2002, P. 104.
La no recuperación del cuerpo, es uno de los elementos para que un hecho pueda constituirse
como una desaparición forzada. En el siguiente caso, el temor de que los hijos
de una madre fueran a parar a una fosa común produjo el desplazamiento forzado de la
familia.
La esposa de un funcionario que ahora está trabajando en registro, en notariado,
ella todavía no ha encontrado al cadáver de su esposo, y sabe que lo mataron…
Una fosa hecha con una retroexcavadora. Entonces pues el pánico y la amenaza
de nuestros hijos de que iban a resultar por allá, nos hizo salir de Guerrero-Guayabal…
Fusagasugá, Cundinamarca, 2004, P.140.
71
Los hechos de violencia
También los cuerpos se exhibían en lugares públicos para amedrentar a la población. El
exponer un cadáver a los ojos de una comunidad generaba pánico. Las plazas fueron un
lugar privilegiado para estas escenas macabras.
Acá iban a una vereda y traían los muertos. Los tiraban en la plaza. Ellos entraban
a las casas, los sacaban, los mataban, los tiraban a la plaza y les colocaban
letreros y los tiran ahí para que a los demás les cojan miedo. Vereda Bellavista,
Antioquia, 2004, P.76.
Algunos perpetradores no se tomaron el trabajo de hacer nada con el cadáver de la persona
asesinada. El cuerpo era dejado en el lugar en que ocurrieron los hechos, abandonado
hasta que fue encontrado en proceso de descomposición por familiares o autoridades.
La alcaldía de Bosconia, Cesar… hizo un papeleo y mandó la comitiva era como
14 policías y un camión, y los cajones… que eran nueve… Yo fui la que los identifiqué…
No sé cómo decir, ni como contarle, como los encontré, cada cual tirado
en su lugar... Tres días. Ya olían a feo, ya había mucha mosca, ya se veían los chulos.
Yo les dije a ellos: “ayúdenme rápido que yo no soporto aquí”. Les dije que
me ayudaran a recoger rápido porque yo sentía que me estaba acabando, que no
soportaba terminar de identificar, principalmente mi madre, mi papá, mis cuatro
hijos, mis abuelos, mis tíos. Eso fue una matanza tan grande, ver tanta sangre,
era lo que me tenía mal… los trajimos a Bosconia… a todos los muertos, nueve
cadáveres. Montes de María, Bolívar, 2007, P. 107.
La indolencia con el ser asesinado, el abandono y la falta de entierro llevaron a la destrucción
por la naturaleza o a que otros cuerpos fueran comidos por aves carroñeras o
animales salvajes.
Esas autodefensas nos daba miedo, porque mi papá no podía venir porque lo
mataban y nosotros estábamos muy pequeño Ahí lo dejaron. Al tiempo cuando el
ejército se fue ya, subió un primo de nosotros y lo recogió y lo enterró pero los
huesitos, porque se lo habían comido los gallinazos. Barrio Miraflores, San José
del Guaviare, 2007, P.35.
A él lo mataron y quienes lo mataron dijeron que no lo podía coger hasta dos días,
pero llovió mucho y el aguacero se lo llevó. No lo pudimos enterrar. El Salado,
Bolívar, 2001, P. 614.P. 450.
Ese trato a los cuerpos, además de la pérdida del ser querido, aumenta el sufrimiento de
las mujeres sobrevivientes, como en este caso en que la mujer no podía parar de llorar al
contar cómo encontraron los cuerpos.
Me regresé así todo empantana y veo a las gallinas comiéndose a los sesos de
los muertos. Había un puerco que se quería como comer los sesos de mi primo,
y yo vine y cogí y eché al puerco. Me regresé para la casa y llegué [llanto], yo
dije “papá, corra papá, que los animales se van a comer a Oscar [llanto], él no
72
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
es un perro, vamos a recogerlo” [llanto], y lo fuimos a recoger. Mi hermano, mi
papá y yo lo recogimos con un saco, le recogimos la cabeza porque le partieron la
cabeza en dos con el disparo [llanto]. Lo llevamos para la casa y lo acostamos en
un tablón ahí arropado y él quedo sonreído. Salaminita, Magdalena, 1990, P.262.
Asesinatos y ejecuciones extrajudiciales de mujeres
Algunos testimonios de las mujeres enfatizan aspectos muy específicos de las violaciones
del derecho a la vida perpetradas contra ellas, sobre todo porque es muy presente el contenido
sexual de la violencia. Si bien la violencia contra las mujeres y específicamente
la violencia sexual han sido analizadas en el tomo I de este informe, se recogen aquí un
análisis de las características específicas del asesinato de mujeres. La connotación de que
la víctima fue una mujer otorga en ocasiones una distinción por el significado del hecho
o por la forma en cómo se perpetraron las violaciones.
También el significado colectivo del asesinato de mujeres y la condición de muchos de
ellos como feminicidios, es decir el asesinato de mujeres por el hecho de serlo, forma
parte del escenario de la violencia en Colombia. Cada vez más con la extensión de la
violencia de forma indiscriminada y la ruptura de ciertas barreras morales aún existentes
anteriormente, el asesinato de mujeres ha venido siendo más frecuente en el conflicto
armado interno colombiano. Una práctica recurrente por parte de los grupos armados es
el de violarlas sexualmente de manera previa a su asesinato.
Pues, allá directamente… más que todo en esos lados de las minas, que se vio
mucho eso. Mataban las niñas. Pero nadie denunciaba ni nada, por miedo. Niñas,
más que todo. Las niñas, y mujeres jóvenes, las mataban y las violaban. Las tiraban
al río, si no las metían en esos huecos y las tapaban. Triana, Buenaventura,
Valle del Cauca, 2009, P.881.
De una vez la echaron, la agarraron unos manes [hombres]. Le mandó tres manes
y la agarraron por los brazos y la tuvieron ahí. Yo no estaba, yo me había ido para
arriba a hacer el mercado y ella se quedó ahí. Una vez la agarraron y la echaron
al carro… y se la llevaron y la mataron en campo de yuca. La mataron y la violaron
también. Ocaña, Norte de Santander, 2004, P. 777.
Y a una mujer la cogieron y la violaron, y después la mataron. Piamonte, Antioquia,
1998, P. 219.
El uso simbólico del terror usando los cuerpos de las mujeres es otra parte del relato de las
crueldades contra la población civil. La utilización de partes de los cuerpos humanos en
trofeos como para exponer la capacidad de perpetrar el horror por parte de algunos victimarios,
muestra el uso simbólico del terror y del poder de control, donde el componente
sexual es muy evidente.
73
Los hechos de violencia
Porque el que mataron que yo le eché la maldición lo llamaban Morcilla. Hay otro
que le decían disque Chepe. Ellos se tenían entre ellos sus apodos… En Aranjuez
fue peor todavía, porque qué pesar, cogían esas mujeres allá en Aranjuez para
matarlas… Si, en una manga [potrero] que había ahí cerquita del refugio de Aranjuez.
¡Que pesar! a estas mujeres las cogían, las violaban, les mochaban un seno,
les ponía un seno en la cabeza ya ellas muertas. Eso era cosa horrible. Cosas muy
tristes. Barrio Blanquizal, Medellín, Antioquia, 1994, P.63.
Hubo mujeres que se enfrentaron a los victimarios con el propósito de defender otras
víctimas. En la mayoría de los casos se trataba de sus seres queridos. Si bien en la parte
correspondiente a la resistencia de las mujeres se han mostrado muchas experiencias
positivas en que las mujeres lograron arrebatar a sus hijos o esposos de los brazos de los
perpetradores, en otros casos el resultado también fue su asesinato.
Mataron a la mujer, porque la mujer era la esposa de uno de los cuatro hombres
que estaban allí. Claro ella no dejó matar al esposo solo. Ella le dijo que ella también
se hacía matar porque ella no iba a permitir que le mataran el esposo. Ella lo
defendió, pero eso era la voz de ella contra la de los paramilitares, porque ellos ya
tenían en ese listado que esas eran las personas que ellos necesitaban. Allí en la
casa donde yo estaba, ocurrieron esas cinco personas muertas ahí. Buenos Aires,
Cauca, 2001, P. 310.
Ella estaba herida, se devolvió y lo cubrió con su cuerpo, y los hombres le dispararon
en la cabeza. Ella estaba herida de un brazo, y salió huyendo. Pero como
toda madre, al escuchar que su hijo estaba herido, ella lo cubrió con su cuerpo y
los hombres le dispararon en la cabeza. Riohacha, Guajira, 2007, P. 102.
Oras mujeres resultaron heridas y lograron sobrevivir. Los intentos de asesinato en estos
dos casos resultaron fallidos para los perpetradores. En uno de los casos el atentado se
dio en la misma región, en otro en el lugar de desplazamiento, lo que muestra el grado
de seguimiento y control al que han seguido estando sometidas muchas víctimas en los
lugares donde huyeron para protegerse.
Las amenazas se convierten en realidad cuando el 11 de diciembre de 2009, a la
salida del Hotel Parque, era las 4 de la tarde soy objetivo de un atentado. Tengo
las pruebas porque los tiros no me pegan y uno de ellos corre y me pone una puñalada.
Me acuerdo que estoy en el suelo y ya había esquivado a dos tiros y yo
siento que iba a rematarme ahí. La pistola se le encasquilla y no le sale. Tumaco,
Nariño, 2002, P.199.
Cuando llegué acá, después de todo este cuento del desplazamiento, si fui agredida
por un actor, que me quería apuñalear, estando en embarazo. Cinco meses
de embarazo, eso fue aquí en Chapinero [barrio de Bogotá]. Me tiró puñaladas,
habidas y por haber, pero como yo estaba en embarazo tenía un saco grande, y
brincaba aquí, brincaba allá, y él decía que “me iba a matar”. Entonces yo, cuan74
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
do me dijo que “me iba a matar”,… yo no sé cómo hice y le volteé la mano, y le
quité el cuchillo, el cuchillo cayó. Bajo Atrato, Chocó, 1998, P. 139.
Por último, en otros casos el objetivo de los perpetradores fue herir y no matar como una
retaliación o castigo. La misma lógica de imposición del poder y de eliminar la resistencia
rige estas acciones contra las mujeres.
Entonces yo dije que “porqué me estaban haciendo todo eso, si yo no me metía
con nadie, yo no tenía problemas con nadie”. Fui a un sitio, y me encontré con
una de esas personas, y le pregunté “porqué me estaban haciendo todas esas
cosas”. Entonces que “si yo era muy verraquita”. Entonces ahí me pegaron un
disparo en un pie. Tengo acá la herida que a veces no puedo colocar toda clase
de zapatos. A veces no puedo caminar bien, cojeo. Ahí tengo una cicatriz que me
quedó de secuela de eso. Bajo Atrato, Chocó, 1998, P. 139.
Asesinatos y ejecuciones: niñas y niños como víctimas y testigos
Otros testimonios de mujeres subrayan la calidad de menor de edad, ya sea como víctima
directa de un asesinato o ejecución, o como testigo también directo de un asesinato o ejecución.
Los niños y niñas están en una situación de mayor vulnerabilidad y riesgo cuando
se trata de violaciones al derecho a la vida. En los siguientes tres testimonios, las madres
cuentan cómo fueron asesinados sus niños o niñas. El perder a un hijo, en forma violenta,
asesinado, y sobre todo menor de edad, suma una cadena de impactos para su madre. Los
niños, niñas y adolescentes han sido frecuentemente víctimas directas de ejecuciones y
asesinatos.
Yo vivía detrás de la pista en Puerto Asís, Putumayo. Estaba yo con los niños
menores que eran cuatro cuando llegaron dos hombres a la casa en una moto. El
niño mío que era menor de edad, estudiante de la escuela central de varones, él
estaba sentado ahí detrás en la casa cuando llegaron dos hombres y… lo llamaron.
El niño salió, regresó sin los hombres y me dijo “mamá ya vengo”. Le dijo un
hombre que se subiera en la moto y se lo llevaron. Al otro día apareció al final de
la pista acá en Puerto Asís, muerto. Puerto Asís, Putumayo, 1989, P. 554.
Los ataques indiscriminados, balaceras o enfrentamientos han supuesto un contexto donde
se han dado los asesinatos o muertes violentas de niños y niñas descritos por sus madres.
Eso fue el 22 de marzo de 1993. Eran más o menos las 4:00 p.m. y yo me encontraba
por allá, le llaman una Chuquía, lavando una ropa. Cuando yo escuché unos
tiros, una balacera pero dura y yo me escondí y al rato salí con la ropa. Llegué a
la escuela y de allí miré para la casa y mi esposo me llamó. Él estaba tirado en
el piso y me dijo “mire lo que pasó” y que nos habían matado la niña… Vereda
Nueva Arabia, Putumayo, 1996, P. 556.
75
Los hechos de violencia
En el 2004 estábamos cogiendo café y los niños arrancaron a correr y los mataron…
Las autodefensas. Estaban cogiendo café cerca a la casa, cuando unos
tropeles y los niños fueron y miraron y arrancaron a correr y ahí fue que los lograron.
Tolima y Bogotá, D.C., 2005, P.149.
En los siguientes dos casos, mujeres hacen referencia a la muerte de otros menores de
edad que no son sus hijos. El primero, sobre el asesinato de una niña, sobrina de la declarante,
y el segundo, sobre la muerte de adolescentes. Se destaca en los relatos los impactos
de estas muertes en las mujeres.
A uno se le meten cosas de las muertes que ha habido, de las personas desaparecidas,
familiares, más por lo de la niña de mi hermana, que tan niña, tan inocente…
No es una muerte para ella empezando a vivir... Fue que mi hermana se resistió de
estar en la casa, porque a ella le dijeron salga porque iba a haber enfrentamiento
ahí. Que ella dijo que “no, que ella no dejaba la finca sola, porque ellos que se
iban a venir a sufrir a esta ciudad”. Entonces no quisieron salirse, y entraron los
helicópteros y todo, y les tiraron bombas. Entonces de un bombazo la mataron a
ella y al abuelito. Melgar, Tolima, 2004, P.147.
Allá hubo una matazón de jóvenes, mataron muchas jóvenes como unas ocho, de
diferentes edades. Había diferentes tipos que hacían esas cosas. Es que uno es
sobreviviente… Había un lema “ver, oír y callar”. Uno allá no podía hablar o le
cerraban la boca… Ahí había de todo. Los culpables eran tanto guerrilla y paramilitares.
Belén de Guajirá, Antioquia, 1992, P.19.
Con gran frecuencia los niños y niñas han sido testigos directos de muertes y ejecuciones,
lo que tiene un enorme impacto traumático. Algunas mujeres narraron con gran dolor
cómo a los niños les ha tocado presenciar asesinatos:
Ese niño vio muchas cosas. Cuando los helicópteros bajaban los muertos. Vio matar
gente. Todos como los echaban en esos huequitos, fosas comunes, en huequitos
chiquiticos. Echar cuatro, cinco personas en un solo huequito. Vereda Mejía,
Bolívar, 1997, P. 162.
En algunos casos los niños y niñas han presenciado el asesinato de alguno de sus padres.
En numerosos testimonios las mujeres, mamás de los hijos, cuentan cómo estos vieron
morir a su papá y cómo les afectaron los hechos y las consecuencias de su pérdida traumática
en su desarrollo (ver en el tomo I consecuencias específicas como mujeres, impacto
en los hijos e hijas).
Todo mundo se encerró, y los que estaban allá, se tiraron al monte. Como ahí quedaba
el río, todo mundo buscó como irse, después que los bandidos, se fueron. Entonces,
cuando ya, pues dijeron que si, que allá estaban tirados estos muchachos.
Que iba a ver pues qué era lo que había pasado. Nos fuimos para allá, y allá estaba
76
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
él tirado. Entonces, mi hijo, lo había cogido una vecina, y lo tenía allá, y él lloraba
y él decía “yo vi matando a mi papá”. Cartago, Valle del Cauca, 2000, P.882.
Desaparición Forzada
La desaparición forzada de personas, es decir, la privación de la libertad de una persona,
seguida de su ocultamiento o falta de información, sustrayéndola de su protección legal,
y del conocimiento de sus familiares también se presenta dentro del marco del conflicto
armado colombiano y como forma de represión política al menos desde inicios de los
años 80 con los primeros casos de personas desaparecidas que llevaron a la creación de
la organización ASFADDES (Asociación de Familiares de Personas Detenidas Desaparecidas).
En Colombia se ignora la suerte o el paradero de la mayoría de los desaparecidos
por razones de la violencia política, constituyéndose en casos de desaparición forzada
permanente.
Yo he averiguado por primera vez cuando lo desaparecieron. Él vino peludo, flaco,
regresó flaco y peludo. Me dijo que “lo encadenaron y que él andaba con esa
cadena arrastrando”. Lo metían por las posas, no tenía derecho a motilarse, a
peinarse, ni a bañarse. Ellos lo metían y pa’ fuera, pa’ refrescarlo. No más dice
que vivió una vida de tortura allá. Después cuando apareció… lo volvieron a
desaparecer y no ha aparecido, no ha vuelto más y no he sabido más nunca de él.
Piñique, Atlántico, 2004, P. 257.
En el caso de las personas desaparecidas forzadas en Colombia durante las últimas
tres décadas, la mayoría de las personas desaparecidas posteriormente fueron ejecutadas.
Por el modus operandi propio de las diferentes partes en conflicto, casi todas son
asesinadas. En Colombia es excepcional el caso de personas detenidas-desaparecidas
que después hayan aparecido vivas. La desaparición es en la mayoría de los casos una
antesala al asesinato, y este una forma de prolongar aquella en el tiempo.
Ese día había un muchacho, mecánico de motos de ahí y se lo llevó, se fue con
él… Después empezaron a llamar que se había desaparecido, que no aparecía y
apareció muerto. Barrancabermeja, Santander, 1999, P.156.
En muchos casos, como parte del modus operandi de las desapariciones forzadas, se
oculta la identidad de los perpetradores. Las acciones muchas veces se hacen de forma
clandestina, o en contextos de aislamiento o soledad de la víctima. Pero también en
muchos otros las acciones se llevaron a cabo de forma pública y con numerosos testigos.
En esos casos la información sobre lo sucedido llega un punto en que se pierde
debido al ocultamiento activo por parte de los perpetradores, y la ausencia de información
sobre el destino final de la persona. Aunque se presuma su muerte, se trata de
desapariciones forzadas, lo que constituye un tipo de delito permanente hasta que no
77
Los hechos de violencia
se investigue y se esclarezca lo sucedido y se dé a conocer el paradero de la persona
desaparecida.
No pues a mi me cuenta la otra tía mía, porque ellos estaban en la misma finca,
ella estaba en embarazo. Entonces llegaron los paramilitares, y los cogieron como
guerrilleros… se los llevaron. Ella me cuenta, que los llevaban amarrados, llevaban
indígenas, llevaban de todo… ella iba en embarazo. Entonces uno de ellos
le decía, cogió un machete y le dijo “te rajo la barriga y te saco ese guerrillero”,
con tremenda barrigota y ella vio hasta que lo metieron a una pieza y no se sabe
que lo hicieron. Por eso digo yo, una versión, que debe estar en el cementerio, que
en un abismo, porque han tirado muchas personas ahí, tanto la guerrilla, como
los paramilitares. Eso fue el Bloque Catatumbo, porque tenían los brazaletes que
decían AUC y las caras tapadas, amarradas con pañoletas. Corregimiento Tres
Curvas, Tibú, Norte de Santander, 2002, P. 104.
Me mataron un tío, lo torturaron, lo despedazaron y hasta el día de hoy. No sabemos
dónde está, no sabemos dónde quedó, o sea, no sabemos nada… porque mi
tío, pues como vivía con mi mamá y nosotros, pues él fue que… alborotó la cosa y
empezó a preguntar por mí y eso. Entonces por eso lo desaparecieron. San Blas,
Bolívar, 2005, P. 786.
El propio modus operandi de muchos perpetradores supone de forma explícita y notoria
una responsabilidad directa como estrategia de desaparición forzada. Además de
ocultar los hechos, en los casos en que se presume la muerte intencionalmente no se
deja que estas se constaten ni se realicen ritos o cuidados como entierros, se impide
la recogida de los cuerpos o la investigación y se teje una niebla de silencio a través
del terror.
Mi papá iba más adelante con una caja de cerveza, porque nosotros teníamos un
negocio de cerveza. Entonces como él iba adelante lo devolvieron y le hicieron
descargar la caja y nosotros de verlo así tan pálido, nosotras nos devolvimos.
Entonces a él lo apuraron y lo desaparecieron y no supimos por dónde. Cuando
nos quedamos buscándolo por un cafetal, no lo encontramos. Yo pensaba que lo
iba a encontrar pero pensaba que lo iba a encontrar muerto. En el río se oyeron
los disparos, tres disparos. No se sabe, yo digo que el quedó desaparecido en
el río, yo digo que lo mataron y lo tiraron al agua… Nosotros pedimos permiso
a ver si lo podíamos buscar y no nos quisieron dejar, no nos dieron el permiso.
Dabeiba Antioquia, 1995, P.2.
78
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Se consumían en el agua
Mi otro hermano, el que le seguía a mi hermano Nerkin, también fue asesinado por
los paramilitares. A él lo cogieron en Bellavista y también él fue asesinado quizás
peor, porque a él lo mataron los paramilitares. Al menos de Nerkin nosotros lo
enterramos, pero a mi hermano Eligio González no, porque a él simplemente se lo
llevaron y nunca supimos… nunca lo vimos más y es algo que nos ha quedado pues
como esa secuela. Sabemos que lo mataron porque los que lo cogieron, si le dijeron
a los curas que lo habían asesinado. Él trabajaba con la diócesis. A él lo sacaron
del agua, él estaba bañándose, cuando lo sacaron del agua. Le preguntaron que “si
él era Eligio” y él dijo que “sí” y ahí le dijeron que se “montara a la panga” y lo
amarraron, en interior que estaba. Ahí cuando lo cogieron a él, la gente, los curas,
a buscar sus papeles, que no que no era él (…) Él se consumió en el agua porque
lo que se decía era que los que mataban los paramilitares en ese entonces nadie los
podía enterrar. No hacían nada si no que esos se consumían en el agua. Quibdó,
Chocó, 2001, P. 472.
Si los perpetradores continúan ocultando el paradero del cuerpo y no se aclaran los hechos
por las autoridades competentes, se sigue consumando el crimen de desaparición
forzada. Esa es la particularidad que lo hace un delito continuo o permanente según el derecho
internacional de los derechos humanos. En el siguiente relato, la mujer cuenta que
según testigos su hermano fue asesinado “sin encontrar rastros del cuerpo”, y que su papá
“lo subieron en otro carro los paramilitares y no se supo más”, ambos casos constituyen
desaparición forzada de personas.
Lo que a ellos les sucedió fue desaparición forzosa. En ese tiempo estaban los paramilitares
bien alborotados, intimidaban mucho a la gente. Pues mis hermanos
y mi padre uno a uno se fueron desapareciendo en diferentes fecha. Mi hermano
salió de la casa de la vereda la Estrella la Silva y se dirigía hacia Orito y en el
trayecto de la vía, en la vereda el 29, los paramilitares lo bajaron del carro y lo
asesinaron sin encontrar rastros del cuerpo según versión de los testigos. Estos
hechos ocurrieron en el año 1999. En ese tiempo cuando ocurrió, porque como mi
papá también es desaparecido, ese tiempo estaba un paramilitar moreno que se
llamaba alias Jeremías. Uno con el terror de esa gente ni siquiera tenía la valentía
de hablar o saludarlas, yo les tenía por lo menos mucho terror, esos eran los
que estaban aquí siempre masacrando. Otro que le decían El Cirujano, a otro le
decían era, yo no me acuerdo el nombre de ese poco de asesinos que mantenían el
pueblo atemorizado pero eran varios. El Cirujano era el que les hacía la cirugía a
los cuerpos llenarnos de piedra y echarlos al agua. Mi papá también es desaparecido.
Él como de costumbre salía cada ocho días a mercar y en la vía que conduce
de Buenos Aires a Orito se desapareció. Si hay testigos que miraron y ellos dan
la versión de que ellos lo bajaron, los paramilitares. Ellos cuentan que lo bajaron
porque ellos pasaron en otro carro y miraron que allí lo tenían a mi papá y lo
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Los hechos de violencia
subieron en otro carro, los paramilitares, y no se supo más. Buenos Aires, Orito,
Putumayo, 1999, P. 584.
La desaparición forzada también ocasiona otras violaciones de derechos humanos. A la
vez que la desaparición forzada es considera una forma de tortura psicológica para los
familiares de la víctima directa, también ocasiona terror y nuevas violaciones de derechos
humanos como frecuentemente el desplazamiento forzado.
Más que todo el desplazamiento mío fue por una desaparición de mi marido… Él
era motorista de las misioneras de Bellavista… Bajó a bañarse como a las siete
de la mañana… y lo cogieron y lo taparon y se llevaron para abajo. No sabemos
dónde lo dejaron. Villagarzón, Putumayo, 2002, P. 445.
Así como en el siguiente caso, la mujer hable de muerte y califique la víctima como un
finado, se está ante una desaparición forzada, ya que se desconoce el paradero y suerte
de la persona.
Mataron los demás vecinos porque se hicieron los necios, se quedaron. Entonces
mataron a un señor porque le habían dicho que se vaya y él no se quiso ir. Que eso
era de él, él se quería quedar ahí. Entonces lo desaparecieron porque eso era lo
que hacían ellos, desaparecer. La gente la cogían en el camino, llegaban a la casa
se lo llevaban y ya se desaparecían. Eso hicieron con el finado Leonel. Decimos
finado porque en tanto tiempo nunca apareció, entonces lo desaparecieron, nosotros
llamamos que es un finado. Vereda Alaja, Sucre, 2005, P.115.
También el proceso de búsqueda es escenario de otras violaciones de derechos humanos
cometidas contra los familiares. La victimización secundaria, la exposición al horror en
las morques o la búsqueda de cuerpos de personas fallecidas, o la ausencia de una respuesta
eficaz para la búsqueda marcan la vida especialmente de muchas mujeres familiares de
desaparecidos. También hay caso en que las fuerzas guerrilleras han ocultado o no han
dado información sobre el destino de personas secuestradas. En el siguiente caso, que se
sindica a la guerrilla y que se describe con cierto detalle el modus operandi de la captura,
se resalta precisamente la búsqueda infructuosa de un hermano de la mujer víctima.
Pues la desaparición de mi hermano se la achacamos como decir a los elenos
[ELN]… Él se fue a una vereda llamada la Capilla, con unos amigos a jugar gallos,
a peluquear gallos. Cuando llegó el comandante Sergio lo puso boca abajo
y lo iba a matar. Entonces la gente de la vereda lo hizo soltar porque dijeron que
el ‘Pollo’ [el apodo del hermano] era una persona bien formal, que no se metía
con nadie… Pasaron por el parque, estuvieron en las salchipapas todo eso y después
que mi hermano lo vieron hasta el parque, le dijeron “Pollo vení tomate un
trago”. Como no conocía la gente, es que dijo que “no, que él no quería”. Que
después pasó un carro y se lo alzaron. Mi hermano no pudo hacer nada. Desde
ahí ya no se supo más nada. Nosotros lo hemos buscado pero como a pulga, por
todo lado. Nosotros nos hemos desplazado hasta la montaña. La gente de aquí
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
también se ha portado muy formal. En el tiempo que él se desapareció, estuvieron
los bomberos, la Cruz Roja, la Defensa Civil, los vecinos, todos nos ayudaron a
buscar. Vereda Capilla, Samaniego, Nariño, 2004, P.368.
Muchos familiares empiezan la búsqueda de sus seres queridos pero por las amenazas
de sus perpetradores tienen que cesar las pesquisas. En ambos casos, son hombres los
desaparecidos por los paramilitares quienes conminan a la familia a que no sigan con las
indagaciones por su propia seguridad.
Yo estaba casi al dar a luz. Cuando me dieron esa sorpresa así, yo caí en la cama,
y yo no sé de más nada porque ese fue un dolor muy grande [sollozos]. Él no ha
aparecido, está desaparecido. Mi hermano llamó al Donny [un paramilitar]. Fue
allá en la mañana, y buscando el cuerpo, y el Donny llamó a Juancho Dique [un
comandante paramilitar], y Juancho dijo “no, el caso ya está perdido”. Mi hermano
también fue a buscar el cuerpo, y le dijo que “para darle sepultura y para
que sus hijos supieran donde estaba”. Entonces dijeron: “no sigan buscando más
porque entonces de la familia si van a morir bastantes”. Así que no siguieron
buscando más [sollozos]. Caso Colectivo Bolívar.
A él lo cogieron en una camioneta y ni más, lo desaparecieron. Al principio, desesperada
de un lado para el otro. Por lo mismo, cuando empezamos a preguntar,
empezamos a recibir llamadas anónimas. Ellos se hacían denominar “los HH”.
Decían “gran hijuetantas están preguntando demasiado”. Si siguen así, que “él
ya estaba muerto”, que si seguíamos nos iba a pasar lo mismo. Después de eso
nos mandan un volante por debajo de la puerta. Yo llamé un cuñado a Santander
de Quilichao, y él me dijo “no, usted tiene que desaparecerse con esos niños”.
Corinto, Cauca, P.180.
En vista que la desaparición busca ocultar, esconder lo ocurrido, son pocos los familiares
que saben con cierta certeza qué le pasó a su ser querido. En los casos que se presentan
a continuación, las madres no han vuelto a saber de sus hijos, que aparecen identificados
por sus nombres, y tienen muy pocos datos sobre cómo ocurrieron los hechos.
Las fechas de la desaparición están marcadas en la vida de estas mujeres, como su larga
espera y búsqueda para saber algo de sus familiares. Los años, los meses, los días, forman
parte de esa ausencia que sigue doliendo cada día, y que se representa en recuerdos, sueños,
esperanzas y los momentos de todos los días en los que las mujeres tratan de encontrar
señales, informaciones o gestos que les ayuden a salir de la incertidumbre.
Tengo un hijo desaparecido hace nueve años. Nueve años, un mes, siete días. Él
se llamaba Arnoldo de Jesús Marín Cadavid. Se desapareció el 3 de octubre del
2002 por el municipio de Granada, Antioquia. Trabajaba en la papelería modelo
y el patrón lo mandó a darle una vuelta a la finca de él. Él salió con un cuñado del
patrón hacia ese lugar, porque el patrón tenía una finca, pero esa finca se la había
quitado la guerrilla por no pagar vacuna. Entonces cuando cumplió el año de que se
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Los hechos de violencia
la quitaron él dijo que “porque no iban y le daban vuelta a la finca a ver si se podía
volver”, porque ellos allá sembraban y tenían su ganado y esas cosas así. Entonces
el cuñado de él y mi hijo que conocía pues la finca se fueron a mirar cómo estaba
pero nunca más volvieron, se fueron y no volvieron. Granada, Antioquia, 2002, P.46.
Mi hijo lo desaparecieron el 10 de octubre del 99 en el municipio de Sopetrán, las
Autodefensas. Se llamaba Iván Alberto Arboleda Villa… Él viajó a sacar el registro
civil del hijo, del mayorcito, que es registrado allá en Antioquia. Se vinieron para
Sopetrán y se quedaron ahí. Estuvieron en la gallera. Es que él estaba con otro
compañero que también desaparecieron. Medellín, Antioquia, 2001 y 2011, P.50.
La falta de información es patente en la mayoría de los hechos. En el primer caso, una
mujer cuenta que su esposo fue detenido junto con otras personas mediante engaños presuntamente
por miembros del ejército, y aunque las demás personas fueron encontradas
muertas en un río, ella sigue desconociendo el actual paradero de su marido. En el segundo,
otra mujer relata cómo unas personas se llevaron a su hermano adolescente de la casa,
sin saber porqué y desconociendo su destino.
Lo único que sabíamos era que el ejército siempre iba y rebujaba las casas de
nosotros ¿cierto?, No era sino las de nosotros, no más, al resto nada. Era lo único
que sí nos preocupaba. Hasta que llegó el día en que fueron en buenas camionetas
y los llevaron engañados, porque ellos creyeron que era que tenían que presentarse
frente a un juzgado. Se vinieron, y desaparecieron un jueves y los encontramos
un lunes en el río Cauca. Los tiraron al río. Mi esposo nunca lo encontré. Riosucio,
Caldas, 1992, P. 617.
Me quitaron mi hermano de 16 años de mis manos. Eso fue en el segundo desplazamiento…
A las 6 de la tarde, llegaron como tres tipos y le dijeron a él que “tenía
que seguirlos”, “pero porqué, explíquenos el motivo de eso”. “No, tranquilos,
no se preocupen, que nada le va a pasar al muchacho, que él regresa, que no se
qué”. Lleva desde el 99 hasta la fecha de hoy que nadie nos da razón, ni chica, ni
grande. Castilla, Meta, 1998, P.160.
Algunas mujeres saben que en ciertos lugares se encuentran enterradas víctimas de los
grupos paramilitares, que son personas desaparecidas. Incluso identifican de manera precisa
dónde está el sitio pero todavía se sienten amedrentadas para denunciar el hecho. En
el primer caso, se trata de varias personas muertas en fosas comunes, y en el segundo, del
esposo de una mujer que está enterrado en una finca según se lo manifestó un paramilitar.
Estas fosas deben ser investigadas con las garantías necesarias para atender a los derechos
de las víctimas a la verdad y al duelo, y como parte de la lucha contra la impunidad que
sigue estando vigente en la mayoría de estos casos.
Si, hubo mucho, los que se desaparecían los mataban, los encontraban después
muertos. Por aquí mismo tenemos fosas comunes. Incluso, ninguno de nosotros
nos hemos atrevido a hacer una denuncia de donde están esas fosas comunes por
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
el temor. Porque a pesar de tantos años aún no nos atrevemos, ellos están presos
[los paramilitares] pero desde allá mismo comandan y por eso el temor de nosotras
a hablar abiertamente. Caso Colectivo Bolívar.
La historia de ella sigue hasta ahorita que le dijeron dónde estaba el cuerpo. Un
amigo de él que era de Sabana, que estaba en los paracos me dijo una vez que él
sabía dónde estaba mi esposo enterrado. Él me iba a llevar pero le tocó irse también.
Él me dijo: “él está en la finca Labranchan, debajo de un palo de campanos,
allí en esa parte hay cuatro víctimas”. Me dijo el muchacho: “una de esas que
están ahí es la de tu esposo”. Caso Colectivo Bolívar
Por último, también algunas mujeres tienen hijos menores desaparecidos. Como en el
resto de los casos se trata de muchachos que fueron detenidos de forma pública y con
numerosos testigos, pero de cuyo destino los perpetradores no han dado ninguna información.
El primero denuncia la desaparición un niño por parte de la policía en la ciudad
de Medellín, durante la Operación Orión, y en el segundo se trata de una desaparición de
otro niño en Puerto Colón en la zona rural del municipio San Miguel, departamento del
Putumayo, por grupos paramilitares.
Tengo una amiga que a ella le desaparecieron a su hijo y ella no ha denunciado
porque a ella le da miedo. Ella llora y me dice: “Gloria, yo sueño que él está en
una volqueta y me dice que el ya no está”. Yo le he dicho a ella “denuncie” y ella
dice que “le da miedo”, pero ella dice que su hijo se lo montaron en la tanqueta
y se lo desaparecieron en la Operación Orión… El joven nunca apareció y él era
menor de edad. Caso Colectivo de Antioquia.
A mi sobrino de 17 años se lo llevaron, lo amarraron y lo desaparecieron en la
vereda del Sabalito. Era el único hijo de mi hermana, el que veía por ella. Se
atribuye su desaparición al mismo grupo paramilitar, ya que ese era el grupo que
operaba aquí. Al otro día me comentaron: “a su sobrino lo tienen amarrado en tal
parte”. Cuando reuní unas personas para ir a verlo ya no estaba, lo desaparecieron.
Hasta la fecha está desaparecido y de él solo tengo una partida de bautismo.
Puerto Colón, San Miguel, Putumayo, 2001, P. 545.
III. Las amenazas
Las amenazas de muerte forman parte y se asocian siempre a otras violaciones de derechos
humanos. Las amenazas a veces anteceden a una ejecución o una desaparición
forzada. Y los familiares son muchas veces amenazados como consecuencia de estas.
Se dan como parte de la tortura, como forma de tortura psicológica y conllevan muchas
veces desplazamiento forzado. Es decir, forman parte del modus operandi de las distintas
violaciones y del terror de que puedan volverse a producir después de haberlas
sufrido.
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Los hechos de violencia
Las amenazas contra la población civil, y específicamente contra las mujeres son tanto
una forma de intimidación, como una conminación para hacer o dejar de hacer como en
el caso de mujeres que se oponen a obedecer el mandato de terror, o como paso previo
para consumar otras violaciones. El sustrato de las amenazas es la posibilidad efectiva
de infringir daño o de provocar la muerte, lo que las mujeres han visto y han sufrido en
sus propias vidas. En muchas ocasiones esas amenazas son directas y se han hecho como
parte del modus operandi más amplio de control del territorio. En otras se ocultan los
autores y se necesita evaluar la situación, el nivel de riesgo o las posibles respuestas de
denuncia y protección. Las amenazas paralizan y llevan a la víctima a un nuevo mundo
en el que cualquier acontecimiento o hecho alrededor puede pasar a verse como parte de
un ataque. Un estado de tensión permanente, de reorganización de la vida cotidiana y de
donde las mujeres se vuelven más vulnerables en un contexto de falta de protección y de
respuestas efectivas por parte del Estado. La investigación de los hechos y la detención de
los perpetradores, y no solo las medidas de protección física son las acciones necesarias
para enfrentar en muchos casos la inminencia de la muerte.
Los motivos de las amenazas
Son de diversa índole los motivos o las razones por las cuales se profieren amenazas con
ocasión del conflicto armado. A continuación, con base en los testimonios de las mujeres,
se desentraña la finalidad de algunas de ellas. Se destacan las amenazas contra personas
que pertenecen a alguna organización, movimiento social o que militan en algún partido
político.
Por pertenecer a organizaciones de mujeres o de defensa de derechos humanos
Son frecuentes las amenazas contra mujeres por pertenecer precisamente a organizaciones
integradas por ellas y dedicadas a la protección de sus derechos. El derecho de las mujeres
a asociarse, a participar, no es tolerado por los grupos armados no estatales, incluso
por las nuevas generaciones de las organizaciones paramilitares.
Yo me enteré de la amenaza de nosotros, de que todas las personas que estemos afiliadas
a cualquier organización. Por lo menos como yo soy afiliada a eso de SIPATRAR
y como estamos en Casa de la Mujer, en Ruta Pacifica, todas esas organizaciones que
hay de mujeres. Pues se estaban dando cuenta de quienes eran las afiliadas, para después…
iba a venir un grupo a acabar con esas personas, eso fue lo que yo me enteré.
Las amenazas eran de parte del grupo de las Águilas Negras. Ya no son paracos sino
Águilas Negras. El otro eran Los Rastrojos. Putumayo, 1990, P. 575.
El trabajo organizativo es rechazado por estos grupos armados dado que denuncian, mantienen
proyectos colectivos de resistencia o apoyan la defensa de los derechos humanos y
específicamente los derechos de las mujeres. En los dos casos que siguen, mediante una
amenaza consignada en un panfleto, se ataca a organizaciones de mujeres que laboran con
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
las propias mujeres víctimas o con asociaciones de víctimas. Las organizaciones son el
espacio de apoyo para las mujeres y de defensa de sus derechos y deben ser protegidas en
su trabajo como la mejor contribución a la democracia y la reconstrucción del tejido social
en el país. La investigación de estas amenazas y el apoyo a dichos espacios colectivos
debe ser parte de una verdadera política de seguridad del Estado. Sin embargo, frecuentemente
las organizaciones son vistas con sospecha cuando no señaladas de enemigas
durante muchos años en Colombia, lo que ha contribuido a las amenazas y al cierre de
espacios de participación de las víctimas y específicamente de las mujeres.
En estos momentos por el trabajo que vengo realizando hemos recibido el 6 de
junio del 2011 un panfleto. Ya habíamos recibido mucho antes… donde amenazan
a las organizaciones que venimos trabajando con los derechos humanos. Porque
nosotros estamos trabajando los derechos humanos de las mujeres, en lo de restitución
de tierras y de víctimas. Carmen de Atrato, Chocó, 1994, P.475.
A mí se me agudizó desde el 2008, cuando la marcha de 6 de marzo [día nacional de
las víctimas de Estado]. Esa famosa con Iván Cepeda y el Movimiento de Víctimas,
desde Flandes, Tolima. Al otro día fue cuando salió, el 16 salió el primer panfleto
de la Águilas Negras, donde nos amenazaban. Saravena, Arauca, 1996, P. 137.
Tener una cercanía estrecha con mujeres vinculadas al trabajo de promoción y defensa de
sus derechos, genera apoyo y protección pero también puede incrementar los riesgos en
contextos donde no quiere ser permitida la vida independiente y la denuncia o la lucha
por la tierra o sus derechos. El asesinato de la líder de las comunidades desplazadas, Ana
Fabricio Córdoba, el 7 de junio de 2011 cuando se transportaba en un bus de servicio
público en Medellín, mujer vinculada las organizaciones de mujeres y de desplazadas,
generó también amenazas a otras mujeres cercanas a ella.
Yo vendo mercancía por la noche… no como ahora que no puedo salir de miedo.
En ese tiempo trabajaba 10-11 de la noche y me iba muy bien. Cuando me encontré
con alguien y me dijo; “uno no conoce las caras, cuide su vida, si usted
sigue andando con Ana Fabricia se va a morir, porque a Ana la van a matar,
Ana está en el primer listado con toda su familia, porque es guerrillera”. Yo me
quedé muy asustada pero a mí me quedó en la consciencia, yo dije “si a Ana
la van a matar, yo no me puedo quedar callada porque cuando a mi me iban a
matar, Ana me avisó, o sea yo le debo a ella mi vida, yo no puedo dejar que eso
pase”. Corrí y le dije Ana “vaya y coloque una denuncia que la van a matar”.
La persona que me dijo fue un policía. Corregimiento Murrí, Frontino, Antioquia,
1983, P. 71.
Las organizaciones defensoras de derechos humanos han sido particularmente amenazadas
por los grupos paramilitares por ser supuestas colaboradoras o simpatizantes de
los grupos guerrilleros. Las defensoras y los defensores de derechos humanos han sido
tildados por ciertos sectores de derecha como “idiotas útiles de la subversión”. Además,
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Los hechos de violencia
la búsqueda de una salida negociada al conflicto armado tampoco ha sido bien vista por
esos sectores. En los dos testimonios siguientes se acusa a estas organizaciones de ser
auxiliadoras de las organizaciones guerrilleras.
Seguían llegando las amenazas, como a todos los procesos, a las organizaciones,
de parte de los paramilitares. Diciendo que las denuncias que nosotros hacíamos
eran mentiras, que nosotros con eso lo único que hacíamos era beneficiar a la
guerrilla en general. Que éramos auxiliadores de ellos, que éramos idiotas útiles
de la guerrilla por el trabajo que hacíamos, que dejáramos de hacer la labor que
hacíamos, o que íbamos a tener problemas… Cuando lo que hacíamos era defender
los derechos humanos de muchas personas, y además exigirle al gobierno
nacional también, y a los actores armados en general, una negociación política
para el conflicto armado. Floridablanca, Santander, 2004, P. 101.
Los trabajos de defensa de los derechos humanos han sido desde hace décadas objetivo
militar bajo las mismas acusaciones, tanto por parte de grupos paramilitares como de operaciones
encubiertas de mecanismos o agentes del Estado. Estas amenazas han llevado a
que algunas mujeres que han liderado esos procesos hayan tenido que huir de sus comunidades
y sus casas como última posibilidad de defender su vida, dejar su trabajo u ocultar
sus actividades como una forma de protección. Una vida convertida en persecución, en
lugar de una vida respetada y mostrada como ejemplo valiente de defensa de los derechos
humanos que son valores para toda la sociedad.
En seguida me declaran objetivo militar a mí porque yo huí, porque empecé a buscar
apoyo con los organismos internacionales, porque empecé a ayudar a sacar
personas amenazadas, a quitarles gentes que tenían encerradas para asesinar.
Me declaran objetivo militar. Se me viene una persecución fuerte, nos amenazan a
todos los miembros de junta directiva, nos asesinan al fiscal de la organización y a
varios miembros activistas y se complica toda la situación. Tuve que salirme, vivir
en un albergue durante 18 meses. En ese albergue me caen los paramilitares a los
18 meses a asesinarme. Yo por fortuna no estaba, logro escapar gracias a Dios, y
de ahí para acá ha venido amenaza tras amenaza, persecución tras persecución.
San Vicente de Chucurí, Santander, 1990, P.745.
Por participar en movimientos sociales o militar en partidos políticos
El empoderamiento de las mujeres a través de su pertenencia con movimientos sociales,
políticos o culturales, tampoco es bien visto por las partes en conflicto. Es persistente
el rechazo por parte de los actores armados, sobre todo de los grupos paramilitares, de
mujeres y hombres que militan en organizaciones de este tipo. En el caso de los testimonios
que vienen a continuación, es la vinculación con el movimiento estudiantil, la razón
de ser de las amenazas. En el caso de las mujeres se vuelve a tratar de relegar a ellas al
ámbito privado o se usan frecuentemente estereotipos sexistas como parte de la justificación
de las amenazas. Las mujeres son amenazadas así por su participación y por querer
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
desarrollar su propia identidad según su voluntad y no mantenerse en los patrones dominantes
de la cultura patriarcal. En este caso, el propósito es el de paralizar o desarticular
al movimiento estudiantil.
En el año 2008 cuando yo era representante estudiantil al Consejo Superior de
la Universidad del Cauca, me amenazan a través de la que era mi compañera
en ese época. Ella recibe una llamada, y bueno en esa época estaban unas redadas
de unos sujetos en motos, motocicletas, buscaban estudiantes a las afueras
de las facultades de la universidad, les quitaban los celulares, les quitaban las
tarjetas de sus celulares. Preguntaban por personas destacadas o conocidas
de la universidad, revisaban bolsos. Eso se presentó en lo que fueron las inmediaciones
de la facultad de salud y la facultad de ingenierías. Popayán, Cauca,
2008, P. 307.
Muchas de esas amenazas han tenido un carácter más colectivo y se han dado en determinados
momentos como campañas de amedrentamiento. Durante décadas, esas campañas
no han sido desarticuladas ni detenidos sus autores, que siguen amparándose en la ineficacia
del Estado cuando no en la impunidad y la falta de investigación o la complicidad
de agentes o servicios del Estado como el extinto Departamento Administrativo de Seguridad
(DAS). En el mismo caso anterior las amenazas ampliaron su espectro, incluyendo
a sindicatos y movimientos políticos. En estas acciones se utilizan de forma creciente las
redes sociales o el correo electrónico con una mayor extensión de la amenaza que trata
de amplificar su efecto y usando los medios fáciles y que generan sentimiento de mayor
vulnerabilidad.
Ya el 4 de marzo, dos días después, vuelve a llegar otro panfleto a las cuentas de
facebook, ya un poco más complicado. Primero el lenguaje lo cambian un poco,
ya es más en términos políticos y sacan un listado que ya trasciende el escenario
universitario. Entonces aparece en la lista estudiantes pero junto a eso declaran
objetivo militar a organizaciones populares y sociales como el SUTEC [Sindicato
Unitario de Trabajadores de la Educación Caucana] que es una organización sindical,
el partido comunista, la juventud comunista, organizaciones estudiantiles
y sale ya un listado, ya con dirigentes como el presidente de SINDESENA [Sindicato
de Empleados Públicos del Servicio Nacional de Aprendizaje], el presidente
del sindicato de educadores de acá del Cauca. Entonces ya la cosa adquiere un
tinte ya un poco más fuerte, precisamente porque no es una cuestión ya dirigida
solamente a la universidad, si no que ya es todo un esquema cuadrado para poder
exterminar a las personas que ejercen, digamos, el activismo en los movimientos
sociales, movimiento popular, o en el movimiento estudiantil. Popayán, Cauca,
2008, P. 307.
Los líderes campesinos y comunitarios también han sido perseguidos en el contexto de
este conflicto armado interno. El primer testimonio describe los hostigamientos y amenazas
que se producen en la búsqueda de un líder campesino por parte de un grupo armado
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Los hechos de violencia
no estatal y en el segundo fueron las amenazas contra una mujer miembro de una Junta de
Acción Comunal las que le ocasionaron su desplazamiento.
Cogieron todo lo que yo tenía en la casa, la cama, el chifonier, el juego de sala,
todo lo que había en la cocina y lo tiraban a la calle, para la gente, para que la
gente lo cogiera y decían que no querían a Gerardo muerto sino vivo. Por el trabajo
que él hacía, como era promotor de desarrollo comunitario, líder de ACABA
[Asociación Campesina del Bajo Atrato]. Él se conocía todas las cuencas del río
Atrato, entonces lo querían vivo por todo ese trabajo que él hacía. Riosucio, Chocó,
1996, P.426.
Ese fue el motivo del cual me desplacé porque yo hacía parte de la comunidad,
también de la Junta de Acción Comunal de la comunidad y eso hubo amenazas
contra mí. Eso fue en Truandó [Chocó]. Riosucio, Chocó, 1996, P.217.
La militancia en partidos políticos de izquierda no es tolerada por los grupos armados
de derecha. Un caso emblemático es el de la Unión Patriótica (UP), partido político que
surgió en 1984 a raíz de un acuerdo entre el gobierno nacional y las FARC, donde sus
miembros fueron sistemáticamente asesinados, consumando un genocidio político. En
los siguientes dos testimonios, las mujeres refieren amenazas por pertenecer a la UP. Las
garantías para evitar de nuevo estas amenazas forman parte de cualquier proceso de paz y
de búsqueda de mayor democracia en el país tal y como piden las mujeres que se han visto
directamente afectadas por estas amenazas y el cierre del espacio para la participación
política que han supuesto.
Hubo amenazas concretas contra Fernando Arias Cardona, que en ese momento
era el Secretario General de la Alcaldía. Cuando llegó… cuando llegamos con la
Unión Patriótica a formar parte del gobierno municipal, donde Jairo Arango fue
el primer alcalde elegido por voto popular. Entonces, ahí participó Fernando por
la Unión Patriótica. Y posteriormente, en el caso de Jair Rodríguez, claro que si…
pues, llegaron tanto las amenazas, fue tan dura la situación que les tocó salir del
país… Fernando le tocó salir del país un tiempo, desde agosto del año 88, cuando
las amenazas fueron muy fuertes. Riosucio, Caldas, 2001, P.619.
Me fui a vivir ahí a la sede de la Unión Patriótica. Él como vigilante y cuidando la
casa y yo allí también haciendo la especie de secretaria, pero eso también empieza
a ser traumático, porque como le digo, ahí van a buscar, empiezan amenazas.
En el 90 ponen una bomba, hacen un atentado y también amenazas general, que
van a morir, empieza todo, una amenaza sistemática. En el 87 en octubre matan a
Pardo Leal. En el 90 empiezan a matar un poco de senadores, de representantes,
de diputados a lo largo del país pero nos quieren es desaparecer a nosotros, y
nosotros seguimos manteniéndonos aquí. Seguimos haciendo nuestras denuncias
de esta muerte y de otras que empiezan a haber aquí en Caloto. Popayán, Cauca,
1987, P. 315.
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La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Por estar vinculado o ser colaborador o simpatizante de alguna las partes
En el caso de las mujeres, las relaciones familiares han sido frecuentemente causa de
amenazas. En el primer testimonio, una madre es amenazada por un grupo guerrillero
porque su hijo estaba en el ejército, y en el segundo, una persona es amenazada también
por la guerrilla por pertenecer a la policía.
Me decían que si sabía que si mi hijo el que estaba prestando el servicio, seguía la
carrera de soldado profesional quedaba expulsado de la región, porque quedaba
como el enemigo de ellos, del ELN. Entonces que si alguna falla él llegaba a cometer,
nosotros teníamos que pagar. O que si llegábamos a hablar entonces allá
en el batallón donde él estaba, en el Batallón Patriota, él pagaba allá porque en
el mismo batallón había infiltrados. Barrancabermeja, Santander, 161.
Empezaron ahí a hostigar a Jaison, a decir que él trabajaba con la ley, que él
era de la ley, que él era policía. Entonces a él lo mandaban a hacer muchas capacitaciones
y andar todos esos pueblos en Arauca y la frontera de Venezuela,
en el Estado Apure. Empezó la guerrilla a buscarlos, a decir que lo iban a matar,
que lo iban a asesinar porque él era policía. Barrancabermeja, Santander, 1988,
P. 754.
La información es una pieza fundamental en la guerra. Es una de las bases de un conflicto
armado para obtener ventajas estratégicas y tácticas frente al enemigo. Por la consideración
de “enemigo” a todo aquel que no sea colaborador o que se oponga al proyecto de
control del tejido social como parte de la guerra, la acusación de haber dado información
o el solo riesgo de que lo haga es causa frecuente de amenazas. Las mujeres son frecuentemente
señaladas como informantes o “chismosas”, minimizando las amenazas y agresiones
contra ellas como consecuencia de su “ser mujer” y del papel de las mujeres en las
comunidades o simplemente por hacer su trabajo como esta mujer que resulta amenazada
acusada de colaboradora de la guerrilla buscando información.
Como a la quinta vez… ese día no fui a trabajar, creo, estaba yo ahí cuando
me llegaron… unos tipos ahí todos mal encarados. Nunca los había visto en
mi vida y me dijeron que tenía ese día para irme, que porque si no mi familia y
yo corríamos peligro. Yo les dije que yo no había hecho nada, que simplemente
trabajaba y que, pues, yo no tenía nexos con nadie. Entonces, me dijeron… que
lo que pasaba era que yo me lo pasaba yendo y viniendo era porque era, ¿cómo
se dice eso?, auxiliadora, no sé, que de la guerrilla y yo entraba al batallón
cuando entraba a dejar pedido, y eso era a sacar información o a mirar qué veía
para luego. Les dije que… yo entraba allá simplemente a llevar unos pedidos
que me mandaban, pues, mi jefe… pero no porque yo fuera a sacar ninguna
información o porque yo mantuviera por allá llevando la información a otros.
Me dijeron… que únicamente ellos me estaban diciendo eso, que yo ya vería si
lo tomaba o lo dejaba, o seguía ahí, pero que si yo seguía ahí, mi familia corría
peligro. Curillo, Caquetá, P. 598.
89
Los hechos de violencia
La obligación de colaborar con los diferentes actores armados que tienen presencia y control
del territorio genera una situación siempre peligrosa ya amenazante para las mujeres.
Aspectos ligados a su vida o roles sociales como el cuidado, actividades como la preparación
de alimentos y otras tareas que las mujeres realizan en sus hogares frecuentemente
son utilizadas para presionarlas y utilizar su trabajo para su beneficio. La adaptación a
un contexto hostil supone también no confrontar directamente a quien amenaza o tiene
el poder de las armas cuando no hay otras garantías para defensa de la vida. Dichas actividades
obligadas por el miedo son frecuentemente objeto de amenazas del otro lado,
en una espiral paralizante de un doble vínculo, en la cual cualquier acción que haga la
mujer se convierte en un peligro para su vida. En los siguientes testimonios se muestran
estas amenazas cruzadas en donde diferentes actores armados conminan a las mujeres a
no “colaborar” cuando obligan a la vez a la “colaboración”.
Y salía la guerrilla: “que ustedes le venden gallinas, que le venden plátanos al
ejército, los marranos, ustedes no saben que eso no se puede hacer, eso es prohibido,
que no les pueden vender eso” y uno se quedaba callado. Barrio Miraflores,
San José del Guaviare, 2007, P.35.
De allá de la vereda dijeron que iban a matar cincuenta, amenazados porque les
dábamos comida. Es que el delito que nosotros cometimos que es que les teníamos
que darle comida porque o si no también nos mataban. Ellos decían; “vean,
mátenme este marrano, mátenme esta gallina”, “vea, voy matar esta vaca y me
la voy a llevar”. Ellos hacían lo que les daba la gana con nosotros, la guerrilla
hacía lo que le daba la gana. Nosotros sufrimos mucho. Vereda El Rayo, Tarazá,
Antioquia, 1996, P.51.
Nos decían que nosotros éramos colaboradores de los paracos, nos llegaban a
pedir comida, agua y a veces uno se negada y ellos decían que no les dábamos el
agua porque éramos colaboradores de la de los paramilitares. Eso fue como en el
2000. Debido a eso nos dio miedo porque ya empezaron a amenazar a la gente.
Que si no les colaborábamos nos teníamos que ir o si no nos mataban. Mi papá
al ver eso cogió y nos recogió a todas. Éramos ocho hermanos. De ahí nos cogió.
Nos desplazamos. Unguía, Chocó, 2000, P. 263.
De esta manera la espiral de las amenazas atenaza la vida de las mujeres y el desplazamiento
forzado se convierte en la única salida posible, la última rendija para salvar la
vida. Las amenazas en muchos casos vinieron también de la colaboración entre ejército
y grupos paramilitares. En el siguiente caso, el ejército le decía a la gente que si no colaboraba
con ellos “a las buenas”, después vendrían otros que si los harían hablar “a las
malas”, refiriéndose a los paramilitares.
No sé qué si era un soldado raso o era algún cabo o alguien que tuviera un mando
alto… Lo único que dijeron fue “no nos quieren avisar porque ustedes son
cómplices… si a nosotros no nos quieren decir nada, después vendrán otros que
90
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
eso si los harán hablar”. Que a según con este listado, ellos preguntan y averiguan
nombres y a según eso, es con ese listado que después entran las AUC, que
entran matando a esta gente. Pero pues ellos dicen, a nosotros no nos quieren
decir nada y aquí todo, no nos quieren colaborar pero cuando vengan los otros,
ahí sí tendrán que hablar, quieran o no quieran ellos sí los hace hablar. Santander
de Quilichao, Cauca, P.381.
Por contar con otra identidad sexual
La propia orientación sexual ha sido utilizada en muchos para amenazar. La diversidad
sexual era condenada por los grupos armados no estatales como grupos paramilitares que
ven en las diferentes formas de vivir la sexualidad o la identidad un ataque a su ideología
que se creen con el poder de juzgar o imponer. El uso de la condición u orientación sexual
como fuente de amenazas permanece más oculta que otras, debido también a los estereotipos
sexistas y la intolerancia frente a la diferencia sexual en buena parte de la sociedad,
pero es bien conocida por quienes la padecen directamente
A ella la amenazaron ¡claro! la amenazaron que de violarla. Era mejor dicho la
represión, y por eso yo tuve que sacarla del área. Gracias a Dios logré a tiempo
sacarla, porque amenazaron su vida, sus cosas personales… Hombres que se
aprovechaban de que porque era lesbiana… los mismos hombres que se metieron
del municipio, paramilitares amigos que se metieron. Eso fueron muchas
represalias. Intimidarlo a uno, aprovecharse por eso, porque era la misma área,
porque eran paisanos. Entonces abusaron muchísimo. San Miguel, Putumayo,
2001, P. 773.
No se trata solo de discriminación, sino de coacción y amenaza a la vida porque se realiza
con el poder de las armas y que en cualquier momento puede hacerse efectiva. En
muchas ocasiones se utilizan estos calificativos a los que se pone una marca moral para
señalar que la persona amenazada es una desviada de la sociedad y merece por tanto la
exclusión o la muerte, es decir son formas de justificar sus acc iones.
En otras son ataques directos contra dichos grupos de mujeres o personas con distinta
orientación sexual. El lenguaje justificador termina produciendo una normalización de
la violencia contra dichos sectores hablando de “limpieza” cuando se trata de crímenes
y violaciones de derechos humanos.
Después como a los poquitos meses ya se escuchó que a la rectora le llegaron
unas llamadas, después unos panfletos,… Decían que los que eran homosexuales,
lesbianas,… atracadores, viciosos, que a todos esos los iban a venir a hacer
una barrida… La amenaza que hubo aquí en el pueblo… era más que todo a los
jóvenes… que iban a venir a hacer una barrida… La gente antes de esos panfletos,
la gente me empezó a discriminarlo a él, me lo empezó como a señalar:
“este es ah”. Que me miraban por ahí pasar a mi decían: “ahí va la mamá de
91
Los hechos de violencia
fulano de tal que es un marica”, “que es esto”, “que yo no sé qué”, o lo miraban
ahí y decían “ahí va ese marica”, “ya va este tal cual”. Hasta de la misma familia
lo discriminaban. Entonces de ahí en el colegio ya después no hubo respeto.
Eso ya todos los del colegio era solo que era él, a toda hora era tildado él, él y
él. Putumayo, 1990, P. 575.
Amenazas por ser testigo o denunciar
Presenciar no solo de manera directa violaciones de derechos humanos o infracciones al
derecho humanitario sino sobre todo saber quién o quiénes las perpetraron, es una situación
que ha ocasionado amenazas directas a mujeres que han sido testigas de los hechos.
En la historia reciente de Colombia numerosos hombres y mujeres que fueron testigos
o declararon en procesos de investigación fueron posteriormente asesinados, por lo que
para muchas mujeres el ocultamiento de lo que se vio o en otros casos el desplazamiento
forzado han sido las única posibilidades para defender la vida.
Me desplacé de Turbo porque nos amenazaron. Nos amenazó la guerrilla y nos
fuimos para Cartagena. Pasando trabajos dejamos todo abandonado, dejamos la
ropa, no pude sacar nada. Las amenazas eran muy grandes entonces nos tenían
las vías bloqueadas, las vías de acceso bloqueadas… Entonces como nosotros
vimos quien mató a junas mujeres, entonces ellos nos amenazaron que nos iban a
matar. Turbo, Antioquia, 2002, P.240.
Por demandar al Ejército
Las amenazas comienzan desde el mes de noviembre del mismo 2002 cuando se pretende
hacer, colocar la demanda en contra del ejército,… Nos llegaban por celular, que
si nosotros demandábamos que nos teníamos que atener a las consecuencias, porque
con ellos no se jugaba. Posteriormente decían que si nosotros queremos demandar, que
demandemos al soldado y no demandemos al ejército. Luego me llaman a mí al Batallón
José Hilario López, al juzgado 50 militar, en Popayán. Ahí es donde me dicen a mí
que retire las demandas para que el ejército no sea afectado o si no, ellos me mandan a
callar. Es la misma juez que me está atendiendo es la que me dice a mí, que sabe que el
ejército no es una o dos personas, que el ejército es toda una cantidad de gente y que en
cualquier momento yo puedo aparecer o alguien de mi familia puede aparecer muerta,
si yo sigo con esa demanda. Vereda Panamericana, Cauca, 2002, P. 312.
La extensión de las amenazas
Los medios utilizados para amenazar son muchos y muestran en los testimonios de las
mujeres diferentes maneras de hacerlas llegar a la persona o la sociedad. Las amenazas
se orientan siempre en dos direcciones: una hacia la persona directamente señalada, su
92
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
familia o grupo; otra hacia los sectores de la sociedad que pueden verse afectados o a los
que se trata de transmitir un mensaje ya sea este de intimidación o de justificación.
Unas amenazas se han hecho de manera personal, otras por intermedio de familiares, por
llamadas telefónicas, en pintas en las paredes, con panfletos, con sufragios, con listas, por
medio de la web, entre otras. Algunas amenazas se hicieron de manera directa, personal,
es decir, el perpetrador abordaba al agredido, sin cubrir su identidad. El conocer al agresor
le daba un grado muy fuerte de intimidación al hecho debido a la impunidad con la
que actúa.
La fisonomía y las palabras del perpetrador permanecen en la memoria y el temor de las
mujeres a una agresión fatal como una forma de reexperimentar el trauma.
Uno de ellos me agarra aquí del cuello y me dijo una frase: “nunca vas a olvidar
mi cara”. Un tipo alto, mono, ojos azules más o menos 1,90 y me dijo: “nunca
vas olvidar mi cara”. Tenía razón porque nunca puedo olvidar ese rostro de ese
desgraciado. Tumaco, Nariño, 2002, P.199.
Me señalaba y me decía: “¡míreme bien perra, acuérdese que yo soy el que me
toca matarla!”, “¿usted quiere saber cómo me toca matarla? ¿cómo es la orden
para matarla a usted?, a cuchillo”. Todas esas palabras tan terribles, o sea, era
una forma de amedrentarme para hacerme callar tal vez. O no sé, no me convenía,
no era mí día para que me mataran, como él mismo me dijo “agradezca que la
orden no es para hoy”. Barrancabermeja, Santander, 2000, P. 794.
Otras amenazas se hicieron por intermedio de un familiar u otras personas cercanas, con
el propósito de extender el campo de intimidación al círculo de la víctima directa. Las
amenazas que se extienden a los hijos e hijas ha sido una forma de utilizar la maternidad
para generar coacción y miedo.
Ahí empezaron las amenazas y la persecución. Amenazas para toda mi familia.
Eso los llamaban, a mis dos hijos… ya mis hijos los había regresado pues a Apartadó.
Entonces, un día un tipo cogió a mi hija que estaba haciendo un mandado,
iba con el niño de la mano. Entonces que la cogió fuerte el brazo y le dijo: “dígale
a su mamá que, ¿qué está esperado?, que si va a esperar que les maten, que los
maten a ustedes dos también”. Dígale: que “¿qué está pensando?”. Barrio Chinita,
Barranquilla, Atlántico, 1995, P. 594.
Las amenazas públicas, frente a la comunidad, se convirtieron en muchos casos en las
antesalas de las masacres. Las personas eran reunidas de manera forzada de antemano en
un espacio público. Los parques o las plazas mantienen aún el eco del terror en muchas
comunidades.
Llegaron como a las cuatro de la tarde, y citaron la gente al parque…. Los paracos
dijeron que tenían una lista e iban llamando fulano de tal, lo iban sacando
93
Los hechos de violencia
de la fila… Dijeron tenemos esta orden de matar a todo el mundo, a las mujeres y
a los hombres de este pueblo, y los vamos a matar y si no se van, los que queden
vivos y los de las fincas dentro de ocho días venimos y vamos a matar a todo el
mundo, vamos a prender la casas y matar a todo el mundo. Barrio Miraflores, San
José del Guaviare, 2007, P.35.
En contextos donde la impunidad de los perpetradores es total, incluso espacios como
hospitales o albergues han sido usados para amenazas.
Una noche entraron, ya eran como las 11 de la noche en el hospital San José que
había tanta seguridad. Cuando yo empecé a gritar y todo eso, me alcanzaron a
preguntar que “yo que había dicho, qué información había dado” y todo eso. Yo
le dije que “no, que yo no sabía ni quienes habían hecho eso”, que “eso estaba
oscuro, yo no vi, yo cómo voy a dar nombres”. En eso a mí me dio miedo, comencé
a gritar. Salieron, en eso llegaron las enfermeras. Yo le dije “por favor detengan
esos señores”, pero finalmente llegaron a decir que no habían encontrado a nadie.
Resguardo Mosoco, Páez, Cauca, 1986, P.302.
Amenazas ahí dentro de ese albergue… ahí en ese albergue una persona muy intuitiva
y pues, ahí se miraba de toda la clase de gente. Claro ellos como que aprovecharon
ese albergue para poder entrar. Barrio Kennedy, Bogotá, D.C., 1998, P.746.
Las llamadas telefónicas son otro medio frecuente para intimidar. El teléfono invade la
intimidad de la persona que se siente así perseguida debido a que conocen hasta su número
personal, y la voz del agresor y los detalles de la llamada en los que la mujer trata
de fijarse para poder tener alguna hipótesis sobre el autor o su grado de control, queda
muchas veces grabada en el recuerdo recurrente de la víctima.
La llamada que yo recibí fue que me dijeron: “por qué se las pica, que tal que
pascual, hijueputa, sabe que uno se muere una sola vez”. Así cosas así, entonces
yo dije: “Yesenia, entonces váyase para Popayán, donde mi tía porque pues,
mientras acá se normalicen las cosas, o no sé cómo le vaya, pues se queda allá,
se consigue un trabajo o en el Sena se mete, no sé”. Barrio Ciudadela, Tumaco,
Nariño, 1992, P.875.
Cuando yo voy llegando a la casa recibo otra llamada. Era una mujer “tenga
en cuenta que a usted se le ha advertido que no ayude a la gente y solo tenga en
cuenta que no ande por ahí sola”. Yo sentí que ya me iban ir a matar. Riosucio,
Antioquia, 1999, P. 92.
Algunas amenazas son más veladas y buscan un efecto psicológico de crear miedo y
pánico en las personas. Muchas mujeres han sufrido amenazas mediante informaciones
falsas, mensajes incompletos o que traslucen un conocimiento de la víctima, más allá de
un mensaje explícito. En esas ocasiones lo implícito y la activación de la imaginación son
parte de la intención de los perpetradores.
94
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
Después de que lo enterramos como a los quince días me hicieron una llamada
anónima. Me dijeron que vaya al cementerio que el finado que habían enterrado
se lo estaban comiendo los marranos. Entonces como los marranos tendrían
que haber dañado la tumba, para sacarlo me dio miedo. Entonces yo me fui
allá a la policía y yo le comenté a los de la Sijin que si hacia el favor y nos iba
a acompañar al cementerio. Entonces los de la Sijin nos fueron a acompañar al
cementerio… No había nada, estaba todo perfecto, todo bien, estaba todo bien,
el ataúd y todo eso. No había nada, nada de esas cosas. La Hormiga, Putumayo,
1994, P. 547.
Los muros de casas o de instalaciones públicas han sido utilizados por grupos armados
no sólo para adjudicarse la autoría de hechos, sino para dejar mensajes amenazantes contra
una persona, organización o toda una comunidad. Estas marcas del espacio fijan las
amenazas y confrontan a la persona o comunidad con la necesidad de borrarla para luchar
contra la misma o dejarla como forma de que señale a los perpetradores.
Por las paredes del frente de mi casa y en un muro habían puesto los nombres de
los jóvenes que iban a matar. Colocaron AUC, como si por algo que le pasara al
muchacho metieran las AUC. Cuando cogieron a mi hijo y lo golpearon de esa
manera. Yo digo que él se escapó porque Dios no lo tenía para morir ese día. Le
llegan los mandos, que no es la policía, sino los mandos del barrio que tienen el
poder y le dicen no ha pasado nada. Cállese la boca que si denuncia se muere.
Corregimiento Murrí, Frontino, Antioquia, 1983, P. 71.
Otra gran parte de las amenazas se hacen por escrito, especialmente contra personas
que participan en organizaciones o contra las mismas organizaciones. Los nombres,
frases insultantes y amenazas de muerte pueblan esos escritos y panfletos, la mayor
parte de las veces con el nombre de organizaciones clandestinas cuyos nombres funcionan
como un mensaje de terror debido a su conocida crueldad y participación en
atrocidades.
Para mí fue como muy agresivo el encontrar mi nombre ahí y ver que prácticamente
la mitad de mi familia estaba dentro de ese panfleto. Eso muy claro nos
dicen que nos van a matar, que somos declarados objetivos militares y que no van
a descansar hasta que nos aniquilen. Cajibío, Cauca, 2006, P.371.
Ese panfleto, esa amenaza llega firmada como la organización los Rastrojos. La
preocupación digamos que nace a raíz de eso. Es que la estructura y la forma
como llega el panfleto es muy similar casi que idéntica a los panfletos que se
están repartiendo en los barrios de la ciudad de Popayán, donde ya han habido
personas ajusticiadas que aparecen en esas listas. Ha habido muchas personas
asesinadas y que han aparecido en esas listas. Ahí es cuando empieza el temor.
Popayán, Cauca, 2008, P. 307.
95
Los hechos de violencia
Algunas de estas intimidaciones escritas, venían redactadas como en el formato de una
carta, incluso con membrete de la organización responsable de la amenaza:
Yo volví al pueblo y me llega una carta con groserías y membrete de las AUC: “le
damos 24 horas sino ya sabemos dónde usted vive, y si no quiere ver muertos a
sus hijos, no la queremos ver en este pueblo”. Yo no creo en esa carta, pensé que
alguien me estaba haciendo una broma. Entonces la presidenta me dice “mejor
váyase, yo sé porque se lo digo, váyase”. Entonces me toca por la noche venirme,
dejé toda la finca, todo, me vine a Bogotá con mi esposo. Él va después de un mes
y medio y también lo paran en el carro, lo tratan mal y le dicen “lárguese o le
disparamos”, y le tocó venirse. Después de eso dejamos la finca abandonada, y
nos vinimos. No le dijimos nada a mis hijos, pero si estábamos con miedo y con
temor. Bogotá, D. C., 2003, P.100.
Si bien muchas de estas amenazas tienen una relación más o menos directa con la dinámica
del conflicto armado, otras muchas son formas de represión política contra organizaciones
que no tiene nada que ver con dicho conflicto, o como frente a denuncias
de personas con poder que utilizan esas amenazas para frenar denuncias o neutralizar a
personas que se consideran un obstáculo para sus objetivos. Como en este caso, todos los
espacios de la vida cotidiana pueden ser utilizados para ello.
Cuando salí de la Asamblea, en el parabrisas del carro, en ese tiempo tenía carro,
encontré un anuncio que decía: “siga jodiendo y la vamos a poner a chupar gladiolo”.
Posteriormente a través de los líderes del acueducto empezaban a decirme
que ya estaba en mira, que yo ya estaba jodiendo mucho. Eso lo decían por denunciar,
por querer transparencia, justicia. Entonces lo que me decían era que yo ya
estaba en la mira porque estaba jodiendo mucho. Lo mismo a mi esposo, porque
él también estaba buscando transparencia en todas las actividades comunitarias
que nosotros hacíamos. Fusagasugá, Cundinamarca, 2004, P.140.
Elementos vinculados con el duelo y la muerte, que contienen una carga simbólica
adicional para generar más terror, fueron otros medios para enviar este tipo de agresiones.
Coronas fúnebres, sufragios, novenas de duelo, y otros elementos de la cultura
tradicional o del respeto por el dolor de la familia han sido utilizados de forma perversa
contra mujeres.
Eso fue 2002-2003. Las amenazas empiezan en el 2002 cuando me encuentro a
Orlando en el parque y ya se da lo de mi accidente. Llego yo y empiezan a llegar
los sufragios. Después fue una novena de las almas benditas, después fue una
corona. Ya el teléfono de mi casa, me llamaban a las doce a la una. Saravena,
Arauca, 1996, P. 137.
En una estrategia de terror que busca generar desconfianza a la vez que señalamiento es
el uso de listas que se utilizan incluso en espacios públicos o comunidades para señalar
96
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
a las personas amenazadas. Dichos listados son un instrumento de guerra psicológica,
en donde por una parte se señala a las víctimas como culpables y donde se trata de
aislarlas en el contexto comunitario. Todo el mundo sabe que esas personas están amenazadas
y se tratan de quebrar así las relaciones de solidaridad con ellas. Al atribuirlas
a unas personas en concreto la comunidad también sabe que el resto pueden ser los
siguientes, es decir tiene un efecto de intimidación colectiva. En los dos siguientes
casos, las listas circulaban en la localidad o en el vecindario o eran pegadas en lugares
de amplia circulación.
El 13 de mayo del 2004, me acuerdo que era en la mañana. Cuando yo me levanté
mi hermana me dijo: “salió una lista donde nos amenazan y nos dan 24 horas
para que nos vayamos del barrio, si no nos matan”. Para mi esas listas ya eran
costumbre de verlas porque siempre aparecían en los postes de luz eléctrica. Decían
a los maricas, las prepagos, ladrones, chismosas, infieles, drogadictos, que
se vayan. Barrio Mandela, Cartagena, Bolívar, 1998, P.248.
Eso fue el 7 de junio, un día sábado. Me acuerdo que nos levantamos pues yo estaba
acostada porque vino una vecina a llamarme “¡Luz Dary, Luz Dary! párate
que hay una lista y en esa lista están ustedes”. Nos pusieron 24 horas para salir,
si no salíamos del sector nos mataban… No era la primera vez que habían puesto
esas listas… De verdad, las personas que no salían las mataban. Barrio Nelson
Mandela, Cartagena, Bolívar, 2003, P. 243.
El terror que lleva a la muerte
El grado de zozobra que generan las amenazas de muerte, asociadas al modus operandi
conocido de los perpetradores, supone muchas veces un sufrimiento y tensión
extremo, un miedo incontrolable o una angustia por el grado de control que tienen los
perpetradores sobre la vida. En este caso una mujer narra cómo las amenazas proferidas
contra su hija para que retirara una denuncia la condujeron al suicidio.
La hija mía intentó quitar la denuncia, pero ya no le aceptaron la denuncia, eso fue
en el 2005 y 15 días después de eso fue que mi hija murió. A mi hija no la mató el
grupo paramilitar, a mi hija la hizo matar el grupo paramilitar porque ella tomó
pastillas y se envenenó. Porque después de esa denuncia que no pudo quitar, frecuentemente
la llamaban de la Fiscalía para que continuara, pero a ella le decían
que si seguía con esa denuncia le picaban la familia. Finalmente fue tanto el acoso,
que ella se tomó las pastillas porque sentía muchos momentos de depresión, porque
tenía su tiroides. Entonces yo pienso que fue una muerte causada por el grupo debido
a todo eso, porque a ella le decían pues que la iban a picar viva. Barrio La Camila,
Bello, Antioquia, 2004, P.68.
97
Los hechos de violencia
IV. La tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes
Lo cogieron y le dieron una tanda. Lo amarraron. Lo sacaron a las dos de la mañana
en pantaloncillos por un potrero. Lo clavaban de cabeza en la mierda de las
vacas. Qué era lo que no le hacían a él. A lo último ya lo amarraron por allá en
un palo a él. Vereda Zapatero, Huila, 2000, P. 747.
Las mujeres refieren en sus testimonios dolores y sufrimientos físicos y mentales perpetrados
por los grupos armados no estatales y por la fuerza pública en el marco del
conflicto armado. Dichos atropellos fueron intencionales, produjeron un sufrimiento
extremo y tuvieron finalidades muy específicas, lo que permite calificarlos como tortura.
En la mayoría de los casos la tortura fue el preludio de otras violaciones, sobre todo
el asesinato. Los métodos para causar esos dolores y sufrimientos fueron muy diversos.
Además, no sólo hubo hechos que atentaron contra la integridad física o psicológica
sino también sexual de las mujeres.
Algunas finalidades de la tortura
Las finalidades de la tortura son de diversa índole. Los instrumentos internacionales de
derechos humanos señalan como algunas de ellas, obtener de la víctima o de un tercero
información o confesión, castigarla por un acto que haya cometido, o que se sospeche que
haya cometido, intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, por cualquier razón basada
en cualquier tipo de discriminación. Como se verá, estas y otras finalidades se presentaron
en la actuación de distintos grupos en el conflicto armado. En Colombia además la tortura
ha tenido una dimensión pública orientada a generar un impacto colectivo.
Una de las finalidades más recurrentes para la práctica de las torturas según los testimonios,
es la de acusar a la víctima de apoyar al grupo armado antagónico. La tortura se
realiza entonces como un castigo contra la personas que supuesta o realmente simpatizan
o colaboran con “el otro bando”, y se extienden a conductas de no colaboración con
el “propio bando” o resistencia frente a sus objetivos. Las partes del conflicto armado
atropellaron de forma brutal a muchas mujeres y hombres con base en este pretexto. Los
paramilitares practicaron torturas alegando que las personas auxiliaban a la guerrilla. Las
actividades como el transporte de mercancías o la mera presencia en una zona de paso o
de disputa han sido motivos utilizados por los perpetradores contra las víctimas.
Se encontró con unos paramilitares… Lo torturaron completamente. Le arrancaron
las uñas, le cortaron las orejas, le arrancaron el cabello y por último lo
comenzaron a desmembrar. Lo cortaron todo y como con eso todavía estaba con
vida, lo colocaron a un mortero hasta que lo estallaron completamente. Porque
supuestamente decían que el cargamento de yuca que el traía era para la guerrilla,
no pensando ni llegando a preguntar al pueblo que era para su familia
que estaba muerta de hambre. Corregimiento San José del Peñón, Bolívar, 2002,
P.213.
98
La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia
De una vez se metieron para dentro, que ahí los tenían escondidos, porque eran
unos guerrilleros, por eso los estaban ocultando. Enseguida agarraron a mi hermano
y lo sacaron para fuera y ahí mismo cogieron al cuñado mío. Al cuñado lo
tiraron en el suelo y empezaron a darle pata. Que le partieron todos los pómulos.
Le pegaron una pata aquí en el pecho… y a mi hermano lo estaban ahorcando con
una correa. Macayepo, Sucre, 1998, P.236.
Como se acaba de leer, en ambos casos se torturaron a hombres, en el primero por brindar
un supuesto apoyo de alimentación a la guerrilla, y en el segundo por presuntamente ocultar
a unos guerrilleros. Es muy reiterada la creencia de los miembros de grupos armados,
que la población civil que no apoya de manera abierta a una de las partes en conflicto,
está contra ella. Por su parte, los grupos guerrilleros maltrataban a los campesinos por
colaborar supuestamente con el ejército, como lo señala el siguiente testimonio, donde
una mujer es golpeada.
Así le ha pasado a mucha gente por allá. No tiene que mezclarse, si viene el
ejército. Nada que ver con ninguno de ellos, porque si no es peligroso. Si lo ven a
uno hablando, o incluso le regale uno un vaso de agua es peligroso que lo maten
a uno. Si hay muchas las veces que llegan, imagínese, cargados de maletas, pues
piden para la sed. A una señora amiga mía le pasó eso, de que llegaron a pedirle
para la sed, entonces la señora los mandó al tanque, a la alberca, fueran a tomar
allá. De una vez cogieron y dijeron que cómo para el ejército si había y como
para ellos no, y con el fusil cogieron y le dieron en la cabeza, le pegaron. O sea lo
maltrataban a uno de que fuera e hicieran lo que ellos les dijeran a uno. Corregimiento
del Rio Blanco, Peñón, Santander, P.143.
También se presentaban situaciones similares donde los malos tratos eran realizados por
miembros del ejército o de la policía con el pretexto de que las víctimas eran guerrilleros,
como si estas acusaciones dieran posibilidad de violar derechos humanos tan básicos
como la integridad personal.
Porque ellos dicen que todos los campesinos somos guerrilleros, que uno le está
pasando información a ellos y ¡lo levantan a uno a patadas! Yo creo que eso no
es justo porque si supuestamente el ejército lo cuida a uno ¿porqué son así y lo
levantan a uno a patadas?... Decían que si nosotros éramos campesinos éramos
guerrilleros. Que igual, un día íbamos a amanecer con la boca llena de moscos
por ahí como muchos. Guadací, Cesar, 2003, P.663.
En muchas ocasiones las mujeres han sido objeto de malos tratos y torturas cuando se
han opuesto a los objetivos o acciones de los perpetradores contra otras personas. Incluso
en algunos hechos perpetrados por miembros del ejército o de la policía, las mujeres son
objeto de golpes y malos tratos al interponerse entre el agresor y la víctima, quien en la
mayoría de los casos son familiares o conocidos:
99
Los hechos de violencia
Llegó un grupo del ejército, llegaron preguntando por la guerrilla. Entonces por
ejemplo nosotros nos negamos, a que no sabíamos dónde estaban y empezaron a
golpearnos. Llegaron, esculcaron toda la casa… Luego golpearon a mi esposo.
Le dieron unas patadas, le dieron unas cachetadas, lo insultaban y le pegaron con
el fusil, y se lo iban a llevar. Entonces yo me metí para que no se lo llevaran y
ahí empezaron a golpearme y como yo no lo dejé llevar, entonces me pegaban…
Sabana de Torres, Santander, P.710.
Mery llegó a poner el pecho para poder salvar a mi hijo y a mí que estábamos
ahí. Porque la policía daba golpes y uno se voltea y me pega un golpe aquí. Yo me
oriné por el dolor, fue como para que yo soltara a mi hijo y más sin embargo yo no
sé de donde sacaba fuerzas y yo con mi hijo así, mientras que yo ya estaba a punto
de desmayarme. Sandra se enredó en mi hijo para que no se lo llevara la policía.
Medellín, Antioquia, 2002, P.87.
Este papel de defensoras de los otros, en particular de sus esposos o padres, ante los actores
armados, es una muestra de valor y de desespero de las mujeres ante la violencia.
Ante situaciones injustas se enfrentaban contra sus agresores sin importar que estuviesen
armados. En el siguiente testimonio, una madre es objeto de golpes para evitar que su hijo
fuese reclutado de manera forzada.
La AUC… Me golpearon, me estropearon, por no permitir que mis hijos mayores
los diera a la red de ellos... Yo me opuse, dije que yo no dejaba mis hijos… Mis
hijos tendrían 10, 11 y 9 años, eran los tres mayores… O sea, me dejaban vivir
ahí en la vereda tranquila, sin compromiso, ni nada, o sea, podría vivir en paz a
cambio de que tenía que entregar mis hijos. Ríonegro, Antioquia, 2003, P. 730.
Otra de las finalidades de la tortura es la de obtener información o confesión con algún
propósito. La localización de la guerrilla, las delaciones de otras personas o cualquier otra
información considerada importante podía ser motivo de tortura si la persona no accedía
a ello o negaba tener conocimiento.
Y la golpiza que me dieron, fue que porque yo tenía que llevarlos a donde vivía
una compañera. Entonces yo les dije que “yo no conozco”. “Cómo así que tú no
conoces, si ustedes son de la misma organización”. Riosucio, Chocó, 2006, P. 136.
También ciertos trabajos forzados constituyen tratos degradantes que por tener una finalidad
específica, darse de forma reiterada y acompañarse de castigos y malos tratos
físicos pueden ser calificados como tortura. En el primer caso, los paramilitares imponen
trabajos forzosos cuya finalidad es castigar a las mujeres.
Barrer las calles, asear el parque, en diciembre decorar el pueblo, recoger basura
por todo el pueblo. Muchas mujeres las golpeaban con machetes en plena calle.
Todo esto lo hacían como castigos ejemplares por descuidar a sus hijos, hijas,
entre otras acusaciones. Puerto Colón, San Miguel, Putumayo, 2001, P. 545.